A lo mejor eres liberal y ni siquiera lo sabes
Para el fil¨®sofo Michael Walzer, el adjetivo ¡°liberal¡± define a ciudadanos de mentalidad abierta, tolerantes, alejados del dogma. Y el t¨¦rmino es aplicable a m¨²ltiples ideolog¨ªas
?Es el liberalismo un ismo como todos los dem¨¢s ismos? Creo que lo fue en el pasado. En el siglo XIX y durante unos a?os en el siglo XX, el liberalismo fue una ideolog¨ªa integral: mercados libres, comercio libre, libertad de expresi¨®n, fronteras abiertas, un Estado m¨ªnimo, individualismo radical, libertad civil, tolerancia religiosa, derechos de las minor¨ªas. Pero esta ideolog¨ªa se llama hoy libertarismo, y la mayor¨ªa de las personas que se definen como liberales ¡ªen la interpretaci¨®n estadounidense del t¨¦rmino, cercano a la socialdemocracia¡ª no lo aceptan o, al menos, no en todo. El liberalismo en Europa est¨¢ hoy en d¨ªa representado por partidos pol¨ªticos como el Partido Democr¨¢tico Libre en Alemania (libertarios y de derechas), pero tambi¨¦n por otros como el Partido Liberal Dem¨®crata en Reino Unido, con una precaria posici¨®n entre los conservadores y los socialistas, que adoptan pol¨ªticas de un lado y de otro sin un credo s¨®lido propio. El liberalismo en EE?UU es una modest¨ªsima versi¨®n de la socialdemocracia (...).
A los liberales se nos describe mejor en t¨¦rminos morales que en t¨¦rminos pol¨ªticos: de mentalidad abierta, generosos, tolerantes, capaces de convivir con la ambig¨¹edad, dispuestos a entablar discusiones en las que no nos creemos obligados a ganar. Cualesquiera que sean nuestra ideolog¨ªa y religi¨®n, no somos dogm¨¢ticos; no somos fan¨¢ticos. Los socialistas democr¨¢ticos como yo pueden y deber¨ªan ser liberales de este tipo. Creo que es lo suyo, aunque, desde luego, todos conozcamos a socialistas que ni tienen una mentalidad abierta ni son generosos o tolerantes.
Pero nuestro verdadero v¨ªnculo, nuestro v¨ªnculo pol¨ªtico con el liberalismo, adopta otra forma. Consid¨¦renlo una forma adjetiva: somos, o deber¨ªamos ser, dem¨®cratas liberales y socialistas liberales. Yo soy a la vez un nacionalista liberal, un comunitarista liberal y un jud¨ªo liberal. El adjetivo funciona del mismo modo en todos estos casos, y mi prop¨®sito aqu¨ª es describir su efecto en cada uno de ellos. Al igual que todos los adjetivos, ¡°liberal¡± modifica y complica el nombre al que acompa?a; posee un efecto que unas veces es restrictivo; otras, vivificante, y otras, transformador. No determina qui¨¦nes somos, sino c¨®mo somos quienes somos: c¨®mo representamos nuestros compromisos pol¨ªticos.
No hace mucho, el escritor conservador Bret Stephens defin¨ªa el populismo como el triunfo de la democracia sobre el liberalismo. Creo que a lo que se refer¨ªa era al triunfo de la democracia mayoritaria sobre sus restricciones liberales. La democracia liberal establece l¨ªmites al gobierno de la mayor¨ªa, normalmente con una Constituci¨®n que garantiza los derechos individuales y las libertades civiles, establece un sistema judicial independiente que hace que se respete esta garant¨ªa y abre el camino para una prensa libre que pueda defenderla. Las mayor¨ªas solo pueden actuar, o actuar leg¨ªtimamente, dentro de unos l¨ªmites constitucionales. Al igual que todo lo dem¨¢s en la pol¨ªtica democr¨¢tica, los l¨ªmites se debaten tanto en el plano legal como en el pol¨ªtico. Pero estas controversias no se zanjan por la regla de la mayor¨ªa, sino mediante procedimientos mucho m¨¢s complejos y dilatados en el tiempo, lo que dificulta que se anule cualquier conjunto de derechos y libertades existentes.
