Guillermo y Enrique de Inglaterra, dos hermanos enfrentados y una monarqu¨ªa rota
El nuevo libro del historiador Robert Lacey desvela algunos de los motivos de la salida de los duques de Sussex de la familia real y sus m¨²ltiples enfrentamientos con Isabel II
¡°Un an¨¢lisis forense¡±. Es decir: la disecci¨®n en profundidad de algo ya muerto. Con tales palabras describe la prensa brit¨¢nica la inminente y, como ya es habitual en los ¨²ltimos tiempos, explosiva biograf¨ªa de Guillermo y Enrique de Inglaterra. Battle of Brothers (literalmente ¡°Batalla de hermanos¡±) es el nuevo libro que expone las diferencias, abundantes y profundas, entre los hijos de Carlos y Diana de Gales. Su autor es una fuente fiable, dentro de toda la mara?a de bi¨®grafos y cortesanos de los Windsor: Robert Lacey, autor y consultor en la serie The Crown.
La obra saldr¨¢ a la luz el 15 de octubre, pero la prensa brit¨¢nica ya se ha hecho con jugosos extractos. Pasajes que, esta vez, ponen en entredicho la versi¨®n de Enrique y Meghan Markle, en lo que se ve como un golpe de efecto contra Meghan y Harry: en libertad, la biograf¨ªa supuestamente no autorizada de los Sussex que se lanz¨® en agosto.
La pareja no sale precisamente bien parada en esta obra, en la que Lacey llega a afirmar que Isabel II les calificaba de ¡°err¨¢ticos e impulsivos¡±. Y eso es solo el principio: batallas entre hermanos, frialdad entre las cu?adas, enfados por parte de Carlos e Isabel II, asistentes de palacio implicados en sus problemas, el peque?o Archie como moneda de cambio, el trabajo de Markle puesto en duda, millones de libras esterlinas en juego... M¨¢s de 400 p¨¢ginas calificadas por la prensa brit¨¢nica de ¡°incisivas¡±, ¡°de lectura compulsiva¡± y ¡°de una profundidad y visi¨®n ¨²nicas¡±.
Las ricas fuentes de Lacey dejan clara una cosa: que el t¨ªtulo del libro es definitorio. La batalla de hermanos se fragu¨® entre Guillermo y Enrique cuando, en oto?o de 2016, el peque?o le present¨® al mayor a Markle. Y no como una novia m¨¢s, sino como la mujer con la que quer¨ªa casarse, tras apenas unos meses saliendo. Pese a que Isabel II y el pr¨ªncipe Carlos la aceptaron, el primog¨¦nito nunca lo tuvo claro.
Lejos de esa falsa batalla femenina que algunos quisieron ver, Kate Middleton no fue un problema: no es que ella y Markle fueran ¨ªntimas, pero eran trabajadoras, ven¨ªan de otros mundos. Encajaban, hab¨ªa material. Pero Guillermo no entend¨ªa por qu¨¦ ¨¦l tuvo que esperar 10 a?os y su hermano no, no ve¨ªa la prisa. Enrique se enfad¨®: ve¨ªa un boicot de su hermano a su felicidad. El mayor trat¨® de hacerle entrar en raz¨®n con una figura com¨²n: su t¨ªo Charles, el conde Spencer, hermano de Diana y un mentor para ambos. Pero aquello solo logr¨® que Enrique se enfadara m¨¢s todav¨ªa. Una divisi¨®n que con el tiempo tambi¨¦n se convirti¨® en f¨ªsica, de oficinas, fundaciones e incluso viviendas.
Tras la boda llegaron los recelos de palacio hacia la pareja. No gustaron sus movimientos comerciales en la forma de gestionar su marca Sussex Royal, que se vio como un mercadeo con la corona. Porque una cosa es ginebra, galletas, pa?os de cocina o calendarios, pero otra son sesiones de coaching o mentor¨ªas. La reina, furiosa, fue la primera en oponerse, seg¨²n desvela el Daily Mail en los adelantos publicados.
Las declaraciones y actos de la ya exduquesa tampoco se vieron bien entre los Windsor, siempre discretos, al borde a veces de la frialdad: como su entrevista a una ¨²nica cadena de televisi¨®n en Sud¨¢frica, donde se mostr¨® llorosa y dio las gracias al reportero por preguntarle c¨®mo estaba. Tambi¨¦n en ese viaje demandaron a varios medios, sin informar a la muy enfadada familia real. Y por supuesto el n¨²mero de Vogue que coordin¨® en septiembre de 2019, que no era igual que los que en su d¨ªa protagonizaron Kate Middleton o Diana de Gales: era pol¨ªtico, estaba lleno de entrevistas con trasfondo, y en su portada primaban las mujeres activistas y con mensaje. Tampoco gustaron mucho las declaraciones de la entonces duquesa sobre lo mucho que hab¨ªa trabajado en la publicaci¨®n, siete meses, cuando en ese tiempo hab¨ªa llevado a cabo solo 22 actos oficiales. Como bien dice Lacey: ¡°Dinero, poder y supervivencia eran los elementos fundamentales de la realeza, y eran demasiado importantes como para estar amenazados por unas cuantas tendencias controvertidas en una revista de brillante portada¡±.
El autor tambi¨¦n desmenuza la salida de Enrique y Meghan de la familia real brit¨¢nica. Parec¨ªa claro que la pareja quer¨ªa pasar tiempo fuera del pa¨ªs, e Isabel II incluso plante¨® que se marcharan unos a?os a Sud¨¢frica, una salida que le recordaba a su estancia en Malta antes de reinar.
Todo empez¨® cuando decidieron descansar unas semanas en Canad¨¢. No hab¨ªan ido a Balmoral en verano ni ir¨ªan a Sandringham en invierno, pero la familia se lo tom¨® bien. Tambi¨¦n el paso m¨¢s all¨¢ que, sin ser f¨¢cil, entonces decidieron dar: rebajar su nivel como miembros de la casa real, pero jam¨¢s marcharse. Su idea era asentarse en Canad¨¢, hacer buena parte de su trabajo en ese pa¨ªs y tambi¨¦n viajar, como una especie de embajadores en la Commonwealth pero volviendo a menudo al Reino Unido, aunque con menos presi¨®n pol¨ªtica, real y medi¨¢tica. Y as¨ª depender menos de las arcas brit¨¢nicas.
Todo salt¨® por los aires en Navidad. Cada detalle cuenta, y a Enrique le doli¨® que Isabel II no pusiera su foto, ni la de su hijo, en la mesa de su discurso anual. Tambi¨¦n le molest¨® la sesi¨®n de fotos navide?a de la soberana y sus herederos. Lo que para algunos era pura l¨®gica, con las im¨¢genes de los descendientes directos en la sucesi¨®n al trono, para ellos fue una afrenta. El 6 de enero decidieron regresar a su pa¨ªs y plantear una cita para cerrar los detalles de ese paso atr¨¢s con la reina y el pr¨ªncipe Carlos. Pero result¨® que ambos ten¨ªan la agenda muy ocupada: no les daban cita hasta finales de mes.
Ese gesto fue el definitivo. En cuesti¨®n de horas tomaron la decisi¨®n de irse, pero ya sin regresar. La negociaci¨®n pill¨® por sorpresa a Isabel II, Carlos y Guillermo, que en pocas horas decidieron reunirse, ya sin problemas de tiempo. Pero era demasiado tarde. Aquello acab¨®, cuenta el autor, en un dur¨ªsimo tira y afloja contractual del que hubo que pautar cada punto. Y tras el que la imagen de Enrique tendr¨¢ muy dif¨ªcil recuperarse.
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