El gran robo de la inteligencia artificial: ?alguien pidi¨® permiso para vampirizar todo conocimiento generado por los humanos?

Tecnolog¨ªas como ChatGPT se adue?an del ingenio, la inspiraci¨®n y las revelaciones colectivas de la humanidad sin nuestro consentimiento. No desembocar en un mundo invadido por manipulaciones y bulos, bucles de imitaci¨®n y desigualdades agravadas depende de decisiones pol¨ªticas

Quintatinta

En los numerosos debates en torno al r¨¢pido lanzamiento de la llamada inteligencia artificial, hay una escaramuza relativamente poco conocida sobre la elecci¨®n de la palabra ¡°alucinar¡±. Este es el t¨¦rmino que los arquitectos y los promotores de la inteligencia artificial utilizan para calificar las respuestas de los chatbots, que son totalmente inventadas o se equivocan por completo. Como, por ejemplo, cuando le pides a un bot una definici¨®n de algo que no existe y te da una respuesta bastante convincente...

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En los numerosos debates en torno al r¨¢pido lanzamiento de la llamada inteligencia artificial, hay una escaramuza relativamente poco conocida sobre la elecci¨®n de la palabra ¡°alucinar¡±. Este es el t¨¦rmino que los arquitectos y los promotores de la inteligencia artificial utilizan para calificar las respuestas de los chatbots, que son totalmente inventadas o se equivocan por completo. Como, por ejemplo, cuando le pides a un bot una definici¨®n de algo que no existe y te da una respuesta bastante convincente, incluso con notas a pie de p¨¢gina inventadas. ¡°Ninguno de los expertos ha resuelto hasta ahora los problemas de alucinaci¨®n¡±, declar¨® hace poco en una entrevista Sundar Pichai, consejero delegado de Google y Alphabet.

Todo eso es verdad, pero ?por qu¨¦ llamar a los errores ¡°alucinaciones¡±? ?Por qu¨¦ no llamarlos basura algor¨ªtmica? ?O fallos t¨¦cnicos? Pues porque alucinaci¨®n indica la misteriosa capacidad del cerebro humano para percibir fen¨®menos que no est¨¢n presentes, al menos no de forma convencional y material. Al apropiarse de una palabra de uso com¨²n en psicolog¨ªa, psicodelia y diversas formas de misticismo, los impulsores de la IA, aunque reconocen que sus m¨¢quinas pueden fallar, alimentan la mitolog¨ªa preferida del sector: que, al construir estos grandes modelos ling¨¹¨ªsticos y entrenarlos en todo lo que los seres humanos hemos escrito, dicho y plasmado visualmente, est¨¢n dando a luz una inteligencia animada que va a desencadenar un salto evolutivo para nuestra especie. Si no, ?c¨®mo iban a estar los bots como Bing y Bard trastabillando por el ¨¦ter?

En el mundo de la IA hay alucinaciones retorcidas, sin duda, pero no son los robots los que las padecen, sino los ejecutivos de las empresas tecnol¨®gicas que les han dado rienda suelta y su falange de seguidores, atrapados, tanto individual como colectivamente, en unos delirios disparatados. No me refiero a la alucinaci¨®n en el sentido m¨ªstico o psicod¨¦lico, un estado de alteraci¨®n mental que incluso puede ayudar a desvelar unas verdades profundas que antes no se percib¨ªan. No. Esta gente alucina, sin m¨¢s: ve ¡ªo finge ver¡ª unos hechos completamente inexistentes e incluso conjura unos universos que har¨ªan que sus productos contribuyeran a engrandecer y educar a todo el mundo.

Nos dicen que la inteligencia artificial generativa acabar¨¢ con la pobreza. Curar¨¢ todas las enfermedades. Solucionar¨¢ el cambio clim¨¢tico. Har¨¢ que nuestro trabajo tenga m¨¢s sentido y nos entusiasme m¨¢s. Nos permitir¨¢ tener una vida de ocio y contemplaci¨®n y recuperar la esencia humana que hemos perdido por culpa de la mecanizaci¨®n del tardocapitalismo. Acabar¨¢ con la soledad. Volver¨¢ a nuestros gobiernos racionales y sensibles. Me temo que estas son las aut¨¦nticas alucinaciones de la IA, las que llevamos oyendo en bucle desde que se present¨® ChatGPT, a finales del a?o pasado.