No pretendo negar la importancia de la intervenci¨®n popular. El gran logro de la democracia es que incorpora a los hombres y mujeres corrientes, a ustedes y a m¨ª, al proceso de toma de decisiones. De hecho, el adjetivo ¡°liberal¡± garantiza que cada cual sea en efecto incorporado en dicho proceso de un modo que nunca se hab¨ªa dado en las democracias que han existido a lo largo de la historia, desde la de Atenas a la de EE?UU. Los derechos y las libertades civiles son posesi¨®n leg¨ªtima de cada uno de los miembros de la comunidad pol¨ªtica, ya sean jud¨ªos, negros, mujeres, deudores, delincuentes o los m¨¢s pobres entre los pobres. Todos nosotros intervenimos en los debates democr¨¢ticos, en la organizaci¨®n de movimientos sociales y partidos pol¨ªticos, y participamos en las campa?as electorales. Pero, incluso cuando salimos victoriosos, existen l¨ªmites que restringen el alcance de nuestras decisiones. As¨ª pues, los demagogos populistas se equivocan al afirmar que, una vez que han ganado unas elecciones, representan o encarnan ¡°la voluntad del pueblo¡± y pueden hacer lo que les venga en gana. La realidad es que hay muchas cosas que no pueden hacer.
Lo que quieren estos populistas, ante todo, es promulgar leyes que garanticen su victoria en las siguientes elecciones, que pueden llegar a ser los ¨²ltimos comicios significativos. Atacan a los tribunales y a la prensa; menoscaban las garant¨ªas constitucionales; se apoderan del control de los medios de comunicaci¨®n; reorganizan el electorado excluyendo a las minor¨ªas; acosan o reprimen de manera activa a los l¨ªderes de la oposici¨®n, todo ello en nombre del gobierno de la mayor¨ªa. Son, como ha dicho Viktor Orb¨¢n, el primer ministro de Hungr¨ªa, ¡°dem¨®cratas iliberales¡±.
Las victorias populistas son un desastre para quienes est¨¢n en el bando perdedor, y probablemente de forma especial para los periodistas liberales, la voz diaria de la oposici¨®n, a quienes se suele acusar falsamente de corrupci¨®n o sedici¨®n y meter entre rejas. Perder unas elecciones, a pesar de todos los esfuerzos de los populistas para garantizarse la victoria, supondr¨ªa un desastre para ellos, pues nosotros (los dem¨®cratas liberales) creemos que sus ataques a la Constituci¨®n y su violaci¨®n de los derechos civiles constituyen actos criminales. Es mucho lo que est¨¢ en juego en este tipo de pol¨ªtica. Uno pierde las elecciones, pierde poder y acaba en la c¨¢rcel.
Los l¨ªmites liberales que se imponen a la democracia son una especie de prevenci¨®n de desastres para todos los implicados. Reducen las expectativas que est¨¢n en juego en el conflicto pol¨ªtico. Perder unas elecciones no priva a nadie de sus derechos civiles ¡ªentre los que est¨¢ el derecho a la oposici¨®n, que entra?a la esperanza de una victoria la pr¨®xima vez¡ª. La alternancia en el poder es una caracter¨ªstica habitual de la democracia liberal. Evidentemente, nadie quiere rotar y tener que dejar su cargo p¨²blico, pero todos los cargos p¨²blicos aceptan y conviven con los riesgos de la alternancia. Sin embargo, dichos riesgos no conllevan la represi¨®n ni el encarcelamiento. Uno pierde las elecciones, pierde el poder y se va a casa. Precisamente as¨ª entiende los l¨ªmites impuestos por el adjetivo ¡°liberal¡± el socialista italiano Carlo Rosselli, uno de los l¨ªderes de la resistencia antifascista en las d¨¦cadas de 1920 y 1930, y autor del libro Socialismo liberal (...) ¡°Liberal¡±, escribe Rosselli, describe ¡°un conjunto de normas del juego que todas las partes rivales se comprometen a respetar, unas normas destinadas a garantizar la coexistencia pac¨ªfica de los ciudadanos (¡); a restringir la competencia dentro de unos l¨ªmites tolerables, a permitir que todas las partes se turnen en el poder¡±. As¨ª que el socialismo liberal de Rosselli incorpora la democracia liberal. Para ¨¦l, as¨ª como para los dem¨®cratas a los que ¨¦l sigue, el adjetivo ¡°liberal¡± supone una fuerza, adem¨¢s de limitadora, diversificadora: garantiza la existencia de ¡°varios partidos¡± (es decir, m¨¢s de uno) y posibilita que cada uno de ellos alcance el ¨¦xito (...)
