¡°Si siete d¨ªas de rodaje son intolerables, ?qu¨¦ ser¨ªan dos meses?¡±: Luis Ciges, el secundario que eclips¨® a los protagonistas
El actor, que no necesit¨® de papeles largos para pasar a la historia del cine espa?ol y brillar m¨¢s que los cabezas de cartel, cumplir¨ªa hoy 100 a?os
¡°Nac¨ª en Arg¨¹elles un a?o de desastre¡±, recordaba Luis Ciges al periodista Pablo Lizcano en el programa Autorretrato, emitido por Televisi¨®n Espa?ola en enero de 1985. Aunque hoy en d¨ªa esa referencia catastr¨®fica est¨¦ pr¨¢cticamente olvidada, por entonces era un hecho sobradamente conocido, que permit¨ªa datar el a?o de nacimiento del actor en 1921, fecha de la derrota de las tropas espa?olas en Annual (Marruecos). Sin embargo, no ser¨ªa ese el ¨²nico desastre que vivir¨ªa Ciges. El que fuera uno de los grandes secundarios del cine espa?ol sufri¨® la Guerra Civil, las represalias de los fascistas contra su padre, la campa?a de Rusia de la Divisi¨®n Azul, la posguerra y la dictadura. Lo hizo, adem¨¢s, como hijo de una familia burguesa de adscripci¨®n republicana, con todo lo que eso supon¨ªa en la Espa?a de la primera mitad del siglo XX.
Su padre fue Manuel Ciges Aparicio, escritor menor de la Generaci¨®n del 98, amigo de los Baroja, Bergam¨ªn, Negr¨ªn y Valle Incl¨¢n, militante de Izquierda Republicana y gobernador civil de diferentes plazas, la ¨²ltima de ellas ?vila, donde fue asesinado en la madrugada del 4 al 5 de agosto de 1936. Si bien los Ciges conoc¨ªan a la familia Franco hasta el punto de que el peque?o Luis hab¨ªa compartido juegos con Carmencita mientras sus respectivas madres iban juntas de compras cuando Manuel Ciges era gobernador civil de Mallorca y el futuro dictador, comandante general de Baleares, nadie pudo o quiso evitar el asesinato del padre de familia.
Tampoco sirvi¨® de nada que la madre, Consuelo Mart¨ªnez Ruiz, fuera hermana de Jos¨¦ Mart¨ªnez Ruiz, Azor¨ªn, escritor que hab¨ªa mostrado simpat¨ªas por el anarquismo en su juventud pero que, desde los primeros momentos de la guerra, se aline¨® con los rebeldes, de quienes se convertir¨ªa en un escritor de referencia. De hecho, mientras que Luis Ciges recordaba con cari?o las visitas que realizaba con su padre a la casa de don Ram¨®n del Valle Incl¨¢n, sus opiniones sobre Azor¨ªn eran muy diferentes. ¡°Cuando era peque?o o¨ªa hablar mucho de Azor¨ªn. Era muy famoso y yo era un cr¨ªo. Pensaba que, si era tan famoso, es que ten¨ªa que ser un jugador de f¨²tbol muy bueno. Yo mismo jugaba con ¨¦l, idealmente. Cog¨ªa la pelota, la tiraba y dec¨ªa: ¡®?remata, Azor¨ªn!¡¯. Luego me enter¨¦ realmente de que era escritor y perd¨ª un poco el inter¨¦s. Despu¨¦s, cuando le¨ª alguno de sus libros, me desinteres¨¦ completamente¡±, relataba.
En el frente oriental
Finalizada la Guerra Civil, Luis Ciges encontr¨® en la Divisi¨®n Azul la ¨²nica v¨ªa para limpiar la imagen de su familia ante las autoridades franquistas. Por eso, aunque se trataba de un cuerpo de voluntarios, el actor matizaba que, al menos en su caso, no hab¨ªa sido as¨ª. ¡°Me enrol¨¦, me enrolaron, nos enrolaron. Era de voluntarios pero yo no fui muy voluntario, fui un poco arrastrado. Sencillamente, uno me dijo con mucha tranquilidad: ¡®o te vas a la Divisi¨®n Azul o tu madre no come¡¯¡±, relataba Ciges, que acab¨® yendo con sus dos hermanos a luchar junto a los nazis.
