Combate de tinta contra la dictadura: 5.000 documentos que desafiaron la censura franquista
El libro ¡®Vietnamitas contra Franco¡¯ analiza las publicaciones clandestinas que mantuvieron vivas las ansias de democracia hasta reconquistarla
Cuatro de la madrugada del 11 de marzo de 1945. Aporrean la puerta del bajo del n¨²mero 35 de la calle Palencia de Madrid. Antonio Donoso, alias Amalio, ferroviario, militante del PSOE y de UGT, recog¨ªa los utensilios despu¨¦s de imprimir, en un peque?o cub¨ªculo subterr¨¢neo, tapado habitualmente con una alfombra y una silla, un ejemplar de El socialista, peri¨®dico clandestino, como el partido. Por la mirilla ve que es la Polic¨ªa y sale huyendo, saltando al patio. El sereno le dispara. Lo acribillan en el suelo. Su mujer y sus dos hijas peque?as presencian la escena. La versi¨®n oficial, seg¨²n recuerda la Fundaci¨®n Pablo Iglesias, es que se hab¨ªa enfrentado con un arma en la mano a los agentes. Meses despu¨¦s, el sereno apareci¨® muerto de un disparo en el mismo lugar.
Es uno de los episodios recogidos en el libro Vietnamitas contra Franco, donde el catedr¨¢tico de historia contempor¨¢nea de la Universidad Complutense Jes¨²s A. Mart¨ªnez recopila seis a?os de investigaci¨®n sobre el ¡°combate de tinta¡± contra la dictadura: octavillas, boletines, carteles, diarios, poes¨ªas... Propaganda impresa en multicopistas con las que cientos de personas, militantes de organizaciones clandestinas o no, desafiaron el orden establecido por el r¨¦gimen. El t¨ªtulo obedece al nombre con el que eran conocidas esas m¨¢quinas donde se imprim¨ªa el inconformismo y cuyo uso hab¨ªan popularizado los guerrilleros comunistas del Vietcong para movilizar a la poblaci¨®n contra ¡°los invasores imperialistas¡±.
Donoso no fue la ¨²nica v¨ªctima mortal. Pedro Pati?o, militante del PCE y de CC OO, fue tiroteado por la Guardia Civil en septiembre de 1971 cuando se dispon¨ªa a repartir folletos que reclamaban 400 pesetas diarias de salario y 40 horas de jornada laboral semanales. Paquita Sauquillo, abogada laboralista, exdiputada del PSOE y fundadora de la ONG Movimiento por la Paz, recuerda el caso en la presentaci¨®n del libro de Mart¨ªnez. ¡°Ahora que se est¨¢ banalizando lo que fue la dictadura, intentando compararla con hechos de la democracia, son importantes libros como este, que recogen el sufrimiento de muchas personas que lucharon en la clandestinidad¡±. Sauquillo, que particip¨® en la defensa de la c¨²pula de CC OO condenada en el proceso 1001, se refiere a unas recientes declaraciones de la presidenta madrile?a, Isabel D¨ªaz Ayuso, a prop¨®sito de la amnist¨ªa del proc¨¦s: ¡°Han estado con el se?uelo de que viene Franco, la ultraderecha, el blanco y negro¡ y nos han colado una dictadura por la puerta de atr¨¢s¡±, dijo. ¡°En el momento en que periodistas, pol¨ªticos... no pueden hablar, en el momento en el que los votos est¨¢n por encima de las leyes, eso es dictatorial¡±, a?adi¨®. El catedr¨¢tico de Historia tambi¨¦n llama la atenci¨®n sobre esa ¡°distorsi¨®n¡± deliberada de los conceptos: ¡°Cuando hoy se habla de dictadura, de falta de libertades, de represi¨®n en el Estado de derecho... ?sabemos de qu¨¦ estamos hablando?¡±.
Vietnamitas contra Franco analiza cerca de 5.000 documentos procedentes de archivos p¨²blicos y privados. El propio historiador se ha sorprendido, en su investigaci¨®n, por las dimensiones de ese ¡°mundo escondido¡± de octavillas, propaganda guerrillera, peri¨®dicos de mujeres, dibujos, postales... cuya posesi¨®n y difusi¨®n signific¨®, durante a?os, detenciones y c¨¢rcel. ¡°La envergadura del fen¨®meno es mucho mayor a la que supon¨ªamos¡±, afirma. En 2016, Mart¨ªnez fue comisario de una exposici¨®n con el mismo t¨ªtulo. El volumen de C¨¢tedra, de 342 p¨¢ginas, publicado este a?o, cuadriplica la informaci¨®n reunida entonces. Muchos de los visitantes de aquella muestra, hombres y mujeres de la lucha antifranquista, escribieron mensajes en el libro de visitas dando cuenta de sus recuerdos y el catedr¨¢tico de historia se entrevist¨® posteriormente con ellos. Adem¨¢s de esos archivos privados, encontr¨® informaci¨®n no clasificada y, por tanto, desconocida, en los p¨²blicos. Mart¨ªnez tambi¨¦n visit¨® aquella trampilla donde Donoso, m¨¢rtir de la libertad de expresi¨®n, imprim¨ªa El Socialista.