Marx sostuvo hace mucho que la victoria final del proletariado en la lucha de clases pondr¨ªa fin a todas las formas de antagonismo social. Existir¨ªa una sola clase de ciudadanos iguales: una clase, un conjunto de intereses; nada importante que objetar. El pluralismo podr¨ªa seguir existiendo, pero ser¨ªa un pluralismo en los estilos arquitect¨®nicos, las teor¨ªas literarias, las organizaciones deportivas, y no, claramente, un pluralismo de ¡°varios partidos¡± compitiendo por el poder.
¡°Liberal¡± es un adjetivo fuerte y, como es natural, las restricciones que impone no solo son vinculantes para los demagogos populistas que ganan las elecciones sino tambi¨¦n para nuestros favoritos de la izquierda cuando ganan, si es que ganan. Analiz¨¢ndolo retrospectivamente, nosotros, los dem¨®cratas liberales, habr¨ªamos tenido que rechazar la Reforma de Procedimientos Judiciales de 1937 de Roosevelt [el intento del entonces presidente de EE?UU de controlar el Tribunal Supremo]. Aquel fue un ejemplo de populismo de izquierdas, pero es comparable al ataque a los tribunales de Donald Trump, un populismo de derechas. S¨ª, la toma de decisiones judiciales es, en parte (probablemente en gran parte) un proceso pol¨ªtico. Por tanto, los dem¨®cratas liberales deber¨ªan mostrar deferencia hacia el ¨¢rea legislativa, excepto en casos relacionados con los derechos humanos y las libertades civiles, donde s¨ª que queremos jueces activistas. De manera m¨¢s general, el profesionalismo judicial puede ser una pieza importante de la restricci¨®n liberal, como hemos visto cada vez que los tribunales han declarado inconstitucionales muchos de los decretos presidenciales de Trump.
Una de las viejas doctrinas de los militantes socialistas es que el derrocamiento del capitalismo exigir¨¢ un periodo de dictadura o, al menos, una suspensi¨®n temporal de las libertades civiles; una dictadura democr¨¢tica del proletariado o, m¨¢s probablemente, una dictadura antidemocr¨¢tica de la vanguardia del proletariado. Sin duda, se reprimir¨ªa a los tribunales defensores de la libertad civil o se sustituir¨ªa a los jueces por sujetos leales que har¨ªan lo que se les ordenara. Los socialistas liberales no niegan necesariamente que el derrocamiento definitivo del capitalismo pueda requerir medidas de ese tipo. Si uno cree en la finalidad, entonces no puede permitir que ¡°varios partidos se turnen en el poder¡±. Pero las medidas coercitivas necesarias para impedir esa alternancia no dar¨¢n lugar al socialismo que nosotros (los socialistas liberales) queremos. El adjetivo ¡°liberal¡± implica que el socialismo solo puede alcanzarse con el consentimiento del pueblo; hay que batallar por ¨¦l democr¨¢ticamente. La lucha ha sido larga, y en el camino ha habido y habr¨¢ concesiones a los rivales, cuyos derechos hemos de respetar. Dar dos pasos hacia adelante y uno hacia atr¨¢s es mucho mejor que dar tres pasos hacia adelante pasando por encima de los cad¨¢veres de nuestros adversarios.
¡°Liberal¡± tambi¨¦n significa que habr¨¢ margen para que los socialistas discrepen entre ellos respecto a la estrategia y las t¨¢cticas de la lucha y sus objetivos a corto y largo plazo. As¨ª pues, habr¨¢ muchos socialismos, y cabe esperar hallar partidos, sindicatos y formaciones ideol¨®gicas de diferentes tipos compitiendo por conseguir adeptos e influencia en el marco democr¨¢tico liberal. Como sosten¨ªa Rosselli, la competencia ser¨¢ continua porque, al fin y al cabo, ¡°liberal¡± significa que ¡°el socialismo no es un ideal est¨¢tico y abstracto que un d¨ªa se pueda alcanzar plenamente¡±. El mundo cambia; surgen nuevas desigualdades que reemplazan a las viejas; nunca dejamos de pelearnos entre nosotros; la pol¨ªtica socialista es un trabajo constante. Como insinu¨® Eduard Bernstein hace mucho tiempo, el movimiento es m¨¢s importante que el fin o, como escribi¨® Rosselli: ¡°El fin reside en nuestras actuaciones presentes¡±. (...)