Como narraba el actor en el documental de Jos¨¦ Luis L¨®pez-Linares y Javier Rioyo Extranjeros de s¨ª mismos, un d¨ªa los tres hermanos tuvieron la suerte de coincidir en el frente. La alegr¨ªa del encuentro, sin embargo, qued¨® empa?ada cuando fueron conscientes del peligro que corr¨ªan. ¡°Nos preguntamos ¡®?Qu¨¦ tal? ?C¨®mo te va?¡¯. Bien. ¡®Me alegro mucho¡¯. Bueno yo me voy porque si cae aqu¨ª algo, la madre se queda sin hijos¡±, recordaba Luis Ciges, que lleg¨® a combatir en la batalla de Leningrado aunque, gracias aun capit¨¢n que se compadeci¨® de ¨¦l, no pas¨® demasiado tiempo en primera l¨ªnea. Si bien esta prerrogativa le ayud¨® a salvar la vida, no le ahorr¨® ser testigo de escenas terribles que se quedar¨ªan para siempre en su memoria: ¡°Se murieron muchos chicos al lado, tuve que asistir alguno con la barriga abierta y enterrar a los amigos¡±.
Un hombre de cine
Despu¨¦s de 15 meses destinado en Rusia, Luis Ciges regres¨® a Espa?a. Al pasar la frontera de Francia, fue testigo de una escena que bien podr¨ªa haber sido escrita por Rafael Azcona e incluida en una de las pel¨ªculas de Luis Garc¨ªa Berlanga, tambi¨¦n divisionario y con el que coincidi¨® en el frente ruso. Seg¨²n explicaba el actor con cierto bochorno, ¡°nosotros ven¨ªamos muy bien provistos de tabaco y sali¨® una banda de m¨²sica a recibirnos. Entonces empezamos a echarles cigarrillos y el se?or del bombo en seguida dej¨® el bombo, el del tromb¨®n¡, solamente se quedaron tocando los que no fumaban. Los otros se dedicaron a recoger los cigarros¡±.
En 1951, reincorporado a la vida civil tras cumplir el preceptivo servicio militar y cursar algunas asignaturas de medicina, Luis Ciges se matricul¨® en el Instituto de experiencias y estudios cinematogr¨¢ficos. All¨ª, mientras estudiaba realizaci¨®n, coincidi¨® con personajes que ser¨ªan clave para el cine espa?ol de los siguientes a?os, entre los que se encontraban Mario Camus, Carlos Saura, Manuel Summers o Basilio Mart¨ªn Patino. Gracias a esos contactos, Ciges comenz¨® a interpretar peque?os papeles en pel¨ªculas como Molokai, Pl¨¢cido o Campanadas a medianoche. Posteriormente llegar¨ªan pel¨ªculas de terror de serie B como El espanto surge de la tumba, de Carlos Aured, paella westerns como Un colt por 4 cirios, de Ignacio F. Iquino, y cintas de vanguardia de la escuela de Barcelona. Por ejemplo, Dante no es ¨²nicamente severo, de Jacinto Esteva y Joaquim Jord¨¤, con los que Ciges hab¨ªa trabado amistad gracias su puesto de realizador en los Estudios Miramar de Televisi¨®n Espa?ola y del que ser¨ªa despedido por actividades contrarias a la dictadura.
