El ¨²ltimo sult¨¢n del Hadramaut propone integrar Yemen en el CCG
Ghalib al Quaiti defiende que s¨®lo la uni¨®n con las ricas petromonarqu¨ªas vecinas permitir¨¢ que su pa¨ªs deje atr¨¢s la pobreza y la guerra
El sult¨¢n Ghalib Bin Awadh al Quaiti ha perdido su pa¨ªs dos veces. Primero, cuando los brit¨¢nicos traicionaron el pacto que hab¨ªan sellado con sus antepasados; luego, cuando sus esperanzas ante la uni¨®n con Yemen se frustraron por la codicia y la corrupci¨®n de los pol¨ªticos, y estall¨® la ¨²ltima guerra. Su pa¨ªs es el Hadramaut, hoy una provincia yemen¨ª, pero que hasta 1967 era el tercer mayor Estado de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga, tras Arabia Saud¨ª y Om¨¢n, con su propia moneda, sellos y pasaporte.
¡°Hadramaut nunca fue conocido como Yemen hasta que se marcharon los brit¨¢nicos; su gente tiene distinto aspecto, diferentes usos sociales, e incluso su propio dialecto¡±, puntualiza el sult¨¢n Ghalib antes de embarcarse en una detallada historia de la regi¨®n.
En 1967, antes de abandonar los protectorados del sur de Arabia que gestionaban desde el puerto de Ad¨¦n, los brit¨¢nicos quisieron que se unieran en una federaci¨®n. Ghalib, que apenas un a?o antes, con 18, hab¨ªa sucedido a su padre al frente del sultanato Quaiti, el mayor de los estados de la zona, consult¨® a las tribus que lo integraban. Optaron por la independencia, algo que aunque contemplado por la ONU no gust¨® a la potencia colonial.
El representante brit¨¢nico en Ad¨¦n aconsej¨® al joven sult¨¢n que fuera a exponer sus planes a la sede de la organizaci¨®n en Ginebra. Mientras, y en contra de lo estipulado, los brit¨¢nicos adelantaron su retirada, facilitando el avance del marxista Frente de Liberaci¨®n Nacional que se hizo con el poder (y con todas las propiedades de los Al Quaiti). Ghalib quiso regresar a Mukala, la capital del Hadramaut, pero Londres le deneg¨® el paso por el aeropuerto de Ad¨¦n y m¨¢s tarde bloque¨® su desembarco en aquella ciudad.
¡°Los brit¨¢nicos me traicionaron. Constat¨¦ sus mentiras cuando desclasificaron los documentos¡±, rememora 52 a?os despu¨¦s en su domicilio de la ciudad saud¨ª de Yeddah, donde encontr¨® refugio.
Forzado al exilio, reanud¨® los estudios que hab¨ªa interrumpido a la muerte de su padre y obtuvo sendos m¨¢steres en Historia Isl¨¢mica y Estudios ?rabes en las universidades de Oxford y Cambridge. Se cas¨® y tuvo un hijo y dos hijas, que le han dado siete nietos.
El sult¨¢n Ghalib no regres¨® a su tierra hasta 1996, tras la unificaci¨®n de la Rep¨²blica ?rabe de Yemen y la Rep¨²blica Popular Democr¨¢tica de Yemen (el Estado creado por los marxistas sobre el antiguo protectorado). La prensa de la ¨¦poca se hizo eco de la calurosa acogida que recibi¨®. A¨²n hoy se le empa?an los ojos al recordarla.
¡°Quise volver. Estuve entre quienes apoyaron la unificaci¨®n porque creo que la uni¨®n hace la fuerza. Pero [el entonces presidente Ali Abdal¨¢] Saleh quiso utilizarme para sus fines¡±, explica con un poso de amargura.
Los habitantes del Sur sintieron que se hab¨ªa tratado de una absorci¨®n por parte del Norte, que sus derechos no eran respetados. Tampoco vieron el beneficio del petr¨®leo que por aquellas se descubri¨® en el Hadramaut y que se convirti¨® en la principal fuente de ingresos de Yemen, pero se destin¨® a comprar lealtades para consolidar el poder de Saleh.
Hoy, la guerra que estall¨® hace cuatro a?os, despu¨¦s de la fallida transici¨®n alentada por las protestas de la primavera ¨¢rabe, amenaza con la partici¨®n de Yemen. El sult¨¢n Ghalib no considera que ese sea el principal problema porque nunca estuvo realmente unido. Apunta m¨¢s bien a las ambiciones y falta de generosidad de sus vecinos. En su opini¨®n, s¨®lo la integraci¨®n en el club de las ricas y poderosas petromonarqu¨ªas de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga, el Consejo de Cooperaci¨®n del Golfo (CCG), acabar¨ªa con los enfrentamientos.
¡°Es impensable que haya tanta pobreza en el umbral de tanta riqueza¡±, reflexiona. Y lo mismo aconseja ¡°al vecino Yemen¡±, la antigua rep¨²blica del norte a la que siempre se refiere como una entidad diferenciada, a¨²n a riesgo de enfadar a sus anfitriones saud¨ªes.
A sus 71 a?os, el sult¨¢n asegura no busca el poder, pero quiere ¡°justicia y seguridad¡± para su pueblo. ¡°Esta guerra no va a ninguna parte. Los [rebeldes] Huthi ya no tienen miedo. La estrategia de bombardear ha fallado porque ya no queda nada que destruir. ?Cu¨¢ntas veces se puede bombardear una escuela o un hospital?", inquiere cuestionando la campa?a militar de Arabia Saud¨ª y Emiratos ?rabes Unidos para devolver el Gobierno de San¨¢ al impopular presidente Hadi.
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