Ecos de los a?os treinta
La pol¨¦mica sobre la pol¨ªtica de apaciguamiento de los a?os previos a la II Guerra Mundial llega hasta hoy. ?C¨®mo enfrentarse a fuerzas antidemocr¨¢ticas sin empeorar las cosas?
Todav¨ªa no sabemos si la Conferencia de M¨²nich fue un ejemplo de humillante cobard¨ªa diplom¨¢tica o un desastre de relaciones p¨²blicas de Reino Unido y Francia, que nunca han sabido explicar lo que realmente ocurri¨® el 30 de septiembre de 1938. Al t¨¦rmino de aquel encuentro, Par¨ªs y Londres permitieron a Hitler quedarse con una parte del territorio de Checoslovaquia, aunque el Gobierno de Praga ni siquiera estaba invitado a la cumbre. La incorporaci¨®n de los Sudetes, una regi¨®n checa que contaba con una importante poblaci¨®n de habla alemana, fue el segundo paso del proyecto nazi para hacerse con el control de Europa tras la anexi¨®n de Austria (el Anschluss), en marzo de ese mismo a?o.
Para algunos historiadores, aceptar el chantaje de Hitler fue un error enorme, que envalenton¨® al dictador alem¨¢n y ni siquiera evit¨® el estallido de la II Guerra Mundial, justo un a?o m¨¢s tarde, porque nada iba a frenar sus ambiciones. Para otros expertos fue un h¨¢bil movimiento pol¨ªtico que permiti¨® a los brit¨¢nicos ganar tiempo, ya que su Ej¨¦rcito no hubiese resistido entonces una ofensiva alemana y, en cambio, un a?o m¨¢s tarde s¨ª.
Resulta interesante que dos novelas de ¨¦xito reciente, El orden del d¨ªa (Tusquets), del franc¨¦s ?ric Vuillard, y Munich, del brit¨¢nico Robert Harris (todav¨ªa no traducida), traten este momento de la historia europea. Tambi¨¦n ha alcanzado cierta notoriedad un ensayo del periodista franc¨¦s Gilbert Grellet, Un verano imperdonable (Escolar y Mayo), sobre la indiferencia de las democracias europeas tras el golpe de Estado fascista con el que estall¨® la Guerra Civil. El subt¨ªtulo de este interesante libro lo dice todo: "1936: la guerra de Espa?a y esc¨¢ndalo de la no intervenci¨®n". Lo que entonces se llam¨® pol¨ªtica de apaciguamiento hacia Hitler cobra un nuevo sentido en la actualidad, porque tambi¨¦n ahora crecen fuerzas antidemocr¨¢ticas.
Es cierto que ahora no existe un tirano que juegue con la bola del mundo y quiera que una raza superior someta al continente a la esclavitud, ni que planifique la exterminaci¨®n de todo un pueblo. Afortunadamente no hay nadie comparable a Hitler o Stalin. El r¨¦gimen norcoreano es tan terror¨ªfico como los anteriores, pero su alcance territorial es limitado. El islamismo violento, en cambio, act¨²a en medio mundo desde bases remotas y su objetivo es destruir las democracias occidentales.
La situaci¨®n actual es indudablemente diferente de la de septiembre de 1938, con una Europa unida formada por democracias, que no se enfrentan a la amenaza a los grandes totalitarismos del siglo XX. Pero los ecos de los a?os treinta son evidentes: la subida de la ultraderecha en demasiados lugares, Gobiernos de pa¨ªses como Hungr¨ªa o Polonia que est¨¢n forzando los l¨ªmites del Estado de derecho hasta diluirlos o el constante aumento del antisemitismo. Resulta imposible no sentir un escalofr¨ªo ante cr¨ªmenes como el asesinato en Francia de una anciana, superviviente del Holocausto, por el hecho de ser jud¨ªa, como tambi¨¦n escuchar los discursos del reci¨¦n reelegido primer ministro h¨²ngaro, Viktor Orb¨¢n, contra Georges Soros, te?idos de un lenguaje de conspiraciones mundiales que hemos escuchado demasiadas veces en el pasado.
