Ser punto o ser coma, el dilema de los dem¨®cratas liberales en el siglo XXI
Europa debe decidir d¨®nde situarse en el arco entre confrontaci¨®n y apaciguamiento frente a adversarios externos e internos. Tiene que hacerlo con principios y estrategia
En una interesante entrevista concedida a este diario y otras seis cabeceras europeas, Donald Tusk aborda sin ambig¨¹edades la cuesti¨®n de la relaci¨®n de los partidos conservadores moderados con la ultraderecha. El reci¨¦n nombrado nuevo presidente del Partido Popular Europeo aboga por mantener una firme distancia, en la l¨ªnea defendida por Angela Merkel y en las ant¨ªpodas del PP de Pablo Casado, que no ha titubeado ni un instante en buscar el apoyo de Vox. Esta cuesti¨®n es uno de los m¨²ltiples planos en los que los dem¨®cratas liberales europeos deben decidir d¨®nde se sit¨²an en el arco que en sus extremos tiene la confrontaci¨®n y el apaciguamiento.
Pueden esbozarse tres niveles. El global (c¨®mo tratar con potencias autoritarias ¡ªo potencias liberales lideradas por mandatarios con actitud de confrontaci¨®n¡¡ª), el europeo (c¨®mo gestionar la relaci¨®n con Gobiernos de la UE con impulsos iliberales), los nacionales (c¨®mo abordar el auge de partidos radicales). Cada nivel tiene sus propias caracter¨ªsticas ¡ªy dentro de ellos cada adversario?tiene sus rasgos¡ª pero todos ellos implican en primer lugar una reflexi¨®n de principios, que es aquella en la que hace hincapi¨¦ Tusk. Pero tambi¨¦n, en segundo lugar, otra estrat¨¦gica: sobre si hay mejores opciones de reducir al adversario a trav¨¦s de la relaci¨®n, el trato, la cooptaci¨®n; o si con la confrontaci¨®n.
La historia ofrece mil ejemplos en toda la paleta crom¨¢tica, desde el vergonzoso apaciguamiento de las democracias occidentales ante Hitler en los a?os treinta hasta, en un orden muy diferente de cosas, la apuesta por el engagement?mesurado de Barack Obama con reg¨ªmenes como el cubano o el iran¨ª, con la idea de propiciar a trav¨¦s de la relaci¨®n apertura internas que producir¨ªan a medio o largo plazo cambios positivos. Trump, claramente, opta por la confrontaci¨®n.
La UE debe decidir d¨®nde situarse en esa paleta crom¨¢tica en muchos casos: ante la propensi¨®n a las v¨ªas de facto de Putin (?mantener actitud dura o propiciar un deshielo como piensa Macron?); ante la actitud poco amigable de Trump (?hasta d¨®nde reaccionar a los golpes arancelarios o a las sanciones que limitan actividad econ¨®mica europea por decisiones pol¨ªticas de EE UU? ?hasta d¨®nde propulsar un nuevo protagonismo del euro o reciprocar las sanciones indirectas en sectores que duelan a EE UU?), o ante violaciones de derechos humanos por doquier (?hasta d¨®nde hablar y denunciar, que es virtuoso pero anula la capacidad de di¨¢logo?).
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Los dem¨®cratas liberales europeos tambi¨¦n deben decidir c¨®mo actuar con los dem¨®cratas soi- disants iliberales de la quinta de Orb¨¢n. Llevar a los tribunales europeos ciertas iniciativas es l¨®gico y f¨¢cil. Pero, ?hasta d¨®nde, por ejemplo, cortar el grifo de los fondos estructurales? ?Es castigo merecido por actitud insolidaria de los Gobiernos o da?o inmerecido para ciudadanos que no tienen la culpa?
Y, por ¨²ltimo, en casi todas las naciones, otro dilema: ?c¨®mo tratar a los ultras? ?Hay que ser una coma, que deja fluir el discurso, y a trav¨¦s del mismo lograr que los extremos se encaucen? ?O ser un punto, firme, que aparte, a riesgo de que la frase siguiente crezca y crezca fuera de control y asilvestrada? Cada uno tendr¨¢ su respuesta, pero probablemente ser¨¢ equivocada si solo contempla una de las dos claves: solo los principios o solo la estrategia. Quiz¨¢ haya que tener en cuenta las dos.
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