La familia del futuro depende de las decisiones colectivas del presente
La directora de la London School of Economics propone repensar el contrato social. El cuidado de los ni?os, dice, debe ser parte de la infraestructura de servicios p¨²blicos
Aprovechar las aptitudes de las mujeres en el mercado laboral es beneficioso desde el punto de vista econ¨®mico y mejora el bienestar de los ni?os tras su primer a?o de vida. Una mayor implicaci¨®n del padre en esos primeros a?os de crianza tambi¨¦n tiene claros beneficios para el ni?o. As¨ª pues, un contrato social que reequilibre las responsabilidades cuidadoras entre hombres y mujeres y convierta en retribuido el trabajo no remunerado de las segundas har¨ªa que nuestras sociedades fueran m¨¢s ricas y m¨¢s justas. A nuestros ni?os les ir¨¢ mejor tanto en el plano acad¨¦mico como en el psicol¨®gico si, en sus primeros meses de vida, los cr¨ªan padres y madres implicados y si, tras esa primer¨ªsima infancia, tienen acceso a servicios de guarder¨ªa y preescolar de calidad. El efecto beneficioso que se observa es especialmente importante para ni?os que se cr¨ªan en familias m¨¢s pobres, y mejora adem¨¢s la movilidad social.
Son muchos los modelos que implican una mayor asignaci¨®n de recursos p¨²blicos a la provisi¨®n de una atenci¨®n infantil asequible y de calidad. Que ese apoyo prime un cuidado de base m¨¢s familiar u otro m¨¢s centrado en servicios externos al hogar es una elecci¨®n que, idealmente, deber¨ªa dejarse en manos de los individuos y las familias. Que los costes de esos permisos parentales y esa atenci¨®n infantil fuesen financiados por el Estado en vez de por las empresas y los empleadores en general ayudar¨ªa a igualar m¨¢s las condiciones para los hombres y las mujeres en el trabajo. La clave es que las pol¨ªticas p¨²blicas apoyen a hombres y a mujeres por igual para que cada uno tenga la libertad de elegir y para que la asignaci¨®n de las competencias en la econom¨ªa sea ¨®ptima.
Lo ideal ser¨ªa que los gobiernos proporcionaran un men¨² de opciones para las familias ¡ªbajas por maternidad y paternidad, o mejor a¨²n, permisos parentales que se puedan compartir¡ª con financiaci¨®n p¨²blica tanto para el cuidado infantil institucionalizado fuera de casa como para el que se realiza en el hogar. Las elecciones y decisiones que se tomen en ese sentido son muy personales y dependen en gran medida de las circunstancias individuales. El cambio cr¨ªtico que se debe producir es que se deje de ignorar, o de dar por supuesto o por descontado, el cuidado de los miembros de la generaci¨®n m¨¢s joven encasill¨¢ndolo en la categor¨ªa de trabajo no remunerado. Tiene que convertirse en una parte esencial de la infraestructura de los servicios p¨²blicos, como lo es la sanidad o la educaci¨®n. Tambi¨¦n debe ser flexible para dar cabida a los modos en que la organizaci¨®n tanto del trabajo como de las familias est¨¢ cambiando. Si se hace as¨ª, mejorar¨¢ las vidas tanto de los hombres como de las mujeres, har¨¢ que los ni?os cuenten con un apoyo m¨¢s efectivo y crear¨¢ un empleo que ser¨¢ femenino en muchos casos.
