Helados de leche materna o corteza de ¨¢rbol: recetas para sobrevivir en un futuro sin alimentos
Dos artistas reflexionan en un singular libro editado por la Universidad de Harvard sobre c¨®mo y qu¨¦ comer en un mundo de escasez
Pese a su aspecto, ninguno de los quesos en exhibici¨®n en la Science Gallery de Dubl¨ªn ese d¨ªa eran normales: hab¨ªan sido creados utilizando bacterias provenientes del ombligo, las axilas, los dedos de los pies y la nariz de distintas personas para visibilizar nuestro v¨ªnculo con los microorganismos que nos habitan y hacen posible buena parte de nuestros alimentos. Como otros proyectos similares ¡ªhelados confeccionados con leche materna, yogures y cervezas fermentados con fluidos vaginales, un whisky en cuya producci¨®n se emplea orina de diab¨¦ticos y las recetas con semen del libro Natural Harvest¡ª, el de la bi¨®loga estadounidense Christina Agapakis y la artista noruega Sissel Tolaas, exhibido en Dubl¨ªn en 2013 y titulado Selfmade (Elaboraci¨®n propia), apuntaba a la posibilidad de que la autofagia nos libre alg¨²n d¨ªa de la responsabilidad que supone alimentarnos de otros seres vivientes. Y ni siquiera es el m¨¢s radical de los intentos: en 2006, el artista italiano Marco Evaristti prepar¨® unos polpette al grasso di Marco con la grasa que le hab¨ªa sido extra¨ªda durante una liposucci¨®n; en 2009, en una performance titulada Selfeater/Hunger (Aut¨®fago/Hambre), el serbio Marko Markovi? se hizo extraer quir¨²rgicamente un trozo de tejido de su brazo izquierdo, que se comi¨®; y entre 1997 y 2010, el artista croata Zoran Todorovi? serv¨ªa en sus intervenciones platos confeccionados con tejidos y grasa obtenidos en cl¨ªnicas de cirug¨ªa pl¨¢stica.
?Qu¨¦ comeremos a medida que transcurra el Antropoceno, el periodo hist¨®rico en el que nos encontramos y en el que ¡ªcomo constataron Eugene Stoermer y Paul Crutzen al acu?ar el t¨¦rmino hace dos d¨¦cadas¡ª la actividad humana es la principal fuerza geol¨®gica que existe en el planeta? Los artistas noruegos Zane Cerpina y Stahl Stenslie intentan responder esta pregunta en The Anthropocene Cookbook (El libro de recetas del Antropoceno; MIT Press, 2022; sin edici¨®n en espa?ol). Seg¨²n ellos, en la actualidad hay unos 90.000 t¨ªtulos de cocina disponibles, pero no son suficientes: ¡°Con un futuro que se ha torcido y unas fuentes conocidas de alimentos que resultan inciertas¡±, dicen, ¡°necesitamos nuevas recetas para pensar, producir y consumir alimentos¡± en un momento en que fen¨®menos como el calentamiento global, el aumento de las enfermedades contagiosas, las sequ¨ªas, las inundaciones, la extinci¨®n masiva de las especies, la superpoblaci¨®n, la contaminaci¨®n de los suelos y del aire y un incremento de la competencia internacional por los recursos est¨¢n terminando con la fantas¨ªa de un consumo alimenticio suntuario e infinitamente accesible aun para quienes no pertenecen al 5% de la poblaci¨®n que tiene en sus manos dos tercios de la econom¨ªa. Cerpina y Stenslie se inspiraron en m¨¢s de 70 acciones art¨ªsticas como las mencionadas; pero su libro tambi¨¦n aborda investigaciones dirigidas a crear prote¨ªna a partir de bacterias, hacer comestible la corteza de los ¨¢rboles ¡ªsu aporte energ¨¦tico triplica el de la patata¡ª, deshidratar y preservar la comida que arrojamos a la basura ¡ªentre 95 y 115 kilos anuales por persona en Europa, seg¨²n estad¨ªsticas¡ª, producir alimentos con impresoras 3D, cultivarlos sin suelos ni luz natural, as¨ª como a emplear el dise?o gen¨¦tico para revivir animales extintos de grandes dimensiones de los que alimentarnos, como mamuts y dinosaurios; cultivar hongos comestibles que se alimenten de pl¨¢sticos, popularizar el consumo de insectos, que son ricos en prote¨ªna, etc¨¦tera. ¡°El objetivo es construir narrativas de futuro comunicables¡±, afirman los autores, para ¡°comprender mejor el papel que desempe?a el futuro en lo que hacemos¡±.
