A Bolsonaro se le est¨¢n derrumbando sus Columnas de H¨¦rcules
Hasta el mito Bolsonaro ya admite que la econom¨ªa, que ¨¦l promet¨ªa resucitar como un milagro, est¨¢ en crisis y sin grandes esperanzas de poder resurgir tan pronto
El presidente Jair Bolsonaro acaba de declarar que hab¨ªa llegado como ¡°el pato feo de la pol¨ªtica¡±, pero que ¡°ha decidido cambiar al pa¨ªs¡±. La realidad, m¨¢s bien, es otra. Su gobierno y sus profec¨ªas parecen ya un campo de escombros. Bolsonaro hab¨ªa prometido en su campa?a algo como las famosas Columnas de H¨¦rcules de la mitolog¨ªa que, como dec¨ªan los romanos, alcanzar¨ªan los confines del mundo (Non Terrae plus ultra). Su gobierno y sus promesas mesi¨¢nicas, sin embargo, parecen anunciar que est¨¢ devolviendo a Brasil a los peores y m¨¢s oscuros momentos de su historia.
Bolsonaro, el capit¨¢n de reserva, hab¨ªa prometido levantar no las dos Columnas de H¨¦rcules, sino muchas m¨¢s para que despu¨¦s de ¨¦l nadie fuese capaz de ofrecer un Brasil mejor. ?l habr¨ªa llegado al Non plus ultra, donde nadie en el pasado hab¨ªa conseguido llegar. Para ello, en una campa?a en la que ofrec¨ªa ¡°deconstruir al pa¨ªs¡± para ofrecer uno nuevo y liberado de sus demonios de izquierda, ofreci¨® levantar cuatro columnas que nadie, en el pasado, hab¨ªa conseguido llevar a cabo.
Prometi¨® acabar con la ¡°vieja pol¨ªtica¡± desgastada, para ofrecer una forma nueva de gobernar que no estuviera basada en el intercambio de favores. Ahora resulta que empieza a entender que aquella vieja pol¨ªtica ten¨ªa la piel m¨¢s dura que la suya y, d¨ªa a d¨ªa, le est¨¢ desbaratando sus sue?os. M¨¢s a¨²n, ha entendido que o se arrodilla ante ella o acabar¨¢ devorado. Y ha empeorado hasta ofrecer nuevos ministerios. La vieja pol¨ªtica, el viejo Congreso, no es un monasterio de monjes austeros con voto de pobreza y obediencia. Es voraz y se lo est¨¢ demostrando.
Hab¨ªa prometido ofrecer una pol¨ªtica, en la construcci¨®n de sus Columnas de H¨¦rcules, limpia de corrupci¨®n, con la caza a los corruptos. Para ello consigui¨® llevar a su nuevo gobierno al campe¨®n de la lucha a la corrupci¨®n, al m¨ªtico juez Moro, estrella de Lava Jato, que llegar¨ªa como un nuevo Savonarola, con proyectos redentores. No le dio tiempo ni de empezar cuando, justamente, dentro de la familia de Bolsonaro, empezaron a resucitar de la tumba viejos personajes de la corrupci¨®n pol¨ªtica como el emblem¨¢tico Queiroz, uno de los personajes de las oscuras milicias, asesor y viejo amigo de la familia, investigado por manejos sospechosos de dinero. Le siguieron la procesi¨®n de los asesores fantasmas de sus hijos, mientras florec¨ªan, ya en el gobierno, los viejos naranjales de la corrupci¨®n. Y la gente se preguntaba: ¡°?Y Moro?¡±.
El que deb¨ªa haber sido el nuevo mito contra la corrupci¨®n pol¨ªtica ha ido deshilach¨¢ndose, golpeado en el ring de los boxeadores de la vieja pol¨ªtica y no pasa d¨ªa sin que coleccione una derrota. Y hasta Bolsonaro parece querer olvidarse de que era uno de sus mitos de la campa?a. ?Acabar¨¢ sacrific¨¢ndolo a los leones?
