Antifascismo vallekano
Las visitas y provocaciones de la extrema derecha en Vallecas no son nuevas, tampoco las algaradas
Los ultraderechistas se fueron a hacer un mitin ilegal a Vallecas: acabaron hiriendo a varias personas y asesinando a un chaval de 22 a?os, Vicente Cuervo, trabajador de la Telefunken, de un balazo en el pecho. Ocurri¨® hace 41 a?os: la bruma persiste sobre aquellos acontecimientos, pero en el barrio se siguen haciendo homenajes a aquel vecino muerto que en las fotos de la ¨¦poca posa con el pelo largo, barba, pantalones de campana, chalequito y una chapa con el s¨ªmbolo anarquista.
Pocos d¨ªas antes, otros ultraderechistas de la Fuerza Nueva de Blas Pi?ar hab¨ªan asesinado en un descampado a la joven Yolanda Gonz¨¢lez, militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), uno de aquellos variopintos grup¨²sculos que formaban la ¡°sopa de letras¡± de la Transici¨®n a la izquierda del PCE. El Gobierno Civil no hab¨ªa permitido el mitin de Vallecas para evitar aquel clima de tensi¨®n. La Transici¨®n no fue un proceso tan mod¨¦lico.
Pens¨¢bamos que Espa?a estaba ¡°vacunada¡± contra el auge de la ultraderecha circundante, pero hete aqu¨ª que la tenemos de nuevo provocando en Vallecas; para m¨¢s inri, en un lugar conocido como la Plaza Roja. Esperemos que las vacunas contra el coronavirus resulten m¨¢s efectivas. All¨ª se plant¨® Abascal con un pu?ado de correligionarios, como quien se saca el genital y lo pone sobre la mesa, y los colectivos antifascistas vallekanos se pusieron a lanzarles unos pedruscos nada desde?ables.
La ultraderecha, mediante la emocionalidad y la mentira, amenaza con ganar terreno en las zonas obreras.
Dentro del movimiento antifascista hay sectores que defienden el no platforming, es decir, no permitir que el fascismo encuentre plataforma para divulgarse en las calles, medios de comunicaci¨®n, etc, aunque para ello haya que utilizar cierta violencia, que creen justificada para evitar el empuje fascista. Consideran tambi¨¦n que la naturalizaci¨®n de la ultraderecha, tratarla como equivalente a cualquier otra fuerza pol¨ªtica, puede generar una escalada con resultados impredecibles, pero probablemente muy sombr¨ªos en cuesti¨®n de odio, sufrimiento y discriminaci¨®n. La paradoja de la tolerancia: ?se debe tolerar a los intolerantes? El fil¨®sofo Karl Popper, defensor de la ¡°sociedad abierta¡± y jud¨ªo huido de los nazis, pensaba que esa tolerancia podr¨ªa ser suicida para la sociedad.
En la Plaza Roja todos ganaron y todos perdieron. Abascal tuvo su parip¨¦ (hasta se encar¨® con los manifestantes) y los antifas mostraron su repulsa y entorpecieron el acto (al menos uno de ellos ense?¨® el culo). Por el otro lado, Abascal dio una imagen rid¨ªcula, victimista y marginal, mientras que los antifascistas fueron bamboleados por propios y extra?os por su actitud pendenciera. Los antidisturbios, que no suelen estar demasiado finos y casi actuaron al comp¨¢s de Abascal, agredieron a varios periodistas. Lo curioso y preocupante es que, algaradas aparte, la ultraderecha, mediante la emocionalidad y la mentira, amenaza con ganar terreno en las zonas obreras, mientras que la palabra antifascista empieza a generar recelo. Desde el cielo de los ¨¢cratas, Vicente Cuervo flipa.
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