G¨¦nero, matem¨¢ticas y talento digital
Hay que romper las fronteras que han provocado que por cada cuatro hombres en el sector digital solo haya una mujer. Apartar algunos debates de la escuela es mantener las desigualdades
La educaci¨®n es el lugar donde se disputa la vida en sociedad de ma?ana, aunque a menudo se dise?a hoy con herencias de ayer. La actualizaci¨®n del sistema educativo es cr¨ªtica y de ah¨ª el revuelo generado por algunos aspectos de la Lomloe (la ley educativa aprobada en 2020), como la adopci¨®n de la perspectiva de g¨¦nero de forma transversal, o los condicionantes socioemocionales del aprendizaje. Algunas formaciones pol¨ªticas han instrumentalizado estos cambios, como si pudi¨¦ramos separar los contenidos de los valores. Relegar las escuelas a meros espacios de transmisi¨®n de conocimiento en la era digital es condenarlas a la irrelevancia. Y menuda paradoja que siga vigente esa mirada, cuando hemos aprendido ¡ªespecialmente en los confinamientos¡ª que la escuela es, por encima de todo, all¨ª donde aprendemos a ser y convivir.
Relegar las escuelas a espacios de transmisi¨®n de contenidos es condenarlas a la irrelevancia
La realidad es compleja e insistir en fragmentar fondo y forma est¨¢ m¨¢s cerca del siglo XIX que del XXI. De hecho, en 1899 encargaron al artista Jean Marc Cot¨¦ una serie de ilustraciones sobre la vida en el a?o 2000. En este ejercicio retrofuturista, Cot¨¦ dibuj¨® un aula de su tiempo: pupitres fijos, orientados hacia la pizarra, alumnos con batas y mapas colgando en las paredes. El toque innovador es la mec¨¢nica para inocular el conocimiento: a la derecha de la ilustraci¨®n aparece un profesor alimentando una m¨¢quina tragalibros. Un alumno activa la manivela para procesar y transmitir la sabidur¨ªa de los textos a los cerebros de sus compa?eros, a trav¨¦s de una especie de auriculares conectados al circuito que arranca en el artilugio.
Lo que sorprende de la imagen de Cot¨¦ es la individualizaci¨®n del aprendizaje, la pasividad est¨¢tica de quien recibe y la ausencia de interacci¨®n humana entre la figura docente y el alumnado. Comparten espacio f¨ªsico sin di¨¢logo, no hay escucha, no hay reflexi¨®n. El contexto y lo que envuelve el aprendizaje es clave, y para ser significativo tiene que conectar con nuestra sensibilidad. Estudios neurocient¨ªficos confirman que aprendemos m¨¢s r¨¢pido y de forma m¨¢s duradera lo que nos emociona. La alegr¨ªa estimula la memoria, por eso aprendimos las tablas de multiplicar cantando.
Precisamente porque g¨¦nero y matem¨¢ticas han vivido en conversaciones paralelas, hoy tenemos una mujer por cada cuatro hombres trabajando en el sector tecnol¨®gico. Y a juzgar por los debates ¨¦ticos que acechan a las corporaciones tecnol¨®gicas, es urgente desfragmentar la mirada si queremos diversidad en las profesiones STEAM y generar talento valioso para el sector digital. Quiz¨¢ porque las matem¨¢ticas se han instalado en lo racional, nos hemos cre¨ªdo que los datos no tienen ideolog¨ªa, que la ciencia es neutral o que los algoritmos son ecu¨¢nimes. Romper esas fronteras creadas es una gran oportunidad. Y sino que se lo digan a Cathy O¡¯Neil, autora de Armas de destrucci¨®n autom¨¢tica, que empez¨® en el mundo de los algoritmos para no enredarse con cuestiones subjetivas. Y ah¨ª est¨¢ ahora, reclamando la importancia de la ¨¦tica matem¨¢tica.
Salvando distancias, hay paralelismos entre educar criaturas y dise?ar algoritmos: ambos espacios son lugares donde se sientan las bases que influir¨¢n en la toma de decisiones futuras. Y no se puede hacer en el vac¨ªo. O¡¯Neil y otras autoras insisten en que cuanto antes entendamos que los algoritmos contienen sesgos y por tanto automatizan valores determinados, antes podremos consensuar socialmente cu¨¢les deben ser estos principios. Lo mismo ocurre en la escuela: debatir sobre los valores no es adoctrinar. Apartarlos del debate es garantizar la heterogeneidad de agendas y las desigualdades. Tampoco se tendr¨ªan que desplazar los contenidos para ense?ar valores de forma descontextualizada. Se trata m¨¢s bien que la escuela sea una introducci¨®n a los consensos expl¨ªcitos y socialmente compartidos, como el marco legal o los derechos humanos.
Quiz¨¢s porque las matem¨¢ticas se han instalado en lo racional, creemos que los datos no tienen ideolog¨ªa
Necesitamos escuelas donde la experiencia de ense?anza-aprendizaje se entienda desde la interdependencia y en todas direcciones. Los roles de autoridad se transforman, se rompen las jerarqu¨ªas verticales y educar el esp¨ªritu cr¨ªtico tiene que ver con el trabajo en equipo. Necesitamos una ciudadan¨ªa que sepa navegar la incertidumbre y tomar decisiones ante escenarios complejos. Y necesitamos que esas oportunidades lleguen a todas las personas que en septiembre empezar¨¢n alg¨²n curso en las etapas obligatorias.
Es adem¨¢s el momento de escuchar a los m¨²ltiples movimientos de renovaci¨®n pedag¨®gica que llevan a?os identificando qu¨¦ funciona y qu¨¦ innovaciones hacen falta. Hay que conectar la educaci¨®n a su contexto, igual que ya no hay excusa para las empresas que s¨®lo persiguen beneficios econ¨®micos mientras agravan brechas y desigualdades. Por eso las matem¨¢ticas necesitan la perspectiva de g¨¦nero.
Liliana Arroyo es Doctora en Sociolog¨ªa e investigadora del Instituto de Innovaci¨®n Social de Esade
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