Seg¨²n la base de datos IMdB, desde su primer papel en la pel¨ªcula Historia de Madrid, de 1958, en la que ni siquiera aparece acreditado, hasta su fallecimiento en 2002, Luis Ciges interpret¨® 179 papeles. Aunque pr¨¢cticamente todos fueron secundarios, Ciges era capaz de robarles las escenas a los primeros actores y conseguir que personajes como Segundo, el criado de los Leguineche en la trilog¨ªa de La escopeta nacional, el padre tintorero de Marta Fern¨¢ndez-Muro en Laberinto de pasiones o el Jimmy de Amanece que no es poco sean ya historia del cine espa?ol. ¡°Los directores me han colocado en el sitio que debo estar. Cualquier actor es un protagonista en el momento en el que est¨¢n coloc¨¢ndole la c¨¢mara¡±, comentaba Ciges que, de todas formas, nunca tuvo demasiadas ganas de protagonizar un filme porque ¡°si siete d¨ªas de rodaje son casi intolerables, ?qu¨¦ ser¨ªan dos meses? Creo que no lo resistir¨ªa¡±.
A pesar de esas reticencias, los papeles protagonistas acabaron llegando. Primero fue el corto Aquel ritmillo, al que seguir¨ªa el largometraje El milagro de P. Tinto, un regalo escrito a la medida del actor por Javier Fesser. Admirador de su trabajo, el realizador madrile?o describe a Ciges como un actor ¨²nico, tan inimitable, que ni siquiera ¨¦l mismo era capaz de imitarse: ¡°Por eso cada toma del mismo plano, con la misma r¨¦plica, el mismo texto, el mismo movimiento de c¨¢mara y las mismas instrucciones del director, se convert¨ªa con ¨¦l en un universo diferente. Dar motor, con Luis frente a la c¨¢mara, tra¨ªa siempre aparejada la excitaci¨®n de la sorpresa, de lo nuevo, de lo inesperado y de lo imposible de volver a reproducir. Y lo m¨¢s asombroso de todo es que a ¨¦l no le gustaba improvisar. Perdi¨® la cuenta de la cantidad de veces que se sinti¨® inc¨®modo cuando lo lanzaban a la escena con cuatro sugerencias mientras ve¨ªa al director dar instrucciones precisas al resto de los actores¡±. El propio Ciges hab¨ªa hecho referencia a ese sentimiento de desamparo al recordar sus experiencias con Glauber Rocha, que durante el rodaje de Cabezas cortadas prefiri¨® hacerle improvisar en lugar de tomarse el tiempo de escribirle unas l¨ªneas de guion; o con el propio Luis Garc¨ªa Berlanga, de quien dec¨ªa: ¡°cuando rodamos le miro con mucha curiosidad porque no lo entiendo. Le observo. Y de vez en cuando me dice: ¡®oye, t¨², inv¨¦ntame aqu¨ª algo de di¨¢logo¡¯ [¡]. Si no aporto algo, se enfada, se da media vuelta y se marcha¡±.
Tras ese momento de gloria gracias a El milagro de P. Tinto, Luis Ciges volvi¨® a sus papeles secundarios. Particip¨® en alguna serie de televisi¨®n, rod¨® Par¨ªs-Tumbuct¨² con Berlanga y repiti¨® con Javier Fesser en La gran aventura de Mortadelo y Filem¨®n, su ultima pel¨ªcula antes de fallecer en Madrid de un infarto. Unos meses antes hab¨ªa donado al festival Cine In¨¦dito de Islantilla, que le hab¨ªa homenajeado en su edici¨®n de 2000, m¨¢s de 3.500 libros de su biblioteca personal, algunos de los cuales hab¨ªan pertenecido a su t¨ªo Azor¨ªn. Aunque el actor era padre de un hijo, su deseo fue que la biblioteca pudiera estar al alcance de un p¨²blico m¨¢s amplio. Un hermoso final para alguien que, cuando fue preguntado por Pablo Lizcano en esa entrevista de 1985 ¡°?Usted cree en algo?¡±, respondi¨® con sus caracter¨ªsticas pausas y su socarroner¨ªa: ¡°S¨ª. En algo creo. En algo¡ Poco¡ Casi nada¡ Yo creo que soy nihilista, en definitiva¡±.
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