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La ciudad brasile?a que mata el futuro: Altamira y el aumento abrumador de suicidios adolescentes

Desfigurada por la construcci¨®n de una hidroel¨¦ctrica, la ciudad registra en cuatro meses el triple de la media anual de suicidios de todo Brasil

Una ni?a juega con su sombra en Altamira, Brasil.
Una ni?a juega con su sombra en Altamira, Brasil.Lilo Clareto

Solo recuerda que grit¨®. Fue un grito que lo tom¨® todo, abarc¨® todo el movimiento a su alrededor, hizo que las personas y las cosas que la rodeaban desaparecieran. Y luego todo oscureci¨®. Iba en direcci¨®n al cuerpo dilacerado de su hijo para abrazarlo por ¨²ltima vez. El joven de 17 a?os hab¨ªa enviado un mensaje pidiendo perd¨®n por quitarse la vida, y ella, parientes y amigos corr¨ªan por las calles de Altamira para tratar de detenerlo. Un tiempo sin tiempo, como recuerda, una carrera contra un reloj desconocido. Y luego un cuerpo hizo su vuelo vertical hacia el suelo. El adolescente se hab¨ªa arrojado desde una torre construida dentro de una escuela. Cuando grit¨®, la madre sab¨ªa que hab¨ªa perdido. El aullido de dolor surgi¨® de su interior para tomar la oscuridad que la acompa?a desde el 9 de febrero.

Hasta ahora, 27 de abril, nadie ha muerto por la covid-19 en la ciudad de Altamira, en el Estado Par¨¢. Pero, desde principios de enero hasta hoy, 15 personas se han suicidado, seg¨²n el Centro de Ciencia Forense Renato Chaves, de la Secretar¨ªa de Seguridad P¨²blica del Gobierno del Estado de Par¨¢: 9 eran ni?os y adolescentes de entre 11 y 19 a?os, una 26 a?os y los otros cinco, entre 32 y 78 a?os. La media de Brasil, seg¨²n el departamento de inform¨¢tica del sistema p¨²blico de salud (DATASUS), es de 6 suicidios por cada 100.000 habitantes. Altamira tiene una poblaci¨®n estimada de 115.000. En menos de cuatro meses, el n¨²mero de muertes en la ciudad amaz¨®nica es el triple de la media anual de suicidios en Brasil y el mismo que las registradas en el municipio durante todo el 2019. Incluso para un pa¨ªs que ve como el n¨²mero de suicidios juveniles va en aumento, las estad¨ªsticas de Altamira son alarmantes. Sin el apoyo del poder p¨²blico, los movimientos sociales hacen un esfuerzo conjunto para prevenir m¨¢s muertes. La pregunta que atraviesa la poblaci¨®n es: ?por qu¨¦? ?Y por qu¨¦ ahora?

El aumento del n¨²mero de suicidios de adolescentes es un fen¨®meno del que sufre Brasil en los ¨²ltimos a?os. Entre 2011 y 2018 hubo un aumento del 10% en el ¨ªndice de suicidio de j¨®venes entre 15 y 29 a?os. El mayor aumento se produjo entre 2016 y 2017, seg¨²n el Perfil Epidemiol¨®gico que el Ministerio de Sanidad divulg¨® en septiembre de 2019. En todo el mundo, la muerte por lesiones autoinfligidas intencionadamente ¡ªcomo se denomina al suicidio en las estad¨ªsticas¡ª ya se ha convertido en la segunda causa de muerte de los j¨®venes, solo superada por los accidentes de tr¨¢fico, como muestran los datos de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud.

Los profesionales de la salud mental est¨¢n estudiando los motivos de este aumento. Al examinar los suicidios de adolescentes que viven en grandes ciudades brasile?as, los investigadores de la Universidad Federal de S?o Paulo (Unifesp) constataron que, entre 2006 y 2015, el ¨ªndice de suicidios de j¨®venes entre 15 y 19 a?os aument¨® un 24% en las seis ciudades m¨¢s grandes de Brasil: Porto Alegre, Recife, Salvador, Belo Horizonte, S?o Paulo y R¨ªo de Janeiro. En los municipios del interior del pa¨ªs, creci¨® un 13%. El aumento contrasta con la evoluci¨®n de los ¨ªndices de suicidio en el resto del mundo, que disminuyeron un 17% en el mismo per¨ªodo. Los investigadores concluyeron que los indicadores socioecon¨®micos, especialmente el desempleo y la desigualdad social, pueden estar relacionados con este aumento.