Seg¨²n Rosselli, los socialistas se definen por su ¡°adhesi¨®n activa a la causa de los pobres y los oprimidos¡±. Pero ese apego no puede definirse mediante una doctrina global. No se expresa en una sola postura ideol¨®gica correcta que una ¨¦lite de expertos, una vanguardia pol¨ªtica, pueda imponernos a los dem¨¢s. ¡°Habr¨¢ sufrimiento¡±, afirma Rosselli, ¡°por intentar encadenar un movimiento que lleva siglos desarroll¨¢ndose, un movimiento irrefrenablemente polif¨®nico, a un credo filos¨®fico dado¡±. Y desde luego, ha habido mucho sufrimiento a lo largo de los a?os por intentar hacerlo. Los socialistas liberales se muestran esc¨¦pticos incluso respecto a los credos con los que est¨¢n comprometidos; en todos los compromisos liberales hay una pizca de iron¨ªa inherente. En EE?UU, ese socialismo democr¨¢tico resucitado parece hoy irrefrenablemente polif¨®nico, a pesar de que algunas voces est¨¦n desprovistas de escepticismo, demasiado impacientes por negar la correcci¨®n pol¨ªtica de los dem¨¢s. Para evitar el sufrimiento ser¨¢ necesario un compromiso continuo con el adjetivo ¡°liberal¡±.
Los nacionalistas son personas que ponen en primer lugar los intereses de su pa¨ªs. Los nacionalistas liberales hacen eso y, al mismo tiempo, reconocen el derecho de otras personas a hacer lo mismo (...) Reconocen la legitimidad y los leg¨ªtimos intereses de las diferentes naciones. Del mismo modo que los dem¨®cratas liberales ponen l¨ªmites al poder de las mayor¨ªas triunfalistas y los socialistas liberales ponen l¨ªmites a la autoridad de las vanguardias obsesionadas con la teor¨ªa, los nacionalistas liberales ponen l¨ªmites al narcisismo colectivo de las naciones.
Nosotros, los defensores del adjetivo ¡°liberal¡±, no negamos que las mayor¨ªas tengan derechos, ni que las teor¨ªas sobre la sociedad y la econom¨ªa sean ¨²tiles desde un punto de vista pol¨ªtico, ni que la pertenencia nacional sea un valor genuino. Pero defendemos a las minor¨ªas frente la tiran¨ªa de la mayor¨ªa y a los activistas corrientes frente a la arrogancia de la vanguardia. Y defendemos a los pa¨ªses que necesitan Estados frente a cualquier Estado nacional enemigo (kurdos, palestinos y tibetanos, por ejemplo, frente a Turqu¨ªa, Israel y China, respectivamente). Pero lo hacemos sin negar los derechos nacionales de turcos, israel¨ªes y chinos.
En cambio, quienes se autodenominan ¡°cosmopolitas¡± condenan todos los nacionalismos y niegan el valor moral de la pertenencia a un pa¨ªs. ?Puede existir un cosmopolitismo liberal? Puesto que los fil¨®sofos cosmopolitas reconocen un mundo de individuos portadores de derechos, seguramente se les deber¨ªa llamar liberales. Pero la mayor¨ªa de estos individuos conceden un gran valor a su pertenencia particular y se identifican a s¨ª mismos como franceses, japoneses, ¨¢rabes, noruegos, y no como ciudadanos del mundo. A mi parecer, la negativa a reconocer estas identidades y a valorar el pluralismo que emana de ellas es iliberal. Un Estado global y cosmopolita tendr¨ªa que reprimir de un modo brutal la identidad nacional o la lealtad ¨¦tnica de (casi) todo el mundo. Para evitar la brutalidad, los cosmopolitas liberales deber¨ªan hacer las paces con los nacionalistas liberales. La paz se llama internacionalismo (...).
El pensador pol¨ªtico ingl¨¦s Thomas Hobbes, al reflexionar sobre la dif¨ªcil situaci¨®n de los refugiados que hu¨ªan del hambre y la persecuci¨®n, escribi¨® que las personas que viv¨ªan en los Estados vecinos posiblemente tendr¨ªan que ¡°vivir m¨¢s apretados¡± para dar cabida a los refugiados. Podr¨ªamos decir que ¨¦ste es el requisito moral de un nacionalismo (muy) liberal, pero es dif¨ªcil exigir algo as¨ª; y dar cabida a refugiados rara vez conlleva que los nativos tengan que api?arse hasta ese punto. Hay otra exigencia del nacionalismo liberal que es m¨¢s sencilla de llevar a cabo: los Estados nacionales imperiales que se han expandido a costa de otros pa¨ªses deben retirarse de estos y contraer su tama?o. Dudo que exista algo como el ¡°imperialismo liberal¡±, pero, de existir, ser¨ªa un imperialismo verdaderamente comprometido con su futura contracci¨®n y que dar¨ªa cabida a los pa¨ªses sometidos. Los defensores radicales de ¡°la peque?a Inglaterra¡± a finales del siglo XIX y principios del XX eran antiimperialistas y, al mismo tiempo, buenos nacionalistas liberales. El ¡°Gran Israel¡± de hoy es un ejemplo de nacionalismo iliberal, mientras que los defensores del ¡°peque?o Israel¡± son sionistas liberales.
