Olivier Roy, el fil¨®sofo con esp¨ªritu aventurero que diseccion¨® las guerras culturales
El pensador franc¨¦s, gran referencia en el an¨¢lisis del islam, que se jug¨® la vida en su a?os mozos en sus viajes a Afganist¨¢n, sostiene que vivimos un proceso de desculturizaci¨®n
Olivier Roy, un fil¨®sofo franc¨¦s especializado en el islam, ha escrito el mejor libro sobre las guerras culturales y la pol¨ªtica de la identidad. Elogiado por autores como Ivan Krastev o Tyler Cowen, L¡¯Aplatissement du monde (el aplanamiento del mundo) ¡ªpublicado en franc¨¦s en 2022 y traducido al ingl¨¦s este a?o¡ª describe ¡°la crisis de la cultura y el imperio de las normas¡±. Seg¨²n Roy, a diferencia de lo que ha ocurrido en otros momentos, vivimos un proceso de desculturizaci¨®n sin que haya una nueva cultura que venga a sustituir la que desaparece. La cultura se erosiona como realidad antropol¨®gica y como est¨¢ndar normativo. El resultado son identidades y subculturas reducidas a c¨®digos de comunicaci¨®n puramente performativos. En palabras de Krastev, ¡°si el hogar es un lugar donde sientes que te entienden, ahora vivimos en un mundo sin hogar. La utop¨ªa cosmopolita donde todo el mundo se siente en casa se ha visto suplantada por el miedo a que nadie est¨¦ en su casa en su propio pa¨ªs¡±.
El fen¨®meno, seg¨²n Roy, obedece a varios factores: la mutaci¨®n de valores provocada por la revoluci¨®n individualista y hedonista de 1968, la aparici¨®n de internet, la globalizaci¨®n financiera neoliberal y la globalizaci¨®n del espacio y circulaci¨®n de los seres humanos, que llama ¡°desterritorializaci¨®n¡±. La cultura se compone de impl¨ªcitos: ahora se sustituye por un c¨®digo, y nuestra convivencia se puebla de normas que deben ser expl¨ªcitas. No ocurre solo en las culturas minoritarias: tambi¨¦n se ve en las te¨®ricamente dominantes, que temen ser sustituidas. Los conservadores occidentales no apelan a valores universales sino identitarios, que es justo lo que reprochan a los progresistas. Ambos, a izquierda y derecha, se ven tentados por una ¡°pedagog¨ªa autoritaria¡±, que reglamenta la laicidad, el sexo o las costumbres.
Nacido en una familia protestante en La Rochelle en 1949 y profesor en el Instituto Universitario de Florencia, Olivier Roy lleva d¨¦cadas estudiando la relaci¨®n entre cultura y religi¨®n. Ha escrito sobre el legado del cristianismo en Europa, pero es conocido sobre todo por sus trabajos acerca del islam. Es un acad¨¦mico at¨ªpico y a la vez un hombre del 68. Estudi¨® en el prestigioso Lyc¨¦e Louis-le-Grand, form¨® parte de la mao¨ªsta Gauche prol¨¦tarienne y se march¨® a Afganist¨¢n en autostop en 1969. Frecuent¨® el pa¨ªs, aprendi¨® persa, y el contacto con las personas y el terreno lo apart¨® de sus apriorismos y de teor¨ªas m¨¢s r¨ªgidas y culturalistas. Durante el curso daba clases de Filosof¨ªa en institutos en Francia, en verano viajaba a Afganist¨¢n. Cuando estall¨® la guerra con los sovi¨¦ticos se march¨® de nuevo y ¡°se profesionaliz¨®¡±: llev¨® armas a los muyahidines, viaj¨® a pie y a caballo (a veces, disfrazado de afgano; su pareja se tuvo que ocultar tras un burka), trabaj¨® para gobiernos occidentales, estuvo en grave peligro varias veces. Fue asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores franc¨¦s, de la ONU para ayuda humanitaria en Afganist¨¢n, y estuvo como enviado de la OSCE en Tayikist¨¢n.
Roy cuenta esas aventuras y describe su evoluci¨®n intelectual en un libro apasionante, En qu¨ºte de l¡¯Orient perdu (en busca del Oriente perdido), que recoge sus conversaciones con el ensayista, editor y traductor Jean-Louis Schlegel. Se convirti¨® en director de Investigaci¨®n en el Centro Nacional de Investigaci¨®n Cient¨ªfica y fue profesor en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Public¨® libros como El fracaso del islam pol¨ªtico y se transform¨® en una autoridad en la religi¨®n musulmana, una referencia a la hora de analizar la yihad y el terrorismo, la relaci¨®n del islam con Occidente y la modernidad o las implicaciones de la laicidad. Tuvo sonadas pol¨¦micas con Gilles Kepel, especialista en terrorismo isl¨¢mico. Kepel hablaba de la ¡°radicalizaci¨®n del islam¡±; Roy destacaba la ¡°islamizaci¨®n del radicalismo¡±, subrayando el componente nihilista del terror. (Kepel no ha querido hacer declaraciones)
Para Schlegel, Roy ¡°se cans¨® de escribir ensayos sobre el islam pol¨ªtico, que lo confinaba en una especialidad bastante estrecha y poblada. Reorient¨® su investigaci¨®n hacia el desarrollo de la religi¨®n en la globalizaci¨®n¡±.