En Altamira, seg¨²n los investigadores entrevistados por EL PA?S, el aumento de suicidios en 2020 es abrumador. A modo de comparaci¨®n, en el municipio de Santana do Parna¨ªba, en el Estado de S?o Paulo, que detect¨® una evoluci¨®n preocupante en el n¨²mero de suicidios de adolescentes, se han producido dos muertes este a?o, y ninguna de ellas en esta franja de edad. En marzo, en Ribeir?o Preto, otra ciudad de S?o Paulo, el suicidio de dos j¨®venes en un centro comercial la misma semana se convirti¨® en noticia y gener¨® alarma. La ciudad cuenta con una poblaci¨®n siete veces mayor que Altamira y en lo que va de a?o se han producido cinco suicidios de j¨®venes menores de 19 a?os, mientras que en Altamira ya ha habido nueve en esta franja de edad. Aun as¨ª, en Ribeir?o Preto los n¨²meros tambi¨¦n indican un aumento significativo, teniendo en cuenta que en todo 2019 hubo seis suicidios de adolescentes. Durante una semana, EL PA?S ha intentado obtener los n¨²meros de suicidios de otros municipios del Estado de Par¨¢ en 2020 a trav¨¦s del DATASUS, el Ministerio de Sanidad y la Secretar¨ªa de Sanidad del Estado de Par¨¢. Sin embargo, con la justificativa de que los organismos estaban sobrecargados por la pandemia de covid-19, no han proporcionado las estad¨ªsticas.

En esta ciudad, la violencia es cotidiana. No es casualidad que se considere que Altamira tenga una ¡°vulnerabilidad muy alta¡±, seg¨²n el Informe del ?ndice de Vulnerabilidad Juvenil a la Violencia de 2017 (en el que se utilizaron datos de 2015), creado por la Secretar¨ªa Nacional de Juventud en conjunto con el Foro Brasile?o de Seguridad P¨²blica. El estudio revela que la vulnerabilidad a la violencia est¨¢ relacionada con un menor acceso a la escuela y al mercado laboral, y con una mayor mortalidad por homicidios y accidentes de tr¨¢fico. Altamira cuenta con el segundo mayor ¨ªndice de vulnerabilidad entre los j¨®venes de 15 a 29 a?os en los municipios brasile?os con m¨¢s de 100.000 habitantes. Para hacerse una idea, R¨ªo de Janeiro, una ciudad asociada a la violencia extrema, est¨¢ en la posici¨®n 134.

Contagio y prevenci¨®n

En el pasado, la prensa no publicaba casos de suicidio para evitar que pudieran inducir a otros a hacer lo mismo. Desde el uso generalizado de internet, esta medida preventiva se ha vuelto obsoleta: las personas dejan cartas de despedida en las redes sociales, circulan manuales de suicidio, al igual que fotograf¨ªas y v¨ªdeos de ni?os y adolescentes que se autolesionan o se suicidan, e incluso hay grupos transnacionales en los subterr¨¢neos de internet ¡ªla llamada deep o dark web, en ingl¨¦s¡ª que dan instrucciones de c¨®mo suicidarse. En 2017, el juego de la Ballena Azul se relacion¨® con el aumento de suicidios de adolescentes en todo el planeta. Series de televisi¨®n como Por trece razones (Netflix) ayudaron a romper el silencio sobre algo que est¨¢ sucediendo y aumentando.

La realidad es que la autolesi¨®n y el suicidio son temas que los adolescentes tratan con frecuencia en internet, y rara vez por los mejores caminos. Si la sociedad no debate el tema en todos los espacios, con conocimiento, responsabilidad y deseo de comprender, solo quedan los subterr¨¢neos de las redes y los programas y reportajes sensacionalistas que convierten el suicidio en espect¨¢culo. ¡°Hablar¡± sobre el suicidio se ha convertido en una medida de salud p¨²blica. ¡°Tenemos que hablar, hablar mucho. Es necesario debatir el tema en las escuelas, en todas partes. El suicidio es un problema en el que tiene que involucrarse toda la sociedad¡±, afirma la psiquiatra Maria Aparecida da Silva. Alarmada por el aumento del n¨²mero de casos de autolesiones y suicidios entre ni?os y adolescentes, esta psiquiatra est¨¢ creando un programa de prevenci¨®n del suicidio con otros profesionales de la salud mental del sistema p¨²blico de Santana do Parna¨ªba, un municipio de la regi¨®n metropolitana de S?o Paulo.

