Jap¨®n y su secreto mejor guardado
La suma de Juegos Ol¨ªmpicos m¨¢s Naruhito parece la ecuaci¨®n perfecta para renovar el pa¨ªs

Jap¨®n y los japoneses son un arcano dif¨ªcil de descifrar para la mayor¨ªa del mundo. Aunque la aceptaci¨®n mundial del sushi haya roto una barrera que anta?o solo cruzaban espa?oles y peruanos (?pescado crudo!), el enigma sigue envolviendo sus usos y costumbres, su desarrollo, su insularidad¡y su monarqu¨ªa.
Celoso de su tecnolog¨ªa y su armaz¨®n social, el nuevo Jap¨®n ha sufrido no solo el envite del tsunami, sino el de una crisis econ¨®mica y una desaceleraci¨®n que convirti¨® en desd¨¦n aquel salto gigantesco de los a?os ochenta. De comprarse Nueva York se pas¨® a un repliegue, que ahora quiere compensarse con el halo ol¨ªmpico y con el cambio en el trono del crisantemo. Jap¨®n necesita renovarse, relanzarse y la suma de Juegos Ol¨ªmpicos m¨¢s Naruhito parece la ecuaci¨®n perfecta para rearmarse ahora que su vecina China emerge como coloso amenazante e imbatible. Es cierto que la Rep¨²blica Popular para crecer est¨¢ adoptando modelos antes privativos de lo japon¨¦s y que la colaboraci¨®n financiera ha sido y es crucial. China parece querer imitarles en todo, especialmente en la moda y los usos sociales. Pero Jap¨®n, que hasta ha puesto un pie en la luna, buscar¨¢ desde hoy en la era Reiwa un nuevo lugar en el sol.
Las tecnolog¨ªas digitales que siguieron a aquellas novedades de la televisi¨®n en HD o los casetes que inundaron el mundo quieren ahora sorprendernos a base de robots, sistemas de control inteligente, adem¨¢s de nueva arquitectura y avances biol¨®gicos. Jap¨®n busca a escondidas su valor a?adido para volver a conquistar comercialmente el mundo. Su reto es m¨¢s dif¨ªcil que nunca, porque aquella China en la que instal¨® su imperio de Manchuria con el falso emperador Puji al frente ahora tiene que ser su socio; tiene que evitar a toda costa que sea un dominador. De lo contrario, el tsunami chino y su proyecto globalizador de la Nueva Ruta de la Seda ser¨ªa aun m¨¢s peligroso que el fen¨®meno natural.
Naruhito recibe pues un legado envenenado de su padre que toma la decisi¨®n in¨¦dita de ceder el trono en una monarqu¨ªa que tiene a gala no haber perdido nunca su hilo gen¨¦tico que la emparenta con los dioses. La capacidad de resistencia de la Casa Imperial solo tiene parang¨®n en la del propio pueblo japon¨¦s. Fieros e implacables hasta la derrota final, los japoneses han sabido rehacer su pa¨ªs y reposicionarse en el mundo de una manera que aun causa sorpresa y admiraci¨®n. Al final de la Gran Guerra nadie pod¨ªa imaginar que la cabeza visible del poder, el Emperador, resistiese al frente de la naci¨®n. La c¨¢rcel o la muerte parec¨ªan aseguradas, mas all¨¢ de la inevitable p¨¦rdida del poder. No fue as¨ª. Hirohito cumpli¨® 62 a?os al frente del Trono del Crisantemo. Hubo sin duda un delicado balance entre vencedores y vencidos. Los Estados Unidos de Am¨¦rica, que ya evitaron ¡ªfrente a lo previsto inicialmente¡ª lanzar la primera bomba at¨®mica sobre Kioto para no arrasar las esencias mas vivas de la cultura nipona, tampoco eliminaron el hilo umbilical del pueblo japon¨¦s con la magistratura que emparentaba con los dioses a la l¨ªnea din¨¢stica de sus emperadores. Se respet¨® su vida, y la longevidad fue un atributo que le acompa?¨® hasta finales de la d¨¦cada de los ochenta, cuando ya quedaban pocos signos de la Segunda Guerra Mundial o estaban a punto de ser derribados, como el Muro de Berl¨ªn, que caer¨ªa solo unos meses despu¨¦s.
Ahora el mundo vuelve a vivir un tiempo convulso, con Trump, el Brexit, y la nueva China. El heredero necesitar¨¢ fortalecerse. Y para convertirse en digno sucesor deber¨¢ seguir el ritual por el que pas¨® su padre hace treinta a?os: encontrase a solas dentro del templo de Is¨¦ con el secreto mejor guardado de Jap¨®n. Ese secreto es¡un espejo.
Desde el pr¨ªncipe celestial Kami Yamato Iwarebiko, y durante 72 generaciones en orden directo de sucesi¨®n, el espejo ha pasado de mano en mano, del emperador fallecido a su heredero, como si el ser japon¨¦s se fundamentase en la necesidad de mirarse en el mism¨ªsimo espejo de los dioses. Una cultura de miradas y reflejos, de verse y reflejarse en un objeto. Jap¨®n es, lo dijo Batres, el imperio de los signos, la tierra del gesto vac¨ªo, el s¨ªmbolo, el detalle que se presenta como el todo. El producto de una mirada ensimismada, de una contemplaci¨®n absorta de cada aspecto parcial del mundo. Esa mirada que nos abarca a todos en esta aldea global.
Javier Mart¨ªn-Dom¨ªnguez fue corresponsal en Jap¨®n, y cubri¨® el funeral de Hiro-Hito y la entronizaci¨®n de Akihito
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