¡°El Partido Conservador se ha vuelto monoman¨ªaco, xen¨®fobo y antieuropeo¡±
El exmagistrado del Supremo brit¨¢nico defiende la sentencia contra Boris Johnson por cerrar el Parlamento en la recta final del Brexit
Hace falta una enorme dosis de humor y humildad para hacerse perdonar que los medios de derechas e izquierdas se refieran a ¨¦l constantemente como el ¡°hombre m¨¢s inteligente del Reino Unido¡±. Jonathan Sumption (Londres, 70 a?os) es el producto destilado de un pa¨ªs que hoy ha perdido el norte y se aferra a pasadas virtudes. Fue profesor de Historia Medieval (sus cuatro vol¨²menes dedicados a la Guerra de los 100 a?os han recibido cr¨ªticas elogiosas). Dio el salto a la abogac¨ªa para convertirse en el barrister m¨¢s solicitado durante a?os. Defendi¨® al Gobierno de Tony Blair cuando fue acusado de inflar las pruebas contra el r¨¦gimen de Sadam Hussein. Y al oligarca ruso Roman Abramovich frente a su archienemigo Boris Berezovski (la minuta, dicen rumores sin confirmar, rond¨® los seis millones de euros).
Fue elegido miembro del Tribunal Supremo sin pasar por puestos previos en la judicatura. Y all¨ª se hizo notar, hasta hace dos a?os. Habla de modo fluido franc¨¦s e italiano, y lee sin dificultad espa?ol, holand¨¦s, portugu¨¦s, catal¨¢n y lat¨ªn. No para de pensar y de escribir. No es capaz de manejar bien el ocio, explica. Desde que abandon¨® el Supremo, reparte su tiempo entre Londres, Francia y Oxford. El All Souls College, una instituci¨®n en esa ciudad universitaria, le permite reflexionar con calma sobre los problemas de su tiempo. Su ciclo de conferencias Reith, para la BBC, se ha transformado en una peque?a joya de libro que pasa de mano en mano.
Pregunta. ?Qu¨¦ le ha parecido el golpe propinado por el Supremo a Boris Johnson?
Respuesta. El problema es que tenemos una Constituci¨®n cuyas reglas m¨¢s relevantes est¨¢n basadas en la costumbre pol¨ªtica. El Gobierno decidi¨® ignorar esas costumbres e imponer sus decisiones sin el apoyo de una mayor¨ªa de diputados. Lo que el Supremo ha hecho es recolocar al Parlamento en el centro de la toma de decisiones. Era una sentencia radical, pero necesaria. En principio, me opongo a que la justicia interfiera en el proceso pol¨ªtico, porque acaba socavando la legitimidad democr¨¢tica del proceso de toma de decisiones. En este caso, sin embargo, ha servido para reforzarla.
P. Defiende usted en su ¨²ltimo libro, Trials of the State, las virtudes de la democracia representativa, aunque ahora sea blanco de todas las cr¨ªticas.
R. Porque el objetivo no debe ser tomar decisiones, sino acomodar diferentes opiniones e intereses en esas decisiones. Una democracia directa es completamente incapaz de alcanzar ese objetivo, como hemos visto en este pa¨ªs. Incluso en los pa¨ªses que no han sufrido lo que el Reino Unido ha sufrido en los ¨²ltimos tres a?os, hay una creciente p¨¦rdida de respeto hacia las instituciones representativas, a favor de lo que se podr¨ªa definir como el "estilo Putin", el gobierno de un hombre fuerte. Creo que Putin es un fen¨®meno deplorable. La idea de que este sea el modo adecuado de resolver las cosas se ha convertido en un sentimiento muy poderoso, sobre todo entre los m¨¢s j¨®venes. Nuestro primer ministro actual es, en lo profundo de su coraz¨®n, un liberal puro. Excepto en lo que se refiere al Brexit. En mi opini¨®n, creo que hace lo que hace porque se ajusta a sus propias ambiciones pol¨ªticas, aunque no se lo acabe de creer. Lo m¨¢s llamativo es que, cuanto m¨¢s desp¨®tico es su comportamiento, m¨¢s popularidad le otorgan las encuestas.
P. Y por eso deplora la v¨ªa del refer¨¦ndum.
R. Lo considero un modo ileg¨ªtimo de tomar determinadas decisiones. El del Brexit solo ha servido para envenenar nuestra vida pol¨ªtica. Fue una farsa. Y no me refiero en concreto a la campa?a, que en muchos sentidos fue una verg¨¹enza, sino al hecho en s¨ª de que exist¨ªan muchas respuestas a la pregunta planteada, m¨¢s all¨¢ del s¨ª o del no. Puedo entender, como ocurre en otros pa¨ªses, que se someta a consulta un proyecto de ley. Pero preguntar a los ciudadanos por un principio general y pensar luego que los diputados lo podr¨¢n desarrollar es meterse con toda seguridad en problemas.