En Altamira, algunos adolescentes que se suicidaron dejaron una carta de despedida en Facebook y enviaron mensajes a familiares y amigos a trav¨¦s de WhatsApp. Estos mensajes pueden considerarse como un desencadenante de contagio entre los j¨®venes que tienen las redes sociales y WhatsApp como principal medio de comunicaci¨®n. En este reportaje no se identificar¨¢ a ning¨²n muerto, familiar o amigo, para evitar que el hecho de salir en un veh¨ªculo con circulaci¨®n internacional pueda inducir a j¨®venes vulnerables a cometer actos de violencia contra s¨ª mismos.

El suicidio es un estigma tan fuerte en Altamira que una de las familias tuvo que abandonarlo todo e intentar empezar de nuevo en otro lugar. ¡°Estuve m¨¢s de un mes sin salir de casa porque me miraban con pena o como si fuera culpable. Somos para siempre la familia del suicida¡±, cuenta una madre. A otra mujer su jefe le prohibi¨® que hablara del suicidio de un familiar. El suicidio como verg¨¹enza, como mancha, es una ignorancia que ha contribuido a impedir el debate y la creaci¨®n de las pol¨ªticas p¨²blicas necesarias.

Para los l¨ªderes comunitarios de Altamira, la necesidad imperiosa de romper el silencio se hizo expl¨ªcita durante el entierro de las v¨ªctimas. ¡°En todos los funerales, la gente nos abrazaba y no hablaba de nuestro dolor¡±, cont¨® la t¨ªa de uno de los adolescentes muertos. ¡°En cambio, dec¨ªan: ¡®Por favor, ay¨²dame, mi hijo est¨¢ as¨ª, mi hija est¨¢ as¨ª, varias personas de mi familia est¨¢n as¨ª¡¯. Qued¨® claro que hay una gran cantidad de familias que guardan este secreto en una cajita. Ahora, cuando han visto que los j¨®venes realmente pueden morir, piden ayuda¡±.

La sanidad p¨²blica, los Gobiernos y las responsabilidades

Sin embargo, las solicitudes de ayuda se topan con los muros de unos servicios p¨²blicos de salud mental precarios y totalmente insuficientes para atender una demanda que no hace m¨¢s que crecer. La mayor¨ªa de los j¨®venes que se han suicidado mostraban s¨ªntomas de depresi¨®n y otros sufrimientos psicol¨®gicos, y algunos se mutilaban y/o hab¨ªan intentado suicidarse antes. Los profesionales del centro de salud de uno de Reasentamientos Urbanos Colectivos (RUC), barrios construidos en la periferia de la ciudad, dijeron que llegan a tratar 30 casos de autolesi¨®n al d¨ªa.

Hay dos cuestiones que se repiten en el testimonio que los familiares de las v¨ªctimas han dado a EL PA?S: 1) la dificultad de atendimiento en los servicios p¨²blicos de salud mental (algunas familias tuvieron que hacer un esfuerzo enorme para pagar una asistencia privada y otras desistieron por no tener condiciones financieras); 2) la resistencia de los adolescentes a mantener el tratamiento o volver a ¨¦l (en el caso de los que obtuvieron asistencia).

La fragilidad de los servicios p¨²blicos de salud mental, no solo en Altamira, sino en todo Brasil, es evidente. El Sistema ?nico de Salud (SUS) ¡ªdesde el estallido de la pandemia elogiado por muchos que anteriormente ayudaron a desmantelarlo¡ª se ha debilitado en los ¨²ltimos Gobiernos para beneficiar los seguros de salud y la privatizaci¨®n de la asistencia. Es f¨¢cil entender que ser¨¢ necesario volver a invertir ¡ªy mucho¡ª en el SUS si el Estado quiere frenar el aumento del n¨²mero de suicidios entre los j¨®venes del pa¨ªs.

