El Novaceno, la nueva era de la hiperinteligencia que nos dejar¨¢ boquiabiertos
Con tecnolog¨ªas capaces de mejorarse a s¨ª mismas emerge un nuevo mundo, escribe el ambientalista James Lovelock. En ¨¦l, pareceremos seres de la Edad de Piedra observando la construcci¨®n del ferrocarril
Por todas partes encontramos signos del creciente poder de la inteligencia artificial (IA). Si lee los canales de noticias de ciencia y tecnolog¨ªa, le bombardear¨¢n a diario con desarrollos asombrosos. He aqu¨ª un ejemplo que acabo de detectar. Utilizando tecnolog¨ªas de ¡°aprendizaje profundo¡± tales como AlphaGo, unos cient¨ªficos de Singapur han fabricado un ordenador capaz de predecir el riesgo de sufrir un ataque al coraz¨®n solo con mirarle a los ojos. Y no solo eso, sino que tambi¨¦n puede indicar el g¨¦nero de una persona, igualmente con solo mirarla a los ojos. Tal vez se pregunte qui¨¦n necesita una m¨¢quina para hacer eso, pero la clave est¨¢ en que no sab¨ªamos que eso pod¨ªa hacerse. El ordenador respond¨ªa una pregunta que ni siquiera hab¨ªamos hecho. Puede que esto parezca todav¨ªa muy alejado de un c¨ªborg plenamente funcional, pero tambi¨¦n la bomba de vapor de Newcomen estaba muy lejos del autom¨®vil. Hubo que esperar casi 200 a?os. La tecnolog¨ªa digital y el funcionamiento constante de la Ley de Moore [seg¨²n la cual la velocidad y capacidad de procesamiento de los chips de silicio aumentan exponencialmente] indican que esos grandes pasos se dar¨¢n en unos pocos a?os, luego en unos pocos meses y finalmente en unos pocos segundos.
La evoluci¨®n continuar¨¢ guiando el proceso, pero de formas nuevas. Fueron el valor comercial y la funcionalidad (ambos atributos evolutivos favorables) de la m¨¢quina de Newcomen los que iniciaron el Antropoceno. Estamos a punto de entrar en el Novaceno de una manera semejante. Pronto se inventar¨¢ alg¨²n dispositivo de inteligencia artificial que inaugurar¨¢ definitivamente la nueva era. De hecho, en ciertos sentidos, tales como la ubicuidad de los ordenadores personales y los tel¨¦fonos m¨®viles, ya estamos en un estadio similar al del Antropoceno a principios del siglo XX. Por entonces ten¨ªamos coches impulsados por combusti¨®n interna, aviones b¨¢sicos, trenes veloces, electricidad disponible para los hogares, tel¨¦fonos e incluso los principios b¨¢sicos de la computaci¨®n digital. Un siglo m¨¢s tarde, el mundo hab¨ªa sido transformado por el desarrollo explosivo de esas tecnolog¨ªas. Ahora, menos de 20 a?os despu¨¦s de aquello, otra explosi¨®n est¨¢ en curso. No fue simplemente la invenci¨®n de los ordenadores lo que inici¨® el Novaceno. Tampoco fue el descubrimiento de que los cristales semiconductores como el silicio o el arseniuro de galio se pod¨ªan utilizar para fabricar m¨¢quinas intrincadas y complejas. Tampoco la idea de la inteligencia artificial ni el propio ordenador fueron cruciales para el surgimiento de esta nueva era. Recordemos que el inventor Charles Babbage fabric¨® el primer ordenador a principios del siglo XIX, y que los primeros programas fueron escritos por Ada Lovelace, la hija del poeta lord Byron. Si el Novaceno no es nada m¨¢s que una idea, naci¨® hace 200 a?os.
