Contin¨²a el dislate en las urgencias de Madrid en el primer d¨ªa de huelga: ¡°Si no hubieran impuesto el 100% de servicios m¨ªnimos, la habr¨ªamos secundado muchos¡±
Los facultativos comienzan el paro indefinido en protesta por el caos con el que se reactivaron los centros sanitarios 24 horas tras dos a?os de cierre en la pandemia
Encima de la mesa de recepci¨®n del centro sanitario 24 horas de Pir¨¢mides ¨Ddistrito Centro de Madrid¨D, envuelto en una bolsa de pl¨¢stico trasparente junto a sus gafas de ver, Asun Chiquero, de 49 a?os, coloca el libro Las Madres, de Carmen Mola. ¡°Un libro escrito por tres personas, m¨¢s de las que estamos aqu¨ª¡±, comenta revisando las rese?as de la contraportada con tono de resignaci¨®n. Asun, celadora de este servicio de urgencias extrahospitalarias procedente del Summa, este lunes podr¨ªa haber acostado a su madre, de 90 a?os, despu¨¦s de una cena ¡°ligera¡±, y le habr¨ªa dado el ¨²ltimo beso antes de dormir.
La huelga que comenzaba este lunes, a la que est¨¢n convocados los sanitarios de la Comunidad de Madrid en protesta por el caos en la vuelta de este servicio, le ha coincidido a Asun con una ca¨ªda inoportuna de su hermana, encargada este d¨ªa de ocuparse de su progenitora. En sustituci¨®n de ambas, han tenido que contratar a una cuidadora particular que estar¨¢ pendiente de que a la mujer no le falte nada. ¡°Esto no es una huelga. Yo, por edad, las he visto de todos los colores, y jam¨¢s entre semana se ha obligado a cubrir el 100% [de los servicios m¨ªnimos]. Adem¨¢s, con amenazas de sanci¨®n a muchos compa?eros. Aun as¨ª, habr¨ªa sido secundada por la mayor¨ªa. Lo que est¨¢ pasando es una temeridad para todos y no nos podemos quedar sin hacer nada¡±, explica, indignada, la mujer.
Este lunes ha comenzado el paro indefinido convocado por el sindicato de m¨¦dicos (Amyts) a ra¨ªz del caos derivado del nuevo plan de reapertura de las urgencias extrahospitalarias. Se nota desorden y carencias, pero no por la huelga, que tiene unos servicios m¨ªnimos exigidos por la Comunidad del 100%, sino porque esa es la constante desde que el 27 de octubre se reanudara la actividad en las urgencias extrahospitalarias de estos centros sanitarios, que cerraron con la pandemia. El 20 de octubre, la presidenta de Madrid, Isabel D¨ªaz Ayuso, anunci¨® su reactivaci¨®n, y en menos de una semana centenares de facultativos de toda la regi¨®n empezaron a recibir correos electr¨®nicos, en su mayor¨ªa de madrugada, en los que les asignaban un nuevo puesto y horario de la noche a la ma?ana y, en muchos casos, a decenas de kil¨®metros de su casa y de sus pacientes de toda la vida.
Antes de empezar a huelga, muchos de los centros han permanecido cerrados o han abierto de forma intermitente o sin m¨¦dicos, con lo que los enfermeros y celadores solo ten¨ªan capacidad de derivar. La ¨²ltima decisi¨®n de Ayuso es que 34 de los 80 centros que disponen del servicio de urgencias tengan las consultas m¨¦dicas por videollamada.
Desde el barrio de Aluche, en el distrito de Latina, la celadora Asun ha venido un d¨ªa m¨¢s ¡°a la aventura¡±, sin saber qui¨¦n la esperar¨ªa al otro lado de una puerta autom¨¢tica que se abre y se cierra ante cualquier m¨ªnimo movimiento. El descontrol con el que ha vuelto este servicio al funcionamiento hace que ni siquiera tenga un compa?ero al que cambiarle el turno para encargarse de su madre.
A su puesto de trabajo llega un poco antes de la hora de inicio ¡ªlas cinco de la tarde¡ª Roberto Garc¨ªa, de 33 a?os, enfermero voluntario procedente del centro de salud Ventura Rodr¨ªguez ¨Ddistrito de Moncloa¨D, que viene a cubrir la baja por covid de un compa?ero. Al m¨¦dico, como en d¨ªas anteriores, ni est¨¢ ni se lo espera. ¡±S¨¦ que me la puedo estar jugando al venir aqu¨ª. Me lo he pensado dos veces si soy sincero, pero me hace falta el dinero. Tengo claras mis limitaciones, lo que debo y no debo hacer¡±, explica el enfermero, que decidi¨® estudiar su profesi¨®n de ni?o, tratando de ¡°emular¡± los pasos de su madre, reci¨¦n jubilada.
La pareja conversa en la entrada del edificio, mientras al otro lado de la valla que separa el recinto de la calle, los vecinos, curiosos, miran con desconcierto el abrir y cerrar de la puerta autom¨¢tica. Esther Lomas, de 56 a?os, voluntaria de la Asociaci¨®n Pasillo Verde Imperial de Arganzuela, decide no quedarse con la duda de si hoy est¨¢ o no operativo el servicio y se acerca a preguntar.
