La desigualdad deja marcas: se ve en el genoma de las poblaciones antiguas
Los nuevos estudios gen¨¦ticos demuestran que la discriminaci¨®n se proyecta a lo largo de la historia. Lo explica el espa?ol Carles Lalueza-Fox, uno de los cient¨ªficos l¨ªderes de Europa en paleogen¨¦tica, en su nuevo libro, del que ¡®Ideas¡¯ ofrece un adelanto
Cuando era ni?o, mi casa estaba llena de libros de historia que mi padre hab¨ªa comprado, aunque, desgraciadamente, nunca tuvo tiempo de leerlos. Incluso la calle en la que viv¨ªamos, en el barrio G¨®tico de Barcelona, estaba empapada de historia, ya que la mayor¨ªa de sus edificios datan de la Edad Media. La historia antigua era un tema de conquistadores, citas dram¨¢ticas, batallas sangrientas y muertes. Pero nunca se mencionaba a la gente an¨®nima, el pueblo llano que constituye el grueso de la poblaci¨®n. Aunque a la hora de especializarme me decant¨¦ por la biolog¨ªa evolutiva, la historia siempre me ha interesado. (Se podr¨ªa decir, por supuesto, que esas dos disciplinas, junto con la astronom¨ªa, tienen un elemento en com¨²n: la dimensi¨®n temporal).
Tras a?os trabajando en la gen¨¦tica de los neandertales, comprend¨ª que las novedosas tecnolog¨ªas de secuenciaci¨®n del ADN podr¨ªan ayudarnos a explorar el pasado humano reciente, adoptando un nuevo enfoque multidisciplinar que integrase la gen¨¦tica, la arqueolog¨ªa, la antropolog¨ªa e incluso la ling¨¹¨ªstica. En 2014, dirig¨ª la primera secuenciaci¨®n del genoma de un cazador-recolector europeo a partir del ADN extra¨ªdo de un esqueleto de ocho mil a?os de antig¨¹edad, y al a?o siguiente la del genoma de uno de los primeros agricultores mediterr¨¢neos.
Durante los a?os siguientes, continu¨¦ con esta investigaci¨®n trabajando en proyectos gracias a los cuales pude examinar diferentes horizontes arqueol¨®gicos, en colaboraci¨®n, principalmente, con David Reich, investigador de Harvard y pionero en este campo. En los ¨²ltimos a?os empezamos a incorporar informaci¨®n procedente de fuentes hist¨®ricas que, en ocasiones, desafiaban lo que conoc¨ªamos hasta entonces. Una conclusi¨®n com¨²n de todos estos estudios es que la migraci¨®n, y no solo la propagaci¨®n de las ideas, fue un fen¨®meno muy frecuente en el pasado y que, de hecho, las poblaciones humanas modernas se fueron formando mediante capas sucesivas de diferentes ancestros gen¨®micos asociados a estas migraciones.
Un d¨ªa, en una conversaci¨®n casual sobre mi trabajo, mi mujer me dijo que yo sol¨ªa mirar el pasado desde una perspectiva masculina y que la historia de la humanidad (de hecho, un largo camino salpicado de sufrimiento y discriminaci¨®n, que no ha acabado para muchos) tambi¨¦n inclu¨ªa a las mujeres, nada menos que la mitad de la poblaci¨®n mundial. Y ten¨ªa raz¨®n; aunque las mujeres han sido ignoradas considerablemente en los libros antiguos de historia, ellas han dado a luz a cada nueva generaci¨®n de la humanidad. Piense, por un momento, cu¨¢n diferente ser¨ªa una leyenda como la del rapto de las sabinas (y, seg¨²n los est¨¢ndares modernos, la posterior violaci¨®n) por R¨®mulo y sus compa?eros en la Roma de los primeros tiempos, representada abundantemente en el arte de una forma bastante heroica, si se contara desde la perspectiva femenina en lugar de la habitual masculina.
Me di cuenta de que, de forma directa o indirecta, los nuevos estudios gen¨¦ticos estaban destapando las numerosas capas de desigualdad existentes en las sociedades pasadas, desde los potenciales sesgos de g¨¦nero que descubrimos en estas migraciones hasta las estructuras sociales implementadas para mantener dichas desigualdades, a la vez que nos ayudaban a encontrar pruebas en los cementerios que relacionaban la riqueza y el estatus social con el sexo, el parentesco y la ancestralidad. Los hombres poderosos del pasado pudieron tener m¨¢s descendencia (de diferentes mujeres) que sus contempor¨¢neos, cuyos pocos hijos ten¨ªan, adem¨¢s, menos probabilidades de sobrevivir.
La dentadura con dientes de esclavos de George Washington
Gracias a algunos estudios recientes destinados a analizar la composici¨®n gen¨¦tica de los esclavos africanos, y a otros que estudiaron el genoma de poblaciones modernas mezcladas (especialmente las de las Am¨¦ricas), fue posible reconstruir los diferentes patrones reproductivos. Una vez m¨¢s, si cambiamos nuestro punto de vista, ciertas an¨¦cdotas del pasado, como la de que la dentadura postiza de George Washington fue hecha con dientes arrancados a esclavos negros, nos resultan m¨¢s chocantes, y es l¨®gico que hayan generado una gran variedad de reacciones.
Hay que recalcar que todos esos patrones de desigualdad dejaron marcas gen¨¦ticas que podemos detectar en los genomas de las poblaciones humanas antiguas y modernas. Siempre que analizo alg¨²n nuevo estudio gen¨¦tico descubro nuevas pruebas de desigualdad y discriminaci¨®n en diferentes ¨¦pocas. Y son much¨ªsimos los que sufrieron las consecuencias.
De esas observaciones surgi¨® un buen n¨²mero de ideas desconcertantes. Para mencionar solo unas pocas: aquellos que se beneficiaron de la desigualdad en el pasado, gracias a lo cual tuvieron m¨¢s descendencia, tienen m¨¢s probabilidad de ser nuestros antepasados gen¨¦ticos, y si los hombres ricos se pod¨ªan aparear con diferentes mujeres, y este era un patr¨®n com¨²n, est¨¢ claro que las mujeres contribuyeron m¨¢s que los hombres a la diversidad gen¨¦tica humana moderna.
El fil¨®sofo Walter Benjamin ten¨ªa raz¨®n cuando dijo: ¡°Es una tarea m¨¢s ardua honrar la memoria de los seres an¨®nimos que la de las personas c¨¦lebres¡±. Sin embargo, gracias a los datos gen¨¦ticos, ahora es posible conseguirlo. Lo primero que hay que decir es que la historia (la historia de los actos heroicos, las guerras y las conquistas) ha sido, de hecho, una historia de desigualdad que model¨® los genomas de la humanidad. Dicho esto, la desigualdad no es tan solo una curiosidad del pasado. Predije que la desigualdad influir¨ªa de forma diferencial en la mortalidad causada por la actual pandemia de covid-19 y, unas semanas despu¨¦s, mi corazonada se confirm¨®. La desigualdad est¨¢ integrada en nuestros genomas, pero tambi¨¦n proyecta una larga sombra sobre el futuro de la sociedad. Tendremos que decidir, m¨¢s pronto que tarde, c¨®mo queremos afrontarlo.
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