Existe un mundo en el que la inteligencia artificial generativa, que es una gran herramienta de investigaci¨®n predictiva y capaz de llevar a cabo las tareas tediosas, podr¨ªa utilizarse en beneficio de la humanidad, de otras especies y de nuestro hogar com¨²n. Ahora bien, para ello, esas tecnolog¨ªas tendr¨ªan que desplegarse en un orden econ¨®mico y social muy diferente al nuestro, cuyo objetivo fuera satisfacer las necesidades humanas y proteger los sistemas planetarios que sustentan la vida.

Y quienes no estamos alucinando en estos momentos somos muy conscientes de que nuestro sistema actual no tiene nada que ver con eso. Al contrario, est¨¢ hecho para aumentar al m¨¢ximo la extracci¨®n de riqueza y beneficios ¡ªtanto de los seres humanos como del mundo natural¡ª, una realidad que nos ha llevado a lo que podr¨ªamos denominar la fase necrotecnol¨®gica del capitalismo. En esta realidad de poder y riqueza hiperconcentrados, es mucho m¨¢s probable que la IA no solo no est¨¦ a la altura de todas esas alucinaciones ut¨®picas, sino que acabe siendo una herramienta temible para causar m¨¢s desposesi¨®n y expolio.

Quintatinta

M¨¢s adelante analizar¨¦ por qu¨¦. Pero antes conviene pensar en qu¨¦ prop¨®sito tienen las alucinaciones ut¨®picas sobre la IA. ?C¨®mo influyen en la cultura estas historias de benevolencia a medida que nos encontramos con estas nuevas y extra?as herramientas? Tengo una hip¨®tesis: son una tapadera que encubre el que quiz¨¢ sea el mayor robo y el m¨¢s sustancial de la historia de la humanidad. Porque lo que estamos viendo es a las empresas m¨¢s ricas de la historia (Microsoft, Apple, Google, Meta, Amazon¡­) adue?¨¢ndose unilateralmente de todo el conocimiento humano que existe en formato digital y desechable y encerr¨¢ndolo dentro de unos productos patentados, que, en muchos casos, atacar¨¢n de forma directa a los seres humanos cuyo trabajo de toda una vida ha servido para entrenar a las m¨¢quinas, sin que ellos hayan dado su permiso ni su consentimiento.

Esto no deber¨ªa ser legal. En el caso del material protegido por derechos de autor que, como ahora sabemos, ha servido para entrenar a las m¨¢quinas modelo (incluido este peri¨®dico), se han presentado varias demandas en las que se alega que esa utilizaci¨®n ha sido claramente ilegal. ?Por qu¨¦, por ejemplo, va a permitirse que una empresa con ¨¢nimo de lucro introduzca pinturas, dibujos y fotograf¨ªas de artistas vivos en un programa como Stable Diffusion o Dall-E 2 con el fin de poder ofrecer despu¨¦s copias exactas de esas obras y de que se beneficie todo el mundo menos los propios artistas?

La pintora e ilustradora Molly Crabapple es una de las que encabezan un movimiento de artistas que luchan contra este robo. ¡°Los generadores de arte de inteligencia artificial se entrenan con unos conjuntos de datos inmensos, millones y millones de im¨¢genes protegidas por derechos de autor, recopiladas sin que lo sepan sus creadores ni, por supuesto, se los compense o se les pida permiso. Es el mayor robo de arte de la historia. Perpetrado por empresas aparentemente respetables respaldadas por capital riesgo de Silicon Valley. Es un robo a plena luz del d¨ªa¡±, afirma en una carta abierta de la que es corredactora.

