Usos insurrectos
Ser¨ªa lamentable que no existan en el PP algunas voces como la de la republicana Liz Cheney, que denuncia el asalto al Capitolio
Es el t¨ªtulo de un pu?ado de canciones norteamericanas que lamentan separaciones sentimentales: The Great Divide; el nombre de varios accidentes topogr¨¢ficos: desde la ruta para bicicletas que cruza Estados Unidos hasta la l¨ªnea divisoria que va del estrecho de Bering al de Magallanes. Es asimismo uno de los mejores libros del economista Joseph Stiglitz. Y finalmente es tambi¨¦n, y sobre todo, la manera de designar en ingl¨¦s la ¡°gran brecha¡±, la polarizaci¨®n social que buscan los disc¨ªpulos de ese influyente manipulador que se llama Karl Rove, asesor de George W. Bush, impulsor de la guerra de Irak y de una l¨ªnea pol¨ªtica que ha arraigado tambi¨¦n en Europa y que busca sobre todas las cosas la fractura social.
¡°La radicalizaci¨®n social que parece consustancial a la democracia liberal¡±, escribi¨® Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao a prop¨®sito de Rove, ¡°no es m¨¢s que el producto de una estrategia de partido para hacerse con el poder y, en su caso, conservarlo¡±. El empeoramiento del clima pol¨ªtico en Espa?a no es tampoco consecuencia de un fen¨®meno atmosf¨¦rico, sino el resultado de una estrategia pol¨ªtica deliberada que ha elegido el Partido Popular para intentar volver al poder y que busca continuamente causas capaces de fracturar la sociedad espa?ola, independientemente de los efectos secundarios que pueda provocar.
En el fondo, la estrategia de la gran divisi¨®n no exige ninguna inteligencia, basta con no tener escr¨²pulos y despreciar la pol¨ªtica como un instrumento que busca justamente lo contrario. Hannah Arendt dec¨ªa que la pol¨ªtica tiene su punto de partida en la pluralidad y que es un espacio p¨²blico donde se habla y se act¨²a. Es decir, pr¨¢cticamente todo lo que niegan los disc¨ªpulos de Rove en el Partido Popular, rechazando de plano cualquier posibilidad de acuerdo o negociaci¨®n, incluso cuando existe un texto producto del dialogo social, o manteniendo bloqueadas durante a?os instituciones como el Consejo General del Poder Judicial.
Cada vez que el PP est¨¢ en la oposici¨®n niega la pol¨ªtica, pero quiz¨¢s nunca lo hab¨ªa hecho provocando tantos efectos secundarios como ahora, quiz¨¢s porque nunca hab¨ªa tenido enfrente un gobierno con una debilidad parlamentaria tan grande que le impide taponar las rendijas por las que ¡°los fracturadores¡± cuelan su estrategia. ¡°Dejemos que ellos hablen de identidad¡±, advert¨ªa Rove en uno de sus discursos, ¡°y nosotros hablemos de nacionalismo econ¨®mico¡±. Los populares suprimen lo de ¡°econ¨®mico¡±, puesto que no pueden oponerse a la permanencia de Espa?a en la Uni¨®n Europea, y se agarran con ansia a la primera parte de la propuesta.
¡°Me preocupa que se coloquen ustedes fuera del sistema¡±, dijo la vicepresidenta Yolanda D¨ªaz en respuesta a la portavoz popular, Cuca Gamarra, durante el debate de convalidaci¨®n del decreto ley de medidas urgentes para la reforma laboral (al que no asisti¨® Pablo Casado). Y en cierta manera en ese estrecho filo se est¨¢ moviendo el PP desde que Mariano Rajoy perdi¨® la moci¨®n de censura y desde que Pedro S¨¢nchez es presidente del Gobierno. No supone otra cosa su estrategia de apropiarse de la Constituci¨®n, negando al mismo tiempo su verdadera esencia, que es la pluralidad. Si algo tuvieron claro los constituyentes, y desde luego los representantes en aquel momento de la derecha democr¨¢tica (UCD), era que el aquel texto ten¨ªa que representar el respeto de una pluralidad de doctrinas, ideolog¨ªas o posiciones.
Los efectos secundarios del Gobierno de Bush y de la gran divisi¨®n de Rove no se apreciaron tan pronto como se est¨¢n apreciando en algunos pa¨ªses europeos y desde luego en Espa?a, quiz¨¢s porque irrumpi¨® en pol¨ªtica Barack Obama, capaz de frenar el proceso, pero su sucesor, Donald Trump, tuvo y tiene sus ra¨ªces en esa misma estrategia. Ser¨ªa lamentable que el Partido Popular no comprendiera los riesgos de semejante operaci¨®n de demolici¨®n, para el futuro del propio partido, pero sobre todo para el de las instituciones democr¨¢ticas, que necesitan un grado determinado de acuerdo y consenso. Ser¨ªa lamentable que no existan en el PP algunas voces como la de la republicana Liz Cheney, que se niega a violar los usos democr¨¢ticos y convalidar el asalto al Capitolio. Voces que dentro del PP adviertan de que poco a poco se est¨¢n sobrepasando incluso los usos incorrectos para caer de lleno en usos insurrectos.
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