Una hora son sesenta minutejos (y un s¨¢ndwhich de oreja con patente propia)
La Casa de Los Minutejos lleva 53 a?os sirviendo sus exclusivos emparedados de oreja a la plancha
Uno se puede comer sus propias palabras, un atasco o el mundo entero. Pero devorarse el tiempo en forma de s¨¢ndwich es un invento de Jos¨¦ Antonio Guti¨¦rrez que solo se puede hacer en Carabanchel.
En 1967, Jos¨¦ Antonio y su mujer Dori abrieron La Casa de Los Minutejos (Antonio de Leyva, 17), un bar en el que innovaron con peque?os bocadillos de oreja a la plancha y que, cincuenta y tres a?os despu¨¦s, siguen siendo su mayor reclamo.
El nombre viene de un juego de palabras que cre¨® Jos¨¦ Antonio para el que una oreja eran sesenta ¡®minutejos¡¯.
Hacen falta dos d¨ªas para elaborar este s¨¢ndwich de apariencia sencilla, que cuesta 1,10 euro y que re¨²ne a fans de varias generaciones. Pero en La Casa de Los Minutejos tienen como norma inquebrantable no desvelar los secretos de su receta. Tanto es as¨ª, que el propio Jos¨¦ Antonio la patent¨® junto a la salsa picante que lo acompa?a y el nombre del bar. Solo revelan que durante la ma?ana, cocinan a fuego lento orejas de ternera en una olla, a?aden magro de cerdo, dejan reposar la mezcla, la prensan formando bloques y reservan. Despu¨¦s, cortan en finas l¨¢minas que hacen a la plancha para dejarlas crujientes.
Es un proceso artesano que mantienen desde 1967 junto a proveedores como su panadero, que lleva todos estos a?os horneando a diario los bloques de pan de la misma manera y en exclusiva para ellos. Lo cortan en rodajas finitas y lo tuestan con la oreja en la plancha consiguiendo el bocado deseado. La salsa de tomate, con un toque picante, tambi¨¦n la elaboran en esta cocina y la sirven en peque?as botellas de cristal para que cada cliente se eche al gusto. De su composici¨®n tampoco sueltan prenda pese a haber tenido numerosas ofertas a lo largo de estas cinco d¨¦cadas. ¡°Es nuestra garant¨ªa de ¨¦xito. Nos la han pedido hasta de M¨¦xico pero no est¨¢ en venta. Para nosotros lo importante es que se mantenga la tradici¨®n¡±, explica Susana, una de las hijas de Guti¨¦rrez, quien falleci¨® hace 37 a?os en un accidente de tr¨¢fico y desde entonces llevan el negocio Dori y sus hijas.
Regreso esperado. Si uno se asoma para curiosear qu¨¦ sucede en la peque?a cocina detr¨¢s de la barra, puede ver a Giorgi o Juan haciendo hasta 80 s¨¢ndwich a la vez en tan solo cuatro minutos. ¡°Hay d¨ªas que hacemos m¨¢s de mil¡±, apunta Juan. Lleva treinta a?os trabajando aqu¨ª, Giorgi tan solo seis y entre los dos, mientras la mitad de sus compa?eros est¨¢n en ERTE, manejan la barra y el sal¨®n. No paran un segundo. ¡°Los ¡®minutejos¡¯ hay que hacerlos al momento porque el pan enseguida se pone blando¡±, advierte Georgi frente a una plancha que luce impoluta. ¡°No podemos dejar nada preparado.
Hay que tener capacidad de reacci¨®n para poder hacer muchos del tir¨®n¡±, cuenta mientras da la vuelta a cuatro al mismo tiempo con la esp¨¢tula. Es el primer d¨ªa que abren tras un par¨®n de dos semanas por vacaciones y hay un buen goteo de gente en el bar. Parejas, amigos, familias, gente del barrio, otros que vienen desde la otra punta de Madrid con antojo de estos bocados, un abuelo con su nieta y un repartidor de Glovo que pide 25 ¡®minutejos¡¯ para llevar. ¡°Tengo que entregarlos en el Ensanche de Vallecas¡±, dice mirando el m¨®vil. Aqu¨ª est¨¢n acostumbrados a esas cantidades. ¡°Hay un asturiano que siempre se lleva cien. Se los dejamos poco hechos para que los termine en su cocina y le damos un papel con instrucciones¡±, cuenta Juan. ¡°Pero, aunque haya quien se coma diez, lo normal son entre dos y cuatro por persona¡±, a?ade.
Frases inmortales. Jos¨¦ Antonio, el creador de los ¡®minutejos¡¯, tambi¨¦n patent¨® el resto de recetas de los s¨¢ndwich que se encuentran en la carta de este local como el ¡®sintaki¡¯ de butifarra, pisto y champi?¨®n, el cardenal de queso, los ¡®ilustrejos¡¯ de tiras de jam¨®n york con salsa de anchoa e incluso muchos otros artilugios como una bomba a presi¨®n o una jabonera. ¡°Su cabeza no paraba nunca¡±, recuerda Dori. ?l mismo fue el mejor publicista del bar e ide¨® frases sobre sus tapas que, a d¨ªa de hoy, muchos clientes recitan de memoria sin necesidad de mirar los carteles del techo donde est¨¢n escritas. ¡°C¨®mo vas a tener reflejos si no comes ¡®minutejos¡¯¡±, dice uno.
¡°Si quieres que te tire los tejos tr¨¢ete al ligue a comer ¡®minutejos¡¯¡±, exclama otro. ¡°Jos¨¦ Antonio falleci¨® muy pronto¡±, lamenta Dori. ¡°Si no, seguro que habr¨ªa ampliado el negocio y qui¨¦n sabe si no habr¨¢ puesto unos Minutejos en el otro mundo¡±. Lo que est¨¢ claro es que sus delgados emparedados de oreja, ejecutados con precisi¨®n y cari?o medio siglo despu¨¦s, mantienen una clientela fiel y su esp¨ªritu vivo.
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