Cuando Merkel dijo que Ucrania entrar¨ªa en la OTAN
La excanciller alemana hizo un vaticinio en una cumbre de la Alianza Atl¨¢ntica en 2008. As¨ª lo refleja el historiador Christopher Clark en ¡®Las trampas de la historia¡¯, libro del que ¡®Ideas¡¯ ofrece un extracto y en el que tambi¨¦n se aborda la emergencia del eje Rusia-China
Parece que todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que vivimos unos tiempos inciertos. Pero ?c¨®mo son de inciertos, y por qu¨¦ nos sentimos tan alterados? En todas las situaciones hist¨®ricas ha habido elementos de imprevisibilidad y de riesgo. ?Nuestra sensaci¨®n de inquietud se debe al car¨¢cter objetivo de los acontecimientos del mundo? ?O surge de nuestra propia sensibilidad hist¨®rica, de nuestra conciencia compartida de que somos sujetos que act¨²an hist¨®ricamente en la Europa del siglo XXI? [¡]
Sin embargo, hay una cosa que no deber¨ªamos olvidar. La era en la que estamos ahora arranc¨® con un hermoso principio, por lo menos en Europa. En 1989-1990, la disoluci¨®n del bloque oriental provoc¨® una profunda transformaci¨®n en la estructura geopol¨ªtica de Europa. [¡]
En Occidente se presupon¨ªa que el ascendiente mundial del capitalismo y el triunfo de la democracia liberal iban de la mano, que eran interdependientes. Exist¨ªa la sensaci¨®n de que se hab¨ªa llegado a la c¨²spide de una larga evoluci¨®n hist¨®rica. En los albores del nuevo siglo estadounidense, era f¨¢cil pensar que la propia historia hab¨ªa cumplido su misi¨®n y hab¨ªa llegado a su fin. En un influyente ensayo de 1992, muy debatido, el cient¨ªfico pol¨ªtico Francis Fukuyama hablaba del ¡°final de la historia¡±. [¡]
Sin embargo, la realidad era diferente, porque el decidido aplastamiento de un incipiente movimiento a favor de la democracia a manos del Gobierno chino (en Tiananmen) en 1990 fue igual de importante a la hora de condicionar nuestro presente que la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn en 1989. [¡]
China sali¨® de la Guerra Fr¨ªa por un camino distinto que Europa. El Partido Comunista Chino se aferr¨® al sistema de partido ¨²nico, al tiempo que segu¨ªa adelante con la integraci¨®n condicional del pa¨ªs en la econom¨ªa mundial. A sus pol¨¦micas reivindicaciones de algunas islas del mar de China Meridional pronto se sum¨® un paquete de iniciativas cuyo cometido era consolidar a China como una potencia globalmente dominante.
En esta situaci¨®n de cambios constantes, la era de la post-Guerra Fr¨ªa toc¨® a su fin. ?Y qu¨¦ la sustituy¨®? George Friedman propon¨ªa el ep¨ªgrafe, un tanto desgarbado, de la ¡°era de la post-post-Guerra Fr¨ªa¡±. Sergu¨¦i Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso, hablaba de un orden ¡°postoccidental¡± o ¡°posliberal¡±. El t¨¦rmino oficial del Gobierno chino para designar la era actual es ¡°La ?poca de las Oportunidades Estrat¨¦gicas¡±. Pero los nombres no importan. Lo que caracteriza a la era contempor¨¢nea es la reaparici¨®n de una verdadera multipolaridad.
Esa multipolaridad tiene muchas dimensiones. El aislacionismo de Estados Unidos es una de ellas. Durante la presidencia de Donald Trump, la Administraci¨®n de la Casa Blanca consigui¨® que muchos de los socios tradicionales de Estados Unidos se distanciaran. [¡] Trump plante¨® dudas sobre el compromiso de Estados Unidos con la OTAN, y apel¨® en reiteradas ocasiones a la idea de un orden mundial basado ¨ªntegramente en el principio de que cada Estado defendiera sus propios intereses. Mucho antes de que la no linealidad de Trump colisionara con la Casa Blanca, el r¨¦gimen de Putin hab¨ªa empezado a plantar cara en¨¦rgicamente a la OTAN y a la UE, creando as¨ª un conflicto enquistado en Europa central y oriental para el que no se vislumbra una soluci¨®n. [¡]
Si la cohesi¨®n y la credibilidad de la OTAN parecen estar amenazadas, lo mismo puede decirse de la UE. Puede que muchos imaginaran que la UE reaccionar¨ªa a las crisis de Yugoslavia, de Georgia, a la crisis financiera de Grecia y a las crisis de Ucrania, de los migrantes y de la covid-19 por el procedimiento de adaptar y fortalecer sus estructuras para la toma de decisiones y desarrollando unas respuestas m¨¢s coordinadas a las nuevas emergencias. Pero ha ocurrido lo contrario. Cuanto m¨¢s se agravaban las crisis, menos coordinadas eran las respuestas.