La trampa, por supuesto, es que Silicon Valley dice siempre ¡°disrupci¨®n¡± en vez de robo y se sale demasiadas veces con la suya. La maniobra es conocida: se aventuran en un territorio sin ley, aseguran que las viejas reglas no valen para la tecnolog¨ªa m¨¢s reciente, claman que la regulaci¨®n solo sirve para favorecer a China, mientras practican una pol¨ªtica de hechos consumados. Para cuando ha pasado la novedad de los nuevos juguetes y empezamos a hacer balance de los destrozos sociales, pol¨ªticos y econ¨®micos que han causado, la tecnolog¨ªa ya es omnipresente, de forma que los tribunales y los responsables pol¨ªticos se rinden.

Lo hemos visto con las obras de arte y los libros escaneados por Google. Con la colonizaci¨®n espacial de Musk. Con el asalto de Uber al sector del taxi. Con el ataque de Airbnb al mercado del alquiler. Con la promiscuidad de Facebook a la hora de manejar nuestros datos. No hay que pedir permiso, dicen los disruptores, mejor pedir perd¨®n. (Y engrasar las disculpas con generosas contribuciones de campa?a).

En La era del capitalismo de la vigilancia, Shoshana Zuboff explica con todo detalle c¨®mo se salt¨® la aplicaci¨®n Street View de Google Maps las normas de privacidad cuando env¨ªa sus coches provistos de c¨¢maras a fotografiar nuestras v¨ªas p¨²blicas y el exterior de nuestras casas. Cuando empezaron a presentarse querellas contra la compa?¨ªa, Street View ya estaba tan implantado en nuestros dispositivos (y era tan estupendo y tan c¨®modo) que, aparte de los alemanes, hubo pocos tribunales dispuestos a intervenir.

Ahora, lo mismo que pas¨® con nuestras fachadas est¨¢ pasando con nuestras palabras, nuestras im¨¢genes, nuestras canciones, toda nuestra vida digital. Todo se confisca y se utiliza para ense?ar a las m¨¢quinas a simular el pensamiento y la creatividad. Las empresas que lo hacen tienen que saber que est¨¢n cometiendo un robo o que, por lo menos, hay argumentos de peso para afirmarlo. Pero conf¨ªan en que vuelva a suceder lo de siempre: que, como la dimensi¨®n del atraco ya es tan grande y aumenta a tanta velocidad, los tribunales y las autoridades vuelvan a darse por vencidos ante algo que parece inevitable.

Por eso, tambi¨¦n, son tan importantes sus alucinaciones sobre todas las cosas maravillosas que la inteligencia artificial va a hacer por la humanidad. Porque esas nobles proclamas disfrazan este gran robo de regalo, al mismo tiempo que ayudan a racionalizar los peligros innegables de la IA.

La mayor¨ªa de nosotros hemos o¨ªdo hablar del sondeo en el que se pidi¨® a una serie de investigadores y desarrolladores de inteligencia artificial que calculasen la probabilidad de que los sistemas avanzados de IA provoquen ¡°la extinci¨®n humana o una privaci¨®n de poder permanente y grave de la especie humana¡±. Resulta escalofriante que la respuesta media fuera un 10% de probabilidades.

?C¨®mo se puede racionalizar el hecho de ir a trabajar para desarrollar unas herramientas que entra?an tales peligros existenciales? El motivo que se alega suele ser que estos sistemas tambi¨¦n pueden tener grandes aspectos positivos; salvo que esos aspectos positivos son, en su mayor parte, producto de alucinaciones. Veamos algunos de los m¨¢s demenciales.

Alucinaci¨®n n¨²mero 1:

La inteligencia artificial solucionar¨¢ la crisis clim¨¢tica

Las listas de aspectos positivos de la IA empiezan casi siempre con la afirmaci¨®n de que estos sistemas, no sabemos c¨®mo, resolver¨¢n la crisis clim¨¢tica. Lo hemos o¨ªdo en todas partes, desde el Foro Econ¨®mico Mundial hasta el Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Exteriores) estadounidense, pasando por el Boston Consulting Group, que explica que la IA ¡°puede emplearse para ayudar a todas las partes interesadas a adoptar una estrategia mejor documentada y basada en datos para luchar contra las emisiones de carbono y construir una sociedad m¨¢s ecol¨®gica. Tambi¨¦n puede emplearse para redirigir las campa?as mundiales de lucha clim¨¢tica hacia las regiones m¨¢s expuestas¡±. El ex director ejecutivo de Google Eric Schmidt resumi¨® el argumento cuando declar¨® a The Atlantic que los riesgos de la IA merec¨ªan la pena porque, ¡°si pensamos en los problemas m¨¢s graves que tiene el mundo, son todos realmente dif¨ªciles: el cambio clim¨¢tico, las organizaciones humanas, etc¨¦tera. Por eso siempre quiero que la gente sea m¨¢s inteligente¡±.

De acuerdo con este razonamiento, el motivo de que no se hayan podido ¡°resolver¡± grandes problemas como el cambio clim¨¢tico es un d¨¦ficit de inteligencia. Da igual que muchas personas inteligentes, llenas de doctorados y premios Nobel, lleven d¨¦cadas diciendo a nuestros gobiernos lo que hay que hacer para salir de este l¨ªo: reducir dr¨¢sticamente las emisiones, dejar el carbono en el suelo, poner freno al exceso de consumo de los ricos y abordar la falta de consumo de los pobres, porque ninguna fuente de energ¨ªa est¨¢ exenta de costes ambientales.

Si se han ignorado estos consejos tan inteligentes no es por un problema de comprensi¨®n lectora ni porque necesitemos que las m¨¢quinas piensen por nosotros. Es porque, para hacer lo que requiere la crisis clim¨¢tica, habr¨ªa que abandonar combustibles f¨®siles por valor de billones de d¨®lares y poner en tela de juicio el modelo de crecimiento basado en el consumo que constituye el centro de nuestras econom¨ªas. La crisis clim¨¢tica no es ning¨²n misterio ni enigma que todav¨ªa no hemos podido resolver porque nos faltan datos. Sabemos lo que se necesita, pero no es una soluci¨®n r¨¢pida, sino un cambio de paradigma. Esperar a que las m¨¢quinas nos suelten una respuesta m¨¢s agradable o rentable no es ning¨²n remedio para esta crisis, sino otro s¨ªntoma m¨¢s.

Si nos quitamos de en medio las alucinaciones, parece mucho m¨¢s probable que la comercializaci¨®n de la IA acabe agravando la crisis clim¨¢tica. En primer lugar, los gigantescos servidores que permiten que los chatbots creen de forma instant¨¢nea textos y obras de arte son una fuente enorme ¡ªcada vez mayor¡ª de emisiones de carbono. En segundo lugar, si las empresas como Coca-Cola empiezan a hacer grandes inversiones con el fin de utilizar la IA generativa para vender m¨¢s, es evidente que esta nueva tecnolog¨ªa terminar¨¢ us¨¢ndose de la misma manera que la ¨²ltima generaci¨®n de herramientas digitales: una cosa que comienza con altisonantes promesas de extender la libertad y la democracia acaba por enviarnos anuncios superindividualizados para que compremos m¨¢s cosas in¨²tiles y emisoras de carbono.

Y hay un tercer factor, un poco m¨¢s dif¨ªcil de precisar. Cuanto m¨¢s se inundan nuestros canales medi¨¢ticos de deep fakes y clones de diversos tipos, m¨¢s tenemos la sensaci¨®n de estar hundi¨¦ndonos en unas arenas movedizas informativas. Geoffrey Hinton, a quien suele considerarse ¡°el padrino de la IA¡± porque la red neuronal que desarroll¨® hace m¨¢s de una d¨¦cada forma los cimientos de los grandes modelos ling¨¹¨ªsticos actuales, lo sabe bien. Acaba de renunciar a un cargo directivo en Google para poder hablar sin restricciones sobre los peligros de la tecnolog¨ªa que ayud¨® a crear, incluido, como declar¨® a The New York Times, el riesgo de que la gente ¡°ya no sea capaz de saber lo que es verdad¡±.

