Cuando irse de vacaciones no haga falta
Si los trabajadores tuvieran garantizado el acceso a vivienda, salario digno y tiempo, no habr¨ªa habido que inventar el turismo
La palabra vacaciones ha estado hist¨®rica y culturalmente precedida por el verbo irse. Irse donde surja, como se pueda y con quien encarte, pero irse. Irse de vacaciones resulta ahora m¨¢s complicado para quienes m¨¢s tiempo invierten en trabajar y menos dinero tienen. La clase trabajadora, ese grupo de personas esquivado en la prensa econ¨®mica, pero que tiene un lugar protagonista reservado en cualquier tragedia, solo existe para ser reprendida, amonestada; es la ¨²nica que apechuga con las infracciones impuestas al conjunto de la humanidad, incluso cuando ella no tiene la culpa.
Gracias a una querencia repentina y embustera que el capitalismo est¨¢ mostrando hacia el medio ambiente, las personas con menos poder adquisitivo se encuentran en la encrucijada de c¨®mo reducir su impacto durante las vacaciones, mientras que las otras pueden seguir disponiendo del planeta a su antojo. Si ya se les ha pedido a quienes se definen como ¡°clase media¡± que cambien la ba?era por el plato ducha para no gastar el agua destinada a mantener los campos de golf m¨¢s cercanos, que se les coaccione socialmente para no irse de vacaciones no deber¨ªa sorprendernos.
Cueste lo que cueste viajar, a la clase trabajadora no se le puede quitar las vacaciones porque estas le pertenecen exclusivamente. Son un derecho compensatorio (relativamente moderno), devenido de no tener vida durante el resto del a?o. Me gustar¨ªa imaginar a Taylor Swift un d¨ªa cualquiera, entre so?adora e ilusionada, tambi¨¦n algo inquieta, pensando en si tiene bastante dinero para irse de vacaciones este verano, preocupada por qui¨¦n le regar¨¢ las plantas, devolviendo el aceite de coco a la balda del supermercado, dejando todo bien atado antes de marcharse unos cuantos d¨ªas a alg¨²n lugar tur¨ªstico, inc¨®modo, superpoblado de personas que, como ella, solo quieren descansar. Las vacaciones son cosa de los pobres.
En esta cuesti¨®n de qui¨¦n tiene o no derecho a viajar durante su tiempo libre y c¨®mo hacerlo, se pasa por alto que el mayor deseo de los trabajadores no es gastar el pu?ado de d¨ªas de permiso en un viaje organizado por una agencia. Su verdadero anhelo es no tener que salir de casa a las seis de la ma?ana para adelantarse a la hora punta del lunes al viernes, es dejar de trabajar horas extra que nunca se ver¨¢n reflejadas en su n¨®mina ni en su sueldo, es no tener que hacer un Tetris semanal para ver con qui¨¦n se quedan los ni?os.
El turismo se ha ofrecido como la ¨²nica v¨ªa de escape: vivir la misma realidad durante unos cuantos d¨ªas, pero siendo las otras: las que no tienen que preocuparse, las que solo consumen en busca de evasi¨®n, de un olvido a corto plazo que pudiera conseguir, ojal¨¢, la sanaci¨®n. Para ello, otras personas tendr¨¢n que trabajar para satisfacer sus caprichos, caprichitos peque?os, suced¨¢neos de los que pueden permitirse quienes no tienen que ganarse las vacaciones.
La clase trabajadora se lo merece todo, empezando por lo sustancial para la vida: acceso a vivienda, buena alimentaci¨®n, salario digno, poder de decisi¨®n, tiempo. Si todo esto estuviera resuelto, el invento del turismo ya no le har¨ªa falta.
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