Como nos recuerdan estos ejemplos, no todos los riesgos a los que se enfrenta Europa en esta era son ex¨®genos. Los propios europeos han contribuido a crear algunos de ellos. Recordemos lo que ocurri¨® en la primavera de 2008: Georgia y Ucrania solicitaron integrarse en el Plan de Acci¨®n de Ingreso (MAP) en la OTAN por la v¨ªa r¨¢pida. Si la iniciativa hubiera seguido adelante, los dos pa¨ªses se habr¨ªan convertido en la cuarta y la quinta antiguas rep¨²blicas sovi¨¦ticas en ingresar en la coalici¨®n occidental. Teniendo en cuenta el tama?o de la poblaci¨®n y de la econom¨ªa de Ucrania, sus recursos, su posici¨®n estrat¨¦gica a orillas del mar Negro y su relevancia hist¨®rica para el imperio ruso, su ingreso en la OTAN habr¨ªa sido un golpe demoledor para Rusia. Putin se hab¨ªa limitado a dar una serie de advertencias cada vez m¨¢s claras de que no estaba dispuesto a tolerarlo. Y sin embargo, el presidente Bush presion¨® todo lo posible a favor de su ingreso, y anunci¨® que incluir a Ucrania y a Georgia en el MAP le dejar¨ªa claro a Rusia que ¡°esas dos naciones son y seguir¨¢n siendo Estados soberanos e independientes¡±. Incluso hizo una visita fugaz a Kiev.
Los Estados miembros de la UE estaban divididos ante esa cuesti¨®n. Polonia, los dem¨¢s Estados miembros de Europa oriental y los pa¨ªses escandinavos estaban entusiasmados con la idea. Alemania y Francia se opon¨ªan, igual que m¨¢s tarde Italia, Hungr¨ªa y los pa¨ªses del Benelux. El proceso de ingreso no se inici¨®. Pero la se?ora Merkel admiti¨® que la cumbre de Bucarest en la que se debati¨® el asunto deb¨ªa hacer p¨²blica una declaraci¨®n apoyando las aspiraciones de Georgia y de Ucrania, y afirm¨®: ¡°Estos pa¨ªses llegar¨¢n a ser miembros de la OTAN¡±. Era una tonter¨ªa, pero desencaden¨® una nueva fase de escalada. ?Y qu¨¦ hizo la UE? En mayo, a instancias de Polonia, la UE adopt¨® la idea de una asociaci¨®n oriental para Ucrania como uno de los elementos clave de la nueva pol¨ªtica exterior de la UE, que deb¨ªa desarrollarse bajo los t¨¦rminos del Tratado de Lisboa. Berl¨ªn y Par¨ªs se tragaron sus dudas por el momento y accedieron. La UE y la OTAN siguieron estando, al menos provisionalmente, en total sinton¨ªa.
Incluso un vistazo muy somero a los principales elementos de aquella situaci¨®n pone de manifiesto que no todo iba bien. En primer lugar, hab¨ªa una relaci¨®n muy mal formulada entre la UE y la OTAN, que eran y son, en cualquier caso, dos organizaciones completamente diferentes, con cometidos y capacidades radicalmente distintas, ya que la OTAN es una alianza fuertemente armada y la UE es una estructura civil sin ej¨¦rcito y con un aparato de seguridad extremadamente atrofiado; como siempre, el nivel de consenso interno dentro de la UE sobre las cuestiones m¨¢s cruciales en materia de pol¨ªtica exterior y de defensa era endeble; hab¨ªa un grave desfase entre los compromisos impl¨ªcitos y la voluntad pol¨ªtica o militar de cumplirlos; y hubo un aluvi¨®n de se?ales internacionales mal coordinadas que result¨® ser a la vez ambiguo y provocativo. No era un buen c¨®ctel. Huelga decir que nada de todo lo anterior justifica las intervenciones ilegales de Rusia en Georgia o en Ucrania, ni aten¨²a la amenaza que supone Rusia para las entidades (?incluida la UE!) que su Gobierno identifica como enemigos. Como tampoco justifica las mentiras, ni las intoxicaciones, ni los soeces insultos que Rusia prodig¨® a los Estados occidentales tras el derribo del vuelo 17 de Malaysia Airlines por un misil teledirigido ruso, o tras el atentado fallido contra la vida de Sergu¨¦i Skripal por parte de dos agentes del GRU. Pero cuando en Occidente nos preguntamos c¨®mo hemos llegado a esta situaci¨®n, es bueno que seamos conscientes de nuestro propio papel en los acontecimientos que nos han llevado hasta aqu¨ª.
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