El derrumbe de Escobar
La Alcald¨ªa de Medell¨ªn demuele el edificio M¨®naco, construido por el capo colombiano, como parte de un relato que contrarreste los narco-tours
Marta Zuloaga quer¨ªa recuperar los balones de f¨²tbol de sus nietos. Los mellizos, de siete a?os, pateaban con m¨¢s fuerza que tino y varios hab¨ªan terminado del otro lado del muro, entre la maleza del edificio M¨®naco, en Medell¨ªn, que hab¨ªa construido Pablo Escobar. Los nietos ignoraban lo que ese nombre significaba para su abuela y otros vecinos, pero s¨ª sab¨ªan que el edificio de "unos malos" desaparecer¨ªa este viernes 22 de febrero.
El M¨®naco hab¨ªa sido construido en 1986 sobre los 8.000 metros cuadrados que ocupaban dos mansiones contiguas, que Escobar hab¨ªa comprado en un sector residencial exclusivo de la ciudad, a pocos metros del club Campestre, donde a ¨¦l le hab¨ªan negado la entrada. En cinco meses hab¨ªa demolido las casas y erigido su torre cuadrada de ocho pisos color marfil, con b¨®veda, cuarto de p¨¢nico, varias piscinas y jacuzzis. El lujoso pent-house de 1.600 metros cuadrados, decorado con pinturas de Botero, Grau y Obreg¨®n, donde Escobar viv¨ªa con su esposa y sus dos hijos, le hab¨ªa da?ado la vista a los socios del club.
Los turistas, que en los ¨²ltimos a?os llegaban hasta la carrera 44 n¨²mero 15sur-31, solo pod¨ªan imaginarse, desde la calle de enfrente, c¨®mo hab¨ªa vivido el capo colombiano porque el edificio era una ruina. En algunos narco-tours hablaban del fantasma de Pablo que rondaba la propiedad, pero lo ¨²nico que se mov¨ªa all¨ª eran los laureles, palmas y acacias que le hac¨ªan sombra; los mosquitos que hab¨ªan encontrado el lugar perfecto para sus larvas en las piscinas (finalmente las rellenaron de arena para evitar la plaga); y las ratas que hicieron casa en su estructura laber¨ªntica.
El d¨ªa antes de la implosi¨®n, ni Marta ni nadie que no fuera de la empresa Atila, que se encargar¨ªa de hacerlo desaparecer del paisaje, pod¨ªa entrar ya al edificio ni a su enorme patio a rescatar pelotas o a tomar una ¨²ltima foto. Unas cintas color naranja indicaban que la dinamita ya hab¨ªa sido colocada en puntos estrat¨¦gicos. Los vecinos especulaban cu¨¢nto tendr¨ªan que usar para destruir ese b¨²nker con paredes dobles, columnas reforzadas y techos enrejados que hab¨ªa sobrevivido inc¨®lume a otras explosiones.
La primera sucedi¨® a las 5:15 de la ma?ana del 13 de enero de 1988. Un autom¨®vil Toyota verde, cargado con 80 kilos de dinamita, estall¨® al costado occidental del M¨®naco. La explosi¨®n se escuch¨® en toda la ciudad y dej¨® un cr¨¢ter de m¨¢s de dos metros de profundidad por seis de di¨¢metro, que se llen¨® de agua porque rompi¨® un tubo del acueducto. "Medell¨ªn amaneci¨® como Beirut", dijo William Jaramillo, el alcalde de la ¨¦poca, sin saber que esa bomba ser¨ªa solo la primera de muchas en la guerra entre los carteles de Cali y Medell¨ªn.
La segunda ocurrir¨ªa el 19 de febrero del 2000, cuando ya el edificio no era de los Escobar. La Direcci¨®n Nacional de Estupefacientes lo hab¨ªa tomado y luego subarrendado a compa?¨ªas bananeras, empresas de publicidad y medicina prepagada, oficinas de abogados, una naviera, un centro de rehabilitaci¨®n de adictos -que tuvo que cerrar por falta de presupuesto- y, finalmente, se la hab¨ªa entregado a la Fiscal¨ªa. Los vecinos protestaron. No quer¨ªan ser v¨ªctimas colaterales de otro ataque. Ten¨ªan raz¨®n, porque dos meses despu¨¦s de que la Fiscal¨ªa se instalara all¨ª, hombres armados entraron disparando y luego detonaron 40 kilos de dinamita.
No hubo tantos heridos esa vez en el edificio Bahia Blanca, donde vive Marta, pero a Elcy Blair V¨¦lez, vecina del s¨¦ptimo piso, se le rompieron todos los vidrios y una de sus l¨¢mparas antiguas. Ante el anuncio de la Alcald¨ªa de que ese edificio tan "maluco" ser¨ªa implosionado, Marta, Elcy, Amparito y las dem¨¢s abuelas del inmueble tomaron precauciones. Cubrieron sus muebles con s¨¢banas, retiraron los cuadros de las paredes, forraron sus porcelanas y l¨¢mparas art-deco, evacuaron sus mascotas y retiraron las materas de los balcones, ante la posibilidad de que el cimbronazo -ojal¨¢ que fuera el ¨²ltimo que tuvieran que vivir- las da?ara.
La violencia destruy¨® la imagen de Medell¨ªn alrededor del mundo y sus ¨²ltimos alcaldes han construido escuelas, parques, edificios inteligentes, bibliotecas y centros de convenciones para alojar eventos empresariales, cient¨ªficos, deportivos y culturales. El alcalde actual, Federico Guti¨¦rrez, decidi¨® hacer algo para contrarrestar el relato de ficci¨®n en las series de televisi¨®n, pel¨ªculas y libros, donde los victimarios son los protagonistas. Medell¨ªn deb¨ªa ofrecer una narrativa alternativa a la de los narcotours que han proliferado en la ciudad en los ¨²ltimos a?os. La ciudad ten¨ªa que darle su lugar y reconocimiento a las v¨ªctimas -solo entre 1983 y 1994 mataron a 46.000 medellinenses- y a los h¨¦roes de esa guerra, como el coronel Valdemar Franklin Quintero, el incorruptible comandante de la Polic¨ªa de Antioquia que el d¨ªa que renunci¨® a su escolta dijo: "Por mi causa no pueden quedar m¨¢s viudas y m¨¢s hu¨¦rfanos. Si vienen por m¨ª, aqu¨ª los espero".
El candidato a la presidencia y enemigo declarado de Escobar, Luis Carlos Gal¨¢n, se hab¨ªa enterado del asesinato del coronel por la radio, mientras viajaba en su carro, la ma?ana del 18 de agosto de 1989. Lo lament¨® mucho porque el coronel le hab¨ªa salvado la vida d¨ªas antes, al descubrir un plan para matarlo en un viaje de campa?a a Medell¨ªn. Horas despu¨¦s, Gal¨¢n ser¨ªa asesinado a tiros por sicarios de Escobar.
Los hijos de Gal¨¢n y Quintero hab¨ªan perdido a sus padres el mismo d¨ªa, pero nunca se hab¨ªan encontrado. Tampoco se conoc¨ªan con otros sobrevivientes: las viudas, hijos, hermanos y padres de tantas otras v¨ªctimas del narco-terrorismo que ahora ser¨¢n homenajeadas en el parque que ocupar¨¢ el lugar del M¨®naco. Todos ellos se reunieron el viernes en el Club Campestre, desde donde vieron el edificio y lo escucharon rugir por ¨²ltima vez, antes de convertirse en polvo.
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