Una abrupta despedida en Princeton
Conmoci¨®n en la elitista universidad estadounidense por el suicidio de un profesor espa?ol que acababa de ser despedido
"No olvidaremos". En la tercera planta del edificio East Pyne Hall de la universidad de Princeton hay un despacho vac¨ªo y en penumbra, con flores en la entrada, un libro de condolencias y varios mensajes de dolor como ese adheridos a la puerta. Desde aqu¨ª ense?aba a sus alumnos Antonio Calvo, un carism¨¢tico profesor de 45 a?os que dirig¨ªa el programa de lengua espa?ola y organizaba y supervisaba dos cursos de verano de los estudiantes de esta universidad en Toledo. Era un profesor popular y querido por muchos de sus alumnos. ?stos no comprenden ahora c¨®mo la universidad le pudo echar antes de que acabara el semestre, quit¨¢ndole las llaves de este mismo despacho, el n¨²mero 334. Calvo se suicid¨® el pasado 12 de abril en su apartamento de Nueva York.
El s¨¢bado por la noche, 25 alumnos y algunos empleados de Princeton se reunieron aqu¨ª, en el colegio mayor Wilson, para decidir qu¨¦ pasos tomar en una estrategia general de exigir una mayor transparencia a la universidad en este caso. Consideran algunos de ellos que hubo en el despido de Calvo procedimientos no muy claros que merecen ser examinados y, tal vez, cambiados, para evitar futuros incidentes similares. Calvo, por lo que se nota en este campus, era un profesor popular que ten¨ªa el respaldo de una buena parte de sus alumnos para renovar el contrato de cinco a?os que ten¨ªa como director del departamento de lengua espa?ola. Ese contrato venc¨ªa este a?o.
A pesar de que su departamento hab¨ªa aconsejado su renovaci¨®n, el pasado ocho de abril un empleado de la universidad le retir¨® las llaves de su despacho, seis semanas antes de que acabara el semestre. Fue el ¨²ltimo d¨ªa de Calvo en un trabajo para el que viv¨ªa. "Antonio confiaba en que le iban a renovar su contrato ya que aparentemente contaba con el apoyo del departamento de espa?ol", explica su amigo y, en el pasado, tambi¨¦n empleado de Princeton, Marco Aponte Moreno, que ahora da clases en Surrey, Reino Unido. "Antonio hab¨ªa dicho a varios colegas y amigos que cre¨ªa que un grupo quer¨ªa desprestigiarlo. Sab¨ªa que se estaba haciendo una investigaci¨®n en la cual se llamaba a varios colegas a hablar sobre ¨¦l. Sin embargo, se sent¨ªa seguro, por lo menos hasta el viernes ocho de abril, cuando fue suspendido, de que la administraci¨®n de Princeton confirmar¨ªa la renovaci¨®n".
La Universidad mantiene un silencio absoluto al respecto. Aseguran sus portavoces que las negociaciones contractuales son un asunto personal y que sus normas le impiden hablar de ellas en abierto. El d¨ªa del despido, sus alumnos estuvieron esperando en el aula durante 20 minutos, sin que se les diera informaci¨®n al respecto. La escena se repiti¨® el d¨ªa anterior al suicidio: los estudiantes esperaron 20 minutos hasta que lleg¨® un sustituto que les dijo que Calvo ya no daba clases en Princeton. Tres d¨ªas despu¨¦s del suicidio, el rectorado envi¨® un correo a los alumnos diciendo que el profesor hab¨ªa muerto, sin dar m¨¢s detalles al respecto. El diario universitario cubri¨® la informaci¨®n del mismo modo el pasado d¨ªa 18.
Aquella opacidad, la falta de palabras de aliento o de una sola alabanza al profesor, provoc¨® la ira de uno de ellos. El estudiante de espa?ol de cuarto a?o Philip Rothaus escribi¨® y difundi¨® una carta abierta. "?Por qu¨¦ le echar¨ªan en contra de los deseos de su departamento y sin ninguna otra raz¨®n aparente? Este es el gran misterio: deb¨ªa haber alguna raz¨®n -de lo contrario, nada tiene sentido- pero siguen ocult¨¢ndola", dice la carta, que EL PAIS ha obtenido en el campus. "Hay un esfuerzo claro de suprimir informaci¨®n -a diversos miembros del profesorado se les dijo que no pod¨ªan hablar con Antonio por ning¨²n motivo despu¨¦s de que fuera suspendido".
