La nueva versi¨®n del ¡®Cal¨ªgula¡¯ de Tinto Brass: menos pornograf¨ªa, m¨¢s pol¨ªtica
45 a?os despu¨¦s, llega a los cines la restauraci¨®n de una de las pel¨ªculas m¨¢s controvertidas de los setenta, un canto a la desmesura y el delirio que cont¨® con un guion de Gore Vidal y una de las mejores interpretaciones de Malcolm McDowell
La pel¨ªcula arranca con un pr¨®logo ambientado en Roma en el a?o 37 de nuestra era. Cayo Julio C¨¦sar Augusto Germ¨¢nico, m¨¢s conocido como Cal¨ªgula (Malcolm McDowell) despierta abrazado a su hermana menor, Drusila (Teresa Ann Savoy). Acaba de so?ar que su abuelo, el emperador Tiberio (Peter O¡¯Toole), quiere matarlo, como ya mat¨® en su d¨ªa a gran parte de su familia. En apenas un par de planos, McDowell traza las l¨ªneas maestras de su construcci¨®n del personaje, al que muestra como un ni?o hombre caprichoso y vol¨¢til, feliz en su relaci¨®n incestuosa con su hermana, un tanto proclive a sufrir ataques de p¨¢nico y arrebatos de histeria infantil, pero tambi¨¦n a presumir de coraje y del tama?o de su aparato reproductor.
La escena, como gran parte de las incluidas en Cal¨ªgula: The Ultimate Cut, fue filmada en Roma por el cineasta italiano Tinto Brass en primavera de 1976 y hab¨ªa permanecido in¨¦dita hasta hace poco m¨¢s de un a?o. Un escritor e historiador cinematogr¨¢fico, Thomas Negovan, se encarg¨® de rescatarla del olvido restaur¨¢ndola, mont¨¢ndola, remasteriz¨¢ndola e insert¨¢ndola en un nuevo contexto narrativo que, contra todo pron¨®stico, funciona mucho mejor que el caos sexualmente expl¨ªcito en el que iba a ser incluida en su d¨ªa.
Por primera vez, creemos vislumbrar las claves ocultas de una historia que record¨¢bamos hasta ahora como una simple sucesi¨®n de org¨ªas crueles y grotescas en escenarios de cart¨®n piedra. La pel¨ªcula que muchos descubrimos en aquellas sesiones de cine er¨®tico que ofrec¨ªa Canal + entre finales de los ochenta y principios de los noventa se revela, despu¨¦s de todo, como el thriller de ¨¦poca y la s¨¢tira pol¨ªtica sobre el efecto corruptor del poder que siempre, seg¨²n nos contaron (aunque nunca les cre¨ªmos), hab¨ªa pretendido ser.
Malcolm McDowell llevaba d¨¦cadas insistiendo en que aquella hab¨ªa sido una de las mejores interpretaciones de su carrera y otra de las actrices de prestigio implicadas, Helen Mirren, lleg¨® a decir de Cal¨ªgula que era una perfecta aleaci¨®n de ¡°arte y genitales¡±. McDowell lamentaba, muy especialmente, que la cobard¨ªa cicatera del productor, m¨¢s preocupado por recuperar lo antes posible su inversi¨®n de 17 millones de d¨®lares que de ce?irse al ambicioso proyecto original, hubiese privado al p¨²blico de disfrutar de la ¡°verdadera¡± Cal¨ªgula. Es decir, de la pel¨ªcula tal y como la concibi¨® en su d¨ªa el guionista Gore Vidal, la filmaron el director Tinto Brass y su equipo y la interpretaron Mirren, ¨¦l mismo, Teresa Ann Savoy, Peter O¡¯Toole o John Gielgud. Hoy, aunque no compartamos del todo su criterio, sabemos a qu¨¦ se refer¨ªa McDowell.
Un rescate cinematogr¨¢fico en toda regla
A Negovan le encargaron una tarea quijotesca a la que ha acabado dedicando cerca de tres a?os: repasar a conciencia las m¨¢s de 97 horas de metraje original de Cal¨ªgula que se conservaban en los archivos de la revista Penthouse y comprobar si pod¨ªa extraerse de ella una pel¨ªcula coherente y, a la vez, sustancialmente distinta a la que se estren¨® en Italia en agosto de 1979 y en Estados Unidos en febrero de 1980.
