Las 10 de... Javier Krahe
Orfebre de la palabra. Maestro de la (son)risa cantada. Y h¨¦roe de minor¨ªas distinguidas. Somos peores desde que se fue
A Javier Krahe le reventaba que le considerasen un poeta. Desde su humildad siempre te?ida de burla y ternura, entend¨ªa que los suyos eran versos menores que solo serv¨ªan para ser cantados, aunque la publicaci¨®n de sus Zozobras completas (18 Chulos, 2016) le desmintiera ya con car¨¢cter p¨®stumo. Tampoco le sentaba bien el traje de cantautor, t¨¦rmino en el que encontraba unas connotaciones pol¨ªticas que ¨¦l ¨Crojo, descre¨ªdo y urdidor de f¨¢bulas memorables¨C rehu¨ªa cada vez que empu?aba la estilogr¨¢fica. Prefer¨ªa definirse, y as¨ª lo dej¨® anotado en la canci¨®n Vida de artista (en Sacrificio de dama, 1993), como un mero ¡°cantante letrista¡±, una etiqueta tan sobria y austera que aqu¨ª la intentaremos engrandecer con los mejores argumentos: los de su obra.
Hab¨ªa nacido en el Madrid l¨²gubre de 1944, pero ilumin¨® cuantos caf¨¦s visit¨® en sus paseos ma?aneros por Malasa?a. Fue hombre de vida pausada y obra concienzuda, como buen procrastinador. Y aunque los laureles de la fama le rozaron solo de refil¨®n, a su muerte, en julio de 2015, sus compa?eros de pupitre m¨¢s avezados le reconocieron como el aut¨¦ntico primero de la clase. Como dijo Sabina, elegiaco y endecas¨ªlabo: ¡°Lo quise tanto que lo odiaba a veces / porque era tan mejor que me borraba¡±.
Marieta
(De Valle de l¨¢grimas, 1980)
El primer gran ¨¦xito, si es que as¨ª se pudiera denominar, fue esta adaptaci¨®n (cosa rara) de Marinette, de su idolatrado Georges Brassens. El empe?o siempre est¨¦ril de un enamorado por mostrarle su admiraci¨®n a la tal Marieta nos mostraba ya el c¨¢ustico sendero del vitriolo, tan querido y transitado por nuestro protagonista. La reiterada utilizaci¨®n del t¨¦rmino ¡°Gilipollas¡± propici¨® un terremoto cuando Krahe y sus compadres Sabina y Alberto P¨¦rez interpretaron esta coplilla (mayo de 1981) en el programa de Garc¨ªa Tola, en horario de m¨¢xima audiencia de TVE. Ardieron las centralitas de tantos telespectadores ofendidos (entonces no eran ofendiditos).
Nos ocupamos del mar
(De La Mandr¨¢gora, 1981)
?Una canci¨®n de amor de Krahe? Sin duda, y de las m¨¢s hermosas que almacenamos en la memoria. La pareja como un ente complementario: ¡°Ella cuida de las olas / Yo vigilo la marea¡±. Su tersura delicada llev¨® a Krahe a delegar su interpretaci¨®n en Alberto P¨¦rez, de voz infinitamente m¨¢s c¨¢lida. Javier la rehu¨ªa, como todas las de la ¨¦poca de La Mandr¨¢gora, por la extraordinaria popularidad que llegaron a alcanzar.
¡ Y todo es vanidad
(De Corral de cuernos, 1985)
Sublimaci¨®n del Krahe m¨¢s corrosivo y descre¨ªdo. Un repaso de las glorias a las que renuncia (entre ellas, la vida eterna¡ ?o el premio Nobel!) por coherencia con su ¡°conducta vagamente antisocial¡± o ¡°m¨¢s bien anticlerical¡±. Mucho despu¨¦s, en 2004, dar¨ªa t¨ªtulo a un memorable disco doble de homenaje, con participaci¨®n ecl¨¦ctica y multitudinaria (de Rosendo a Ruibal, Morente o ?Alejandro Sanz!) y una definici¨®n magistral de Savater, con vistas a Cort¨¢zar: Krahe como ¡°el cronopio m¨¢s leg¨ªtimo y cr¨®nico¡±.
