Almeida y el charco del obrero
El alcalde ha decidido cerrar algunas instalaciones acu¨¢ticas municipales por obras todo el verano
Al alcalde Almeida le gusta much¨ªsimo la palabra empat¨ªa y, si no me creen, lo podr¨¢n comprobar ustedes mismos con un Googleo r¨¢pido. Si se animan a hacer la b¨²squeda ver¨¢n, adem¨¢s, que siempre que usa este t¨¦rmino es para hacer un reproche al presidente del Gobierno, que de momento, por mucho que le joda a los suyos, a¨²n es un socialista.
Hay que decir que no es una cosa exclusiva del regidor capitalino: est¨¢ de moda la palabra empat¨ªa y mucha gente la usa de forma espuria en general, por ejemplo, cada vez que alguien no les da la raz¨®n en particular.
Es ir¨®nico que sea tan popular ese t¨¦rmino que apela a la capacidad de ponerse en la piel del otro en un momento en el que el individualismo salvaje ha conseguido convertirse en movimiento social con varios brazos armados pol¨ªticos, unos m¨¢s capitalistas que otros pero todos m¨¢s bien insensibles hacia el sufrimiento humano, que es la actitud ant¨®nima de la empat¨ªa. Hay gente que cree que ser ¡°emp¨¢tico¡± consiste en saber que otros sufren, como si el simple conocimiento del hecho por parte de quien no sufre fuese curativo para el que padece el dolor. A veces, a dicho conocimiento se le ponen logos, sellos de calidad, banderitas y pines que atestiguan ingresos a cuentas para financiar la actividad de los que s¨ª practican la verdadera empat¨ªa: a esos ingresos a causas remotas se les llama caridad.
No pretendo dar lecciones de moral, solo se?alar un fen¨®meno que me resulta llamativo ¨²ltimamente: lo mucho que les cuesta a los que tienen comprender las razones de los que no tienen, especialmente si los que no tienen no son gente en pa¨ªses lejanos y ex¨®ticos, sino convecinos.
No s¨¦ si me estoy explicando bien y espero que me perdonen: estoy un poco atorada a causa del calor abrasador que asola la ciudad. No se piensa con la mayor lucidez en estas circunstancias, aunque de momento, a¨²n me llega el riego al cerebro para comprender que hay gente que est¨¢ a estas horas mucho peor que yo a causa de la calima, trabajando bajo el sol, quiz¨¢ extendiendo una capa de brea sobre alguna de las calles que los madrile?os pasearemos en invierno. Tambi¨¦n me da para comprender la circunstancia asquerosamente jodida que debe de ser no tener aire acondicionado en casa y no poder ir a ninguna piscina una tarde de s¨¢bado de julio cuando fuera la temperatura es de m¨¢s de 40 grados. La verdad que para ser emp¨¢tico ayuda mucho haber vivido la circunstancia hacia la que hay que dirigir la empat¨ªa. Tambi¨¦n ayuda mucho a comprender haber necesitado alguna vez ese instrumento emp¨¢tico por excelencia llamado ¡°servicios p¨²blicos¡±. Sospecho que el alcalde Almeida no tiene ni la m¨¢s puta idea de lo que es un verano sin climatizaci¨®n dom¨¦stica ni piscina particular.
Madrid es una ciudad despiadada siempre, pero especialmente en verano, y no hace falta apelar al cambio clim¨¢tico: ya Francisco Silvela dijo hace m¨¢s de 200 a?os eso de que esta capital puede ser divertid¨ªsima en la etapa estival siempre que uno tenga dinero. Pero, ay, sin dinero. Sin dinero Madrid en verano es una delegaci¨®n del Hades. Lo sab¨ªa perfectamente otro Francisco, este de apellido Franco, que para que las masas citadinas no se le sublevasen con la calorina construy¨® una piscina gigantesca ¨Ddurante mucho tiempo la mayor l¨¢mina de agua de Europa¨D para que se ba?asen.
Aquella piscina, que la picaresca popular bautiz¨® El charco del obrero, sigue ah¨ª. Ahora se llama Parque Deportivo Puerta de Hierro y es un aut¨¦ntico oasis de frescor y diversi¨®n del que no gozan, por ejemplo, los habitantes de Puerta del ?ngel o en Vallecas. Ah¨ª el alcalde Almeida ha decidido cerrar las instalaciones acu¨¢ticas municipales p¨²blicas por obras todo el verano. Franco no sab¨ªa lo que era la empat¨ªa, pero al menos de vez en cuando le daba por la caridad.
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