As¨ª expulsa una residencia de mayores a una residente ¡°inc¨®moda¡±: ¡°La relaci¨®n de confianza contigo es inexistente¡±
La orden, que la afectada ha desafiado, es un caso m¨¢s en un sector donde hay empresas que echan a la calle a quienes protestan por las malas condiciones, seg¨²n la asociaci¨®n Pladigmare
El d¨ªa que le entregaron la orden de expulsi¨®n de la residencia, Mar¨ªa V. tuvo apenas cinco segundos para hacer un gesto muy valioso. Acababa de recoger de la m¨¢quina del pasillo un caf¨¦ americano, cuando una empleada se inclin¨® a la altura de su silla de ruedas para decirle que fuera al despacho de direcci¨®n, a muy pocos metros de donde se encontraba. Mar¨ªa gir¨® su silla para acompa?ar a la trabajadora y qued¨® tan confundida que se olvid¨® el caf¨¦ en una mesa. Pero cuando vio que dentro de la oficina la esperaban el due?o, su hijo y tres empleadas, tuvo la agilidad suficiente para apretar el bot¨®n de la grabadora de su m¨®vil. Se tem¨ªa algo malo.
Clic. Grabando.
Lo que se escucha se parece m¨¢s al despido de un empleado que a la manera de echar de su hogar a una persona con una discapacidad del 80%.
Tom¨¢s Bruna, gerente e hijo del due?o, la saluda y le dice que ha invitado a las empleadas como testigos: ¡°Creo que es evidente que la relaci¨®n de confianza que puede haber aqu¨ª a d¨ªa de hoy entre nosotros, contigo es inexistente¡±.
¡°La decisi¨®n se viene meditando desde hace tiempo y nosotros nos hemos guiado por lo que nos han indicado las autoridades administrativas. Entonces, como estamos en una entidad privada, vamos a hacer ejercicio de nuestro derecho a rescindir el contrato contigo de este centro. As¨ª que simplemente vamos a notific¨¢rtelo. Aqu¨ª tienes la carta de rescisi¨®n de contrato y l¨®gicamente tienes unos d¨ªas para que te puedas organizar¡±.
Mar¨ªa responde que todo son calumnias. ¡°Yo molesto, claro que molesto. T¨² lo sabes y no eres tonto¡±. Ella no dice el motivo, pero aparentemente lo saben todos. Se refiere a que la residencia no quiere tener a una persona l¨²cida, capaz de ver carencias de recursos o malos cuidados.
El propio Tom¨¢s reconoce que no tienen raz¨®n para echarla: ¡°No te estamos acusando de nada. Simplemente, se te est¨¢ notificando la rescisi¨®n de un contrato. No se te est¨¢ acusando de nada¡±.
El progenitor, Diego Bruna, es un hombre orondo de edad avanzada que durante siete minutos permanece callado. Suena hastiado cuando interrumpe las protestas de Mar¨ªa: ¡°Vamos a ver. ?Me escucha usted? Esto hay que terminarlo porque yo me tengo que llegar a la oficina. Tristemente, por bien o por mal, se ha tomado una decisi¨®n como empresa privada. Si no la entiende, yo le pido personalmente disculpas. Usted, como ha estado al frente de empresas, ha tomado a veces decisiones. Unas veces habr¨¢ acertado... Lo que est¨¢ claro es que la decisi¨®n est¨¢ tomada. Y ya a partir de aqu¨ª, me tengo que ir¡±.
La conversaci¨®n tuvo lugar el 25 de enero en la residencia Maravillas, en Cadalso de los Vidrios, un pueblito madrile?o de 3.193 habitantes cercano a la provincia de ?vila. A Mar¨ªa le daban hasta el 8 de febrero, mi¨¦rcoles pasado, para ¡°dejar libre su habitaci¨®n¡±. Pero decidi¨® quedarse y, a la publicaci¨®n de este art¨ªculo, segu¨ªa sin desocupar su dormitorio. Otro residente en silla de ruedas y con plena lucidez, Emilio Gamella, de 63 a?os, fue llamado a direcci¨®n despu¨¦s de Mar¨ªa y recibi¨® una notificaci¨®n semejante. ?l s¨ª se ha ido porque, asegura, no soportaba que le acusaran injustamente.
Mar¨ªa tiene 60 a?os y trabajaba de secretaria en un despacho de abogados de Barcelona hasta que en 2018 se retir¨® por unos graves problemas musculares que la dejaron postrada en silla de ruedas. Acab¨® en la regi¨®n de Madrid porque aqu¨ª viven un hermano suyo y varias amigas. No quer¨ªa incomodar a sus cuatro hijos, ya independientes y repartidos por el mundo. La residencia de Cadalso, donde paga algo m¨¢s de 1.400 euros al mes, se ajustaba a su presupuesto (la media en Madrid es 1.903 euros m¨¢s IVA). Se la recomend¨® una amiga que conoc¨ªa a Tom¨¢s, con quien hab¨ªa estudiado Econ¨®micas. All¨ª se mud¨® el 20 de junio del a?o pasado.
Cuenta que sus problemas empezaron a los dos meses. Vio c¨®mo un cuidador ¡°cargaba como un saco de patatas¡± a una mujer fr¨¢gil, que reaccion¨® espantada. Otro d¨ªa, una empleada lanz¨® a un sill¨®n a una anciana, que se puso a llorar. ¡°Como llores te parto la cara¡±, le respondi¨®. Mar¨ªa fue al despacho de una responsable. La acusaron, seg¨²n relata, ¡°de ir diciendo que la residencia era mala¡±.
