Antropoceno, la era en la que destruimos el planeta
C¨®mo la actividad humana est¨¢ modificando el planeta hasta provocar profundos cambios
En la cala de Tunelboka, en Getxo (Bizkaia), hay unas rocas que han atrapado el ingenio humano. De reciente formaci¨®n, entre la arena cementada incluyen materiales de desecho del pasado industrial de Bilbao, como escorias del mineral de hierro o trozos del ladrillo usado en los altos hornos. Son rocas naturales, s¨ª, pero tambi¨¦n verdaderos tecnof¨®siles de una ¨¦poca que est¨¢ comenzando, el Antropoceno, donde los humanos est¨¢n dando forma a su destino y al de todo el planeta.
"Estas rocas son un destacable ejemplo del Antropoceno, que se caracteriza por la radical transformaci¨®n de los ecosistemas terrestres por la actividad humana", dice la investigadora de la Universidad de Queensland (Australia) Nikole Arrieta. Desde 2008, y como parte de su doctorado, Arrieta ha estudiado este tipo de rocas, conocidas como beachrocks, primero en Espa?a, ahora en Australia. Aunque lo m¨¢s probable es que la erosi¨®n acabe disolvi¨¦ndolas, una Nikole Arrieta del futuro las estudiar¨ªa "como cualquier otro yacimiento geol¨®gico y utilizar¨ªa las evidencias materiales ah¨ª encontradas para reconstruir la actividad humana de dicha ¨¦poca, que son muchas y no ¨²nicamente industriales: hemos encontrado antiguas botellas de cerveza, envases l¨¢cteos y de lej¨ªa, neum¨¢ticos, calzado, redes y un sinf¨ªn de materiales m¨¢s", a?ade la cient¨ªfica vasca.
Las rocas de Tunelboka son s¨®lo una min¨²scula parte de los datos, hechos y fen¨®menos que atestiguan la llegada del Antropoceno. En unos siglos, las actividades humanas han creado dos centenares de nuevos minerales, algo para lo que la naturaleza habr¨ªa necesitado millones de a?os. En Europa, hay cemento o asfalto a menos de 1,5 kil¨®metros de cualquier parte. En el mundo, la agricultura, la miner¨ªa o la urbanizaci¨®n han transformado ya el 75% de la superficie terrestre. Sobre ella, est¨¢ en marcha la sexta gran extinci¨®n (la quinta fue la de los dinosaurios), con un ritmo de desaparici¨®n de especies 100 veces mayor desde el siglo XX. En el aire, la concentraci¨®n de CO2, principal agente del calentamiento global, va camino de doblarse desde la Revoluci¨®n Industrial. En el agua, el pl¨¢stico y los desechos que generan humanos han llegado hasta los polos o lo m¨¢s profundo de la fosa de las Marianas.
Para muchos cient¨ªficos, el problema no es el cu¨¢nto, sino cu¨¢ndo comenz¨® la nueva ¨¦poca. "Se han propuesto diferentes fechas de inicio para el Antropoceno, en buena medida porque han surgido distintos conceptos, a veces que se solapan, desde distintos grupos del mundo acad¨¦mico de diferentes disciplinas", dice el profesor Jan Zalasiewicz, del departamento de geolog¨ªa de la Universidad de Leicester (Reino Unido). Zalasiewicz es tambi¨¦n miembro del Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno (GTA), al que la Comisi¨®n Internacional de Estratigraf¨ªa ha encargado determinar (en una primera fase) si el impacto humano sobre el planeta se merece que le pongan su nombre (Anthropos, humano en griego) a la porci¨®n de la cronolog¨ªa terrestre que parece estar comenzando.
