Tumbas sin nombre para los dictadores argentinos
Ajenos al debate sobre el nuevo destino de los restos de Franco en el Valle de los Ca¨ªdos, los cuerpos de los jerarcas de la dictadura sudamericana se pierden en el olvido
El viernes 17 de mayo de 2013, un carcelero encontr¨® a Jorge Rafael Videla sentado en el inodoro de la celda que ocupaba en Marcos Paz, un penal para presos comunes, con signos de ¡°rigidez ocular¡± y sin pulso. El dictador hab¨ªa muerto horas antes, en la soledad de una madrugada entre rejas, tras una ca¨ªda que a sus 87 a?os fue letal. Videla estuvo una semana en una nevera de la morgue judicial, a la espera de la autopsia. Cuando la justicia finalmente entreg¨® el cuerpo, la familia no supo qu¨¦ hacer con ¨¦l. No encontr¨® sitio en el pante¨®n militar en Chacarita, el cementerio m¨¢s grande de la ciudad de Buenos Aires, por temor a manifestaciones de repudio. Tampoco fue bienvenido en Mercedes, su ciudad natal. Videla termin¨® enterrado en un cementerio privado en las afueras de Buenos Aires, bajo un m¨¢rmol con la inscripci¨®n ¡°Familia Olmos¡±, an¨®nimo a la mirada de los curiosos.
La tradici¨®n militar indica que los altos cargos tienen un nicho reservado en el pante¨®n de Chacarita. Videla no pudo ir all¨ª, ni tampoco sus dos c¨®mplices en la junta que el 24 de marzo de 1976 derroc¨® a la viuda de Juan Domingo Per¨®n, Mar¨ªa Estela Isabelita Mart¨ªnez. A pocos metros del dictador, en el cementerio Memorial de Pilar, tambi¨¦n con el nombre cambiado, est¨¢ el exjefe de la Armada y creador de la ESMA, el mayor centro de torturas y detenciones ilegales de la dictadura, Emilio Massera, fallecido el 8 de noviembre de 2010 en el Hospital Naval. Su par de la Fuerza A¨¦rea, el brigadier Orlando Ram¨®n Agosti, muerto en octubre de 1997, ocupa otra parcela en el mismo cementerio privado. La familia de Videla pidi¨® en 2015 permiso al juez para cremar sus restos, pero pese a conseguir el aval nunca cumpli¨® con el tr¨¢mite, seg¨²n pudo confirmar EL PA?S de fuentes judiciales.
Ni Videla ni Massera tuvieron el final dorado que imaginaron cuando lideraron la dictadura militar m¨¢s sanguinaria de Am¨¦rica del Sur, con un saldo de 30.000 muertos y desaparecidos. El regreso a la democracia los encontr¨® en 1984 sentados frente a un tribunal que los conden¨® por delitos de lesa humanidad. En 1990 fueron indultados por el presidente Carlos Menem, pero volvieron a la c¨¢rcel cuando el kirchnerismo reabri¨® las causas judiciales. La muerte de Videla fue paradigm¨¢tica. Desechado de Chacarita, la familia intent¨® inhumarlo en el pante¨®n que tiene en Mercedes, un pueblo de antigua tradici¨®n militar donde tambi¨¦n tiene lazos de sangre Agosti. Las manifestaciones en contra arruinaron los planes.
¡°La muerte de Videla y el hecho de que la familia intentara traerlo a Mercedes nos tom¨® por sorpresa. El repudio fue un¨¢nime y confluimos en la puerta del cementerio, en una especie de guardia para evitar que lo enterrasen all¨ª. La familia, al final, desisti¨®, pero no supimos ad¨®nde iba a ir¡±, dice Ciro Lalla, historiador y miembro de la Comisi¨®n por la Memoria del municipio. El repudio a Massera, en cambio, fue silencioso, pero suficiente para impedir los planes de inhumarlo en el pante¨®n que el C¨ªrculo Naval tiene en Chacarita. ¡°Lo quer¨ªan traer ac¨¢ y hasta me hicieron limpiar todo el lugar. Pero despu¨¦s no enteramos de que hab¨ªan tenido que poner custodia, porque esa noche hubo gente merodeando, activistas de derechos humanos. Por eso no vino, lo mandaron a Pilar¡±, cuenta un antiguo empleado del pante¨®n que prefiere no dar su nombre.
