El amor a trav¨¦s de la filosof¨ªa de Iris Murdoch
A la celebridad intelectual anglosajona le fascinaban las personas y sus tribulaciones morales, amorosas y sexuales perdidas entre el peso del deber y el caos
¡°El amor es la dificil¨ªsima constataci¨®n de que algo distinto de uno mismo es real¡±, escribe la fil¨®sofa y novelista brit¨¢nica Iris Murdoch. En este 2024, cuando se cumplen 25 a?os de su muerte en Oxford, el legado de Murdoch (Dubl¨ªn, 1919) sigue vivo: se celebran congresos, se reeditan sus obras y se sigue con detenimiento su asilvestrada senda filos¨®fica: el camino del amor, tal vez el ¨²nico posible, es el mejor.
El concepto del amor ha estado a punto de fallecer enterrado bajo toneladas del rosa chicle de lo rom¨¢ntico, el peso muerto del cinismo posmoderno y la caspa de sacrist¨ªa de los que se autoerigieron en sus ¨²nicos portavoces. Pero sigue en pie. Sus tr¨¦mulos rayos iluminan situaciones corrientes, dejando a su paso un rastro de milagro inasible. ?Y qu¨¦ es, en verdad, ese Crazy Little Thing Called Love al que canta la banda Queen?
Para Murdoch ese algo es un faro, una luz inaprensible, c¨¢lida y viva, ubicada en muchas partes a la vez, por mucho que se empe?en en negarlo los m¨¢s agoreros. Y hay que echar mano de ¨¦l. ¡°Necesitamos una filosof¨ªa moral en la que el concepto de amor, tan raramente mencionado hoy por los fil¨®sofos, se haga central de nuevo¡±, alerta en La soberan¨ªa del bien (Taurus, 2019). Sea lo que sea, el rastro del amor est¨¢ presente en actos cotidianos como el de intentar comprender, en el esfuerzo por no hacer da?o, en los cuidados, en el gesto que busca alegrar a otros, en la querencia por un paisaje o la misma vida, a veces tan insoportablemente misteriosa. ¡°El amor nombra tantas cosas distintas que uno se pregunta por qu¨¦ se clasifican juntas¡±, dec¨ªa tambi¨¦n Murdoch.
Contra el nihilismo y sin ning¨²n dios por delante ¡ªera atea declarada¡ª, el prop¨®sito de Murdoch fue crear una ¨¦tica laica. Para ello, lo primero que advierte es que nuestro principal enemigo ¡°es el ego gordo e implacable¡± y lo segundo es que es una senda que se dibuja al recorrerla. ¡°Solo podemos aprender a amar amando¡±, dice un personaje de su novela La campana.
Contra el ensimismamiento
¡°El ser humano es por naturaleza ego¨ªsta y, para Murdoch, la superaci¨®n de eso supone una apertura a la realidad, verla tal como es, abri¨¦ndonos al camino del amor¡±, explica por tel¨¦fono Margarita Mauri, catedr¨¢tica de ?tica de la Universidad de Barcelona. En ese periplo ¡°nos volvemos m¨¢s atentos a otras personas y a la sociedad en general, as¨ª como al mundo natural¡±, detalla por correo electr¨®nico Miles Leeson, profesor de Literatura Inglesa en la Universidad de Chichester y director del Iris Murdoch Research Centre.
Para ella todo cambio es posible, y para llegar a esa realidad hay que ¡°aprender a ejercitar el ojo paciente del amor¡±, escribe Stephen Leach, profesor de Filosof¨ªa en la Universidad de Keele (Staffordshire, Reino Unido), en el art¨ªculo de Philosophy now: Iris Murdoch y el misterio del amor. Defiende sustituir la pobre y ¨¢rida perspectiva individual por una mirada hacia los otros. Pero hay que esforzarse. La vida es, para Murdoch, ¡°una actividad moral trabajable y por eso utiliza mucho el verbo task, porque es una tarea que no surge de forma espont¨¢nea¡±, apunta Mauri.
Fue una mujer valiente y libre. Se atrevi¨® a mirar de frente la complejidad y la ambig¨¹edad de toda experiencia humana
Para Murdoch, el verdadero progreso humano no se da inventando cosas o ganando dinero, sino a trav¨¦s de las relaciones de cuidado, respeto y aceptaci¨®n. ¡°Teniendo en cuenta las dificultades en las que se encuentra nuestro mundo, desgarrado por los conflictos y el auge del populismo en Europa y fuera de ella, yo dir¨ªa que esa visi¨®n es esencial y puede producir un cambio en la cultura¡±, afirma Leeson.
