De monstruos, medios y periodismo urgente
Las mujeres que sufren la violencia cotidiana, constante, impune, no merecen quedar invisibilizadas por un asesino serial que atrae la atenci¨®n por su propia y desmedida locura
Un asesino serial y su c¨®mplice. Narraciones grotescas en primera persona. Miserias humanas y materiales expuestos. ?C¨®mo sustraerse a la seducci¨®n del horror? Reconoci¨¦ndola y centrando el foco. O eso creo.
Veamos: la detenci¨®n en una de las zonas m¨¢s violentadas del Estado de M¨¦xico, de dos personas que confesaron ser el asesino de un n¨²mero a¨²n indeterminado de mujeres y su c¨®mplice, alborot¨® la conversaci¨®n p¨²blica de los d¨ªas que corren. Y, de paso, coloc¨® en la mira el papel que los medios de comunicaci¨®n jugamos al movernos en la delgada l¨ªnea entre el morbo, la banalizaci¨®n del mal y la informaci¨®n.
Cierto, en cualquier lugar del mundo un asesino serial atrae la atenci¨®n hasta de los que se creen por encima de la nota roja. Y en el caso de este feminicida confeso (a¨²n no juzgado) se agrega la pronta filtraci¨®n de detalles escabrosos acerca de c¨®mo mat¨®, despedaz¨® y comi¨® a sus v¨ªctimas, incluso de la manera en que dispuso de los restos humanos para alimentar animales. El horror hipnotiza, nadie lo niega. Pero justo por eso es importante contenerlo para que, adem¨¢s, no avasalle el entendimiento de los fen¨®menos sociales de los que emerge.
En mi informativo matutino en la radio dimos cuenta de la detenci¨®n de estas dos personas, de las acusaciones en su contra e, incluso, del hecho de que hab¨ªa confesiones de las atrocidades cometidas. Sin embargo, decidimos no transmitir en directo el audio de esas confesiones porque consideramos que no aportaban m¨¢s que sangre al miedo social y desviaban la atenci¨®n de un problema mucho m¨¢s complejo e importante: el rampante feminicidio en esa parte de M¨¦xico. Poner al centro a las v¨ªctimas no al victimario, eso inspir¨® la decisi¨®n editorial.
No es esta la primera vez que en el pa¨ªs discutimos la forma en que debemos informar de la violencia. Desde aquella fotograf¨ªa de 5 cabezas humanas sobre una pista de baile en Uruapan, Michoac¨¢n, hace 12 a?os, que ¡°inaugur¨®¡± la cobertura en medios de la guerra contra el crimen organizado, lo inenarrable se ha ido expandiendo hasta colonizar la narrativa. Fuimos estirando nuestros l¨ªmites ¨¦ticos para informar de un ¡°pozolero¡± que diluye cuerpos humanos, de fosas que nos escupen restos humanos, de historias que no supimos cuidar, de cajas de tr¨¢ileres rebosantes de cad¨¢veres porque no hay morgue que los contenga. Aprendimos a narrar lo que nadie nos dijo que tendr¨ªamos que narrar.
Suena tautol¨®gico. Lo es.
En la historia del feminicida confeso que hoy nos ocupa hay todo para alimentar la estelaridad del morbo medi¨¢tico: un ser despiadado, mujeres v¨ªctimas, una esposa c¨®mplice, cuatro hijos ahora inermes. Solo que en la mediaci¨®n inicial de la historia hay una trampa brutal: concentrar la mirada en el extremo de la violencia opaca la urgencia de visibilizar la normalidad de la agresi¨®n en los espacios intermedios. S¨ª, el asesino serial es un monstruo. S¨ª, comer carne humana o cocinarla es un horror. Pero las mujeres que sufren la violencia cotidiana, constante, impune en esa parte del Estado de M¨¦xico, no merecen quedar invisibilizadas por un asesino serial que atrae la atenci¨®n por su propia y desmedida locura. A la violencia contra las mujeres debemos una atenci¨®n en s¨ª misma. Los extremos son eso, extremos; las realidades son constantes.
No niego que el estudio detallado y cuidadoso del feminicida confeso podr¨ªa llevar a identificar muchas de las condiciones que permiten el homicidio de mujeres: abandono familiar, tejido social destruido, impunidad total, autoridades inexistentes. Ello requiere de un trabajo riguroso que vaya m¨¢s all¨¢ de la fascinaci¨®n con la sangre y las v¨ªsceras. Requiere de tiempo. Y requiere de centrar el foco. Estamos frente al gran reto de encontrar las claves que nos permitan narrar lo inenarrable: contextualizar al asesino serial para no opacar el drama cotidiano de la violencia regular contra las mujeres.
Por todo ello es que decidimos no transmitir ese audio en bruto en la radio. Y sigo creyendo que hicimos lo correcto.
Las muchas mujeres violentadas todos los d¨ªas no se merecen otra cosa.
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