El adjetivo ¡°liberal¡± se ajusta a los intereses de los pa¨ªses que ya existen y de los que aspiran a serlo; asimismo reconoce los derechos de las minor¨ªas dentro de los Estados que las naciones crean. La mayor¨ªa de los Estados nacionales incluyen a minor¨ªas ¨¦tnicas y religiosas, y su liberalismo se pone a prueba en el tratamiento que dan a estos grupos. ?Tienen los miembros de las minor¨ªas los mismos derechos y deberes que los dem¨¢s ciudadanos? ?Tienen las mismas oportunidades econ¨®micas? Si est¨¢n concentrados en una regi¨®n, ?tienen un grado de autonom¨ªa pol¨ªtica o cultural que encaje con su historia y condici¨®n actual? ?Las disposiciones federales se deciden de manera democr¨¢tica? El ¡°federalismo asim¨¦trico¡± de Canad¨¢, que garantiza m¨¢s derechos a Quebec, donde se habla franc¨¦s, es fruto de la labor democr¨¢tica y colaborativa de una minor¨ªa resuelta y de un pa¨ªs liberal.
Calificar de liberal el nacionalismo contribuye a la pluralidad de los pa¨ªses; va unido a la calificaci¨®n de liberal de cada nacionalismo espec¨ªfico. Los pa¨ªses liberales no se crean ni se definen por ¡°la sangre y la tierra¡±, ni por designaci¨®n divina ni por una historia que se inicia en el principio mismo de los tiempos y que nunca se ha interrumpido. La sangre siempre est¨¢ mezclada; la geograf¨ªa cambia con el paso del tiempo; Dios no participa; y la historia est¨¢ enmara?ada con otras historias. El relato nacional es en parte verdadero y en parte imaginado, y los historiadores revisionistas siempre ponen en entredicho la versi¨®n vigente.
Asimismo, las naciones liberales no est¨¢n cohesionadas en el plano ideol¨®gico; sus miembros son mon¨¢rquicos y republicanos, libertarios y socialistas, conservadores y radicales. Un pa¨ªs plurinacional, multirracial y con m¨²ltiples religiones como Estados Unidos est¨¢ en gran medida definido por su pol¨ªtica. Se mantiene unido merced al compromiso de sus ciudadanos con un determinado r¨¦gimen pol¨ªtico y a su reconocimiento de la autoridad de documentos fundacionales como la Declaraci¨®n de Independencia y la Constituci¨®n. Quienes se oponen a esa pol¨ªtica o cuestionan esa autoridad son llamados ¡°antiamericanos¡±, al igual que lo fueron los miembros del Partido Comunista en la d¨¦cada de 1950. ¡°Pero en una sociedad en la que la cohesi¨®n social se fundamenta en criterios nacionales, culturales e hist¨®ricos¡±, escribe la polit¨®loga israel¨ª Yael Tamir, ¡°tener opiniones inconformistas no conduce necesariamente a la excomuni¨®n¡±. Los pol¨ªticos franceses de extrema derecha no acusan a los comunistas franceses de participar en ¡°actividades antifrancesas¡± o, por poner un ejemplo m¨¢s elocuente: ¡°De Gaulle nunca dud¨® que Sartre fuera un miembro respetado de la naci¨®n francesa¡±.
El comunitarismo describe el estrecho v¨ªnculo de un grupo de personas que comparten un compromiso con una religi¨®n, una cultura o una pol¨ªtica. El designio del comunitarismo es, al igual que el de los nacionalistas, promover los intereses de su comunidad, pero el ¨¦nfasis de su compromiso es interno; se centran en la calidad o la intensidad de su vida en com¨²n. Puede que el republicanismo c¨ªvico sea la versi¨®n m¨¢s conocida del comunitarismo. Jean-Jacques Rousseau es uno de sus profetas, y est¨¢ claro que no es un liberal. Rousseau describe el ciudadano ideal: un hombre (la mujer todav¨ªa no estaba incluida) que corre de una asamblea p¨²blica a otra y que extrae la mayor parte de su felicidad de su vida pol¨ªtica, y no de su vida privada. La ciudadan¨ªa entra?a un compromiso que excluye todos lo dem¨¢s; las asociaciones secundarias son una amenaza para la integridad de la rep¨²blica.