Ahora bien, aunque la provisi¨®n de cuidado infantil es clave, son muchas las pol¨ªticas que tambi¨¦n pueden ayudarnos a avanzar por la senda de un mercado laboral m¨¢s igualitario. Un empleo m¨¢s flexible y con prestaciones asociadas al trabajador ¡ªde manera que no las pierda al cambiar de puesto o empresa y que se puedan ajustar en funci¨®n de si trabaja a tiempo parcial o a tiempo completo¡ª ayudar¨ªa tanto a hombres como a mujeres a equilibrar sus responsabilidades como cuidadores con el cambiante modelo laboral. Un sistema fiscal en el que las personas tributen como individuos es mejor que otro que fomente la tributaci¨®n conjunta de las parejas, por ejemplo. Cuando los matrimonios presentan declaraciones conjuntas, el segundo perceptor (que suele ser la mujer) ve gravados sus ingresos al mismo tipo marginal que su pareja, lo que suele implicar que pague m¨¢s de lo que pagar¨ªa en una declaraci¨®n individual y, por consiguiente, desalienta la participaci¨®n laboral femenina. Por su parte, los calendarios escolares con largas vacaciones estivales representan un problema para los padres y madres trabajadores y no tienen mucho sentido en sociedades en las que son muy pocas las personas empleadas en el sector agrario y en las que el trabajo infantil es ilegal. Ser¨¢ vital, pues, avanzar hacia un tipo de contrato social que apoye en todos esos aspectos a las familias con doble perceptor de ingresos.
Sin embargo, las pol¨ªticas por s¨ª solas no bastan; el contrato social tiene que cambiar dentro del hogar tambi¨¦n. Como ya hemos visto en Jap¨®n y en Corea, hasta la m¨¢s generosa pol¨ªtica de permisos de paternidad del mundo no funcionar¨¢ sin un ajuste de las actitudes sociales. Los pa¨ªses n¨®rdicos sirven de interesante contraste en ese sentido. All¨ª el contrato social ha evolucionado durante d¨¦cadas hasta ser el que es hoy: un contrato caracterizado por altos niveles de empleo femenino, un generoso apoyo p¨²blico estatal y una mayor asunci¨®n de trabajo no remunerado por parte de los hombres. Ese modelo ha logrado sustentar unos elevados niveles de renta y tambi¨¦n de fertilidad, que han servido a su vez para sostener los niveles de poblaci¨®n. El contraste nos lo ofrece, por ejemplo, Corea, donde, a pesar de unas pol¨ªticas cada vez m¨¢s generosas en ese terreno, actualmente se registra la tasa de fertilidad m¨¢s baja del mundo, de solo 0,9 hijos por mujer (y tendr¨ªa que ser de 2,1 para garantizar la estabilidad del nivel de poblaci¨®n del pa¨ªs), porque las actitudes sociales no han cambiado.
?Podemos permitirnos introducir una modificaci¨®n tan sustancial en nuestro contrato social? Yo dir¨ªa m¨¢s bien que lo que no podemos permitirnos es no hacerlo. Las estructuras familiares est¨¢n evolucionando con rapidez: las parejas se casan m¨¢s tarde y las mujeres comienzan a tener hijos a mayor edad; hay m¨¢s familias monoparentales; las poblaciones est¨¢n envejeciendo, y las tasas de natalidad caen en todo el mundo salvo en ?frica. Necesitamos que nuestro contrato social se ponga al d¨ªa de las necesidades de las familias y las econom¨ªas modernas. Posibilitar que m¨¢s mujeres hagan uso de sus talentos en los entornos laborales servir¨¢ para incrementar la producci¨®n, la productividad y los ingresos fiscales muy por encima del coste que pueda suponer la provisi¨®n de un mejor apoyo p¨²blico a los servicios de atenci¨®n a la infancia. Implicar m¨¢s a los padres varones en ese cuidado tambi¨¦n mejorar¨¢ el bienestar de los ni?os y nos permitir¨¢ criar a una generaci¨®n joven m¨¢s productiva, cuyos mayores ingresos aporten tambi¨¦n ingresos tributarios a?adidos para las pensiones y la atenci¨®n sanitaria de una generaci¨®n de mayores que no dejar¨¢ de crecer. En vez de tratar de administrar los compromisos intergeneracionales dentro de las familias ¡ªuna v¨ªa que nos ha llevado a los muy poco igualitarios resultados que hemos logrado en ese terreno a lo largo de la historia¡ª, necesitamos compartir esos riesgos de forma conjunta.
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