Del an¨¢lisis de toda esa documentaci¨®n, el autor destaca ¡°la valent¨ªa y la creatividad¡±. Falsos fondos en maletas, discursos de La Pasionaria escondidos en la cubierta de un supuesto libro de recetas, textos cifrados, cartas troceadas enviadas en siete tandas, poemas que un preso memorizaba en prisi¨®n antes de salir en libertad para poder difundirlos una vez en la calle... Cada una de esas hojas clandestinas, en sus m¨²ltiples formatos, refleja las ganas de vivir en democracia, de recuperarla, y el convencimiento de que no solo era posible, sino inminente. Ese error de c¨¢lculo, pues la dictadura se prolong¨® casi cuatro d¨¦cadas, es tan conmovedor como la fe de sus autores en los dem¨¢s: en esos a?os en que fue proscrito el pensamiento, porque pensar de forma diferente acarreaba torturas, condenas y c¨¢rcel, miles de personas se atrevieron a desafiar la poderosa maquinaria de represi¨®n del r¨¦gimen con papel, tinta y mucha imaginaci¨®n. El riesgo merec¨ªa la pena en cuanto que permit¨ªa sumar a otro a la causa para erosionar, gota a gota, el f¨¦rreo control franquista.
El historiador Nicol¨¢s S¨¢nchez-Albornoz, preso en el Valle de Cuelgamuros y cuya fuga inspir¨® la pel¨ªcula Los a?os b¨¢rbaros, recuerda la complejidad de la vida en clandestinidad: por un lado, deb¨ªan permanecer ocultos, pero por otro, su actividad solo ten¨ªa sentido si daban a conocer sus prop¨®sitos, si lograban movilizar a una sociedad temerosa. Eduardo Punset, militante del PCE, relata: ¡°A los 19 a?os tambi¨¦n tiemblan las piernas cuando la Guardia Civil ordena, al pasar la frontera, que se abra la maleta de doble fondo, llena de octavillas contra el r¨¦gimen de Franco. Y se respira con el est¨®mago, para que no crujan los sobres escondidos debajo de la camisa...¡±.
¡°El dictador¡±, suele recordar Nicol¨¢s Sartorius, cofundador de CC OO y preso del 1001, ¡°muri¨® en la cama, pero la dictadura muri¨® en la calle¡±. Fue ese esfuerzo permanente, irredento, el que, mucho m¨¢s tarde de lo deseado, permiti¨® la reconquista de derechos y libertades. De la importancia del fen¨®meno da cuenta la preocupaci¨®n del dictador por localizar y reprimir a aquel ej¨¦rcito invisible de disidentes. Mart¨ªnez incluye en el libro los croquis repartidos a la polic¨ªa sobre los lugares que deb¨ªan inspeccionar en los veh¨ªculos en busca de propaganda clandestina.
En 1941, el r¨¦gimen cre¨® la Brigada de Investigaci¨®n Social, conocida como Brigada Pol¨ªtico-Social, para llevar a cabo una ¡°vigilancia rigurosa y tensa de los enemigos¡±. El C¨®digo Penal de 1944 declar¨® ilegal cualquier tipo de propaganda desafecta y los jefes de barrio, de calle y casa, dependientes de Falange, funcionaban como una inmensa red de delatores. Adem¨¢s, se enviaban infiltrados a universidades y f¨¢bricas, y desde la llamada Organizaci¨®n Contrasubversiva Nacional se form¨® a un grupo de bedeles, apoyados por guardias civiles retirados, para distribuirse por las facultades universitarias con el fin de detectar y apagar cualquier acto de rebeld¨ªa. Solo durante dos meses de 1969 fueron practicados 415 registros domiciliarios de estudiantes y 390 en casas de obreros, lo que se sald¨® con 383 detenciones. Entre 1964 y 1973, el Tribunal de Orden P¨²blico (TOP) proces¨® a 53.500 personas. De los 11.261 casos incoados, seg¨²n la investigaci¨®n de Juan Jos¨¦ del ?guila, 2.622 fueron por propaganda ilegal y 3.658 por asociaci¨®n il¨ªcita.
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