La rep¨²blica civil de Rousseau es tambi¨¦n un Estado nacional iliberal, como pone de manifiesto en sus Consideraciones sobre el Gobierno de Polonia, donde describe la educaci¨®n de los futuros ciudadanos: ¨¦stos habr¨¢n de estudiar historia polaca, geograf¨ªa polaca, cultura polaca, literatura polaca y punto. ¡°Es la educaci¨®n la que ha de proporcionar una formaci¨®n nacional a las personas y orientar sus opiniones y gustos de tal modo que sean patriotas por inclinaci¨®n, por pasi¨®n y por necesidad.¡± Aqu¨ª el comunitarismo y el nacionalismo se al¨ªan formando una uni¨®n radicalmente iliberal.
Cuando yo ense?aba en clase sobre la pol¨ªtica de Rousseau siempre tuve la impresi¨®n de que su rep¨²blica era una comunidad sobrecalentada. Un comunitarismo liberal reducir¨ªa tal acaloramiento: permitir¨ªa a los ciudadanos no asistir a (algunas) asambleas por el bien de su felicidad privada; ver un partido de b¨¦isbol, ir al cine, jugar con sus hijos, trabajar en el jard¨ªn, hacer el amor o simplemente sentarse con los amigos a charlar. Combinar¨ªa el celo de la democracia participativa con la serenidad de la democracia representativa, de manera que los hombres y mujeres que no amaran la pol¨ªtica tuvieran voz y voto en las decisiones pol¨ªticas. Sus escuelas estar¨ªan orientadas a formar patriotas por inclinaci¨®n, pero no por necesidad. Los alumnos leer¨ªan novelas traducidas de otros idiomas y estudiar¨ªan la historia y la geograf¨ªa de otros pa¨ªses.
Otra posibilidad es que los comunitaristas liberales eviten la rep¨²blica civil en su conjunto alegando que el Estado debe ser una democracia liberal o una socialdemocracia liberal que proporcione el marco para una pluralidad de comunidades, algunas acaloradas y otras no. ?sta es mi versi¨®n favorita del comunitarismo. Que haya muchas comunidades. Por supuesto, algunos elegir¨¢n una sola, deleit¨¢ndose en la intensidad de su vida en com¨²n y distingui¨¦ndose de manera radical de (y quiz¨¢s por oposici¨®n a) sus conciudadanos. La pol¨ªtica basada en la identidad suele derivar de una atenci¨®n concentrada en cierto inter¨¦s grupal, pero es un comunitarismo iliberal el que la fomenta y la instiga.
Muchos de nosotros elegir¨ªamos m¨¢s bien ser miembros de diferentes comunidades, y la intensidad de nuestro compromiso variar¨ªa conforme a la pluralidad de nuestras pertenencias. Yo puedo ser al mismo tiempo un jud¨ªo, un socialista, un acad¨¦mico de la teor¨ªa pol¨ªtica, un neoyorquino, un esposo y un padre (y abuelo) y un ciudadano activo ¡ªaunque a tiempo parcial¡ª de la rep¨²blica estadounidense.
Asumo que el adjetivo ¡°liberal¡± funciona de la misma forma en lo que se refiere a cat¨®licos, protestantes, musulmanes, hind¨²es y budistas, y a continuaci¨®n intentar¨¦ decir algo sobre las religiones liberales en general. Los jud¨ªos liberales, por otra parte, son diferentes, ya que los jud¨ªos son tanto una naci¨®n como una comunidad religiosa. De modo que somos ¡ªo deber¨ªamos ser¡ª liberales en el plano nacional y en el religioso, lo que significa que ning¨²n compromiso teol¨®gico, ni ideol¨®gico, ni religioso ni secular podr¨¢ jam¨¢s ser descrito como no jud¨ªo. Los jud¨ªos ateos no son jud¨ªos no practicantes; son tan jud¨ªos como los jud¨ªos ortodoxos, puesto que todos somos miembros del pueblo jud¨ªo.
