Yo soy antif¨¦mina
¡°Las manos de las mujeres que trabajan son exactas a las manos de los hombres que trabajan¡±, escribi¨® Maria Aur¨¨lia Capmany. ?A qui¨¦n puede molestar esto?
Dos malas noticias de la semana pasada en Madrid: un anuncio colgado en Callao que pon¨ªa en entredicho el siempre juzgado cuerpo de las mujeres, y finaliz¨® la exposici¨®n Antif¨¦mina en el C¨ªrculo de Bellas Artes. Dos buenas: la lona publicitaria se retir¨® y la exposici¨®n se podr¨¢ ver en Barcelona en 2025 y en otras ciudades a¨²n por confirmar. Una mala y otra buena: habr¨¢ m¨¢s episodios que cuestionar¨¢n el cuerpo femenino, no hay que ser adivina para saberlo. Y estas l¨ªneas se centrar¨¢n en el trabajo de Colita y Maria Aure?lia Capmany, en su libro Antif¨¦mina, origen de la muestra y legado de la fot¨®grafa y de la escritora. Ya que estamos en tiempos de resignificaci¨®n: si tiran m¨¢s dos tetas que dos carretas, m¨¢s tirar¨¢n cuatro. Acompa?adas, adem¨¢s, del impulso y arrojo de estas dos dones.
El anuncio, la exposici¨®n y el libro comienzan igual: con el panorama de las playas. Ah¨ª est¨¢ ella, adentr¨¢ndose en el mar, en Sitges en 1966. En soledad, caminando hacia el horizonte, dando la espalda al objetivo de Isabel Steva Hern¨¢ndez, Colita. Su cuerpo est¨¢ fuera del canon, como el de (casi) todas. Recordaba Capmany las palabras de la escritora francesa Fran?oise Parturier: ¡°Los hombres consideran que una mujer es una persona del sexo femenino, de 1,65, que tiene 22 a?os, y que los adora¡±. Y ella escribe en el libro: ¡°Una mujer vieja no es nada. Ha dejado de ser lo gen¨¦rico que ha sido aceptado como la esencia de la feminidad. La f¨¦mina se ha convertido en antif¨¦mina¡±. Pues, he ah¨ª la antif¨¦mina.
Usemos m¨¢s esta palabra, apropi¨¦monosla, repit¨¢mosla tanto, que la RAE acabe acept¨¢ndola. Seamos c¨®mplices para conseguirlo, igual que lo fueron Colita y Maria Aure?lia en este trabajo formado por madres gitanas, tejedoras de redes, putas del barrio Chino de Barcelona, novias blancas, radiantes y c¨¢ndidas que visitan el cementerio, monjas retirando nieve, modelos posando, la realidad... La fot¨®grafa explica que en sus im¨¢genes hay ¡°mujeres haciendo las cosas m¨¢s normales del mundo o las m¨¢s extra?as del mundo¡±. Acompa?ando a los retratos de trabajadoras, Capmany escribe: ¡°Las manos de las mujeres que trabajan son exactas a las manos de los hombres que trabajan¡±. ?A qui¨¦n puede molestar esto? Pues incomod¨®. Tanto, que Antif¨¦mina, publicado en 1977, se retir¨® enseguida del mercado y no se reedit¨® hasta 2021. Y a¨²n hoy hay quien no entiende que seguimos bregando contra brechas salariales, culturales y sociales. Ni que ¡°ni m¨¢s ni menos que cualquier otra mujer. Pero a partir de cero. Tiene que luchar contra la colectividad¡±, apunta la escritora junto a una de las ni?as retratadas por la fot¨®grafa.
La lucha de ambas, que es la nuestra, se muestran en el v¨ªdeo que se pod¨ªa y podr¨¢ ver en la exposici¨®n, irradian camarader¨ªa y admiraci¨®n. La complicidad, s¨ª, otra vez la complicidad, salta de la pantalla e impregna la sala, solo hab¨ªa que observar a los visitantes que las escuchan ¨Dmayor¨ªa de mujeres, como siempre¨D, se dibujan perspicaces sonrisas en sus caras. ?Cu¨¢nto en com¨²n! Es m¨¢s lo que nos une que lo que nos separa. Colita y Maria Aure?lia exponen su lucidez, su vehemencia, sus reivindicaciones y, tambi¨¦n, su ternura. La lectura del libro o la visita a la exposici¨®n nos hace sus compinches y nos convierte en aliados entre nosotros. Quien lo vivi¨® lo sabe. Esa comuni¨®n que consigui¨® juntarnos para desterrar el cartel (?vivan estas comuniones de mayo!) o que te hace salir de una exposici¨®n con la sensaci¨®n de que queda guardada en el caj¨®n de las de ¡°recordar siempre¡± y las de ¡°volver todas las veces que se pueda¡±; de que has sido feliz; de que has aprendido; de que eres mejor al salir que antes de entrar, y lo quieres gritar a los cuatro vientos (eso estoy haciendo).
Ya antif¨¦mina, pero siempre aprendiendo, quiero agradecer (en voz alta y con letras grandes) a Maria Aure?lia y a Colita los pasos que dieron, las ense?anzas que dejaron y, sobre todo, los dedos en las llagas.
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