¡°Es original, nuevo, sorprendente¡±, dice Schlegel por correo electr¨®nico. ¡°Realiza asociaciones asombrosas, s¨ªntesis audaces entre realidades aparentemente desvinculadas¡±.
En L¡¯Aplatissement du monde Roy aborda la pol¨ªtica de la identidad sin caer en los t¨®picos, con puntos de vista sorprendentes e iluminadores. No la ensalza ni la condena: act¨²a como antrop¨®logo cultural, y describe sus mecanismos, aristas y contradicciones. Para Faisal Devji, profesor de Historia India en el St. Anthony¡¯s College de Oxford, la tesis del libro es que las guerras culturales y las pol¨ªticas de identidad surgen como parte de una desculturizaci¨®n generalizada, y de la producci¨®n de identidades empobrecidas que definen unos pocos marcadores gen¨¦ricos desvinculados de cualquier contexto hist¨®rico. Otro elemento distintivo de esa crisis es la muerte de las utop¨ªas: el activismo clim¨¢tico intercambia utop¨ªa por nostalgia; tambi¨¦n es pesimista la visi¨®n de los ultracat¨®licos, de los evang¨¦licos y los yihadistas.
¡°Vivimos en una atm¨®sfera apocal¨ªptica¡±, dice Roy por tel¨¦fono, y convive con la folclorizaci¨®n: ¡°Si miras a la derecha, los que piensan que la cultura europea, francesa o italiana est¨¢n en peligro no reivindican a Victor Hugo. Hablan de la baguette, el salchich¨®n, el vino tinto, las danzas tradicionales, las provincias, las pel¨ªculas de los a?os cincuenta¡±.
Roy, un hombre de izquierdas, prefiere hablar de choque de valores en vez de guerra cultural. Presenta diferencias a ambos lados del Atl¨¢ntico. En Estados Unidos, las discrepancias entre republicanos y dem¨®cratas no tienen que ver primordialmente con cuestiones econ¨®micas o geoestrat¨¦gicas, sino con valores (el aborto, por ejemplo). La situaci¨®n en Europa es algo distinta porque los valores de la libertad sexual son m¨¢s firmes (con excepciones, dice, como Vox y Zemmour). ¡°La paradoja europea es que algunos populistas presentan valores como el feminismo como una identidad frente al islam¡±.
La extrema derecha actual no es un neofascismo, sostiene, porque no combate por un proyecto de nueva sociedad o valores superiores. No quieren extranjeros, son conservadores, pero en una sociedad transformada por la revoluci¨®n sexual. Wilders, Marine Le Pen o Meloni dicen defender ¡°un modo de vida¡±. Meloni habla de la defensa de la pizza como un objetivo de gobierno. ¡°No te imaginas a Mussolini hablando de la pizza¡±.
El sexo y la raza son centrales en la reflexi¨®n sobre la cultura y la norma de L¡¯Aplatissement du monde, porque plantean la pregunta de si la biolog¨ªa puede servir de l¨ªmite al c¨®digo de los marcadores de la identidad. Para Faisal Devji, Roy describe c¨®mo ¡°el sexo se ha liberado de la necesaria opacidad del deseo y se ha recurrido a una secuencia transparente de actos en cada uno de los cuales es posible determinar que se ha producido el consentimiento. Se ha convertido en una relaci¨®n contractual neoliberal¡±.
La raza y el sexo se han transformado en identidades fluidas que se pueden elegir, pero deben ser vigiladas constantemente para evitar la apropiaci¨®n, explica Devji, presenta como ejemplo el debate sobre lo trans. Las feministas que dicen que el sexo biol¨®gico es real son condenadas como antitrans, pero quienes se presentan como negros sin serlo se enfrentan a la afirmaci¨®n de que la raza es real. El factor diferencial es el sufrimiento, que genera una jerarqu¨ªa. Y a la vez, en ausencia de un imaginario pol¨ªtico compartido para el futuro, las relaciones se vuelven transaccionales, definidas por el reconocimiento y el contrato, y el disenso se estigmatiza y castiga, preferiblemente por la ley y si no a trav¨¦s del ostracismo social.
El punto en com¨²n de los sistemas normativos, herederos parad¨®jicos del optimismo del 68, sostiene Roy, es su profunda desconfianza en el encuentro con los dem¨¢s: la crisis de la cultura es una crisis del humanismo.
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