Los jud¨ªos liberales con una identidad religiosa no difieren de los cat¨®licos, los protestantes, los musulmanes liberales, etc¨¦tera. Supuestamente toda esta gente cree en la leg¨ªtima existencia de otras religiones; ¡°liberal¡± sigue siendo un adjetivo pluralizador. En el ¨¢mbito religioso deber¨ªa funcionar de la misma manera que en el ideol¨®gico. Los creyentes liberales reconocen el derecho a diferir, de ah¨ª los derechos de los herejes y los infieles. De ah¨ª tambi¨¦n la multiplicaci¨®n de denominaciones y sectas que pueblan el espacio p¨²blico de la sociedad civil y que dan cabida a los grupos que vienen despu¨¦s. Los miembros de todos estos grupos profesan sus creencias con fervor, quiz¨¢, pero sin fanatismo. Al igual que los socialistas liberales rechazan la idea de una dictadura de la vanguardia, tambi¨¦n los creyentes liberales rechazan cualquier coerci¨®n en asuntos religiosos. La fe es libre.
Los creyentes liberales no solo reconocen la legitimidad de otras creencias, sino tambi¨¦n la sinceridad de los hombres y mujeres que profesan esas creencias. ¡°Estos otros¡±, podr¨ªan decir los liberales, ¡°creen en lo que creen del mismo modo en que nosotros creemos en lo que creemos y, por lo tanto, podemos reconocer el valor que para ellos tienen sus creencias (puesto que sabemos el valor que para nosotros tienen las nuestras). Y, adem¨¢s, debemos conciliar las actividades, y en ocasiones la falta de acci¨®n que esas creencias producen¡±. Para los no creyentes radicales dicha conciliaci¨®n probablemente resulte m¨¢s dif¨ªcil, aunque el adjetivo ¡°liberal¡± la siga exigiendo.
La religi¨®n iliberal es f¨¢cil de describir; es al menos tan com¨²n como el fanatismo ideol¨®gico. Toda religi¨®n que subordine a las mujeres ¡ªlo que significa pr¨¢cticamente todas las religiones en sus versiones ortodoxas y fundamentalistas¡ª es a todas luces iliberal. Asimismo, los hombres y mujeres que creen que la religi¨®n o la ausencia de religi¨®n de los dem¨¢s los relega a la eterna subordinaci¨®n (o perdici¨®n) y que ellos, ¡ªlos verdaderos creyentes¡ª est¨¢n obligados moralmente a salvarlos, son iliberales, y lo son de manera activa.
Pero la descripci¨®n tambi¨¦n se ajusta a quienes piensan que esa salvaci¨®n no es ni necesaria ni posible. Los jud¨ªos que creen que la mayor¨ªa de los no jud¨ªos nunca ver¨¢n el mundo por venir son jud¨ªos iliberales, lo mismo que los protestantes evang¨¦licos que creen que los jud¨ªos est¨¢n condenados al infierno son cristianos iliberales. A¨²n m¨¢s peligrosos, sin embargo, son los fan¨¢ticos que aspiran a ¡°forzar el final¡± y establecer el reino mesi¨¢nico, el califato isl¨¢mico, un sagrado territorio aut¨®nomo de Jesucristo o cualquier otra versi¨®n religiosa del fin de la historia laica. La mayor¨ªa de los creyentes liberales probablemente tengan una actitud esc¨¦ptica o ir¨®nica ante el fin de los tiempos.
De esta explicaci¨®n de la religi¨®n liberal e iliberal se deduce que el poder del Estado no puede utilizarse para adoctrinar a futuros ciudadanos en la versi¨®n ortodoxa del juda¨ªsmo y el catolicismo (o de cualquier otra religi¨®n) ni para perseguir a herejes o infieles. Un Estado nacional liberal puede hacer hincapi¨¦ en la religi¨®n mayoritaria en su sistema educativo, ya que es posible que la religi¨®n haya desempe?ado un papel importante en la historia del pa¨ªs. Pero no convertir¨ªa esa religi¨®n en un catecismo escolar m¨¢s de lo que los socialistas liberales en el poder convertir¨ªan la ideolog¨ªa socialista en el catecismo escolar (como hicieron los socialistas iliberales en la Uni¨®n Sovi¨¦tica). Y ense?ar¨ªa tambi¨¦n la historia de las religiones minoritarias locales, as¨ª como la de otros pa¨ªses y sus religiones: los griegos de la Antig¨¹edad, los israel¨ªes de la Antig¨¹edad, los or¨ªgenes del islam, el confucianismo chino y mucho m¨¢s. No refrendar¨ªa ni promover¨ªa ninguna versi¨®n concreta de ninguna religi¨®n (ni de ninguna ideolog¨ªa). Hay muchas maneras de ser religioso y todas ellas reconocidas, todas ellas protegidas y ninguna de ellas priorizada por el adjetivo ¡°liberal¡±.