Fue una mujer valiente y libre. Frente al pensamiento anal¨ªtico que predominaba en Oxford en sus a?os de estudiante, echando mano de Plat¨®n y Simone Weil ¡ªtan en desuso entonces¡ª, se atrevi¨® a mirar de frente la complejidad y la ambig¨¹edad de toda experiencia humana. ¡°Murdoch se pone a pensar en un mundo filos¨®ficamente exhausto tras la Segunda Guerra Mundial, rescatando una serie de principios que hab¨ªan quedado relegados, como el amor, el bien o la posibilidad de cambiar¡±, destaca por tel¨¦fono Andreu Jaume, experto en la obra de la dublinesa. Fue capaz de entender que, ¡°al abandonarse la religi¨®n¡±, todo en la sociedad laica ¡ªel arte, la literatura, la filosof¨ªa¡ª se hab¨ªa ensimismado y lo que intenta es ¡°hacer el viaje de las apariencias para acceder a la realidad¡±, a?ade en referencia al paso de los estereotipos y las convenciones (lo que parece evidente) a lo real (lo desvelado en el ejercicio de mirar m¨¢s all¨¢ de uno mismo).
A la autora de El mar, el mar (Lumen, 2004) no le convenc¨ªan teor¨ªas ni abstracciones y no hac¨ªa distinciones entre el mundo y las ideas. Para ella, las ideas est¨¢n en el mundo. La moral no se crea, sino que se descubre, y es en el proceso de desvelamiento cuando vivimos dilemas y culpas, temas recurrentes en novelas suyas como Bajo la red o Algo de otro mundo (en Impedimenta). Seg¨²n Murdoch, no estamos acostumbrados en absoluto a mirar el mundo y por eso nos cuesta aprehender ¡°la visi¨®n de lo que de m¨¢s excelente tiene la realidad¡±, y el esfuerzo creativo del ser humano es tambi¨¦n una historia de amor.
Para la pensadora dublinesa, las ideas est¨¢n en el mundo. La moral no se crea, sino que se descubre, se desvela
Autora prol¨ªfica ¡ªescribi¨® m¨¢s de una veintena de novelas, numerosos ensayos, art¨ªculos y cartas a familiares, amigos, novios y estudiantes¡ª, a Murdoch le fascinaban las personas y sus tribulaciones morales, amorosas y sexuales perdidas entre el peso del deber y el caos. Para ella, la vida es un ejercicio de filosof¨ªa moral donde todos somos fil¨®sofos enfrent¨¢ndonos a la trama de nuestra existencia. Y muchas veces fallamos, y eso en su narrativa queda reflejado en escenas de alta comicidad, ¡°un gran lugar de redenci¨®n de la debilidad cotidiana¡±, escribi¨®.
Aun de mayor, Murdoch ten¨ªa cara de chiquilla, quiz¨¢s porque tuvo una infancia feliz. Fue hija ¨²nica y vivi¨® lo que catalog¨® como ¡°la perfecta trinidad del amor¡± entre ella y sus progenitores. Creci¨® leyendo La isla del tesoro, Kim y Alicia en el Pa¨ªs de las Maravillas hasta que se puso a escribir, fogue¨¢ndose en la secci¨®n de deportes de la revista escolar con art¨ªculos sobre cr¨ªquet y hockey.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la ausencia de compa?eros masculinos ¡ªla mayor¨ªa de ellos en el frente¡ª le permiti¨® contar con la atenci¨®n del profesorado de Oxford. All¨ª, entre apuntes y fiestas de emparedados y whisky, Murdoch fue compa?era y gran amiga de las fil¨®sofas Elisabeth Anscombe, Philippa Foot y Mary Midgley. Durante un tiempo trabaj¨® en varios campos de refugiados en Europa, atendiendo a numerosas v¨ªctimas del conflicto atroz. Con el tiempo, opt¨® por la ficci¨®n y fue una celebridad intelectual en el mundo anglosaj¨®n.
¡°Murdoch tiene un atractivo especial porque une la noci¨®n de filosof¨ªa ¡ªdonde se explican las cosas¡ª con la de literatura ¡ªdonde se muestran sin explicarlas¡ª, lo que ayuda al lector a acercarse a la realidad¡±, apunta Mauri. Con todas sus tribulaciones y vulnerabilidades, para ella la gente es b¨¢sicamente decent chaps (gente decente), un pensamiento amoroso y revolucionario a¨²n ahora, en tiempos de desconfianza y desprecio hacia el otro.
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