Despu¨¦s de una nueva decepci¨®n, la mujer les pide permiso para grabarlos en un v¨ªdeo que subir¨¢ a redes sociales contestando a la pregunta del mill¨®n estos d¨ªas: ¡°?C¨®mo est¨¢is?¡±. Tras un escueto resumen de la situaci¨®n del centro durante la jornada del martes, Asun se sincera. ¡°Me considero alguien fuerte, pero no puedo con todo. El otro d¨ªa, me enviaron de forma repentina a las urgencias de Majadahonda. Cuando habl¨¦ con el director asistencial y me dijo que me buscara la vida, que no era su problema si no sab¨ªa encender el ordenador, me puse a llorar. ¡®Yo no aguanto esto¡¯, pensaba para mis adentros¡±, cuenta. Tal y como han relatado los sanitarios a EL PA?S durante los ¨²ltimos d¨ªas, muchos de ellos se han encontrado sin claves v¨¢lidas, sin saber usar el sistema porque es diferente al que ten¨ªan antes de la pandemia, sin uniforme, sin planillo de horarios y sin un responsable al que dirigirse.
¡°Nos hemos olvidado de la salud mental de los sanitarios. En Ifema, durante la pandemia, nos llamaban h¨¦roes, ahora nos ningunean sin verg¨¹enza ninguna¡±, lamenta Asun. ¡°Nos ha tocado una de las peores ¨¦pocas para ejercer este oficio¡±, apunta Roberto, al tiempo que trata de explicarle a su compa?era c¨®mo funciona el programa de ordenador, diferente al que ella utilizaba como trabajadora del Summa. ¡°Llega un momento en que tienes que plantarte. Por mucho que me digan que es una negligencia no abrir, y que despu¨¦s de tantos a?os ejerciendo tengo capacidad para atender, no me la pienso jugar lo m¨¢s m¨ªnimo. La que ir¨¢ luego delante del juez ser¨¦ yo¡±, sentencia Asun.
La aparente tranquilidad de la tarde la rompe el sonido del tel¨¦fono fijo a las 18.52. La terminaci¨®n corresponde a la Direcci¨®n Asistencial. Asun lo coge y los ojos se le abren como platos. La mujer, risue?a y entregada a su trabajo a pesar de todo, cambia el gesto de su rostro tras la mascarilla durante la conversaci¨®n.
¡ª?Que no est¨¢ abierto? ?Pero si estoy aqu¨ª con el enfermero voluntario desde las cinco de la tarde!¡ª, espeta.
¡°Es un descontrol, no se enteran de la misa la media¡±, comenta Asun. ¡°Adem¨¢s, es indignante que aqu¨ª, que atendemos casi todo el centro de Madrid, no haya m¨¦dico ning¨²n d¨ªa. En cambio, en el norte de la Comunidad, en Pozuelo, Majadahonda o Alcobendas, los servicios est¨¢n completos¡±, asegura. El centro 24 horas de Pir¨¢mides, que atiende un radio desde Orcasitas hasta Doctor Esquerdo pasando por Vista Alegre o la Avenida de Portugal, es, seg¨²n las estad¨ªsticas, uno de los tres con m¨¢s afluencia de todo el territorio. ¡°En condiciones normales, una noche de s¨¢bado aqu¨ª se puede atender a m¨¢s de 250 personas¡±, afirma Asun, que ya trabaj¨® en este ambulatorio desde 2013 hasta el cierre por la pandemia.
Por la entrada aparece la figura de una mujer despeinada que, al abrirse a su paso las puertas, mira a un lado y a otro como pregunt¨¢ndose si est¨¢ en el lugar indicado. ¡°?Hay huelga? Tengo una infecci¨®n en el o¨ªdo y necesitar¨ªa saber si aqu¨ª me pod¨¦is recetar una pomada o algo que me alivie¡±, pregunta.
Alejandro, un t¨¦cnico de emergencias del Summa que opera en la UVI m¨®vil del centro de salud y que prefiere no dar su apellido por miedo a las represalias, se lanza a responderla. ¡°Huelga hay, m¨¦dico no¡±, dice el hombre, que durante estos d¨ªas ha recibido varios correos electr¨®nicos y mensajes de texto donde se le amenazaba con ¡°sanciones graves¡± en caso de secundar los paros. ¡°Tendr¨¢s que subir al centro de salud si te da tiempo o irte directamente al hospital m¨¢s cercano¡±, interviene Roberto, tras la pantalla de su ordenador. La mujer da media vuelta. ¡°Es indignante¡±, dice en voz baja, hablando para s¨ª misma, al tiempo que se acaricia el l¨®bulo de la oreja infectada. Alejandro, apoyado sobre su hombro izquierdo en la pared, ajusta la rueda de frecuencia del walkie-talkie que guarda en el bolsillo de su chaleco reflectante y deja una frase en el aire que resume el estado de las urgencias extrahospitalarias en la Comunidad de Madrid:
¡ªSomos un McDonalds que no vende hamburguesas.
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