El puerto de Valencia, ?un fin en s¨ª mismo?
El Ministerio de Medio Ambiente consider¨® en 2006 ¡°muy razonable¡± la alternativa de ampliaci¨®n en Sagunto, pero la presi¨®n de los intereses particulares acab¨® imponiendo la actuaci¨®n m¨¢s dura
El puerto de Valencia no es solo la muralla que separa la ciudad del mar: es tambi¨¦n el muro contra el que puede estrellarse el mito de la movilizaci¨®n social que salv¨® El Saler de ser urbanizado, el cauce del Turia de convertirse en una autopista y el solar del Bot¨¢nico de acabar en un hotel. Ah¨ª es donde se esculpe la l¨¢pida del vigoroso activismo vecinal de Valencia, impotente ante un tupido, poderoso e impenetrable entramado de intereses. El pulso que mantienen el Ayuntamiento de Valencia y la Autoridad Portuaria a cuenta del impacto de la ampliaci¨®n norte con la construcci¨®n de una terminal de contenedores renueva la sensaci¨®n de derrota que sufri¨® la ciudad en 2006, cuando se perfil¨® esta actuaci¨®n que, con la perspectiva suiza de una sede permanente de la Copa del Am¨¦rica (con Rita Barber¨¢ como principal entusiasta), pudo evitarse.
Entonces, con la presi¨®n de algunos (pocos) medios y del PSPV de la ciudad, el Ministerio de Medio Ambiente lleg¨® a paralizar la concesi¨®n de la declaraci¨®n de impacto ambiental. Pero la reacci¨®n del lobby portuario fue feroz e hizo tambalear a alg¨²n ministro. La Generalitat de Francisco Camps, que ve¨ªa en la ampliaci¨®n un modo de superar a Barcelona (no falla: Catalu?a) y un propicio frente de fricci¨®n con el Gobierno socialista central, solo iba a remolque. ?Tambi¨¦n ahora? Hubo en aquel momento un altisonante argumentario de justificaciones: el riesgo de p¨¦rdida de liderazgo, el coste de 960 millones de euros anuales que supondr¨ªa para las empresas valencianas de no llevarse a cabo la ampliaci¨®n (entonces el puerto ya importaba el 80% frente al 50% de las exportaciones del producto local)¡ O el m¨¢s estrafalario de todos (siempre sin micr¨®fonos): el da?o sobre el parque natural de L¡¯Albufera ya era irreversible desde la ampliaci¨®n anterior, la de 1999.
Pero m¨¢s all¨¢ de eso, la ampliaci¨®n (como ahora) tambi¨¦n era un fin en s¨ª misma, un apetecible bocado para el empresariado local en el suministro de materiales, servicios y transportes en una obra que iba a a?adir 153 hect¨¢reas de suelo sobre mar a una infraestructura que ocupaba 148. Lo que ese negocio causara en el medioambiente (los alarmantes impactos se?alados por varios expertos en el parque natural de L¡¯Albufera) y en el futuro de la ciudad (la hipoteca de la mayor parte de su mejor fachada litoral) no pod¨ªa interponerse. ¡°Hay mucho dinero en juego¡±, me advirti¨® uno de sus directivos. Empujaban la acuciante demanda de suelo para estacionar los contenedores de la importaci¨®n asi¨¢tica (la que hab¨ªa anulado buena parte la industria valenciana del textil, el juguete o el calzado) y su principal y creciente destino: el puerto seco de Madrid. Es decir, importaci¨®n, carga y descarga, con pocas o ninguna opci¨®n de manufactura ind¨ªgena sobre el producto de paso ni de valor a?adido que no fuera transporte.
Ahora el puerto tambi¨¦n ha elaborado un v¨ªdeo promocional que, como entonces (la confusi¨®n del granel), ofrece brutos (¡°un reclamo que capta empresas para que vengan a tierras valencianas¡±; ¡°40.000 personas tienen trabajo gracias a Valenciaport¡±¡) sin cuantificar con precisi¨®n porcentual y por sectores los beneficios que genera la infraestructura (para qui¨¦n), qu¨¦ se sacrifica a cambio (la regresi¨®n del litoral sur, la contaminaci¨®n,¡) y a cu¨¢nto sube la cuenta (qui¨¦n paga el pato). Ese ha sido siempre el punto d¨¦bil de la Autoridad Portuaria de Valencia ante cualquier ampliaci¨®n: la falta de transparencia respecto a qu¨¦ sectores o particulares est¨¢n haciendo negocio en nombre de la econom¨ªa valenciana, a costa de hipotecar el frente mar¨ªtimo de la ciudad, estrangulando su proyecci¨®n litoral y poniendo en riesgo el parque natural.
En 2006 el Ministerio de Medio Ambiente consider¨® ¡°muy razonable¡± la alternativa de ampliar en el puerto de Sagunto (dispon¨ªa de una gran bolsa de suelo y hac¨ªa innecesaria la ZAL, rebajaba la presi¨®n sobre L¡¯Albufera, aproximaba la conectividad portuaria a la industria cer¨¢mica castellonense y evitaba un acceso norte). Sin embargo, la presi¨®n de los intereses particulares acab¨® imponiendo la actuaci¨®n m¨¢s dura. Y se construy¨® el dique que ahora se pretende rellenar, que cort¨® el flujo de la din¨¢mica litoral que alimenta de arena las playas del sur y el cord¨®n de dunas de El Saler. No es que la Autoridad Portuaria renunciara a ampliar en Sagunto: no lo quer¨ªa como una alternativa, sino como reserva a futuro de la ampliaci¨®n que hac¨ªa en Valencia. Es decir, no diluir el impacto en beneficio de la sostenibilidad sino intensificarlo en ambas ¨¢reas garantiz¨¢ndose dos intervenciones con sus presupuestos correspondientes porque la proyecci¨®n de crecimiento del trafico de contenedores as¨ª lo apuntaba.
?Necesita la econom¨ªa valenciana para su futuro una extensiva excrecencia de cemento sin l¨ªmite que pone en regresi¨®n una de las zonas m¨¢s valiosas del litoral? ?Pero qu¨¦ o qui¨¦n es la econom¨ªa valenciana para el puerto? ?O es que la econom¨ªa que no pasa por el puerto no es econom¨ªa ni valenciana? ?O es que la sostenibilidad, que es un bien para todos, se puede sacrificar como la playa de Natzaret para el beneficio particular? Si el puerto es en realidad ¡°la gran empresa tractora de Valencia¡±, como dice la propaganda, ?por qu¨¦ litiga en los juzgados contra el Ayuntamiento para ahorrarse medio mill¨®n de euros anuales de la liquidaci¨®n del IBI que revierten en todos los valencianos? ?Por qu¨¦ Puertos del Estado se lava las manos en la responsabilidad del impacto ambiental de esa terminal y pasa la patata caliente a la Autoridad Portuaria de Valencia? Demasiadas preguntas para tan pocas respuestas.
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