El mito de la ultraderecha hab¨ªa prometido reconstruir al pa¨ªs del desastre econ¨®mico al que lo hab¨ªa conducido la fracasada y desastrosa pol¨ªtica de la expresidente Dilma Rousseff, con su caravana de 14 millones de desempleados y la inflaci¨®n devorando a los pobres. Hab¨ªa prometido una pol¨ªtica liberal, con menos Estado, con menos Brasilia y m¨¢s Brasil. Hab¨ªa prometido colocar en sus trillos el descarrilado tren de la econom¨ªa del brazo del otro mito escogido, el ultraliberal de la escuela de Chicago, Paulo Guedes, que sufre y suda para convencer al Congreso para aprobar el proyecto de las pensiones. A pesar de las amenazas apocal¨ªpticas si dicha reforma no fuera aprobada, no es imposible que acabe deshidratada, camuflando los viejos privilegios de las castas y obligando a los pobres a trabajar hasta morir.
Hasta el mito Bolsonaro ya admite que la econom¨ªa, que ¨¦l promet¨ªa resucitar como un milagro, est¨¢ en crisis y sin grandes esperanzas de poder resurgir tan pronto. Ha llegado a decir que tal como est¨¢n las cosas no ve c¨®mo los inversores extranjeros pueden hoy desear venir a probar fortuna en Brasil.
Y su nueva Columna de H¨¦rcules prometida a gritos en la campa?a que le gan¨® votos hasta de quienes no confiaban en su persona y en su preparaci¨®n, la de liberar a Brasil del c¨¢ncer de la izquierda arranc¨¢ndola del poder, se le est¨¢ convirtiendo en un b¨²meran. En su furia iconoclasta contra la izquierda y contra un comunismo que nunca existi¨® en Brasil, lo que est¨¢ consiguiendo es crear nuevas nostalgias de un pasado en el que por lo menos no exist¨ªa la caza a la cultura, al arte y a los derechos elementales de las minor¨ªas.
Bolsonaro y sus huestes de extrema derecha, que hab¨ªan ofrecido a la izquierda el exilio si ¨¦l ganaba, empujados por una morbosa obsesi¨®n contra la ¡°ideolog¨ªa marxista¡±, est¨¢n resbalando hacia otra ideolog¨ªa inventada que ofrece hacer tierra arrasada de lo mejor que ten¨ªa Brasil, que era su riqueza multicultural y multireligiosa, envidiada por soci¨®logos extranjeros.
La nueva ideolog¨ªa de los bolsonaristas envenenados por el autoproclamado fil¨®sofo y astr¨®logo, Olavo de Carvalho, que desde fuera del pa¨ªs pretende gobernar a Brasil desenterrando lo peor de los tiempos de la Edad Media, va a acabar despertando no solo en los de izquierdas, sino en los simples dem¨®cratas, nostalgias de cuando Brasil era un pa¨ªs respetado y aplaudido. Menos infeliz y con menos miedo.
Esa nueva ideolog¨ªa de las cavernas, que pretende acabar con las ra¨ªces marxistas del mundo, ha dado ya su primer fruto. Es la primera vez que un presidente de Brasil consagrado en las urnas con 57 millones de votos es denigrado en medio mundo arrastrando con ¨¦l la antigua amable imagen de Brasil. M¨¢s a¨²n, en los Estados Unidos, cuyo l¨ªder pol¨ªtico, el ultraderechista Trump es el mayor ¨ªdolo de Bolsonaro no ha conseguido, en la cosmopolita ciudad de Nueva York, encontrar un lugar, ni p¨²blico ni privado, para recibir un premio de la C¨¢mara de Comercio de Brasil. Todos repitieron: ¡°?A ¨¦l, no!¡±.Y hasta su ¨ªdolo Trump se call¨® y se lav¨® las manos.
El presidente brasile?o, menos amado en muchas d¨¦cadas en el mundo, no se ha intimidado y ha dicho que, si no lo quieren en Nueva York, se ir¨¢ a recibir el premio a la ciudad de Dallas, en Texas. Quien se lo ha aconsejado ignora, o no recuerda, que no parece el mejor lugar para que un presidente reciba un homenaje. En aquella ciudad, un tirador de esos que Bolsonaro admira en Brasil acab¨® el 22 de noviembre de 1963 con la vida de uno de los m¨¢s famosos presidentes americanos: John F. Kennedy. Mejor buscar, si lo encuentra, alg¨²n otro lugar menos emblem¨¢tico en tiempos donde crece la violencia que se est¨¢ envalentonando en Brasil y en el mundo.
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