Uruguay empieza a vender marihuana estatal en farmacias

Con el inicio de la venta en farmacias, ha llegado la fase m¨¢s interesante de la legalizaci¨®n de la marihuana en Uruguay, un proceso ¨²nico en el mundo que incluye tanto la producci¨®n como la venta del cannabis. Solo 16 farmacias han aceptado expender esos peque?os sobres de 40 gramos, pero despu¨¦s de tantos a?os de atraso (la ley se vot¨® en 2013), el arranque de la operaci¨®n constituye todo un ¨¦xito para los promotores de la iniciativa.

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La marihuana que llega a las farmacias no es cualquier marihuana, sino el resultado de un elaborado pacto interno (muchos uruguayos son contrarios a la venta) y externo, ya que Uruguay sigue bajo la condena de la ONU por su proceso de legalizaci¨®n. Y la ciencia ha tenido que intervenir en el proceso. As¨ª, la sustancia tiene un efecto bajo, con un porcentaje de entre 2% y 4% de tetrahidrocannabinol (THC), el principal elemento psicoactivo del cannabis. La media suele supera casi siempre el 3%, lo que ha hecho correr la informaci¨®n de que la marihuana de las farmacias "no pega nada".

Adem¨¢s, las variedades y su cultivo son ¨²nicas y de ese modo se evitar¨¢ el tr¨¢fico hacia los pa¨ªses vecinos. La droga ser¨¢ f¨¢cilmente reconocible y, por lo tanto, los posibles traficantes m¨¢s f¨¢ciles de detener.

Cultivado en terrenos vigilados por el Ej¨¦rcito (y vedados al acceso de la prensa), el contenido de los sobres que est¨¢n disponibles en las farmacias es transportado con las m¨¢ximas medidas de seguridad. El cliente final debe de estar registrado previamente y un proceso inform¨¢tico le garantiza anonimato y seguridad.

A pesar de estar rodeada de tanta cautela, la marihuana legal uruguaya no deja de ser recreativa. Por su suavidad, se considera que es un producto para el uso ocasional, es decir, para aquellos que no fuman todos los d¨ªas. Se eligieron dos variedades de las mayores familias de cannabis que existen: las ¨ªndicas y las sativas. Las primeras son las plantas m¨¢s conocidas en el mundo y en Europa, aquellas que producen una sensaci¨®n de relax y tienen un efecto a nivel f¨ªsico. Las sativas, muy consumidas en Latinoam¨¦rica, generan mayor dinamismo porque act¨²an a nivel cerebral.

El Gobierno no logr¨® acuerdos con las grandes cadenas de farmacias que aseguraran la llegada del producto a todo el territorio, compuesto por 19 departamentos y habitado por 3,4 millones de personas. Pero por lo bajo, los farmac¨¦uticos reconocen que la marihuana legal es mucho menos peligrosa o psicoactiva que decenas de productos que venden cada d¨ªa en sus locales.

El precio de venta de cada envase de cinco gramos es de 187 pesos, unos 6,6 d¨®lares y 5,7 euros, lo cual establece el precio del gramo en los ya anunciados 1,30 d¨®lares (1,12 euros). Los consumidores inscritos pueden comprar un m¨¢ximo de 10 gramos a la semana y 40 al mes. En total 4.959 personas, seg¨²n el ¨²ltimo dato oficial, se inscribieron para comprar la marihuana despu¨¦s de llevar a cabo un sencillo tr¨¢mite en las oficinas de correo. Los no residentes en Uruguay no tienen acceso a la sustancia.

Los otros dos cap¨ªtulos de la norma, el autocultivo de un m¨¢ximo de seis plantas y los clubes cann¨¢bicos, funcionan con normalidad y sin incidentes destacables desde los primeros a?os de la legalizaci¨®n. Actualmente, hay 63 clubes en funcionamiento y 6.948 autocultivadores

Los primeros balances de m¨¢s de tres a?os de legalizaci¨®n, aunque sea parcial, han ido llegando poco a poco, se?alando ¨¦xitos y alg¨²n imprevisto. Por el lado de los ¨¦xitos, un estudio de la Facultad de Ciencias Sociales asegur¨® que la existencia de los clubes cann¨¢bicos y la autorizaci¨®n del autocultivo le restaron un 20% del mercado a los narcotraficantes. La investigaci¨®n compara datos de incautaciones de drogas y coincide con la percepci¨®n de los usuarios en las calles: hay menos prensado paraguayo (ilegal) y m¨¢s cogollos nacionales.

Pero ese ¨¦xito del cogollo uruguayo, que florece con cada cosecha junto con la moda de cultivar, trae consigo otra realidad: muchos consumidores siguen sin registrarse por desconfianza en el Estado, generando una especie de mercado gris que el gobierno mira atentamente.