Tampoco deber¨ªamos olvidar que la Rusia de Putin ha demostrado con la anexi¨®n de Crimea y la guerra de Ucrania sus ambiciones territoriales, que se ciernen como una amenaza sobre sus antiguos sat¨¦lites, y ha dejado muy claras sus intenciones de enfangar todos los procesos democr¨¢ticos que pueda, para debilitar a sus adversarios. Y no podemos ignorar que un tirano como Kim ?Jong-un posee armas nucleares y que un s¨¢trapa capaz de usar gases t¨®xicos contra la poblaci¨®n civil, como Bachar el Asad, acusado de nuevo de un ataque qu¨ªmico este fin de semana, est¨¢ a punto de ganar una guerra en Siria en la que ha demostrado una crueldad sin l¨ªmites ante la indiferencia mundial (o incluso peor, las promesas de intervenir que nunca se cumplieron pese a que se cruzaron todas las l¨ªneas rojas).
"Los ecos de los a?os treinta son evidentes", explicaba Robert Harris en una entrevista con la BBC. Este escritor es un fino analista de la actualidad a trav¨¦s de la historia, sobre todo con su serie de novelas sobre la antigua Roma, la trilog¨ªa de Cicer¨®n (DeBolsillo), Imperium, Conspirador y Dictador . Su tesis es que el primer ministro brit¨¢nico Neville Chamberlain no fue un timorato, sino que "sacrific¨® su reputaci¨®n por un inter¨¦s superior". En 1938, Reino Unido no estaba preparado para la guerra. Harris, un antiguo periodista de investigaci¨®n que se documenta a fondo, explica por ejemplo que entonces s¨®lo ten¨ªa 20 aviones Spitfire realmente operativos, con lo que hubiesen sido aplastados por los nazis. La batalla de Inglaterra no hubiese sucedido. Tambi¨¦n carec¨ªa de suficientes radares pero, sobre todo, "de sentido de la unidad ante los nazis en el pueblo brit¨¢nico". Chamberlain sab¨ªa que, sin estos elementos, no ten¨ªa ninguna oportunidad.
El libro de Vuillard, con el que gan¨® el Premio Goncourt, es una extraordinaria investigaci¨®n hist¨®rica, pero sus conclusiones son muy diferentes. Describe un Ej¨¦rcito alem¨¢n en un estado bastante calamitoso como "una amalgama de metal, chapa vac¨ªa" y relata un atasco gigante de los tanques que hab¨ªan entrado en Austria. Para Vuillard, Francia y Reino Unido vendieron Checoslovaquia "a precio de saldo, como si las ambiciones de Hitler pudieran detenerse".
?C¨®mo pueden enfrentarse las democracias a lo intolerable?
Estos libros no servir¨¢n para frenar la pol¨¦mica en torno al apaciguamiento porque seguramente no exista una soluci¨®n: cada momento hist¨®rico es diferente, cada situaci¨®n presenta matices que pueden ser cruciales. Pero es indudable que los problemas se repiten. ?C¨®mo pueden enfrentarse las democracias a lo intolerable? ?C¨®mo pueden reaccionar ante personas que ponen en peligro sus m¨¢s profundos valores? ?Cu¨¢ndo una guerra puede ser una opci¨®n o siempre es un error? ?Hubiese evitado una intervenci¨®n internacional temprana en Siria el desastre en que se ha convertido ese conflicto, ISIS incluido, o hubiese empeorado las cosas? ?Qu¨¦ hacemos ante Corea del Norte, un r¨¦gimen enloquecido que mejora la capacidad de su armamento a?o tras a?o?
En Europa, las cosas son m¨¢s sutiles, pero nunca podemos olvidar que, como escribe con certeza Vuillard, "las mayores cat¨¢strofes se anuncian a menudo paso a paso". ?Hasta cu¨¢ndo puede tolerar la UE que algunos de sus miembros se pasen por el forro principios fundacionales de la Uni¨®n como la divisi¨®n de poderes o la libertad de expresi¨®n? ?C¨®mo se frenan las injerencias rusas en procesos democr¨¢ticos cuando un hacker habilidoso puede intervenir un sistema bancario o electoral? ?C¨®mo frenamos el antisemitismo, que actualmente tiene or¨ªgenes diversos? Por un lado, est¨¢ el mismo que ha recorrido Europa desde las Cruzadas, un odio at¨¢vico, pero tambi¨¦n existe uno de nuevo cu?o, promovido por el islam radical violento, como queda claro en Francia.
Al final, s¨®lo quedan preguntas y ninguna respuesta clara: ?cu¨¢l es la mejor forma de defender nuestros valores y nuestra libertad? ?Hasta d¨®nde estamos dispuestos a ceder para evitar un mal mayor? Estudiar la Conferencia de M¨²nich y la actitud de las democracias occidentales no nos dar¨¢ una respuesta. Aunque est¨¢ claro que la pol¨ªtica de apaciguamiento, entonces, no evit¨® el desastre.
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