Hay que tener esto muy en cuenta cuando se oye decir que la inteligencia artificial ayudar¨¢ a combatir la crisis clim¨¢tica. Porque, si desconfiamos de todo lo que vemos y leemos en este entorno medi¨¢tico cada vez m¨¢s raro, estaremos a¨²n menos preparados para resolver los problemas colectivos m¨¢s acuciantes. Ya hab¨ªa crisis de confianza antes del ChatGPT, por supuesto, pero es indudable que la proliferaci¨®n de manipulaciones ultrafalseadas (los deep fakes) har¨¢ que se disparen las ya florecientes culturas conspiranoicas. Y entonces, ?qu¨¦ importar¨¢ que la IA facilite, o no, avances tecnol¨®gicos y cient¨ªficos? Si el tejido de nuestra realidad com¨²n est¨¢ desintegr¨¢ndose en nuestras manos, no podremos reaccionar con coherencia.

Alucinaci¨®n n¨²mero 2:

La inteligencia artificial proporcionar¨¢ una gobernanza sensata

Esta alucinaci¨®n invoca un futuro pr¨®ximo en el que los pol¨ªticos y los bur¨®cratas podr¨¢n utilizar la inmensa inteligencia agregada de los sistemas de IA para ¡°ver los patrones de las necesidades y a partir de esos datos elaborar unos programas¡± que beneficien m¨¢s a sus electores. Esta frase procede de un documento publicado por la Fundaci¨®n Boston Consulting Group, pero est¨¢n haci¨¦ndose eco de ella muchos otros laboratorios de ideas y consultoras. Y es revelador que precisamente las empresas de ese tipo ¡ªa las que contratan los gobiernos y otras empresas para que identifiquen maneras de ahorrar costes, lo que muchas veces significa despedir a un gran n¨²mero de empleados¡ª hayan sido las primeras en subirse al carro de la IA. PwC (antes PricewaterhouseCoopers) acaba de anunciar una inversi¨®n de 1.000 millones de d¨®lares, mientras que a Bain & Company y Deloitte parece entusiasmarles el uso de estas herramientas para que sus clientes sean m¨¢s ¡°eficientes¡±.

Como en el caso de las afirmaciones sobre el clima, debemos preguntarnos: ?si los pol¨ªticos imponen pol¨ªticas crueles e ineficaces es porque carecen de datos? ?Por qu¨¦ son incapaces de ¡°ver patrones¡±, como sugiere el documento del BCG? ?Acaso no comprenden el coste humano de privar de fondos a la sanidad p¨²blica en medio de una pandemia, o de no invertir en vivienda social cuando nuestros parques est¨¢n llenos de tiendas de campa?a, o de aprobar nuevas infraestructuras de combustibles f¨®siles cuando las temperaturas se disparan? ?Necesitan que la IA les haga ¡°m¨¢s inteligentes¡±?, por utilizar el t¨¦rmino de Schmidt, ?o precisamente son tan inteligentes que saben qui¨¦n va a financiar su pr¨®xima campa?a o, si se desv¨ªan de lo acordado, a sus rivales?

Ser¨ªa estupendo que la IA pudiera cortar de verdad el v¨ªnculo entre el dinero de las empresas y la elaboraci¨®n de pol¨ªticas insensatas, pero ese v¨ªnculo es justo la raz¨®n por la que se ha permitido que compa?¨ªas como Google y Microsoft saquen sus chatbots al mercado a pesar de la avalancha de advertencias y riesgos conocidos. Schmidt y otros llevan a cabo desde hace a?os una campa?a de presi¨®n y asegurando a los dos partidos de Washington que, si no se les deja lanzarse adelante con la IA generativa, sin el lastre de una regulaci¨®n estricta, China adelantar¨¢ a las potencias occidentales. El a?o pasado, las principales empresas tecnol¨®gicas gastaron nada menos que 70.000 millones de d¨®lares ¡ªuna cifra r¨¦cord y superior a la del sector del petr¨®leo y el gas¡ª en hacer labor de presi¨®n en Washington, una cantidad, se?ala Bloomberg News, que se suma a los millones gastados ¡°en su enorme variedad de grupos comerciales, organizaciones sin ¨¢nimo de lucro y laboratorios de ideas¡±.