The Anthropocene Cookbook se instala en un ¨¢mbito espec¨ªfico de la cr¨ªtica art¨ªstica en el que hay otros t¨ªtulos recientes, como Un arte ecol¨®gico. Creaci¨®n pl¨¢stica y Antropoceno (Adriana Hidalgo, 2022) del ensayista y comisario de arte franc¨¦s Paul Ardenne. Ardenne recorre la producci¨®n art¨ªstica de pintores, escultores, practicantes del land art, fot¨®grafos, videoartistas y performers que, como Gordon Matta-Clark, Gina Pane, Robert Smithson y Ana Mendieta en su d¨ªa, est¨¢n ¡°comprometidos con decisi¨®n y fe en la lucha ecol¨®gica [que] llevan adelante con sus propias armas: las de la representaci¨®n, lo simb¨®lico, lo ¨¦tico¡±. El efecto de su producci¨®n, admite el autor, puede parecer ¡°insignificante¡±, pero contribuye a una ¡°toma de conciencia¡± necesaria en torno a nuestro v¨ªnculo extra?ado con la naturaleza, acerca del que nadie reflexion¨® tanto como el fil¨®sofo franc¨¦s Bruno Latour, quien muri¨® en 2022.
¡°El pasado tiene muchas lecciones para una humanidad que intenta aprender a sobrevivir en el Antropoceno. Civilizaciones como los mayas, los habitantes de la isla de Pascua y los vikingos de Groenlandia desaparecieron despu¨¦s de agotar sus recursos naturales y no adaptarse a las condiciones que hab¨ªan creado¡±, nos recuerdan Cerpina y Stenslie. Menos po¨¦ticos que los artivistas de Ardenne ¡ªo, por el caso, que lo que Patrick Holzapfel, hablando del filme de Michelangelo Frammartino Il Buco, caracterizaba recientemente como ¡°cine tel¨²rico¡±, un cine que ¡°contradice el concepto de la superioridad humana¡± y en el que ya no hay ¡°jerarqu¨ªas entre las cosas, los animales, las plantas y las personas¡±¡ª, los autores de The Anthropocene Cookbook aciertan al mostrar c¨®mo la pregunta de qu¨¦ comeremos en el futuro est¨¢ siendo respondida por el arte, el dise?o, la literatura, la gastronom¨ªa, la filosof¨ªa y la moda, pero erran al no percibir la iron¨ªa de muchos de esos abordajes, en no considerar la consecuencia m¨¢s habitual de la carest¨ªa de alimentos, que es la violencia, y en su enfoque, excesivamente optimista. De acuerdo con las ¨²ltimas previsiones mencionadas en el libro, para 2050 ser¨¢ necesario producir un 70% m¨¢s de alimentos que hoy. ?C¨®mo hacerlo si ya estamos empleando el 80% de la superficie agr¨ªcola ¨²til?
La pregunta es dif¨ªcil de responder, pero, como escribi¨® la ensayista argentina Graciela Speranza al abordar diversos intentos art¨ªsticos de hablar del cambio clim¨¢tico y la cat¨¢strofe medioambiental en su libro Lo que no vemos, lo que el arte ve (Anagrama, 2022), ¡°dar a ver, extra?ar, volver a mirar las cosas, correr el velo que las opaca o poner de manifiesto su oscuridad deliberada, a eso aspira el arte desde hace al menos dos siglos. Pero se enfrenta ahora a la inminencia de algo invisible o nunca visto, [¡] algo que lo sacude o lo apremia, como si con decirlo nos alertara de que hay mucho en juego, y que ma?ana puede ser tarde, si es que ya no atravesamos el punto de no retorno¡±. Que estamos atraves¨¢ndolo es algo sobre lo que incid¨ªan las artistas Miriam Simun y Miriam Songster en GhostFood (2013), un proyecto en el que recreaban la experiencia de comer ciertos alimentos ¡ª?el chocolate producido con cacao de ?frica Occidental y el bacalao del Atl¨¢ntico¡ª que pronto s¨®lo existir¨¢n en nuestro recuerdo, como parte de una memoria que no podremos transmitir.
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