Las cicas: los f¨®siles vivientes que parecen palmeras, pero no lo son
Esta especie es de enorme riqueza biol¨®gica e hist¨®rica para los amantes de la bot¨¢nica. Predominaba all¨¢ por la era mesozoica, cuando los dinosaurios andaban por el planeta Tierra
En el mundo bot¨¢nico se pueden encontrar plantas con formas muy parecidas entre s¨ª, pero que en t¨¦rminos gen¨¦ticos est¨¢n tan distantes la una de la otra como lo est¨¢ Venus de Neptuno. Uno de los casos de libro que suele enga?ar a aquellas personas que se internan de nuevas por las maravillas del reino vegetal tiene que ver con unas plantas de antiguo linaje. Se trata del g¨¦nero Cycas, que est¨¢ directamente relacionado con un grupo de plantas que predominaban cuando los dinosaurios andaban por el planeta, all¨¢ incluso por la era mesozoica, hace unos cuantos millones de a?os; por ello, se las considera otro de esos ¡°f¨®siles vivientes¡±, como en el caso del ginkgo (Ginkgo biloba). Pues bien, estas Cycas presentan una apariencia tan similar a las palmeras que se suelen confundir con ellas; y, sin embargo, para alguien ducho en el tema ser¨ªa como comparar, dentro del reino animal, a una an¨¦mona de mar con una ara?a.
La similitud que guardan con las palmeras, a nivel morfol¨®gico, est¨¢ relacionada con la presencia de un tronco coronado por un penacho de hojas, que tienen, a su vez, forma de palma. Pero las palmeras y estas Cycas pertenecen a familias muy alejadas entre s¨ª ¡ªarec¨¢ceas y cicad¨¢ceas, respectivamente¡ª, con un m¨¦todo reproductivo distinto, ya que las primeras son plantas angiospermas, y las segundas se consideraban gimnospermas, ya que es un grupo que actualmente se est¨¢ revisando. Aun as¨ª, y para decirlo de una manera m¨¢s sencilla, en las cicad¨¢ceas no hay presencia de un verdadero fruto. Es decir, en las cicad¨¢ceas no hay presencia de un verdadero fruto, ya que sus ¨®vulos no est¨¢n encerrados dentro de un ovario, cosa que s¨ª que ocurre en las plantas angiospermas, como las palmeras.
Dentro de este g¨¦nero se engloban poco m¨¢s de 100 especies diferentes. En jardiner¨ªa, hay dos que son ampliamente cultivadas: Cycas circinalis y Cycas revoluta. Esta ¨²ltima es originaria de las islas Ry¨±ky¨±, al sur de Jap¨®n, as¨ª como del este de China, de la regi¨®n de Fujian. All¨ª, esta cica se encuentra feliz creciendo entre las rocas de los acantilados, al mismo pie del mar. Es la especie m¨¢s extendida por los jardines de todo el mundo, ya que resiste un amplio rango de temperaturas y de condiciones de humedad. De hecho, es capaz de soportar tanto las humedades ambientales altas como las m¨¢s bajas, e incluso resiste varios grados bajo cero (si no son muy prolongados) si se encuentra a resguardo de los vientos m¨¢s fr¨ªos. Tanto si se cultiva en maceta como en la tierra de un jard¨ªn, aproximar a la cica contra una pared que frene ese aire puede ser suficiente para cultivarla con ¨¦xito. As¨ª, protegidas por muros, las cultivaban en el famoso potager du Roi (huerto del Rey) en Versalles, en el siglo XVII. Para salvaguardarlas de las heladas y de la nieve, en los jardines de Jap¨®n es habitual atar sus hojas juntas y envolverlas con esterillas hechas con paja, en una estampa que es muy habitual de aquellos lares.
El sag¨² del Jap¨®n, que es otro de los apelativos de Cycas revoluta, produce cada a?o una nueva remesa de hojas, en lo que es un momento espectacular en la planta. Es entonces cuando de su c¨²spide emergen hasta m¨¢s de 20 o 30 hojas nuevas, tiernas y enrolladas. Con el paso de las semanas, a buena velocidad, esas hojas se endurecer¨¢n y adquirir¨¢n la consistencia recia t¨ªpica de las hojas adultas, tan lustrosas. A veces puede ocurrir que un a?o decide no emitir hojas nuevas, y se espera al siguiente para conformarlas. Cuando esto sucede, puede deberse a no contar con suficiente agua en la primavera, o con suficiente abono, lo que retrasa su formaci¨®n.
La cica es una amante del sol, pero si se le proporciona algo de sombra en las horas centrales del d¨ªa puede agradecerlo con una coloraci¨®n verde m¨¢s intensa. En cuanto al agua, disfruta con buena humedad en sus ra¨ªces, pero siempre y cuando cuente con un drenaje perfecto. Por cierto, esas ra¨ªces guardan una peculiaridad, ya que est¨¢n asociadas con bacterias que fijan el nitr¨®geno del aire, para ced¨¦rselo a la planta. De esta forma, puede conseguir buenos crecimientos anuales, incluso aunque no tenga la fertilizaci¨®n adecuada. Aun as¨ª, la cica disfruta con un buen plan de abonado anual, siendo muy recomendable que sea uno org¨¢nico, que tambi¨¦n favorecer¨¢ a todos los microorganismos de la tierra o del sustrato.
Para entender su sexualidad hay que saber que hay ejemplares hembra y ejemplares macho. Si se produce la polinizaci¨®n, la cica hembra produce unas semillas grandes y muy llamativas, en una estructura enorme que origina en el centro de sus hojas. Algo a tener en consideraci¨®n es que esta planta, como tantas otras, es altamente t¨®xica si se ingiere, con efectos que pueden incluso producir la muerte del desafortunado animal que la probara. Eso no ha sido un inconveniente para que de esta planta se extraiga una sustancia harinosa rica en almidones y comestible ¡ªel sag¨²¡ª; eso s¨ª, previo tratamiento cuidadoso para eliminar sus toxinas.
La belleza de la cica ha vestido los jardines de media Espa?a, donde se pueden encontrar ejemplares con docenas de a?os a cuestas ¡ªcomo en el parque de Mar¨ªa Luisa de Sevilla¡ª, f¨¢cilmente reconocibles por alcanzar un porte de hasta algo m¨¢s de cinco metros. Tambi¨¦n ha ocupado un puesto de honor en terrazas y patios, ya que se adapta de maravilla a crecer en un buen macet¨®n. A medida que va cumpliendo a?os, la cica suele generar muchos brotes basales, que pueden separarse de la planta madre para plantarlos aparte. Si se dejan, la apariencia de palmera singular pasa a convertirse en una frondosidad m¨²ltiple, tambi¨¦n muy agradable de ver. Sea como fuere, la cica, con su verde rico y brillante, nos observa al pasar, consciente de su antig¨¹edad, mucho m¨¢s que la de las palmeras. Eso piensa ella.
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