Mediados del siglo XX
"En el GTA estamos trabajando en lo que podr¨ªamos llamar el Antropoceno geol¨®gico como una unidad distintiva de la historia de la Tierra", comenta Zalasiewicz. Una en la que el foco est¨¢ en "las pruebas de un cambio a gran escala, m¨¢s o menos sincr¨®nico, respecto de las condiciones del Holoceno [la ¨¦poca geol¨®gica previa, iniciada hace unos 11.700 a?os, tras la ¨²ltima glaciaci¨®n]. Un cambio que haya quedado grabado en los estratos m¨¢s recientes por medio de diversos marcadores f¨ªsicos, qu¨ªmicos y biol¨®gicos, como los pl¨¢sticos o la radiactividad".
La decisi¨®n final y formal sobre el nuevo periodo de la historia tendr¨¢ que tomarla la Comisi¨®n Internacional de Estratigraf¨ªa, dependiente de la Uni¨®n Internacional de Ciencias Geol¨®gicas. Y de la misma forma que su objeto de estudio abarca miles o millones de a?os, estos cient¨ªficos necesitan su tiempo. Sobre esa base, el GTA propuso en 2016 que el momento que separa el Holoceno del Antropoceno, el pasado del futuro, podr¨ªa situarse a mediados del siglo XX. Es entonces cuando se precipita la llamada gran aceleraci¨®n: el crecimiento de la poblaci¨®n humana explota, las altas tasas de urbanizaci¨®n de los pa¨ªses ricos se extienden a los pobres, el comercio mundial se intensifica, aparece el turismo de masas... Todo eso dejar¨¢ una marca directa o indirecta en el estrato. Pero la se?al definitiva, la estaca dorada, como la llaman los ge¨®logos, del nuevo tiempo podr¨ªan ser los is¨®topos radiactivos procedentes de los ensayos de las bombas nucleares, cuyo rastro durar¨¢ unos 4.500 millones de a?os, tantos como tiene la Tierra. As¨ª que el Antropoceno debi¨® de empezar el 16 de julio de 1945, cuando EE UU hizo explotar la primera bomba, Trinity, en Alamogordo, Nuevo M¨¦xico.
Nueva ¨¦poca
"Si pensamos en t¨¦rminos simb¨®licos o pol¨ªticos, todo pudo empezar con el cambio clim¨¢tico, la Revoluci¨®n Industrial o incluso el intercambio colombino, pero personalmente me quedo con los is¨®topos", dice el profesor de la Universidad de M¨¢laga Manuel Arias. La desintegraci¨®n de la materia, su dominio por parte humana, es para Arias una especie de culmen "de un proceso de avance tecnol¨®gico iniciado con la Revoluci¨®n Industrial, de una relaci¨®n de los humanos con lo natural que siempre ha sido agresiva". El profesor Arias no es ge¨®logo, ge¨®grafo o ec¨®logo, da clases de ciencia pol¨ªtica. Hace unos meses public¨® el libro Antropoceno. La pol¨ªtica en la era humana (editado por Taurus). La mera publicaci¨®n de un libro con ese t¨ªtulo por un polit¨®logo, por alguien ajeno a las ciencias de la naturaleza, muestra la relevancia que est¨¢ alcanzando esa idea, a¨²n informal, de que los humanos est¨¢n entrando en una nueva ¨¦poca de la que son, al mismo tiempo, sus creadores, sus protagonistas y, para los m¨¢s pesimistas, sus v¨ªctimas.
Los rasgos que mejor definen el nuevo tiempo son el abanico y la escala de impactos y transformaciones que ha sufrido y est¨¢ sufriendo el planeta y la naturaleza que le da vida. Es cierto que los humanos llevan modificando la Tierra desde el mismo instante en el que aprendieron a cultivar los primeros cereales y legumbres en la tierra, al inicio del Holoceno. Pero esas alteraciones locales son hoy globales y probablemente ya no tengan vuelta atr¨¢s. El traspaso de esa puerta o umbral ser¨ªa tambi¨¦n otra prueba m¨¢s de la llegada e irreversibilidad del Antropoceno.