?l mismo ha descrito su papel en el proyecto como una ingrata labor de prospecci¨®n petrol¨ªfera. Se trataba de cavar sin descanso en un yacimiento de quintales m¨¦tricos de celuloide sin cultivar para intentar sacar de ¨¦l algo valioso. Concluida la prospecci¨®n, Negovan pas¨® a exhibir la obra a algunos de los implicados para intentar recabar su adhesi¨®n. McDowell se la ofreci¨® sin reservas. Tinto Brass, que acaba de cumplir 91 a?os, prefiri¨® no ver la nueva versi¨®n y exigir, una vez m¨¢s, que no se relacione su nombre con Cal¨ªgula, la pel¨ªcula que le hizo famoso y que supuso un punto de inflexi¨®n decisivo en su carrera, pero que siempre ha detestado sin matices.
El viernes 16 de agosto, con el estreno en cines estadounidenses de la versi¨®n de Negovan, se cierra un ciclo, el de la plena restauraci¨®n de un proyecto f¨ªlmico truncado por las circunstancias. La pel¨ªcula, pendiente a¨²n de los ¨²ltimos retoques, fue presentada en el festival de Cannes en mayo de 2023 y ya est¨¢ disponible en Espa?a en plataformas como Filmin o en la versi¨®n en DVD y Blu-ray editada por Divisa Home Video hace unos meses. De momento, podemos concluir que la operaci¨®n de rescate se est¨¢ saldando con un considerable ¨¦xito: mientras la pel¨ªcula original sigue cosechando un escu¨¢lido 21% de cr¨ªticas favorables en Rotten Tomatoes, su descendiente tard¨ªa alcanza ya un 86%.
Aquella primera versi¨®n de Cal¨ªgula hab¨ªa pasado a la historia como una de las pel¨ªculas m¨¢s controvertidas de la historia. Su productor, Bob Guccione, fundador y propietario de Penthouse, quiso venderla como la cumbre del cine imp¨²dico, una digna heredera de El Decamer¨®n, El portero de noche y tantas otras producciones de la ¨¦poca que estaban desbrozando, sobre todo en Italia, una tercera v¨ªa entre el erotismo m¨¢s descarnado y el celuloide ¡°de autor¡±. Pero Variety dijo de la obra de Guccione, en el momento de su estreno, que se trataba de un exabrupto cinematogr¨¢fico y un ¡°holocausto moral¡±. Y el cr¨ªtico Roger Ebert escribi¨® que sus casi tres horas de pornograf¨ªa ¡°depravada e inmisericorde¡± le hab¨ªan resultado ¡°descorazonadoras¡±.
La dudosa paternidad de una pel¨ªcula que naci¨® hu¨¦rfana
El artefacto se estrenaba, adem¨¢s, sin la firma de su director, con el repudio expl¨ªcito de su guionista y sin el benepl¨¢cito de la mayor¨ªa de sus int¨¦rpretes. A casi todos ellos les hab¨ªa descorazonado tanto como Ebert la decisi¨®n de Guccione de estrenar una versi¨®n en que casi un tercio del metraje lo ocupaban escenas de sexo no simulado, filmadas en secreto por una segunda unidad y protagonizadas por algunas de las modelos de Penthouse, las mismas figurantes sin frase, pero con sexo, a las que Brass, obligado por el productor a hacerles un hueco en el set de rodaje, hab¨ªa pedido que se sentasen en un rinc¨®n, lo m¨¢s lejos posible de las c¨¢mara, y no molestasen.
Pese a que hab¨ªa garantizado a su equipo una absoluta libertad creativa, Guccione acab¨® convenci¨¦ndose de que la pel¨ªcula que le entregaba Brass, demasiado densa y farragosa, mucho m¨¢s pol¨ªtica que carnal, acabar¨ªa fracasando en taquilla si no se incrementaba de la dosis del ¨²nico ingrediente que la convert¨ªa en un plato distinto: el sexo. Este brusco golpe de volante provoc¨® la deserci¨®n definitiva de Brass, que renunci¨® a intentar consensuar con el productor un montaje satisfactorio para ambos y exigi¨® que su nombre fuese retirado de los t¨ªtulos de cr¨¦dito. A ¨²ltima hora, para evitar un conflicto judicial de resultado incierto, acept¨® figurar como director de fotograf¨ªa.
Meses antes, el reputado intelectual neoyorquino Gore Vidal, autor de un primer guion de casi 400 p¨¢ginas por el que hab¨ªa cobrado 200.000 d¨®lares, se hab¨ªa desentendido ya del proyecto, harto de las continuas injerencias de Guccione, al que describ¨ªa como ¡°un vulgar proxeneta¡± y del giro que pretend¨ªa dar a la historia Tinto Brass, al que lleg¨® a tildar de ¡°narcisista analfabeto¡±. En aquel primer conflicto, Brass se hab¨ªa puesto del lado de Guccione. Vidal pretend¨ªa que el director se limitase a filmar su libreto, y Brass, crecido por el ¨¦xito internacional de Sal¨®n Kitty, su primera incursi¨®n en el erotismo con pretensiones, quer¨ªa dejar su impronta a todos los niveles.
