Centenares de miles de israel¨ªes tendr¨¢n que hacer frente a la verg¨¹enza y la culpa
Nadie puede decir que no escucha el sollozo insoportable de varias generaciones de j¨®venes y ni?os palestinos sin esperanza
Se cumplen 10 meses de continuos ataques contra el territorio de Gaza. En ese espacio de tiempo, ha recibido m¨¢s bombas que la ciudad de Dresde, al final de la II Guerra Mundial. Las autoridades de Gaza afirman que hay m¨¢s de 40.000 muertos y un n¨²mero sin determinar de cuerpos todav¨ªa enterrados entre los escombros. Pero un art¨ªculo publicado en la prestigiosa revista m¨¦dica brit¨¢nica The Lancet calcula que el n¨²mero de muertos, directos e indirectos, supera ya, seguramente, los 186.000, es decir, casi las mismas v¨ªctimas que sufri¨® Tokio, la capital del imperio japon¨¦s, en los bombardeos de 1945. La Agencia France Press advert¨ªa el pasado d¨ªa 19 que se han detectado polivirus muy da?inos en las aguas residuales de Gaza, capaces de provocar enfermedades mortales. Pero el Gobierno y el Ej¨¦rcito de Israel no permiten, ni mucho menos, la entrada de ayuda m¨¦dica humanitaria ni consienten que le llegue a la poblaci¨®n m¨¢s que un n¨²mero m¨ªnimo de v¨ªveres, para que solo reciba las llamadas ¡°calor¨ªas del hambre¡±. Por supuesto, no admiten la presencia de periodistas internacionales que expliquen qu¨¦ est¨¢n haciendo sus tropas y qu¨¦ est¨¢n ordenando sus jefes militares y pol¨ªticos. Esa misma semana, m¨¢s de 60 medios period¨ªsticos reclamaron al Gobierno de Israel acceso ¡°independiente¡± a Gaza. ?Pero por qu¨¦ dejarles entrar, si est¨¢ claro lo que van a ver y contar? Cr¨ªmenes de guerra.
?Todo esto por qu¨¦? Ham¨¢s atac¨® una poblaci¨®n israel¨ª el 7 de octubre y mat¨® a m¨¢s de 1.000 hombres, mujeres y ni?os que acud¨ªan pac¨ªficamente a un festival musical. Violaron a mujeres y se llevaron rehenes. El Gobierno israel¨ª asegura que sus ataques tienen por objetivo recuperar a esos rehenes y destruir a Ham¨¢s. Ninguna de las dos cosas las ha conseguido hasta ahora y, seg¨²n los expertos, ninguna de las dos cosas podr¨¢ conseguirlas con estas masacres. Solo la negociaci¨®n puede devolver a los rehenes con vida, pero esas conversaciones no avanzan y algunos familiares sospechan que su propio Gobierno las paraliza.
El Parlamento israel¨ª ha vuelto a votar, por enorme mayor¨ªa, contra la posible creaci¨®n de un Estado palestino, tal y como pretenden las resoluciones de Naciones Unidas. Votaron en contra 68 diputados (laboristas y Likud juntos) y 9 a favor. En ning¨²n momento el Gobierno israel¨ª (ni los conservadores ni los socialdem¨®cratas) ha explicado c¨®mo piensan organizar las cosas cuando acabe su ataque sobre Gaza (y tambi¨¦n el acoso contra habitantes de Cisjordania). No habr¨¢ dos Estados, entre otras cosas porque ya hay medio mill¨®n de colonos israel¨ªes fuertemente armados en territorios que pertenecen a Palestina y que no piensan marcharse (y nadie, por lo que se ve, piensa exig¨ªrselo).
As¨ª que, ?qu¨¦ otras posibilidades hay? Solo dos. Una, la total limpieza ¨¦tnica, expulsar a todos los palestinos del territorio que los extremistas israel¨ªes quieren hacer suyo (del r¨ªo al mar), es decir, deportar a unos cinco millones de personas. Parece dif¨ªcil que los pa¨ªses lim¨ªtrofes lo consientan. Solo queda, pues, la segunda soluci¨®n: crear zonas especiales donde se obligue a vivir a los palestinos, sometidos a unas condiciones extremas de control, falta de infraestructuras y medios, y donde no se acepte ni tan siquiera la presencia de la UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos que se ha encargado, mal que bien, todos estos a?os, de procurarles comida, asistencia sanitaria y educaci¨®n y que el Gobierno israel¨ª califica ahora de organizaci¨®n terrorista. (Afortunadamente, m¨¢s de 100 pa¨ªses que hab¨ªan dejado de financiar a la UNRWA han vuelto en los ¨²ltimos meses a proporcionarle fondos, el Reino Unido entre ellos. El Gobierno espa?ol nunca dej¨® de hacerlo).
Los extremistas de Israel (y una parte de la poblaci¨®n que no quiere mirar ni o¨ªr) est¨¢n convencidos de que es posible un nuevo sistema de apartheid. El r¨¦gimen racista de Sud¨¢frica resisti¨® entre 1948 y 1990, pero Israel dispone de muchos m¨¢s medios econ¨®micos y de una tecnolog¨ªa much¨ªsimo m¨¢s potente. Seguramente los defensores de este sistema creen que son muy capaces de crear un apartheid, no menos cruel pero s¨ª m¨¢s sofisticado.
Nadie puede decir que no est¨¢ oliendo la carne quemada de los palestinos ni el sollozo insoportable de varias generaciones de j¨®venes y ni?os sin esperanza. Est¨¢n muy cerca. Ayudar a Israel ser¨ªa ayudarle a renunciar a su espantoso proyecto. Fracasar¨¢n. Y centenares de miles de israel¨ªes tendr¨¢n que hacer frente largo tiempo a la verg¨¹enza y la culpa.
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