Par¨¦ntesis
(De Haz lo que quieras, 1987)
Debilidad confesa de su autor, que la utiliz¨® en docenas de ocasiones como apertura para sus conciertos. Cr¨®nica p¨ªcara y jocosa de un inesperado y fugaz ligue nocturno (¡°Y nos besamos, vive dios que nos besamos / que conoc¨ª antes su lengua que su voz¡±), uno de tantos autorretratos que no rimaban con autobiogr¨¢ficos.
La Yeti (primera parte)
(De Sacrificio de dama, 1993)
Un delirio fabuloso (y a ritmo salsero: ?qui¨¦n dijo que con Javier no se pod¨ªa bailar?). Como al protagonista le ha dejado la parienta, no se le ocurre nada mejor que prepararse una escalada al Everest. El estribillo es descacharrante: ¡°Cuando todo da lo mismo / ?por qu¨¦ no hacer alpinismo?¡±. Y el ¡°continuar¨¢¡± final augura una segunda parte que nunca existi¨®.
Las ant¨ªpodas
(De Dolor de garganta, 1999)
Te largas hasta la otra punta del planeta, y solo para caer en la cuenta de que ¡°todo es id¨¦ntico, id¨¦ntico a lo aut¨®ctono¡±. Las siete estrofas suman su buen centenar de esdr¨²julas que encierran ¨Cm¨¢s all¨¢ del juego, como tantas veces en Krahe¨C una reflexi¨®n moral. O sea, un hondo repasito a este mundo que sufrimos.
Como Ulises
(De C¨¢balas y cicatrices, 2002)
Al releer la Odisea, Javier sopes¨® escribir un elep¨¦ ¨ªntegro en torno al hito hom¨¦rico. Una especie de Viatge a ?taca, de Llu¨ªs Llach, al modo malasa?ero. ¡°Pero como era tan vago, y a la vez tan preciso, lo condens¨® todo en una sola canci¨®n¡±, se sonr¨ªe Javier L¨®pez de Guere?a, su eterno guitarrista y brazo derecho. ?l mismo, su mujer e hijos se leyeron este cl¨¢sico de la literatura griega ¡°por culpa¡± de esta canci¨®n.
Piero della Francesca
(De C¨¢balas y cicatrices, 2002)
¡°Ahhh, el Quattrocento¡±, suspiraba en el Central cuando presentaba esta oda al pintor italiano, excusa para recorrer todas las figuras geom¨¦tricas imaginables. ?Sus favoritas? El ¨®valo (¡°de tu cara¡±) y, ejem, el cono. Musicalidad excelsa que no precisa de rimas para adherirse a nuestros o¨ªdos.
No todo va a ser follar
(De Cintur¨®n negro de karaoke, 2006)
Una hilarante relaci¨®n de cosas que merecen la pena en la vida, m¨¢s all¨¢ del consabido fornicio. Desde ¡°coleccionar sellos de Nigeria¡± a ¡°regar estos cuatro tiestos¡± o ¡°comprarse unos calcetines¡±. Insuperable.
Puzle
(De Las diez de ¨²ltimas, 2013)
L¨®pez de Guere?a es categ¨®rico: incluida en su duod¨¦cimo y ¨²ltimo disco solista, Puzle ¡°no es solo la mejor canci¨®n de Krahe, sino una de las mejores de todo el presente siglo¡±. Cr¨®nica asombrosa de amor absorto, en que el relator se siente muy poquita cosa frente a la amada, la m¨²sica tiene un desarrollo casi trovadoresco, original¨ªsimo e inesperado. Una despedida a lo grande.
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