Mar del Plata, refugio de represores en Argentina
La excarcelaci¨®n de Etchecolatz revela el lugar en el que se esconden los exmilitares de la dictadura beneficiados con prisi¨®n domiciliaria
Una de las primeras decisiones judiciales de 2018 fue conceder el beneficio del arresto domiciliario al expolic¨ªa Miguel Osvaldo Etchecolatz, condenado a cuatro cadenas perpetuas por delitos de lesa humanidad. El represor fij¨® su domicilio en la zona sur de Mar del Plata, donde se levanta el frondoso bosque Peralta Ramos, un barrio que naci¨® con 50 hect¨¢reas y que hoy supera las 450. Un entorno tranquilo, natural y con calles que viran seg¨²n los caprichos de eucaliptos, pinos y cipreses. La llegada del inesperado vecino atrajo la atenci¨®n general sobre un lugar donde pasaban inadvertidos desde hace a?os muchos de los hombres que marcaron la ¨¦poca m¨¢s oscura de Argentina. Y volvi¨® un repudio que estaba enterrado desde los 90.
EL PA?S acompa?¨® uno de los escraches que se repiten desde comienzos de enero. Al igual que los que se hac¨ªan en los 90, participaron de los se?alamientos de las casas donde viven los exmilitares las Madres de Plaza de Mayo, hijos de desaparecidos y vecinos del bosque y la ciudad, adem¨¢s de nietos recuperados e hijos de represores. Muchas de las personas que residen all¨ª son testigos designados en causas contra Etchecolatz que a¨²n permanecen abiertas, y sienten miedo.
La primera visita fue a la calle Benedetto Crocce 3045, donde hay un enorme d¨²plex con tejas espa?olas que protegen, por lo menos, tres habitaciones y una gran cocina. Las terminaciones en una cuidada madera y las lavandas y jazmines que crecen en el jard¨ªn frontal revelan que los residentes no son nuevos en el barrio. Juan Miguel Wolk, exjefe del centro clandestino Pozo de Banfield, donde cayeron 292 v¨ªctimas y nueve ni?os nacieron en cautiverio, vive all¨ª hace m¨¢s de dos a?os, seg¨²n testimonio de sus vecinos. Es dif¨ªcil saber la fecha exacta: El Pat¨®n, como le dicen, se hizo pasar por muerto varios a?os para burlar a la justicia.
¡°?Vienen para ac¨¢?, ?Son muchos?¡± El polic¨ªa Andrade no estaba al tanto de que, a 150 metros de su garita de seguridad, una movilizaci¨®n se preparaba para escrachar a Wolk. Tal es as¨ª que se inform¨® por este diario. Minutos antes de que una horda enfurecida le gritara ¡°asesino¡±, una mujer y un ni?o ¨Cpresumiblemente familiares del militar¨C guardaban cosas en uno de los tres autos estacionados en la puerta y recib¨ªan la orden de Andrade de resguardarse en la casa, mientras ¨¦l se colocaba un chaleco antibalas, cerraba la ventana de acr¨ªlico de su refugio y ped¨ªa por m¨®vil la llegada de refuerzos que nunca se presentaron. Ten¨ªan asuntos m¨¢s importantes. ¡°Hace dos a?os que ¨¦l est¨¢ ac¨¢ y nunca pasa nada, ni un bocinazo, pero desde que est¨¢ Etchecolatz es distinto¡±, confi¨® Andrade.
Las calles principales del barrio fueron marcadas con siluetas de desaparecidos, rostros del alba?il Julio L¨®pez y l¨¢pices de colores, que se colocaron oportunamente para recordar la responsabilidad de Etchecolatz en la doble desaparici¨®n de L¨®pez y en la Noche de los L¨¢pices, un reclamo por el boleto estudiantil en 1976 que termin¨® con al menos nueve estudiantes desaparecidos. Pero Etchecolatz no est¨¢ solo, seg¨²n el Ministerio P¨²blico Fiscal: son al menos 14 los militares que pidieron asilo en Mar del Plata, una ciudad que ya conden¨® a 40. Diez de ellos est¨¢n procesados (uno con juicio oral) y cuatro condenados. S¨®lo Etchecolatz tiene sentencia firme.