A comienzos de semana, la revista cient¨ªfica PNAS publicaba un estudio sobre la biomasa, la parte org¨¢nica, que tiene vida, existente en el planeta. Casi ning¨²n dato es nuevo, pero le¨ªdos todos juntos apabullan: aunque los humanos vamos camino de la cifra de los 8.000 millones de personas, apenas suponemos el 0,01% de la biomasa terrestre. Aun as¨ª, algo tan min¨²sculo ha provocado que, desde el despertar de las primeras civilizaciones humanas, hace solo unos milenios, hayan desaparecido el 83% de los animales salvajes, el 80% de los mam¨ªferos marinos, la mitad de las plantas del ed¨¦n original o el 15% de los peces. El drama cobra todo su sentido humano al repasar los datos de la vida que queda: el 70% de las aves del planeta son de granja y el 60% de los mam¨ªferos se cr¨ªan en establos. S¨®lo el 4% de estos ¨²ltimos viven en estado salvaje, el resto es vida domesticada; el porcentaje que falta es el que le corresponde a los humanos. El principal autor del estudio, el profesor Ron Milo, del Instituto Weizmann de Ciencias (Israel), dec¨ªa al diario brit¨¢nico The Guardian: "Espero que todo esto muestre a la gente una perspectiva sobre el papel tan dominante que la humanidad juega ahora en el planeta".
Esta intromisi¨®n y modificaci¨®n humana de la naturaleza ha acabado con la tradicional separaci¨®n entre lo natural y lo social. La naturaleza entendida como la ve¨ªan los exploradores rom¨¢nticos del XIX, remota, ex¨®tica, limpia de las inmundicias, salvaje..., ha dado paso a una naturaleza h¨ªbrida que empieza en los parques urbanos y acaba en la reserva de la biosfera m¨¢s valiosa. ?Qu¨¦ hay m¨¢s h¨ªbrido, m¨¢s perturbador, que el hecho de que las escasas regiones del planeta relativamente pr¨ªstinas lo sean precisamente porque los humanos han decidido conservarlas? Para el ec¨®logo mexicano Gerardo Ceballos, director del Laboratorio de Ecolog¨ªa y Conservaci¨®n de Fauna Silvestre de la UNAM, "el impacto de los humanos sobre la vida salvaje en los ¨²ltimos 100 a?os es tan grande que hemos perdido la mayor¨ªa de los mam¨ªferos que sobrevivieron a la transici¨®n del Pleistoceno al Holoceno". En este sentido, los humanos est¨¢n teniendo el efecto que en el pasado tuvieron cataclismos como las glaciaciones o alg¨²n que otro meteorito.
Sin embargo, hay quienes consideran que el nuevo tiempo, el de los humanos (el sufijo -ceno viene del griego nuevo), a¨²n no ha llegado. A muchos cient¨ªficos les parece pretencioso denominar un periodo geol¨®gico con el nombre de uno de los seres que lo viven por muy humano que sea. Otros reconocen el papel central de nuestra especie, pero, a?aden, es un rol que los humanos llevan ejerciendo al menos desde que las benignas condiciones clim¨¢ticas que iniciaron el Holoceno favorecieron la expansi¨®n humana. Es decir, este nuevo tiempo habr¨ªa empezado tras la ¨²ltima glaciaci¨®n y no con la primera bomba at¨®mica.
Esa es la tesis del ge¨®logo estado?unidense George Klein, fallecido recientemente. Ya en el t¨ªtulo de uno de sus ¨²ltimos escritos lo deja claro: Antropoceno. ?Cu¨¢l es su utilidad geol¨®gica? (Respuesta: ninguna). En este texto, Klein reconoce los impactos humanos, pero duda de que sean realmente globales y menos a¨²n perdurables en el tiempo. "?Cu¨¢l es el potencial de conservaci¨®n a largo plazo de cualquiera de los criterios que definir¨ªan el llamado Antropoceno? Probablemente sea peque?o ya que la mayor¨ªa de los estudios que recogen pruebas de las alteraciones humanas se han hecho en ¨¢reas geom¨®rficas que son en su mayor¨ªa erosionables". Pero que rocas como las de Tunelboka desaparezcan sin dejar rastro no har¨¢ que se borre el impacto de los altos hornos, de los trabajadores que los hac¨ªan funcionar, del capital amasado con aquella industria, de toda la historia humana y natural que hay detr¨¢s de ellas.