Roberto Viola, sucesor de Videla tras un golpe de palacio, muri¨® el 30 de septiembre de 1994, cuando a¨²n estaban vigentes los indultos de Menem a los jerarcas del r¨¦gimen. Viola s¨ª encontr¨® espacio en el pante¨®n militar, un edificio de m¨¢rmol de gran altura, con capilla en su interior y tres subsuelos. M¨¢s de 1.000 militares est¨¢n enterrados all¨ª en nichos con tapas de acero inoxidable, entre fotos, placas de bronce y algunas flores perdidas. No hay rastros de Viola. Nada saben de ¨¦l los empleados del cementerio ni en el archivo. Un cuidador dice que fue cremado, aunque duda. ¡°Est¨¢ en el viejo pante¨®n¡±, dice otro empleado, pero all¨ª tampoco hay placa alguna que diga Roberto Viola. ¡°Aqu¨ª s¨®lo hay familias de militares, yo no recuerdo que hayan enterrado a Viola. El problema es que los sepultan con nombres cambiados para que no los escrachen¡±, dice el encargado del lugar.
La llave del enigma la tiene, finalmente, una mujer que resguarda los viejos documentos del cementerio y que no est¨¢ autorizada a dar informaci¨®n. Tras abrir una carpeta, extrae una hoja suelta y lee con atenci¨®n. Junto al nombre de Viola hay una escritura a mano, realizada hace m¨¢s de 10 a?os por un investigador que alguna vez se preocup¨® por recuperar la memoria del pante¨®n militar. ¡°Trasladado a Entre R¨ªos¡±, dice. La versi¨®n es veros¨ªmil. Viola se cas¨® con una mujer de Concordia y el hijo de ambos a¨²n vive all¨ª, pero el rastro del cuerpo se pierde en la ciudad entrerriana.
¡°Se han cuidado muy bien de que no aparezcan vinculados a sus propias fuerzas, nadie est¨¢ interesado en recordarlos", dice Carlos Loza, miembro de la Asociaci¨®n de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD) por la dictadura. Pasados 40 a?os, Argentina tiene abiertos a¨²n juicios por cr¨ªmenes de lesa humanidad y ha trasladado de generaci¨®n en generaci¨®n el esp¨ªritu de Nunca M¨¢s que marc¨® el regreso de la democracia. "La condena social que hubo en la sociedad argentina hizo que sean oprobiosos para las mismas familias, incluso muchos de sus hijos han rechazado la paternidad, otros han cambiado sus apellidos¡±, agrega Loza.
La suerte de Leopoldo Fortunato Galtieri, el sucesor de Viola, tambi¨¦n se perdi¨® en la memoria. El general que llev¨® a Argentina a la guerra de Malvinas en 1982 muri¨® en silencio en enero de 2003, a los 76 a?os, cuando cumpl¨ªa arresto por la apropiaci¨®n de beb¨¦s nacidos durante el cautiverio de sus madres en los centros de tortura. Su cuerpo fue trasladado al pante¨®n militar, como indica la tradici¨®n. En aquel entonces mereci¨® los honores de una banda militar y hasta unas palabras del jefe del Ej¨¦rcito, Ricardo Brinzoni. El acto fue posible porque a¨²n no reg¨ªa la ley que en 2009 prohibi¨® cualquier tipo de despedida oficial a los represores. Tras la inhumaci¨®n, un desconocido rompi¨® las coronas de flores y realiz¨® pintadas en la tumba reci¨¦n estrenada, pero eso fue todo. Galtieri cay¨® r¨¢pidamente en el olvido, tanto que hoy unos pocos saben que el militar ya no est¨¢ en Chacarita. ¡°Su hermana lo retir¨® hace unos seis a?os, para cremarlo¡±, revela un cuidador del pante¨®n.
?Los jerarcas de la dictadura argentina, amos y se?ores en vida, son apenas un mal recuerdo en la muerte. No tienen monumentos y se ocultan a la historia. Los que padecieron el terrorismo de Estado dicen que los temores de sus herederos no tienen fundamento, que pueden estar tranquilos. ¡°Aunque se trate del cuerpo de un asesino, los rituales de la muerte no ser¨¢n interrumpidas por ninguna de las v¨ªctimas de la dictadura. No somos como los genocidas¡±, dice Loza. Y recuerda, iron¨ªas del destino, que fueron los represores quienes inventaron la figura del desaparecido, como se llama a los miles de hombres y mujeres que murieron sin tumba.
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