En realidad, el Novaceno, al igual que el Antropoceno, es una cuesti¨®n de ingenier¨ªa. El paso crucial que inici¨® el Novaceno fue, a mi parecer, la necesidad de usar los ordenadores para dise?arse y fabricarse a s¨ª mismos (...). Este es un proceso que surge de la necesidad ingenieril. Para que se haga una idea de las dificultades a las que se enfrentan los inventores y los fabricantes, el di¨¢metro del cable m¨¢s peque?o que puede verse y manejarse es de un micr¨®metro aproximadamente, el di¨¢metro de una bacteria t¨ªpica. Si tiene el ¨²ltimo ordenador con un chip Intel i7, el di¨¢metro de sus cables ronda los 14 nan¨®metros, 70 veces menor. Era inevitable que, mucho antes de aproximarse a esas ¨ªnfimas dimensiones, los fabricantes estuviesen obligados a utilizar sus ordenadores para ayudar en el dise?o y la fabricaci¨®n de los chips. Es importante resaltar el hecho de que esta invenci¨®n de nuevos dispositivos en colaboraci¨®n con la inteligencia artificial incluye el software adem¨¢s del hardware. As¨ª pues, hemos invitado a las propias m¨¢quinas a fabricar las nuevas m¨¢quinas. Y ahora nos encontramos como los habitantes de una aldea de la Edad de Piedra que observan la construcci¨®n de un ferrocarril a trav¨¦s del valle que conduce hasta su h¨¢bitat. Se est¨¢ construyendo un nuevo mundo. Esta nueva vida ¡ªpues eso es lo que es¡ª (...) ser¨¢ capaz de mejorarse y reproducirse a s¨ª misma. Los errores de estos procesos se corregir¨¢n tan pronto como se detecten. La selecci¨®n natural, tal como la describi¨® Darwin, ser¨¢ reemplazada por una selecci¨®n intencional mucho m¨¢s veloz.
Por consiguiente, hemos de reconocer que la evoluci¨®n de los c¨ªborgs pronto puede dejar de estar en nuestras manos. Los c¨®modos y pr¨¢cticos dispositivos nacidos de la inteligencia artificial, que realizan el trabajo pesado de las tareas dom¨¦sticas, la contabilidad y dem¨¢s, ya no son simplemente los ingeniosos dise?os de los inventores. En un grado significativo, se dise?an a s¨ª mismos. Esto lo digo en serio, porque no existe, por ejemplo, ning¨²n artesano capaz de construir a mano algo tan intrincado y complejo como el chip de procesamiento central de su tel¨¦fono m¨®vil. Los c¨ªborgs vivos nacer¨¢n del vientre del Antropoceno. Podemos estar pr¨¢cticamente seguros de que una forma de vida electr¨®nica como un c¨ªborg jam¨¢s podr¨ªa haber surgido por azar a partir de los componentes inorg¨¢nicos de la Tierra antes del Antropoceno. Nos guste o no, la aparici¨®n de los c¨ªborgs no se puede concebir sin que los humanos representemos el papel de dioses o de padres. No existe en la Tierra ninguna fuente natural de los componentes especiales, tales como los cables ultrafinos hechos de puro metal intacto, ni existen tampoco l¨¢minas de materiales semiconductores que posean exactamente las propiedades adecuadas.
Hay materiales como la mica y el grafito que existen de forma natural, y que podr¨ªan haber evolucionado hasta convertirse en c¨ªborgs, pero no parece que haya sucedido tal cosa en los 4.000 millones de a?os disponibles. Como dec¨ªa el bioqu¨ªmico franc¨¦s Jacques Monod, la evoluci¨®n y la aparici¨®n de la vida org¨¢nica fueron una cuesti¨®n de azar y necesidad. En el caso de la vida org¨¢nica, las sustancias qu¨ªmicas requeridas exist¨ªan en abundancia en la Tierra primitiva; fueron las elegidas por el azar y la necesidad. De hecho, existen en la Tierra tantas piezas de repuesto de la vida que no puedo por menos de preguntarme si alguien las puso ah¨ª, del mismo modo que hoy estamos ensamblando las piezas integrantes de lo que pronto podr¨ªa llegar a ser la nueva vida electr¨®nica. A mi juicio, resulta crucial que comprendamos que, cualquiera que sea el da?o que le hemos causado a la Tierra, nos hemos redimido justo a tiempo, actuando simult¨¢neamente como padres y comadronas de los c¨ªborgs. Solo ellos pueden guiar a Gaia a trav¨¦s de las crisis astron¨®micas hoy inminentes. Hasta cierto punto, la selecci¨®n intencional ya est¨¢ sucediendo, y su factor clave es la rapidez y la longevidad de la Ley de Moore. Sabremos que estamos plenamente en el Novaceno cuando surjan formas de vida capaces de reproducirse y corregir los errores de reproducci¨®n mediante la selecci¨®n intencional. La vida en el Novaceno ser¨¢ capaz entonces de modificar qu¨ªmica y f¨ªsicamente el entorno para satisfacer sus necesidades. Ahora bien, y este es el meollo de la cuesti¨®n, una parte significativa del entorno ser¨¢ la vida como lo es hoy.
James Lovelock es un qu¨ªmico y ambientalista brit¨¢nico, padre de la ¡®Teor¨ªa de Gaia¡¯, una controvertida visi¨®n del mundo como organismo vivo. Este es un extracto de ¡®Novaceno¡¯ (Paid¨®s), que se publica este 1 de septiembre.
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