"?Cu¨¢l es la pol¨ªtica de la universidad para suspender o despedir a alguien?". Emily VanderLinden, estudiante de Ciencias Pol¨ªticas que pas¨® parte del verano de 2010 con Calvo en el programa de visita acad¨¦mica a Toledo y a quien ¨¦ste asesoraba este semestre, ha enviado una decena de correos a todo tipo de autoridades del decanato y del rectorado con esa sencilla pregunta. Nadie le ha contestado de momento. "Lo que me duele es no haber sabido lo que le estaba pasando a Antonio, que nos enter¨¢ramos tan tarde de su suspensi¨®n y del suicidio. Muchos compartimos ese dolor porque Antonio no dejaba a nadie indiferente, porque era una persona que escuchaba y ayudaba y no merec¨ªa lo que pas¨®. Lo ¨²nico que pedimos ahora es informaci¨®n: saber c¨®mo se le despidi¨® y bajo qu¨¦ reglamento".
El profesor no tuvo la oportunidad de despedirse de sus alumnos. Seg¨²n Aponte Moreno, su amigo y antiguo colaborador en Princeton, Calvo deb¨ªa haberse encontrado con sus empleadores el 11 de abril. La reuni¨®n no tuvo lugar. Al d¨ªa siguiente muri¨®. La oficina m¨¦dico forense de la ciudad de Nueva York, donde resid¨ªa Calvo, concluy¨® que su muerte, el ocho de abril, fue un suicidio. Su portavoz, Ellen Borakove, asegura a EL PAIS que Calvo se infligi¨® "pu?aladas y heridas incisas en el cuello y en la extremidad superior izquierda [brazo]". Los familiares del profesor enviaron una misiva a los alumnos de Princeton el s¨¢bado en la que expresaban dolor por las muchas dudas que quedan tras su muerte. De momento, muy pocas han sido aclaradas. Es por eso por lo que los alumnos siguen buscando tantas respuestas.
Dudas en un exclusivo club
La universidad de Princeton pertenece al selecto mundo acad¨¦mico del 'Ivy League', las ocho universidades m¨¢s prestigiosas de Estados Unidos. Fundada en 1746, cuenta con 1.100 profesores que ense?an a unos 8.000 alumnos cada a?o. De sus aulas se han licenciado ex presidentes como Woodrow Wilson; primeras damas como Michelle Obama; jueces del Tribunal Supremo como Sonia Sotomayor, Elena Kagan y Samuel Alito, y ministros como Donald Rumsfeld. Este a?o cuenta con Mario Vargas Llosa como lector invitado.
Situada en un apacible pueblo de una zona acomodada de Nueva Jersey, los edificios de la universidad viven ajenos al paso del tiempo, regidos por sus propias tradiciones ancestrales. Hay un arco frente al rectorado, la puerta Fitz Randolph, por la que los alumnos s¨®lo pasan dos veces: el primer d¨ªa de su estancia en el campus y cuando ya se han licenciado. El hecho de atravesarla une para siempre. Ser alumno de Princeton es entrar en un exclusivo club al que se pertenece de por vida. Muy pocos han abandonan el barco antes de llegar a puerto (fue el ex presidente John F. Kennedy una excepci¨®n, que no acab¨® sus estudios aqu¨ª, para marchar a Harvard).
En estos d¨ªas, sobre esta peque?a y tranquila comunidad han ca¨ªdo las dudas del despido no aclarado del profesor Antonio Calvo. Los alumnos siguen pregunt¨¢ndose qu¨¦ paso va a dar ahora Nassau Hall. Es as¨ª como se refieren a la sede del rectorado, donde tienen puesta su atenci¨®n, pidiendo explicaciones sobre el procedimiento de suspensi¨®n de un profesor. El edificio de piedra de Nassau Hall, de momento, parece sumido en el mismo letargo que pesa sobre ¨¦l el resto del a?o. Los alumnos del profesor Calvo piden que alguien se asome, y les escuche. / DAVID ALANDETE
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