La forense que ense?¨® a los polic¨ªas a no pisotear la escena del crimen
Mar¨ªa Castellano es una doctora pionera: imparti¨® hace 36 a?os los primeros cursos de ciencias forenses a los investigadores de homicidios y ayud¨® a resolver asesinatos sin culpable
El jefe del Grupo 2 de Homicidios, Jes¨²s Junquera, lleg¨® a las instalaciones del anat¨®mico forense de Zaragoza donde le esperaba la doctora Mar¨ªa Castellano. Sac¨® un pu?ado de huesos y solt¨® un simple ¡°?qu¨¦ podemos hacer, do?a Mar¨ªa?¡±. Ella examin¨® los restos y se?al¨® un punto de la calavera en la parte occipital: ¡°Esto es un orificio de bala. El proyectil sigui¨® esta trayectoria, desde la base¡±. Ese fue el principio del fin de una investigaci¨®n que hab¨ªa comenzado ocho a?os antes, en 1978, con la desaparici¨®n de la joven Antonia Torres, de 19 a?os, embarazada de cinco meses cuando se perdi¨® su rastro. Poco despu¨¦s detuvieron y condenaron a su entonces pareja y padre de la criatura, Antonio Olmos, por el conocido como crimen de Caspe.
Eran los inicios de la ciencia aplicada al crimen. Un momento en el que forenses y polic¨ªas empezaron a caminar de la mano. Y en Espa?a detr¨¢s de esa uni¨®n estuvo la mano de una pionera, la doctora Mar¨ªa Castellano (Ja¨¦n, 74 a?os). Fue la primera mujer en Espa?a en obtener una c¨¢tedra de Medicina, en 1980 con destino Zaragoza, donde conoci¨® a Junquera, y la segunda en ingresar en la Academia de Medicina, en 2012. ¡°La de Zaragoza fue una ¨¦poca muy creativa, en la que estaba todo por hacer¡±, asegura ahora ella, ya jubilada, en su casa de Madrid. Uno de esos proyectos consisti¨® en dar las primeras formaciones desde 1986 a miembros de la polic¨ªa judicial en materia de investigaci¨®n criminal.
¡°Empez¨® una colaboraci¨®n muy estrecha, los polic¨ªas estaban entusiasmados por trabajar con el rigor cient¨ªfico, luego ya todo esto se puso de moda con el CSI y esas cosas, pero esos fueron los inicios¡±, relata, mientras retrocede 36 a?os en su memoria. La relaci¨®n entre Castellano y el inspector Junquera dar¨ªa para muchos relatos. Ella representaba la ciencia, ¨¦l era un polic¨ªa que cada vez que llegaba a la escena del crimen, se colocaba delante del cad¨¢ver y ped¨ªa a sus agentes unos segundos de introspecci¨®n en los que ¨¦l promet¨ªa a la v¨ªctima que iban a hacer todo lo posible por hacer justicia.
En aquellos cursos los investigadores aprendieron c¨®mo recoger pruebas y tambi¨¦n se divirtieron aprendiendo los unos de los otros. ¡°Recuerdo otro crimen en el que tratamos de intervenir, pero toda la escena estaba contaminada¡±, comenta la m¨¦dica y docente. ¡°Era una chica que hab¨ªa aparecido muerta en el garaje de su casa, en la calle Cortes de Arag¨®n. Hab¨ªa pisadas de los agentes y de los trabajadores de la funeraria por todos lados, hab¨ªan metido el cad¨¢ver en el ata¨²d que usaban para la retirada de todos los cuerpos, as¨ª que era imposible obtener cabellos...¡±
¡°Me han dicho mucho lo de que soy pionera, pero no hice nada con conciencia reivindicativa, porque yo no hab¨ªa tenido muchos inconvenientes para conseguir las cosas. No ten¨ªa conciencia de estar luchando, ni rompiendo moldes, aunque ya en Zaragoza s¨ª que decid¨ª que en igualdad de m¨¦ritos, iba a dar la oportunidad a la mujer si ten¨ªa la posibilidad¡±, reconoce. Ahora, cuando mira las orlas en el pasillo del Centro de Estudios Jur¨ªdicos, en Madrid, se da cuenta de que es la ¨²nica de su promoci¨®n de Medicina Legal, y de que en las sucesivas cada vez hay m¨¢s figuras femeninas. Tantas, que hoy las mujeres representan casi el 70% de los estudiantes en las facultades de Medicina.