Y, sin embargo, a pesar de que Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI ¡ªfabricante de ChatGPT¡ª, conoce a la perfecci¨®n la influencia pol¨ªtica del dinero en nuestras capitales, cuando habla de las perspectivas m¨¢s optimistas de sus productos, da la impresi¨®n de que se olvida de ello. En su lugar, parece tener una alucinaci¨®n en la que ve un mundo totalmente distinto al nuestro, en el que los pol¨ªticos y la industria toman decisiones basadas en la informaci¨®n m¨¢s certera y nunca pondr¨ªan en peligro un n¨²mero sin fin de vidas para obtener beneficios y ventajas geopol¨ªticas. Lo que nos lleva a otra alucinaci¨®n.

Quintatinta

Alucinaci¨®n n¨²mero 3:

Podemos fiarnos de que los gigantes tecnol¨®gicos no se van a cargar el mundo

Cuando le preguntaron si le preocupaba la fiebre del oro que ha desatado ya ChatGPT, Altman respondi¨® que s¨ª, pero a?adi¨® en tono optimista: ¡°Esperemos que todo salga bien¡±. En cuanto a sus colegas de otras empresas tecnol¨®gicas ¡ªlos que compiten por sacar al mercado sus chatbots rivales¡ª, dijo: ¡°Creo que acabar¨¢n triunfando los ¨¢ngeles buenos¡±.

?Los ¨¢ngeles buenos? ?En Google? Estoy bastante segura de que la empresa los despidi¨® a casi todos porque publicaban art¨ªculos cr¨ªticos sobre la IA o denunciaban el racismo y el acoso sexual en el lugar de trabajo. Otros ¡°¨¢ngeles buenos¡± han dimitido con gran alarma, el ¨²ltimo, Hinton. El motivo es que, en contra de lo que muestran las alucinaciones de las personas que m¨¢s se benefician de la IA, Google no toma las decisiones que le parecen m¨¢s convenientes para el mundo, sino las que le parecen m¨¢s convenientes para los accionistas de Alphabet, que no quieren perderse la ¨²ltima burbuja ahora que Microsoft, Meta y Apple ya est¨¢n dentro.

Alucinaci¨®n n¨²mero 4:

La IA nos liberar¨¢ de las tareas m¨¢s mon¨®tonas

Si muchos consideran veros¨ªmiles las benignas alucinaciones de Silicon Valley, es por una raz¨®n muy sencilla. La IA generativa est¨¢ hoy en la que podr¨ªamos denominar su fase de falso socialismo. Forma parte de una estrategia ya conocida en Silicon Valley. Lo primero, crean un producto atractivo (un motor de b¨²squeda, una herramienta de cartograf¨ªa, una red social, una plataforma de v¨ªdeo, un sistema de veh¨ªculos compartidos, etc¨¦tera), lo ofrecen gratis o casi gratis durante unos a?os, sin que se vea ning¨²n modelo de negocio viable (¡°?juega con los robots!¡±, nos dicen, ¡°?ver¨¢s qu¨¦ cosas tan divertidas puedes crear!¡±); hacen montones de declaraciones altisonantes en el sentido de que lo ¨²nico que quieren es crear una ¡°plaza p¨²blica¡±, un ¡°espacio com¨²n de informaci¨®n¡± o ¡°conectar a la gente¡±, adem¨¢s de propagar la libertad y la democracia (y de que no son ¡°malos¡±). Despu¨¦s, miran c¨®mo se engancha la gente a usar esas herramientas gratuitas mientras sus competidores se declaran en bancarrota. Cuando el campo est¨¢ despejado, llegan los anuncios individualizados, la vigilancia constante, los contratos policiales y militares, la venta de datos de caja negra y el aumento de las cuotas de suscripci¨®n.