La residencia tiene muchas carencias, seg¨²n la versi¨®n de la propia Mar¨ªa. Por ejemplo, asegura que la calefacci¨®n no funcion¨® durante cinco d¨ªas de diciembre. O que la comida es la misma para todo el mundo, sin considerar las necesidades de residentes enfermos. Esto tambi¨¦n lo ha confirmado por tel¨¦fono Rosa Espejo, una exempleada que trabaj¨® en la cocina el a?o pasado. ¡°Cuando se lo dije a la directora me respondi¨®: ¡®es lo que hay y punto¡±. Ella admite que tambi¨¦n observ¨® cuidados deficientes: ¡°Dejan solos a los mayores. No les ponen los baberos...¡±.
El otro expulsado, Gamella, dice que, con su dulzura y empat¨ªa, Mar¨ªa se gan¨® el favor de muchos mayores. ¡°Todos los abuelitos le contaban sus historias y ella les alentaba y trasladaba sus quejas y eso a la residencia no le gustaba¡±, afirma. ¡°Como yo me juntaba con ella, nos pusieron en la mira¡±.
¡°Pensamos, razonamos y decidimos. Y eso no les interesa¡±, a?ade.
Las acusaciones en su contra figuran en el documento que le entregaron el 25 de enero. Se la culpa de trato despectivo a los empleados, de difundir informaci¨®n falsa a familiares y terceros, de incumplir horarios o de tomar y divulgar fotos de otros residentes. Ella lo niega todo. Tambi¨¦n la acusan de ir al m¨¦dico del centro de salud de Cadalso, como si por estar en la residencia hubiera perdido ese derecho.
Hostilidad ¡°insoportable¡±
Decidi¨® retar a la residencia despu¨¦s de recibir ese escrito. Contact¨® a Pladigmare, una asociaci¨®n madrile?a de derechos que ha combatido otras expulsiones en residencias. Su presidente, Miguel V¨¢zquez, cree que este caso es similar al de otras residencias que se han deshecho de residentes tachados de inc¨®modos, simplemente por tener la capacidad de defender su bienestar.
A veces, sus m¨¦todos son crueles. Hace dos a?os, una residencia de Madrid llam¨® a la polic¨ªa para expulsar por la fuerza a Pilar Larena, una mujer que fue abandonada al sol de agosto en la calle. M¨¢s tarde, fue llevada de urgencias a un hospital.
V¨¢zquez habl¨® con la Consejer¨ªa de Pol¨ªticas Sociales, a la que advirti¨® de que la residencia incumpl¨ªa el protocolo que la Comunidad elabor¨® tras el caso de Larena. Seg¨²n ese protocolo, los afectados deben defenderse por escrito, algo que incumpli¨® el centro. Adem¨¢s, la ley 11/2002, que regula las residencias en la comunidad, da a los residentes el derecho a permanecer en un centro, solo limitable por resoluci¨®n judicial o administrativa. Aunque una nueva ley madrile?a ha limitado ese derecho, la jurisprudencia del Constitucional ha interpretado que debe intervenir un juez siempre que alguien sea forzado a abandonar su residencia, aunque esta no sea una vivienda al uso.
Cuando lleg¨® el d¨ªa l¨ªmite, a Mar¨ªa la volvieron a llamar al despacho. Ella no se iba.
La residencia dice que va a pedir un desahucio. Su abogado, Roberto Canzobre, asegura que es su primera expulsi¨®n en 20 a?os. Seg¨²n ¨¦l, no deber¨ªa darse la misma protecci¨®n a Mar¨ªa, ¡°en r¨¦gimen privado puro¡±, que a otros residentes que tienen plazas financiadas por la Comunidad. Muestra a este peri¨®dico una lista de 16 firmas de empleadas que, asegura, amenazan con irse si no se la expulsa. Seg¨²n su versi¨®n, ella incumple la ley al tener en su dormitorio una webcam que graba a las empleadas que entran a limpiarla o asearla (Mar¨ªa asegura que est¨¢ en su derecho y lo hace porque sufri¨® un robo).
Pladigmare ha pedido a la consejer¨ªa que paralice la expulsi¨®n y sancione a la residencia. Pero la consejer¨ªa asegura a este peri¨®dico que la residencia act¨²a correctamente: ¡°El estudio de la documentaci¨®n remitida confirma que se cumplen los requisitos para la rescisi¨®n del contrato¡±, afirma un portavoz.
Mar¨ªa dice sufrir una hostilidad insoportable: ¡°Me ha dicho una auxiliar que la orden es que no me saluden, no me hablen, y que la que le toque asearme que me saque toda la informaci¨®n que pueda¡±. Su esperanza est¨¢ en que a finales de mes un juzgado le reconozca una pensi¨®n de discapacidad, unos ingresos extra que le permitir¨ªan irse. Ha decidido hablar para ayudar a otros: ¡°Ah¨ª dentro hay mucha gente sufriendo. Ojal¨¢ m¨¢s gente se atreva a hablar¡±.
?Tienes m¨¢s informaci¨®n? Escribe al autor a fpeinado@elpais.es
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