En Altamira, una ciudad que sufri¨® un cambio repentino en su perfil debido al megaproyecto de la central hidroel¨¦ctrica de Belo Monte, esta fragilidad se ha vuelto dram¨¢tica. El 22 de abril, 66 sanitarios del municipio firmaron una carta p¨²blica destinada a las autoridades en la que exigen medidas concretas de la Secretar¨ªa de Sanidad de Altamira y sugieren que se elabore ¡°un plan municipal de salud mental, en colaboraci¨®n con las universidades y la sociedad civil de la regi¨®n¡±:

¡°En la regi¨®n de Altamira, donde sufrimos el impacto de los grandes proyectos que aumentan la afluencia migratoria, la periferia se infla sin tener los recursos comunitarios adecuados, y la violencia resultante de estos procesos nos ha llevado a ser la ciudad m¨¢s violenta de Brasil. Observamos el impacto de estos problemas en la salud mental de nuestra poblaci¨®n de varias maneras y, aun as¨ª, no tenemos transparencia con respecto a c¨®mo se aplican los fondos derivados de las regal¨ªas de Belo Monte en la Red de Atenci¨®n Psicosocial. El aumento del acceso a los servicios de salud mental no ha seguido el ritmo de estos cambios y, por otro lado, estos servicios han empeorado. (...) Esta superposici¨®n de problemas se ha visto claramente en el municipio de Altamira, con 11 casos de suicidio desde el comienzo del a?o (cuando la media nacional, seg¨²n datos del Ministerio de Sanidad, es de 4 a 5 casos al a?o por cada 100.000 habitantes, por lo que ya podemos considerar que, en menos de 4 meses, estamos ante una situaci¨®n alarmante). El personal sanitario est¨¢ muy afectado por lo sucedido, algunos est¨¢n creando iniciativas de forma voluntaria, junto con colectivos de defensa de la juventud y movimientos sociales. Sin embargo, la Secretar¨ªa de Sanidad no se ha posicionado ni ha creado medidas efectivas para esta cuesti¨®n¡±.

Durante dos d¨ªas, EL PA?S envi¨® correos electr¨®nicos y trat¨® de entrar en contacto por tel¨¦fono y WhatsApp con asesores directos de la Secretar¨ªa Municipal de Sanidad de Altamira, para poder entrevistar al secretario Renato Mengoni J¨²nior y averiguar si existe un plan de choque para frenar el suicidio en la ciudad y cu¨¢l es su posici¨®n con respecto a las demandas de los j¨®venes y del personal sanitario. No obtuvo respuesta. EL PA?S tambi¨¦n intent¨® entrar en contacto con el secretario de Sanidad del Estado de Par¨¢, Alberto Beltrame, para preguntarle sobre las acciones que se tomar¨ªan en la serie de suicidios ocurridos en Altamira y qu¨¦ respuesta dar¨ªa a una carta enviada por el colectivo Madres del Xing¨², en la que solicitan que se tomen medidas. No se respondieron los correos electr¨®nicos ni las llamadas telef¨®nicas.

Sociedad y movilizaci¨®n

Ante unos servicios p¨²blicos de salud mental reconocidamente precarios, los movimientos sociales de Altamira se han movilizado para, en palabras de los l¨ªderes, ¡°intentar salvar a los j¨®venes¡±. ¡°Este tema del suicidio me angustia mucho, porque conozco el dolor que sienten estas madres. Estamos muy perdidos cuando se nos muere un hijo, a¨²n m¨¢s cuando se quita la vida, y viene el ¡®por qu¨¦¡¯ y el ¡®si¡¯. Decid¨ª reunir t¨¦cnicos y asistentes sociales para apoyar a estas madres¡±, cuenta M¨¢laque Mauad Soberay, que cre¨® el colectivo Madres del Xing¨² despu¨¦s de que su hijo, Magid, de 22 a?os, fuera asesinado.

El colectivo cre¨® dos grupos de apoyo para los ¡°sobrevivientes de suicidio¡±: uno para familiares y otro para j¨®venes que han intentado suicidarse. Gracias a la colaboraci¨®n de profesionales voluntarios del ¨¢rea de la salud mental, el grupo se re¨²ne los s¨¢bados manteniendo la distancia f¨ªsica de seguridad para intercambiar informaci¨®n y dolor durante la pandemia de covid-19. La coordinadora del campus de Altamira de la Universidad Federal de Par¨¢, Maria Ivonete Coutinho da Silva, tambi¨¦n se ha unido al esfuerzo comunitario. El colectivo Madres del Xing¨² cuenta incluso con un servicio de prevenci¨®n informal que monitorea las redes sociales, con la ayuda de amigos de los adolescentes muertos. Cuando detectan una carta de despedida, llaman inmediatamente a los adultos. Una psic¨®loga o una madre intenta localizar la direcci¨®n o llamar a la potencial v¨ªctima. Del 4 al 25 de abril, atendieron a 20 familias. En las ¨²ltimas semanas, han conseguido evitar 12 suicidios al detectar el riesgo e intervenir r¨¢pidamente. El ¨²ltimo intento de suicidio tuvo lugar el s¨¢bado 25 de abril.