Quintatinta

Otras versiones anteriores de este manual de estrategia han diezmado ya vidas y sectores muy numerosos, desde los taxistas hasta el mercado del alquiler y los peri¨®dicos locales. Con la revoluci¨®n de la IA, este tipo de p¨¦rdidas podr¨ªan parecer errores de redondeo, y ser¨¢n muchos profesores, programadores, artistas visuales, periodistas, traductores, m¨²sicos, cuidadores y otros los que se encontrar¨¢n con la perspectiva de quedarse sin sus ingresos para que los sustituya un c¨®digo defectuoso.

No hay que preocuparse, alucinan los entusiastas de la IA: ser¨¢ maravilloso. Pero si a nadie le gusta trabajar. Nos dicen que la IA generativa no acabar¨¢ con el empleo, sino con el ¡°trabajo aburrido¡±: los chatbots har¨¢n todas las tareas repetitivas que nos comen la moral y los seres humanos se limitar¨¢n a supervisarlas. Altman prev¨¦ un futuro en el que el trabajo ¡°puede ser un concepto m¨¢s amplio, no algo que tenemos que hacer para poder comer, sino como forma de expresi¨®n creativa y de encontrar la plenitud y la felicidad¡±.

Es una imagen fascinante de una vida m¨¢s bella y tranquila, que muchos izquierdistas comparten (incluido el yerno de Karl Marx, Paul Lafargue, que escribi¨® un manifiesto titulado El derecho a la pereza). Pero las personas de izquierdas tambi¨¦n sabemos que, para que ganar dinero deje de ser un imperativo, nuestras necesidades de vivienda y sustento deben satisfacerse de otra forma. Un mundo sin trabajos desagradables significa que el alquiler tiene que ser gratis, la sanidad tiene que ser gratuita y todo el mundo debe tener derechos econ¨®micos inalienables. Y de repente ya no estamos hablando de IA; estamos hablando de socialismo.

Porque no vivimos en el mundo racional y humanista de Star Trek que parece ocupar las alucinaciones de Altman. Vivimos en un mundo capitalista, un sistema en el que, si se inunda el mercado de tecnolog¨ªas capaces de desempe?ar con credibilidad las funciones econ¨®micas de much¨ªsimos trabajadores, la consecuencia no es que esas personas de repente tengan libertad para ser fil¨®sofos y artistas, sino que se van a encontrar frente al abismo; y los verdaderos artistas ser¨¢n los primeros en caer.

Ese es el mensaje de la carta abierta de Crabapple, que pide a ¡°los artistas, editores, periodistas, directores y l¨ªderes de los sindicatos period¨ªsticos que se comprometan a defender los valores humanos frente al uso de im¨¢genes generadas por IA¡± y ¡°a apoyar el arte editorial creado por personas, no por granjas de servidores¡±. La carta, que ya han firmado cientos de artistas, periodistas y otros, afirma que el trabajo de todos los artistas, salvo de los que est¨¢n en la cumbre, est¨¢ ¡°en peligro de extinci¨®n¡±. Y seg¨²n Hinton, el ¡°padrino de la IA¡±, no hay motivos para creer que la amenaza se va a quedar ah¨ª. Los chatbots quitan ¡°el trabajo rutinario¡±, pero ¡°quiz¨¢ arrebaten m¨¢s cosas¡±.

Crabapple y sus coautores escriben: ¡°El arte generativo de la IA es vamp¨ªrico, se alimenta con voracidad de las obras de arte creadas antes, al mismo tiempo que chupa la sangre de los artistas vivos¡±. Pero hay formas de resistir: podemos negarnos a utilizar estos productos y organizarnos para exigir que nuestras empresas y nuestros gobiernos tambi¨¦n los rechacen. Una carta escrita por destacados especialistas en la ¨¦tica de la IA, entre los que est¨¢ Timnit Gebru, a la que despidieron de Google en 2020 por oponerse a la discriminaci¨®n en el lugar de trabajo, da a conocer algunas herramientas reguladoras a las que los gobiernos pueden recurrir cuanto antes, incluida la transparencia total sobre qu¨¦ conjuntos de datos se est¨¢n utilizando para entrenar los modelos. Los autores de la carta escriben: ¡°No solo debe quedar siempre claro cu¨¢ndo estamos ante medios artificiales, sino que tambi¨¦n debe exigirse a las organizaciones que construyen estos sistemas que anoten y divulguen los datos del entrenamiento utilizado y la arquitectura de los modelos (¡­) Debemos construir unas m¨¢quinas que trabajen para nosotros, en vez de adaptar la sociedad para que las m¨¢quinas puedan leerla y escribirla¡±.