A otros cient¨ªficos, en su mayor¨ªa sociales, lo que les incomoda es el nombre y lo que pueda esconder detr¨¢s. La profesora de historia de la Universidad de Stanford (EE UU) Gabrielle Hecht public¨® en febrero un ensayo en el que, partiendo de la realidad africana, del verdadero papel de los africanos en los cambios globales, se preguntaba por los protagonistas o causantes del Antropoceno. "Lo que critico es una noci¨®n del Antropoceno que atribuye el cambio ecol¨®gico a toda la humanidad, sin tener en cuenta la geopol¨ªtica o las din¨¢micas de poder de la desigualdad".
Cambio clim¨¢tico
Como sucede con el cambio clim¨¢tico (quiz¨¢ la prueba definitiva de la nueva ¨¦poca), buena parte de la comunidad cient¨ªfica insiste en que el reparto de responsabilidades ha de ser desigual puesto que, tanto en el calentamiento como en los perfiles m¨¢s duros del Antropoceno, las sociedades occidentales y su progreso tienen m¨¢s que ver que las comunidades tradicionales de ?frica, Asia o Am¨¦rica. "Creo que esta versi¨®n del Antropoceno sirve para perpetuar la idea de que bastar¨¢n unas soluciones tecnol¨®gicas para remediar la situaci¨®n actual del planeta, parches que a menudo son ideados y dise?ados por cient¨ªficos e ingenieros del norte y ofrecidos al conjunto del sur como la soluci¨®n sin tener en cuenta el conocimiento, necesidades y medio ambiente locales", sostiene Hecht.
Sin embargo, la tecnolog¨ªa aparece como una de las soluciones a los problemas de la nueva era. En su libro, el profesor Arias recoge los dos caminos alternativos que tienen los humanos ante s¨ª. Por un lado, acelerar, aprovechar la inventiva humana, la ciencia y la tecnolog¨ªa para salir del atolladero. Por el otro, todo lo contrario, echar el freno, reducir el ritmo de crecimiento econ¨®mico y rebajar as¨ª el abuso de los recursos naturales y, si es necesario, jubilar el capitalismo. Pero el decrecimiento no parece una idea atractiva. Arias recoge un fragmento de un libro escrito por el profesor de la Universidad de Leeds (Reino Unido) Jeremy Davies. En The Birth of the Anthropocene, Davies escrib¨ªa: "Terminado el Holoceno, si queremos preservar los derechos y placeres civilizados de los que hemos disfrutado durante aquel, no digamos extenderlos generosamente a m¨¢s personas, ser¨¢ necesario adaptarlos a unas condiciones ecol¨®gicas radicalmente alteradas. He aqu¨ª el problema pol¨ªtico del Antropoceno".
La necesaria adaptaci¨®n tendr¨¢ que partir de la disoluci¨®n de la dicotom¨ªa tradicional entre lo p¨²blico y lo privado. Arias lo expresa as¨ª: "Acciones consideradas tradicionalmente como privadas ¡ªducharse, comer, conducir, tener hijos¡ª generan ahora consecuencias p¨²blicas, en la medida que contribuyen a la disrupci¨®n de unos sistemas planetarios de los que depende la vida de todos". Para resolver este problema, el fil¨®sofo y profesor de la Universidad de Nueva York Dale Jamieson cree necesaria una nueva ¨¦tica. "En un mundo en el que conducir para recoger a tu hija del partido de f¨²tbol contribuye al cambio clim¨¢tico, tenemos que afrontar el hecho de que la distinci¨®n liberal entre esfera p¨²blica propia para la acci¨®n del Estado y una esfera privada donde puedo hacer lo que quiera ya no se mantiene. O rehacemos la distinci¨®n o la abandonamos en favor de alguna otra que preserve los valores de libertad". Es tan f¨¢cil, seg¨²n ¨¦l, como "alinear nuestras acciones con nuestros valores".
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