P. Casi se queda solo en la defensa que hace de los partidos pol¨ªticos.
R. Porque los grandes partidos ten¨ªan la capacidad de reflejar los cambios y nuevas corrientes de la sociedad. Cuando hablo de ¡°aristocracia del conocimiento¡± s¨¦ que estoy provocando. Pero no es la misma aristocracia del siglo XVIII. Tienen el poder porque han sido elegidos. Y lo que es m¨¢s importante, el elector puede arrebatarles ese poder. Pero el hecho de que los asuntos p¨²blicos sean manejados por gente con experiencia, responsable ante sus electores, es una noci¨®n muy sana.
P. ?Tiene esa misma opini¨®n de los pol¨ªticos actuales?
R. No se puede juzgar en bloque a toda una generaci¨®n. En nuestro caso, el problema reside en que los dos principales partidos est¨¢n controlados por un grupo reducido de extremistas. El Partido Conservador se ha convertido en un partido monoman¨ªaco, xen¨®fobo y antieuropeo. Y muchos de sus pol¨ªticos han llegado a la conclusi¨®n de que esa es la ¨²nica v¨ªa para prosperar. Hasta los a?os ochenta, los dos grandes partidos eleg¨ªan a sus l¨ªderes y decid¨ªan sus pol¨ªticas a trav¨¦s de sus diputados. Si los diputados perd¨ªan la conexi¨®n y la empat¨ªa con los electores, el partido entraba en declive y se evaporaba. Algo as¨ª ocurri¨® con el Partido Liberal en los a?os sesenta y setenta. Al poner ahora en manos de los afiliados las grandes decisiones, est¨¢n permitiendo a determinadas minor¨ªas, a cambio de una cuota muy modesta, adquirir una porci¨®n de poder mucho mayor de aquella que les corresponde.
P. Alguna culpa tendr¨¢n los electores.
R. Lo m¨¢s alarmante es que, entre la gente joven, existe la percepci¨®n de que el sistema pol¨ªtico es como intentar avanzar por arenas movedizas. Si tienes una idea clara, que necesita de medidas radicales para llevarse a efecto, el sistema pol¨ªtico se ve como una bola de plomo encadenada a tus pies. Pero es que todo proceso pol¨ªtico necesita consenso. La alternativa es amargura y enfrentamiento.
P. Usa como ejemplo el reto del cambio clim¨¢tico.
R. Un asunto en el que los menores de treinta a?os tienen mucho m¨¢s inter¨¦s que los mayores de 70, como es mi caso. Ellos van a tener que sufrir las consecuencias por m¨¢s tiempo. Pero cuando se busca un consenso, nadie quiere apretarse el cintur¨®n. Nadie quiere renunciar a su consumo actual a cambio de beneficios futuros. Y mantendr¨¢n esa actitud hasta que el desastre sea inminente y la soluci¨®n m¨¢s gravosa y complicada.
P. Recela de las redes sociales.
R. Porque se est¨¢n usando las emociones para callar la discrepancia, para producir una conformidad moral en beneficio de una opini¨®n dominante, pero no ¨²nica.
Las virtudes de tener una Constituci¨®n no escrita
El profundo conocimiento del sistema pol¨ªtico del Reino Unido y de su sistema legal han convertido a Sumption en una voz reverenciada. Su ciclo de conferencias Reith, para la BBC, se ha convertido en un libro, Trials of the State (Juicios al Estado), una peque?a joya que pasa de mano en mano. La tranquilidad del All Souls College de Oxford, donde pasa parte del a?o, le ayuda a reflexionar sin urgencia sobre las grandes cuestiones de su tiempo. Como ese grito recurrente de algunos pol¨ªticos brit¨¢nicos para que el pa¨ªs tenga por fin una Constituci¨®n escrita. "Podr¨ªa funcionar de dos modos. Ser como la de EE?UU, una declaraci¨®n de principios generales, sin entrar en detalle. En ese caso necesitas una cultura pol¨ªtica no escrita que la haga funcionar. O un c¨®digo de art¨ªculos muy precisos. De ese modo, tendr¨¢s respuesta para las diez ¨²ltimas crisis, pero no para las diez siguientes. La flexibilidad de la nuestra nos ha servido, en la crisis actual, para saltarnos 300 a?os de precedentes y arrebatar al Gobierno el control del orden del d¨ªa en el Parlamento".
Con humildad, se aventura incluso a se?alar que quiz¨¢ esa sea la diferencia entre el modo en que el Reino Unido y Espa?a han afrontado el desaf¨ªo separatista: ¡°El problema con las Constituciones escritas es que se blindan frente al pasado, y hacen dif¨ªcil crear nuevas convenciones pol¨ªticas para problemas nuevos¡±, dice.
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