Cient¨ªficos y agentes se adentraban juntos en todas las posibilidades que en esos a?os se adivinaban en una nueva herramienta: los an¨¢lisis de ADN. La labor de Castellano fue fundamental para condenar a Jos¨¦ Luis Arias Garc¨ªa, que en 1988 viol¨® y asesin¨® a Carmina Romero, una estudiante a la que recogi¨® en su coche despu¨¦s de que ella perdiera el autob¨²s que la llevaba de vuelta a casa. El bautizado como crimen de la Universidad Laboral caus¨® conmoci¨®n en la sociedad de la ¨¦poca. ¡°No era como ahora, entonces se comparaban una serie de marcadores, muchos menos que las posibilidades actuales, pero junto al resto de pruebas bastaron para conseguir la condena¡±, detalla. La ciencia sirvi¨® para apuntalar las sospechas que recayeron sobre ¨¦l cuando se descubri¨® una cuerda en su coche, cuando otras estudiantes lo reconocieron y por no ser capaz de sostener una coartada.
La forense recuerda los ¨¦xitos y las espinitas. Como el caso de otra chica asesinada en los alrededores de La Romareda, en el que se sospech¨® de un militar de la base norteamericana que existi¨® en la capital aragonesa hasta 1992. ¡°Para cuando quisieron interrogarle y tomarle muestras, ya lo hab¨ªan trasladado a Alemania y todo se complic¨®¡±, apunta.
200 entrevistas con v¨ªctimas
Tambi¨¦n en esos a?os de finales de los ochenta en los que Espa?a estaba despertando en muchos sentidos, la doctora Castellano se meti¨® literalmente en las casas de muchas mujeres para entender qu¨¦ hab¨ªa detr¨¢s de esa violencia que durante muchos a?os se vivi¨® de puertas para adentro. ¡°Un alumno me plante¨® dirigir su tesis, as¨ª que yo le dije: ¡®Perfecto, vamos al juzgado a ver las condenas y denuncias recientes a ver qu¨¦ puede ser interesante¡¯. Y vimos que hab¨ªa muchas en la que las v¨ªctimas eran mujeres, pero se almacenaban cada una de una manera: unas por lesiones, otras por violencia familiar...¡±, cuenta.
Comenz¨® as¨ª un periplo de tres a?os en los que la doctora se implic¨® a fondo y lleg¨® a entrevistar a 200 mujeres en Arag¨®n que le relataron los modos en los que eran maltratadas por sus parejas y exparejas. ¡°Recuerdo una charla con una mujer que hab¨ªa decidido separarse, viv¨ªa en una casa desde la que se ve¨ªa el Ebro. Y me dec¨ªa: ¡®Mire usted, es que me dice que soy de ¨¦l, que me tiene vigilada, que mejor que recapacite...¡¯. En ese momento son¨® el tel¨¦fono y me asust¨¦ hasta yo¡±, explica. El resultado de esta investigaci¨®n se plasm¨® en la tesis publicada en 1990. ¡°Ya entonces nos dimos cuenta de que era una cuesti¨®n de educaci¨®n, de machismo¡±, sentencia la doctora, a la que se le sigue encogiendo el est¨®mago cuando escucha la noticia de un nuevo caso de violencia de g¨¦nero. ¡°Hay que estudiar m¨¢s al agresor¡±, opina.
Aunque ya est¨¦ retirada de su trabajo en la universidad, sigue al d¨ªa de los casos criminales que copan los titulares. ?ltimamente sigue con atenci¨®n el supuesto asesinato de la t¨ªa pol¨ªtica del actor Luis Lorenzo. Mar¨ªa Castellano nunca dejar¨¢ de ser esa catedr¨¢tica que se puso delante de un pu?ado de polic¨ªas para explicarles por qu¨¦ no ten¨ªan que pisar la escena del crimen.
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