La transformaci¨®n del Che Guevara en San Ernesto
La figura del guerrillero argentino es objeto de veneraci¨®n en el sureste de Bolivia, donde fue capturado y ejecutado
Se asemejaba a Cristo por su apariencia: ten¨ªa la barba y la melena. Eso dec¨ªan alguno pobladores de Vallegrande sobre Ernesto Guevara, el Che. Su cuerpo yac¨ªa y se expon¨ªa sobre la lavander¨ªa del hospital Se?or de Malta un 9 de octubre de 1967. El doctor a cargo de la cl¨ªnica orden¨® que los ojos del cad¨¢ver permanecieran abiertos, recuerda Susana Osinaga, una de las enfermeras que se ocup¨® de limpiar la anatom¨ªa de quien fuera uno de los ide¨®logos de la Revoluci¨®n cubana. Los pobladores que oyeron la noticia entraban a verlo, mientras los soldados sosten¨ªan sus fusiles para hacer una fila y mantener el orden. Seg¨²n testimonios de la gente que lo vio, la mirada del guerrillero argentino ¨Cque parec¨ªa perseguir a cada visitante¨C manten¨ªa el brillo de una persona viva. Este suceso impresion¨® y marc¨® la existencia de los habitantes de esta regi¨®n, ubicada en el sureste de Bolivia. 50 a?os despu¨¦s, su figura todav¨ªa es venerada por algunos como si se tratara de un santo.
Muchos de los feligreses de Guevara visitan la fosa com¨²n donde estuvieron enterrados sus restos por 30 a?os, entre 1967 y 1997, junto a seis de sus compa?eros. El sitio fue convertido en un mausoleo en 2006 y desde hace m¨¢s de un a?o forma parte del centro cultural que lleva su nombre. Mario Medina, custodio del lugar, ha visto todo tipo de manifestaciones religiosas y espirituales. "Hay mucha gente que viene y le hacen novenas, le pide favores al alma del Che, como si fuera un santo. Muchas parejas piden favores, personas mayores que est¨¢n enfermas piden sanaci¨®n", explica Medina, que se protege del sol con una gorra tipo militar con la silueta bordada del guerrillero.
A Leonid Lina, responsable de la Unidad de Turismo de Vallegrande, le ha tocado en m¨¢s de una ocasi¨®n acompa?ar a los visitantes que quieren presentar sus respetos al alma del Che. Cree que la llegada del cad¨¢ver del combatiente, despu¨¦s de haber sido derrotado en la Quebrada del Churo el 8 de octubre de 1967 ¡ªa 64 kil¨®metros de Vallegrande¡ª, "impresion¨® much¨ªsimo" a unos pobladores caracterizados por ser muy cat¨®licos y conservadores.
Del Centro Cultural al hospital hay m¨¢s de dos kil¨®metros de distancia. En el camino se puede ver un sinf¨ªn de negocios que venden todo tipo de objetos inspirados en el guerrillero. No solo la religi¨®n invoca su alma, tambi¨¦n los comerciantes que lucran con su imagen. En la cl¨ªnica, la lavander¨ªa es otro sitio de inter¨¦s para los peregrinos que llegan cada a?o. Karla Sagardia, de 19 a?os, trabaja como gu¨ªa en el lugar. Sabe que este a?o tendr¨¢ que limpiar bastante cera de las velas que la gente iluminar¨¢ para el estratega rosarino.
Osinaga tiene una tienda que hered¨® de su madre. Dentro hay muchas columnas de bloques de sal que comercializa, que unidas se asemejan a las paredes de una fortaleza. Hay d¨ªas que la diabetes le baja la presi¨®n y el nivel de az¨²car. A sus 85 a?os, todav¨ªa est¨¢ sana. Hace medio siglo vio llegar el cad¨¢ver del Che en un helic¨®ptero desde La Higuera. Junto a sus otras colegas enfermeras, le quitaron la ropa ensangrentada. Limpiaron y ba?aron el cuerpo de Guevara, lo "arreglamos bien bonito", dice. Es firme creyente de que el alma del guerrillero cura, porque en vida tambi¨¦n fue m¨¦dico. "?l me tiene con vida hasta ahora".
Cada rinc¨®n del pueblo y cada persona que vive en ¨¦l parece tener una historia que contar sobre el Che. Blanca Cadima, de 65 a?os, no es la excepci¨®n. El d¨ªa que el cuerpo de Guevara lleg¨® al pueblo, casi muere aplastada por una multitud. Ten¨ªa 15 a?os. Cuando se enter¨® que el fallecido arrib¨® a Vallegrande, se escap¨® del liceo junto a una compa?era rumbo al hospital. Cuando se abrieron las puertas de la cl¨ªnica, la gente que aguardaba afuera las empuj¨® y pas¨® por encima de ellas. Dos adultos lograron contener a la turba y las salvaron. Cadima dice que cuando pas¨® al lado del guerrillero yacente, este se ve¨ªa "muy simp¨¢tico y esbelto". "Esa noche so?¨¦ con ¨¦l, que lo ayudaba a escapar", afirma con cierto tono de nostalgia.
Cadima es evang¨¦lica y no cree en las im¨¢genes. Sin embargo, respeta las creencias de sus coterr¨¢neos y la fe que le tienen a Guevara en municipios cercanos, como el de Pucar¨¢: "Le rezan. Si le piden que llueva, el Che hace llover". La Higuera es una comunidad a 60 kil¨®metros de Vallegrande. En ella habitan apenas unas 60 personas. Una estatua de m¨¢s de cinco metros de alto recibe a todos los curiosos que llegan hasta este solitario lugar. Pasando la plaza principal del pueblo, que tiene la forma de la Estrella Roja -a solo unos metros de la primera escultura-, se erige otro monumento. Ah¨ª sobresale el busto del Che, al lado de una peque?a casa con una cruz en el techo. Dentro hay residuos de velas de todos los colores.
Entre los habitantes de La Higuera se hacen cargo del museo comunal, que antes fue la escuela donde Guevara permaneci¨® cautivo el 8 de octubre de 1967. Dentro, a¨²n se conserva la silla en la que el guerrillero herido se sent¨® antes de ser ejecutado. Las cuatro paredes de la infraestructura tienen mensajes en portugu¨¦s, japon¨¦s, ¨¢rabe, alem¨¢n y en muchas otras lenguas, rindi¨¦ndole honores al esp¨ªritu del Che.
A¨²n en este pueblo desolado, la gente no ha perdido la fe. Mar¨ªa Luz Veida, de 75 a?os, camina en la calle principal de tierra y lleva un recipiente en su mano. Sale en busca de agua. Ha escuchado que el Che es un "alma buena", aunque admite, con tono alegre y picaresco, que todav¨ªa no ha intentado pedirle un milagro. Pero eso no quiere decir que le vaya a dar un respiro en la otra vida. "Habr¨¢ que probar, habr¨¢ que probar", afirma sonriente.
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