Aunque las empresas tecnol¨®gicas quieran hacernos creer que ya es demasiado tarde para retirar este producto de imitaci¨®n masiva que pretende sustituir al ser humano, existen precedentes legales y normativos muy relevantes. Por ejemplo, la Comisi¨®n Federal de Comercio de Estados Unidos (FTC) oblig¨® a Cambridge Analytica y a Everalbum ¡ªpropietaria de una aplicaci¨®n de fotos¡ª a destruir en su totalidad unos algoritmos a los que se hab¨ªa entrenado con datos obtenidos de forma ileg¨ªtima y fotos copiadas. En sus primeros momentos, el Gobierno de Biden hizo muchas declaraciones rimbombantes sobre la regulaci¨®n de las grandes empresas tecnol¨®gicas, entre otras cosas para impedir el robo de datos personales con el fin de crear algoritmos patentados. Ahora que se acercan las elecciones presidenciales, ser¨ªa un buen momento para cumplir esas promesas y evitar la pr¨®xima oleada de despidos masivos antes de que se produzcan.

No es inevitable tener que desem?bocar en un mundo de manipulaciones ultrafalseadas, bucles de imitaci¨®n y agravamiento de las desigualdades. Depende de una serie de decisiones pol¨ªticas. Podemos regular la variante actual de chatbots vamp¨ªricos para que desaparezcan y empezar a construir un mundo en el que las promesas de la IA que m¨¢s ilusi¨®n despiertan no se limiten a ser alucinaciones de Silicon Valley.

Porque nosotros hemos entrenado a las m¨¢quinas. Todos nosotros. Pero nunca hemos dado nuestro consentimiento. Se han alimentado del ingenio, la inspiraci¨®n y las revelaciones colectivas de la humanidad (adem¨¢s de otros rasgos m¨¢s materiales). Estos modelos son m¨¢quinas de acoso y apropiaci¨®n, que devoran y privatizan nuestra vida personal y nuestro legado intelectual y art¨ªstico colectivo. Y su objetivo nunca ha sido resolver el cambio clim¨¢tico ni hacer que nuestros gobiernos sean m¨¢s responsables o que nuestra vida cotidiana sea m¨¢s tranquila, su objetivo ha sido siempre aprovecharse del empobrecimiento generalizado, que es a lo que manifiestamente conduce, en el capitalismo, la sustituci¨®n de las funciones humanas por robots.

?Todo esto suena demasiado dram¨¢tico? ?Parece una resistencia conservadora y reconcentrada frente a unas innovaciones apasionantes? ?Por qu¨¦ esperar lo peor? Altman nos tranquiliza: ¡°Nadie quiere destruir el mundo¡±. Quiz¨¢ no. Pero, como nos demuestran con su empeoramiento diario la crisis clim¨¢tica y los procesos de extinci¨®n, a muchas personas e instituciones poderosas no parece que les importe saber que est¨¢n contribuyendo a destruir la estabilidad de los sistemas que sostienen la vida en el mundo, siempre que puedan seguir obteniendo unos beneficios sin precedentes que creen que les proteger¨¢n a ellos y a sus familias de las peores consecuencias. El propio Altman, como muchas criaturas de Silicon Valley, es un preparacionista: ya en 2016 presum¨ªa de ello: ¡°Tengo armas, oro, yoduro de potasio, antibi¨®ticos, bater¨ªas, agua, m¨¢scaras de gas de las Fuerzas de Defensa de Israel y un gran pedazo de tierra en Big Sur al que puedo irme volando¡±.

Estoy segura de que ese dato dice mucho m¨¢s de lo que Altman piensa verdaderamente sobre el futuro que est¨¢ ayudando a desencadenar que cualquier florida alucinaci¨®n que prefiera comunicar en las entrevistas de prensa.

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