¡®Brexeternidad¡¯
El voto simult¨¢neo de una cosa y la contraria muestra como el consenso necesario para un Brexit suave o un segundo refer¨¦ndum sigue fuera de alcance
Justo cuando m¨¢s desear¨ªa librarse del yugo de la Uni¨®n Europea, Theresa May sucumbe al poder de sus instituciones. Y no solamente al del negociador Michel Barnier o de los jefes de Estado de los 27, sino tambi¨¦n a la realidad evocada en su d¨ªa por Jean Monnet: ¡°Los hombres pasan, pero las instituciones quedan; nada es posible sin las personas, pero nada subsiste sin las instituciones¡±.
Esto no es un capricho de los bur¨®cratas de Bruselas. Al contrario, responde al entramado de intereses y procesos que residen en el seno de estas instituciones y que son de mucho m¨¢s largo alcance que los deseos circunstanciales de un proyecto pol¨ªtico (el Brexit) o una l¨ªder sin futuro (May).
La resiliencia de las instituciones viene dada por un deseo de estabilidad de sus creadores, algo que tambi¨¦n experimenta Trump cuando el Congreso americano posterga su promesa en forma de muro con M¨¦xico. En todas partes, cuanto m¨¢s complejas se vuelven unas negociaciones, m¨¢s pierde la pol¨ªtica como simpleza.
El Brexit ha demostrado que, para muchos Estados europeos (peque?os o grandes, todos con igual poder de decisi¨®n a la hora de posponer la fecha de salida del Reino Unido), el mejor aliado son a veces los entramados institucionales de la Uni¨®n. La solidaridad hacia el socio que se queda (Irlanda) se ha antepuesto al ¡°divide y vencer¨¢s¡± que trat¨® de articular el Reino Unido al principio de las negociaciones.
Mientras tanto, el hartazgo va calando incluso entre los m¨¢s cercanos a Londres (Pa¨ªses Bajos o Alemania) porque la pregunta clave ¡ª?qu¨¦ Brexit desean los partidarios del Brexit?¡ª sigue sin encontrar respuesta. Ello nos devuelve al lugar donde se gest¨® el caos cuando, por motivos internos y de partido, Cameron inici¨® la andadura hacia el refer¨¦ndum del 23 de junio de 2016.
En Londres ¡ªy no en Bruselas como epicentro de la pol¨ªtica europea¡ª, las fracturas generadas por el Brexit hacen hoy muy dif¨ªcil la consecuci¨®n de cualquier mayor¨ªa estable. Westminster vot¨® este jueves a favor de aplazar el Brexit, ya sea mediante una pr¨®rroga t¨¦cnica para implementar el acuerdo de salida o para adoptar un plan alternativo. El mi¨¦rcoles hab¨ªa votado en contra de un Brexit sin acuerdo, pero el martes tambi¨¦n hab¨ªa rechazado el ¨²nico acuerdo de retirada posible: el que surge de la voluntad brit¨¢nica, plasmada en las directrices negociadoras del Consejo de la UE, de abandonar el mercado ¨²nico y la uni¨®n aduanera.
El voto simult¨¢neo de una cosa y la contraria muestra como el consenso necesario para un Brexit suave o un segundo refer¨¦ndum sigue fuera de alcance. La supervivencia de May, por su parte, es cada vez m¨¢s complicada, al haber perdido la confianza de su gabinete, grupo parlamentario y partido.
Salir del atolladero quiz¨¢ pase por la dimisi¨®n de la primera ministra o unas elecciones anticipadas (desarrollos otra vez en clave de pol¨ªtica interna y no europea). Esto ser¨ªa motivo suficiente para que la UE acceda a una extensi¨®n de las negociaciones, incluso hasta finales de 2020. Aunque ello tambi¨¦n genera p¨¢nico entre muchos diputados brit¨¢nicos, al requerir una extensi¨®n larga la participaci¨®n del Reino Unido a las elecciones europeas e incluso al nombramiento de una nueva Comisi¨®n, instituciones que la pol¨ªtica del Brexit aborrece.
Entramos pues hoy en una nueva fase de la Brexeternidad o, en otras palabras, de un Brexit enquistado que seguir¨¢ dominando la pol¨ªtica brit¨¢nica ¡ªesperemos que menos la europea¡ª cuando, por ejemplo, se trate de negociar una futura relaci¨®n comercial entre Londres y las instituciones de Bruselas.
Pol Morillas es director del CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs).
@polmorillas
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