?Estar¨¢ Brasil desafiando en Brumadinho a quienes intentan robar sus sue?os?
En el peque?o y martirizado poblado minero surge un grito de resistencia contra el dinero y la injusticia
Nada hay m¨¢s cercano a la muerte que la vida. As¨ª, de los escombros criminales de Brumadinho, empieza a nacer un grito de resistencia. ?Ser¨¢ capaz de rescatar para el pa¨ªs esperanzas que parec¨ªan muertas? Esos cientos de m¨¢rtires de la codicia capitalista siguen vivos, asustando al poder que querr¨ªa silenciarles con dinero.
En una de sus sentidas cr¨®nicas, desde aquel valle de dolor, mi colega Marina Rossi, nos inform¨® del desaf¨ªo lanzado a las empresas responsables del delito por algunas personas en luto que gritaban: ¡°No queremos dinero¡±. El desaf¨ªo resuena como un mantra amenazador. Ellos est¨¢n luchando para defender el valor de la vida que no tiene precio. Necesitan ser resarcidos de sus da?os, pero quieren dejar claro que ning¨²n dinero compensar¨¢ la p¨¦rdida criminal de las vidas sacrificadas.
Por primera vez, despu¨¦s del crimen anterior en la localidad de Mariana ¡ªdonde la ruptura de las represas de una minera dej¨® m¨¢s de una decena de muertos¡ª, la sociedad ha presionado al Estado para que encarcele a los presuntos culpables. El grito de las familias sin miedo, que quieren sobre todo justicia, ha resonado esta vez con m¨¢s fuerza que en el pasado. ?Ser¨¢ verdad que la conciencia cr¨ªtica de los brasile?os est¨¢ creciendo? El pa¨ªs entero llora y se indigna d¨¢ndose la mano de las madres, padres, hijos y hermanos sacrificados. Y maldice a las empresas sin escr¨²pulos.
La Historia antigua y reciente nos ense?a que de las grandes tragedias, de las guerras y genocidios, suelen surgir nuevos espacios de civilizaci¨®n y libertad. De sus escombros nacieron una nueva conciencia social y un mayor aprecio por la vida. Pas¨® despu¨¦s del nazismo y de los grandes conflictos mundiales, que acabaron por dar vida, por ejemplo, a la Uni¨®n Europea. Una Europa nueva surgida de la guerra que disfruta, por primera vez, de medio siglo de paz.
Aqu¨ª, en Brasil, en un momento en el que parec¨ªa que el pa¨ªs se resignaba a ser v¨ªctima pasiva de los cr¨ªmenes de la corrupci¨®n y de la violencia, surge desde el peque?o y martirizado poblado minero de Brumadinho un grito de resistencia contra el dinero del pecado y contra la injusticia que les ha golpeado.
Ese desaf¨ªo de dignidad e indignaci¨®n de la gente que grita: ¡°No queremos dinero¡±, aparece cuando el pa¨ªs asiste a un duro juicio a la clase pol¨ªtica. Esta clase pol¨ªtica que, casi sin distinci¨®n, si quiere dinero se arrodilla ante esos empresarios corruptos a quienes, para compensarles sus regalos, le facilita leyes que les permiten cometer impunemente cr¨ªmenes como los de Mariana y Brumadinho.
Es como si les dijeran a esos pol¨ªticos y gobernantes: nosotros queremos solo dignidad y trabajo seguro. Queremos hospitales donde nos devuelvan la salud. Queremos escuelas en las que se infunda a nuestros hijos la pasi¨®n por la libertad y el amor por la justicia. Queremos ciudades donde podamos salir con la familia a cenar sin temor a que nos coloquen una pistola en la cabeza para robarnos el celular. Queremos trabajar sin el p¨¢nico de ser devorados por los escombros. Es como si dijeran: no queremos su dinero pecaminoso. Solo les exigimos que defiendan y respeten nuestra vida.
En la Biblia, en el libro de los Hechos de los Ap¨®stoles, se narra la simb¨®lica escena en la que un tullido de nacimiento, postrado en el suelo, a la puerta del Templo, le pide una limosna al ap¨®stol Pedro. El pescador pobre de Galilea le dice: ¡°No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: 'Lev¨¢ntate y anda¡±. Le tom¨® de la mano y le hizo caminar. Aquel ¡°no tengo plata ni oro¡± de Pedro que fue capaz de devolverle la vida a sus piernas muertas es una condena a los poderes religiosos y pol¨ªticos de hoy. A ellos lo que no les falta es plata y oro, tantas veces arrancados a la buena fe de la gente sencilla que busca redenci¨®n. Lo que no saben es resucitar sus sue?os de justicia.
Ese grito de resistencia simb¨®lico y provocador escuchado en Brumadinho: ¡°No queremos dinero¡±, sino vida y respeto, seguridad y dignidad, deber¨ªa hoy estar escrito en la puerta de todos los templos. En los gabinetes de todos los gobernantes. En los muros de las empresas corruptas y conniventes con los pol¨ªticos. Deber¨ªa ser el grafito el que recuerde el clamor de la sociedad por un pa¨ªs menos apadrinado con los poderes que matan.
Brumadinho ha dado el primer paso. Todos, de ni?os, empezamos a andar cuando perdemos el miedo a ponernos de pie y, aunque tambale¨¢ndonos, iniciamos el camino hacia la aventura de la vida. ?Estar¨¢ Brasil empezando a desafiar a quienes intentan anestesiarlo? El Brasil que, con orgullo, no se contenta solo con limosna y rechaza el dinero de los corruptos es ya un pa¨ªs mejor que el que vende su voto por un plato de lentejas.
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