Para empezar, al cineasta milan¨¦s le parec¨ªa pueril la pretensi¨®n de Vidal de mostrar a Cal¨ªgula como un hombre fundamentalmente bueno al que el poder acaba desquiciando y corrompiendo, adem¨¢s de una v¨ªctima del clima de depravaci¨®n y paranoia creado por su abuelo Tiberio. Brass prefer¨ªa ce?irse al Cal¨ªgula retratado por su primer bi¨®grafo, Cayo Suetonio, y por el novelista brit¨¢nico Robert Graves, un soci¨®pata de manual, un monstruo de inclinaciones s¨¢dicas profundamente arraigadas que hab¨ªan permanecido larvadas mientras no era m¨¢s que un juguete en manos de su abuelo, pero al que acab¨® dando rienda suelta en cuanto accedi¨® al poder. Ese era el Cal¨ªgula al que val¨ªa la pena mostrar. Cualquier alternativa carec¨ªa, en su opini¨®n, de inter¨¦s.
Esta discrepancia acad¨¦mica acab¨® convirti¨¦ndose en una agria disputa entre los dos hombres. Brass acabar¨ªa diciendo que el guion de Vidal le parec¨ªa la obra de un anciano escler¨®tico: ¡°Si alg¨²n d¨ªa decido destruir la reputaci¨®n de ese hombre¡±, declar¨® en una entrevista, ¡°me bastar¨¢ con publicar la sarta de majader¨ªas que escribi¨® para Cal¨ªgula¡±. En ¨²ltima instancia, Brass reescribi¨® el guion casi por completo con el benepl¨¢cito de Guccione, conservando apenas alguna de las aportaciones de Vidal, como la larga escena del encuentro en Capri entre Cal¨ªgula y Tiberio o el importante peso en la trama de la pasi¨®n sexual que el joven emperador siente por su hermana. M¨¢s adelante, tras consumarse la ruptura entre Guccione y Brass, el productor opt¨® por afirmar en los t¨ªtulos de cr¨¦dito que la pel¨ªcula era una adaptaci¨®n libre (no atribuida a ning¨²n autor) de un guion original de Gore Vidal.
Una de romanos
Pese a la hostilidad de la cr¨ªtica y las campa?as de boicot instigadas por grupos de presi¨®n conservadores y jueces reaccionarios, Guccione no se resign¨® a llevar su pel¨ªcula al por entonces incipiente circuito de cines pornogr¨¢ficos. Aprovechando una sentencia favorable de un tribunal de Boston (que consider¨® que la pel¨ªcula era un producto amparado por el derecho a la libertad de expresi¨®n y, en consecuencia, su exhibici¨®n no pod¨ªa prohibirse), acab¨® por estrenarla en salas independientes, especializadas en cine de importaci¨®n y de arte y ensayo. Consigui¨® recaudar unos nada desde?ables 23 millones de d¨®lares que aumentar¨ªan a medio plazo con los pases televisivos y el alquiler de v¨ªdeo VHS.
Con el tiempo, Cal¨ªgula se consolid¨® en el imaginario popular de varias generaciones como un placer culpable, una pel¨ªcula que se desprecia en p¨²blico, pero se consume en secreto. Su sombra es alargada: dio pie a un par de inoportunas secuelas y a todo un subg¨¦nero, el p¨¦plum er¨®tico o pornogr¨¢fico, que estuvo muy en boga hasta finales del siglo XX y a¨²n produce, de vez en cuando, alguna r¨¦plica intempestiva.
Es m¨¢s, ha contribuido a convencernos a (casi) todos de que Cal¨ªgula fue, sin lugar a dudas, un tirano soci¨®pata que fornicaba en p¨²blico con su caballo y con su hermana y que el Imperio Romano fue un periodo de depravaci¨®n sin l¨ªmites, m¨¢s caracterizado por sus lujuriosas bacanales que por su arte, su sistema de alcantarillado o sus acueductos. De poco sirve que eminencias como Mary Beard se est¨¦n esforzando en contarnos una historia bastante m¨¢s matizada y compleja: para cualquiera que haya visto Cal¨ªgula, en cualquiera de sus encarnaciones, no habr¨¢ disquisici¨®n hist¨®rica que pueda competir con el impacto de una org¨ªa filmada, a d¨²o, pero d¨¢ndose la espalda el uno al otro, por Tinto Brass y Bob Guccione.
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