Una gran causa por la que fijan domicilio all¨ª es que la ciudad es habitada, en su mayor¨ªa, por personas mayores, por lo que existen buenos centros de atenci¨®n m¨¦dica. Otra, como sucede en Bah¨ªa Blanca, Necochea y Punta Alta, los poblados ubicados en la panza sur de la provincia de Buenos Aires, el balneario posee dos importantes bases militares, la a¨¦rea de Camet, y la naval, la misma en la que todav¨ªa esperan a los 44 tripulantes del submarino desaparecido en noviembre pasado, el Ara San Juan.
Para llegar desde la casa de Wolk hasta la de Etchecolatz hay que adentrarse en el bosque. All¨ª las calles se vuelven confusas y es f¨¢cil perderse sin mapas o la ayuda de alg¨²n vecino. ¡°En aquella casa vive un polic¨ªa, en aquella otra, otro, y ac¨¢ hay varios militares retirados. Yo estuve 50 a?os en la fuerza pero puedo vivir tranquilo¡±, aclara Miguel Angel D¡¯Aquila, exSubcomisario Inspector de la divisi¨®n robos y hurtos de la Polic¨ªa Federal durante la dictadura y, desde 2012, retirado en su casa, a la que llam¨® ¡°Volver a Vivir¡±. Este diario consult¨® al CELS y Abuelas de Plaza de Mayo acerca del prontuario de D¡¯Aquila, pero nadie brind¨® informaci¨®n que lo relacione con delitos de lesa humanidad.
¡°Seguramente hubo que callarse muchas cosas en esa ¨¦poca, hab¨ªa muchas presiones en la polic¨ªa. Los casos de desapariciones y bebes robados existieron y son hechos muy complicados, en cuyas causas a m¨ª no me toc¨® declarar porque yo no ten¨ªa nada que ver con eso¡±, reconoci¨® el expolic¨ªa. Y opin¨®: ¡°Es un error grave que lo traigan a Etchecolatz. Yo creo que tendr¨ªa que estar en prisi¨®n y cumplir lo que corresponde. A m¨ª me gustan las cosas claras y derechas y ¨¦l no las hizo as¨ª en absoluto. Es la intranquilidad del barrio y mucha gente est¨¢ molesta, porque el bosque es un sitio tranquilo, se vive con paz y felicidad¡±. Su mujer Gladys acota: ¡°Nos vinimos ac¨¢ porque la gente se pierde por las calles, pero esto va a cambiar todo¡±.
Dos carros de asalto y cerca de 20 polic¨ªas fuertemente armados se apostaron como refuerzos a pocas cuadras de la casa de Etchecolatz. La calle Guaran¨ªes, en su intersecci¨®n con Boulevard Nuevo Bosque, permaneci¨® cortada por un doble vallado. All¨ª est¨¢ la casa del represor y unos 30 infantes antimotines y agentes de tr¨¢nsito la protegen. No saben que en pocos meses tambi¨¦n podr¨ªan custodiar a una hija de desaparecidos. Laura Pecoraro compr¨® hace dos a?os el terreno ubicado enfrente a la casa con cuatro habitaciones, tres ba?os, living, cocina y quincho donde cumple su pena Etchecolatz. En aquel momento, pens¨®: ¡°Est¨¢ en cana (preso) y no me va a afectar¡±. Pero ahora lamenta su decisi¨®n: ¡°No voy a poder dormir sabiendo que el tipo est¨¢ ah¨ª¡±.
¡°El que se tendr¨ªa que sentir inseguro es ¨¦l porque no tendr¨ªa que estar ah¨ª¡±, afirm¨® Ana, hermana de Laura, quien trabaja en el espacio de memoria El Faro. ¡°Las fuerzas lo cuidan a ¨¦l y uno no sabe hasta que punto sigue teniendo poder. Siempre los contextos fueron desfavorables para los que luchamos por estas causas, pero nunca sent¨ª un miedo personal¡±, dijo la mujer, madre de cuatro hijos, ¡°Hoy s¨ª lo siento, es c¨®mo una cosa en el est¨®mago todo el tiempo, de volver a mi casa y encontrarla revuelta. Este era mi lugar en el mundo pero ahora s¨ª siento que tengo que tomar recaudos con mis hijos, porque en Argentina a los genocidas se les protege de una manera que no se hace con ning¨²n otro tipo de v¨ªctima. ?l es el gran victimario y nosotros las v¨ªctimas. Vivimos en un reino del rev¨¦s¡±.
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