La Francia ¡®amarilla¡¯ que nadie vio llegar
Aunque poco concurrida, la protesta en Par¨ªs contra Macron acaba con barricadas incendiadas y gases lacrim¨®genos
Pocos los vieron llegar. Que alg¨²n d¨ªa, en alg¨²n lugar, estallar¨ªa el malestar difuso que existe en Francia con el presidente Emmanuel Macron y con las ¨¦lites pol¨ªticas y econ¨®micas, pod¨ªa ser previsible. Pero que el hartazgo se expresar¨ªa de esta forma nadie, lo anticip¨®. Las barricadas incendiadas en los Campos El¨ªseos de Par¨ªs, durante una manifestaci¨®n poco concurrida este domingo, subrayaron la dificultad para gestionar un movimiento que desde hace una semana ha llevado a miles de franceses a protestar en rotondas, carreteras y autopistas en todo el pa¨ªs.
El detonante del movimiento de los chalecos amarillos ¡ªla prenda obligatoria en todo los autom¨®viles en Francia¡ª fue el aumento del precio de gasoil, el combustible hasta ahora m¨¢s barato y que, en enero de 2019, casi se equiparar¨¢ con el precio de la gasolina. Pero la revuelta va m¨¢s all¨¢.
#giletsjaunes en los Campos El¨ªseos pic.twitter.com/Bgvi2V9d9n
— Marc Bassets (@marcbassets) November 24, 2018
Sin l¨ªder ni ideolog¨ªa, quiz¨¢ no sea m¨¢s que una de estas expresiones peri¨®dicas del descontento franc¨¦s. O podr¨ªa representar, finalmente, la llegada del momento populista franc¨¦s que otros pa¨ªses occidentales ya han vivido, y que Francia esquiv¨® con la victoria de Macron en las presidenciales de 2017.
El mi¨¦rcoles por noche, el term¨®metro marcaba cero grados, y un centenar de chalecos amarillos se congregaba en el acceso a la autopista A-16, que conduce al t¨²nel bajo el canal de la Mancha, en Calais. Hostiles a la prensa, que consideran manipuladora, los chalecos amarillos de Calais aceptaron hablar cuando supieron que el periodista era extranjero. Entre ellos se mezclaban votantes de Jean-Luc M¨¦lenchon, el exsocialista que lidera el partido franc¨¦s equivalente a Podemos, con votantes de Marine Le Pen, presidenta del Reagrupamiento Nacional, heredero del Frente Nacional, viejo partido de la extrema derecha.
Bajo la mirada de la polic¨ªa antidisturbios, que les imped¨ªa cortar el acceso a la A.-16, se formaban tertulias. Las reclamaciones eran heterog¨¦neas. ¡°Aqu¨ª no hay jefes. Somos el pueblo¡±. ¡°Estamos contra la mundializaci¨®n y el capitalismo¡±. ¡°BFMTV [la cadena de informaci¨®n continua] es la tele de Macron¡±. ¡°Es el presidente de los muy muy ricos¡±. ¡°Nos insulta, nos degrada, nos humilla¡±. ¡°Piensa m¨¢s en Europa que en el pueblo franc¨¦s¡±. ¡°Que dimita¡±.
Affrontement actuellement sur les Champs-Elys¨¦es pic.twitter.com/zzy1QYis4Q
— Marketing d'Influence Immobilier (@InfluenceurImmo) November 24, 2018
El precio del gasoil o di¨¦sel es la bandera de las clases medias que sienten que pierden pie: la Francia de los que necesitan el coche para desplazarse en su vida cotidiana y que no llega a fin de mes. Es la Francia del autom¨®vil con di¨¦sel ¡ªla de las ciudades medianas y peque?as, mal conectadas por el transporte p¨²blico¡ª cada d¨ªa m¨¢s alejada de la Francia del metro, la bicicleta y el patinete. La Francia de provincias frente a la de la burgues¨ªa cosmopolita de las grandes ciudades que ve a la Francia perif¨¦rica como un pa¨ªs ex¨®tico.
La fractura es territorial, entre grandes y peque?as ciudades. Y es pol¨ªtica: entre la Francia de Macron ¡ªel joven pol¨ªtico que crey¨® que, destruyendo las viejas estructuras partidistas, pod¨ªa acabar con el eterno pesimismo franc¨¦s¡ª y la que, o bien se qued¨® en casa en las ¨²ltimas presidenciales, o vot¨® a los extremos. Tambi¨¦n es una fractura ideol¨®gica: la lucha contra el cambio clim¨¢tico, ?debe castigar a quienes usan el coche? ?Cu¨¢nto est¨¢n dispuestos a pagar los franceses para preservar el medio ambiente? Y, ?deben pagar los m¨¢s humildes?
La fractura opone a dos pa¨ªses que no se entienden. La incomprensi¨®n puede transformarse en un sentimiento de agravio y desprecio clasista hacia la Francia de los ringards y los beaufs ¡ªlos horteras y los cu?ados, en jerga popular¡ª y hacia ¡°los tipos que fuman pitillos y van con di¨¦sel¡±, como les llam¨® el portavoz del Gobierno, Benjamin Griveaux.
Los chalecos amarillos escapan por ahora a toda captaci¨®n partidista. Le Pen y M¨¦lenchon conf¨ªan en capitalizar el descontento, como Laurent Wauquiez, l¨ªder de Los Republicanos, pero van con cuidado. Los episodios de violencia y algunas palabras e incidentes racistas en las concentraciones han servido a la mayor¨ªa macronista para alertar de la deriva extremista.
La dificultad a?adida, para Macron, es que no tiene interlocutores. No hay sindicatos detr¨¢s. ?Con qui¨¦n deber¨ªa reunirse, si quisiera negociar? El presidente ya ha superado las protestas por la ley laboral que agiliz¨® el despido y por la reforma de la SNCF, los ferrocarriles p¨²blicos. El martes presentar¨¢ propuestas. El mantra gubernamental sostiene que Macron escucha el descontento pero mantendr¨¢ sus reformas.
Francia ¡ªtambi¨¦n las ¨¦lites¡ª observa a los chalecos amarillos con una mezcla de inquietud e inter¨¦s: a fin de cuentas, los sondeos revelan que la mayor¨ªa de franceses simpatizan con ellos. Pocos los vieron venir; nadie sabe ad¨®nde van.
Barricadas en fuego en los Campos El¨ªseos
No fue la gran movilizaci¨®n que algunos esperaban. El desembarco en Par¨ªs de los llamados chalecos amarillos fue modesto. Pero accidentado. Unas 8.000 personas participaron ayer en la manifestaci¨®n no autorizada en los Campos El¨ªseos, la avenida pr¨®xima al Palacio del El¨ªseo, sede y residencia de Macron. En el resto del pa¨ªs se movilizaron unas 106.000. La semana pasada fueron 280.000.
Los incidentes ¡ªbarricadas incendiadas, gases lacrim¨®genos, 42 detenidos¡ª marcaron la protesta en la capital. El ministro del Interior, Christophe Castaner, dijo que grupos de ultraderecha se hab¨ªan infiltrado. Y acus¨® a Marine Le Pen de atizar a quienes llam¨® ¡°los sediciosos¡± al sugerirles que fuesen a los Campos El¨ªseos en vez de a la zona designada, el Campo de Marte, m¨¢s lejos de la sede presidencial. Le Pen le acus¨® de ¡°manipulaci¨®n politiquera¡±.
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