La tranquilizadora sensaci¨®n de formar parte de algo
El documental de Laura Poitras ¡®La belleza y el dolor¡¯ retrata el paso de la artista Nan Goldin del sufrimiento propio a la lucha contra una injusticia colectiva
Dos de las v¨ªas para acceder al conocimiento parecen contrapuestas. La primera es el entusiasmo. No vale decir la curiosidad o la sorpresa, tampoco la suerte, porque ninguna de ellas requiere constancia. El entusiasmo se construye. Y por eso puede encarnarse. Entusiasmarse es estar habitado por un momento divino.
La otra v¨ªa de conocimiento es casi opuesta. Indaga en el interior. Tiene origen en un dolor abismal. El amor colma y calma. El dolor vac¨ªa, destroza. Por eso el dolor es lo contrario al amor. Y al goce. Contrariamente a la construcci¨®n del entusiasmo, pasar de un abismo al descubrimiento es un proceso m¨¢s lento que esforzado. Requiere m¨¢s tiempo que voluntad. Exige una paciencia humilde: mantenerse, no hacer nada.
Joseph Conrad lo advirti¨® en El coraz¨®n de las tinieblas: ¡°Lo m¨¢s que puedes esperar es alg¨²n conocimiento sobre ti mismo que llega demasiado tarde: una cosecha inextinguible de arrepentimiento¡±. Parad¨®jicamente, la conciencia del dolor que destroza llega cuando este deja de doler. Llegar a ver es tomar conciencia: saber mirar m¨¢s all¨¢ de uno mismo.
En En busca del tiempo perdido, Marcel Proust escribi¨® que los lugares fijos debemos buscarlos en nosotros mismos. ?Por qu¨¦? Porque ¡°lo desconocido en la vida de los seres humanos es como lo desconocido en la naturaleza. Cada descubrimiento suma conocimiento, pero no anula lo conocido¡±. Cada persona es a la vez un conjunto de c¨¦lulas y una tarea a realizar. Reconocerse como un organismo que forma parte de otro mayor infunde la tranquilizadora sensaci¨®n de formar parte de algo. ?No ser¨¢ eso? ?Nos pasamos la vida anhelando algo que est¨¢ escrito en las c¨¦lulas?
Salir de uno mismo y reconocerse parte de algo es un cl¨¢sico del renacimiento personal. Y, ojo, tambi¨¦n de la historia de las sectas. La clave est¨¢ en asegurarse de d¨®nde se parte: no se llega a ning¨²n sitio que se ofrezca desde fuera. La fot¨®grafa Nan Goldin adoraba a su hermana mayor, Barbara, porque pensaba por s¨ª misma. Cuando anunci¨® que era lesbiana, sus impecables padres ¡ªjam¨¢s despeinados, jam¨¢s sin una tensa sonrisa¡ª la llevaron a un psiqui¨¢trico. Con 18 a?os Barbara se suicid¨®. Nan recogi¨® el testigo del esfuerzo por tener una vida propia. Sus retratos de cuerpos imperfectos, ropa barata, sexo cotidiano y, atenci¨®n, amor de amigos, inmortalizaron la contracultura neoyorquina de los a?os ochenta. Sin embargo, retrataban, en realidad, la vida de Nan: sus fantas¨ªas coloreadas, su trabajo en bares de alterne para comprar pel¨ªcula, el pene del novio que le regal¨® el nombre de Nan. Y el ojo morado que le dej¨® ese mismo novio cuando se fue.
Goldin logr¨® construirse retrat¨¢ndose. Conoc¨ªa el dolor de la negaci¨®n y habl¨®. Luego, abord¨® sus adicciones. Proven¨ªan de los calmantes, la oxicodona, que produce Purdue Pharma y que hoy se sabe que ha matado a cientos de miles de los norteamericanos que se supone que quer¨ªa tranquilizar. ?Qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s de la venta de un medicamento que mata m¨¢s que alivia? La familia Sackler, los mayores fil¨¢ntropos del arte actual.
Ese nombre uni¨® los dos mundos de Goldin: el de la dependencia y el del arte. El documental de Laura Poitras La belleza y el dolor retrata el paso del sufrimiento propio a la lucha contra una injusticia colectiva. El nombre de los Sackler figuraba en salas del Louvre, el Metropolitan, la Tate o el Guggenheim. Y la c¨¦lula Goldin arriesg¨® lo que la sosten¨ªa ¨Cel reconocimiento de su arte¨C para formar parte de un organismo: una cultura m¨¢s transparente, m¨¢s plural y m¨¢s transformadora que, en lugar de evitarla, invita a la duda.
La belleza y el dolor desenmascara a los Sackler fil¨¢ntropos como blanqueadores. Y termina celebrando, con un baile, la vejez de los padres de Goldin. Es, claro, un reconocimiento a la grandeza del perd¨®n. Por eso es entonces cuando llega el milagro: su madre abandona por una vez la sonrisa tensa y explica que cuando Barbara apareci¨®, en las v¨ªas del tren, encontraron en el bolsillo de su pantal¨®n un papelito con la cita de Conrad, la que advierte de que lo m¨¢ximo que puedes esperar de la vida es un leve conocimiento de ti mismo. Que llega demasiado tarde.
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