?Tiembla, Hollywood! Los diarios privados de Joan Collins revelan el delirio de la industria del espect¨¢culo
Pocos se libran del ¨¢cido an¨¢lisis de la octogenaria actriz brit¨¢nica, que en su libro disecciona el desvar¨ªo de las grandes estrellas de Hollywood
La exquisita mordacidad de Joan Collins (Londres, 88 a?os) sacude de nuevo al sector editorial con un retrato incisivo y jovialmente feroz de los entresijos de la industria del entretenimiento. Con la publicaci¨®n de sus diarios personales, escritos entre 1989 y 2009, la octogenaria actriz brit¨¢nica ratifica una facilidad innata para enlazar historias hilarantes y ofrecer una punzante descripci¨®n de la vacua crudeza de Hollywood, con el inter¨¦s a?adido de que, en origen, Mis diarios sin reservas (My Unapologetic Diaries, editado por Weidenfeld & Nicolson) no estaba llamado a ver la luz.
Quien durante una d¨¦cada dio vida a la malvada Alexis Colby en la serie de televisi¨®n Dinast¨ªa nunca ha tenido fama de morderse la lengua, pero en su diario, Collins es m¨¢s Collins que nunca. Su mejor papel es el de ella misma, como evidencia la docena de libros de no ficci¨®n bajo su autor¨ªa. Hace 30 a?os ya relataba c¨®mo sufri¨® la inclemencia de la factor¨ªa del espect¨¢culo ante el ineludible paso del tiempo: ¡°Los estudios solo quieren veintea?eras que no han hecho nada. ?Qu¨¦ voy a hacer?, ?darme cabezazos contra una pared si la mayor¨ªa de los productores ya no se acuerdan de m¨ª?¡±.
Nadie se libra de su ¨¢cido an¨¢lisis, sobre todo, sus colegas de profesi¨®n, de quienes brinda una estampa esperp¨¦ntica que confirma las credenciales de Hollywood como la jungla urbana m¨¢s alienada del planeta. La actriz, casada en cinco ocasiones, lleva al lector tras las bambalinas para mostrar una mir¨ªada de personajes ensimismados hasta rozar la parodia y profundamente arribistas.
Collins reconoce que pas¨® temporadas pr¨¢cticamente sin comer para perder peso, presenta un escepticismo estructural sobre sus oportunidades laborales debido a su edad (¡°si no fuera por el dinero, me ir¨ªa pitando¡±, admite) y se compara con otros int¨¦rpretes. Lo que la hace especial, sin embargo, es su evidente habilidad para re¨ªrse de todo, desde s¨ª misma hasta de las miserias del circo hollywoodense y la constataci¨®n de que el glamur es fundamentalmente una quimera.
El verdadero talento de Mis diarios sin reservas es que deja con ganas de m¨¢s. Sus p¨¢ginas est¨¢n plagadas de fiestas alocadas, como la del quinto cumplea?os de su ahijada Cara Delevigne, la hoy conocida modelo, en St Tropez (Francia), en la que el due?o de la casa ¡°empez¨® a sacar botellas gigantes de Dom Perignon y rociar la terraza¡± con el champ¨¢n. A Sharon Stone la presenta como una mujer ¡°pagada de s¨ª misma¡± y a Frank Sinatra lo caracteriza implacablemente por el deterioro de sus ¨²ltimos a?os: ¡°Es horriblemente triste ver a este icono dorado convertido en un viejo confundido¡±. A Donald Trump, mientras tanto, lo describe como un ¡°payaso descort¨¦s¡± y revela que Harvey Weinstein ¡°se baba¡± al comer.
Luego est¨¢n las an¨¦cdotas. La octogenaria actriz hace p¨²blica en las p¨¢ginas de su libro la obsesi¨®n de Shirley MacLaine por preguntarle c¨®mo es su hermano, Warren Beaty, como amante (¡°sobrevalorado¡±, seg¨²n Collins) y relata el err¨¢tico comportamiento de Liza Minelli, quien insist¨ªa en llamarla ¡°mi peque?a¡±, pese a ser 16 a?os m¨¢s joven que ella. Y desvela sin cortarse y con detalles el enorme complejo de superioridad de la princesa Margarita, hermana de la reina Isabel II de Inglaterra.
Nadie est¨¢ a salvo de su pluma. A Gregory Peck, gal¨¢n del viejo Hollywood, lo encuentra ¡°un poco aburrido, aunque adorable¡±; de Tony Curtis, protagonista de Con faldas y a lo loco, destaca lo evidente de su peluca y cuenta que va al ba?o demasiadas veces, aunque duda que estas visitas tengan que ver con las necesidades fisiol¨®gicas del actor. Y, por si fuera poco, asegura que a Sofia Loren, quien ¡°tiene unos dientes muy raros, como si hubiesen sido hechos de marfil¡±, sus hijos le dicen lo que puede hacer y lo que no.
Leer Mis diarios sin reserva invita a imaginarse a Joan Collins con su sempiterno cigarrillo en una mano y un vaso de vodka en la otra, su distintivo maquillaje barroco, su pelo siempre cardado y su completa indiferencia ante el juicio ajeno. Y es precisamente esa falta de reparos lo que hace a su prosa tan atrayente. La actriz dice lo que piensa sin filtros, y otorga a sus historias un improbable halo de autenticidad en esa hoguera de vanidades que es Hollywood.
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