La mayor¨ªa de la gente probablemente piense que un jud¨ªo o un cat¨®lico liberales (o un liberal que profese cualquier otra fe) es un jud¨ªo o un cat¨®lico que vota a los Dem¨®cratas. Esto es en parte cierto, pues el adjetivo ¡°liberal¡± se puede transferir, y por eso es probable que los creyentes liberales sean dem¨®cratas liberales y (en Estados Unidos) liberales adeptos del New Deal o socialdem¨®cratas. Durante muchos a?os este tipo de hombres y mujeres han apoyado al Partido Dem¨®crata. Pero hemos visto (al menos en el pasado) republicanos liberales que defienden la democracia constitucional, creen en un sistema judicial independiente, est¨¢n c¨®modos en una sociedad pluralista y esperan rotar en su cargo pol¨ªtico.
Es interesante la cuesti¨®n de si existen los grupos, partidos, ideolog¨ªas o identidades que no puedan ser modificados por el adjetivo ¡°liberal¡±. ?Se puede ser, por ejemplo, un hombre jud¨ªo ultraortodoxo liberal o un hombre cristiano fundamentalista liberal? Esos adjetivos no casan bien. Tal vez algunos individuos con talento y flexibilidad sean capaces de conciliar unos y otros adjetivos (tendr¨ªan que estar dispuestos a concebir a las mujeres como iguales), pero sospecho que sus correligionarios dir¨ªan que son ovejas descarriadas. Los dogm¨¢ticos de la religi¨®n, cualquiera que sea su dogma, no pueden ser liberales. Como acabo de decir, es posible que haya republicanos liberales, aunque en la actualidad no se los vea; y conservadores liberales, tambi¨¦n. Ya he expresado mis dudas respecto a un comunista liberal; la versi¨®n estalinista del comunismo sin duda no tolera el adjetivo, aunque estoy convencido de que hay comunistas liberales ¡ªdesde luego s¨ª los hubo en el siglo XIX, y tal vez los haya ahora¡ª que creen en una pluralidad de comunidades de diferentes tipos. Est¨¢ claro que los fascistas y los nazis no pueden ser liberales. El totalitarismo es el modelo ideal de la pol¨ªtica iliberal.
Una monarqu¨ªa liberal es posible, motivo por el que empleo el adjetivo ¡°absoluto¡± para describir su versi¨®n iliberal. Un monarca liberal reina solo y no rota en su cargo p¨²blico, pero ¨¦l o ella admite una pol¨ªtica pluralista con l¨ªmites constitucionales y una pluralidad de religiones.
Creo que el despotismo puede ser ilustrado, como algunos de los d¨¦spotas del siglo XVIII afirmaban ser, pero no liberal. Ni tampoco puede la tiran¨ªa convivir con el modificador ¡°liberal¡±. Dudo de la posibilidad de una oligarqu¨ªa liberal, pero una aristocracia liberal (acorde con Jefferson) es concebible en tanto en cuanto la pertenencia a ella no sea hereditaria. La competencia en excelencia y virtud, as¨ª como la movilidad social que esta produce, podr¨ªa tener algunos de los rasgos de la rotaci¨®n en los cargos p¨²blicos.
La mayor¨ªa de estos posibles usos del adjetivo ¡°liberal¡± no son relevantes hoy en d¨ªa. Pero aquellos con los que empec¨¦ no solo me parecen relevantes, sino de una trascendencia fundamental para la pol¨ªtica contempor¨¢nea. Necesitamos dem¨®cratas liberales para combatir el nuevo populismo; socialistas liberales para combatir el frecuente autoritarismo de los reg¨ªmenes de izquierdas; nacionalistas liberales para combatir los nacionalismos actuales, xen¨®fobos, antiisl¨¢micos y antisemitas; comunitaristas liberales para combatir las pasiones exclusivistas y el fiero partidismo de algunos grupos basados en la ¡°identidad¡±; y jud¨ªos, cristianos, musulmanes, hind¨²es y budistas liberales para combatir el inesperado regreso del fanatismo religioso. Estas son algunas de las batallas pol¨ªticas m¨¢s importantes de nuestra ¨¦poca, y el adjetivo ¡°liberal¡± es nuestra arma m¨¢s importante.
Traducci¨®n de News Clips.
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