En Altamira, el n¨²mero de chicos y chicas que se han suicidado en lo que va de a?o es casi equivalente: ocho v¨ªctimas son del sexo femenino y siete del masculino. El m¨¦todo que la mayor¨ªa utiliz¨® es el mismo que en el resto de Brasil: ahorcamiento. En una sola noche de abril, cinco adolescentes fueron atendidos por intento de suicidio en el Centro de Urgencias de Altamira: a dos de ellos no pudieron salvarlos, la m¨¢s joven ten¨ªa 13 a?os.

El contagio o la contaminaci¨®n marca el tema del suicidio, especialmente entre los adolescentes. Pero esta es solo una de las posibles causas del aumento de casos en un determinado grupo, comunidad o ciudad. Cada suicidio es particular y debe analizarse individualmente. Asimismo, una serie de suicidios solo puede entenderse en su contexto social. Los fen¨®menos como el de Altamira deben entenderse por lo que cada caso tiene de particular, por lo que cada comunidad tiene de particular y tambi¨¦n por coincidir (o no) con las caracter¨ªsticas e hip¨®tesis generales que los especialistas se?alan en los suicidios de adolescentes. En un mundo conectado y globalizado, en el que los j¨®venes de diferentes lenguas y partes del planeta consumen productos de entretenimiento similares, circulan en la misma deep web y enfrentan desaf¨ªos y amenazas similares, cualquier an¨¢lisis debe abarcar tanto lo particular como lo universal.

Por las cartas y mensajes que dejan los adolescentes antes de suicidarse, y por la informaci¨®n obtenida durante la investigaci¨®n para este reportaje, las razones que dan son: un mundo injusto habitado por personas crueles, la imposibilidad de convertirse en lo que les gustar¨ªa ser, el fin de una relaci¨®n, bullying en la escuela y en el cuartel, el descubrimiento de que hay abuso sexual en la familia. Estos motivos provocan un dolor insoportable, para el cual ¡°la muerte ser¨ªa la ¨²nica soluci¨®n¡±. Millones de adolescentes en todo el planeta pasan por este tipo de experiencias, con m¨¢s o menos frecuencia. ?Por qu¨¦, en estos casos, se han convertido en la justificaci¨®n para quitarse la vida?

Belo Monte y sufrimiento ps¨ªquico

?rboles muertos en el r¨ªo Xingu.
?rboles muertos en el r¨ªo Xingu.Lilo Careto

En el campo social, la principal hip¨®tesis que se?alan los profesionales de la salud y los representantes de grupos que se han movilizado para enfrentar la tragedia en Altamira es la desestructuraci¨®n que gener¨® la construcci¨®n de la central hidroel¨¦ctrica de Belo Monte en el r¨ªo Xing¨², que provoc¨® grandes transformaciones en la ciudad y en la vida de la poblaci¨®n a partir de 2010. ¡°Junto con la Universidad Federal de Par¨¢, estamos haciendo estudios e investigaciones para intentar entender lo que est¨¢ sucediendo. Nuestro principal punto de partida son los impactos negativos producidos por Belo Monte y todos los procesos que involucran. No se trata solo de la salud mental, sino de una situaci¨®n psicosocial completa¡±, dice Alexsandro Prates Freitas, del N¨²cleo Extendido de Salud Familiar y Atenci¨®n Primaria de Altamira. ¡°En vista de la cantidad de suicidios y tambi¨¦n del aislamiento debido a la pandemia, hemos lanzado un proyecto llamado Servicio de Atenci¨®n Biopsicosocial en L¨ªnea. Un asistente social atiende la llamada y eval¨²a el caso. Si se trata de una demanda psicol¨®gica, la persona se deriva autom¨¢ticamente al psic¨®logo¡±.

En pocos a?os, Altamira ha dejado de ser una ciudad con h¨¢bitos provincianos, como dormir con la ventana abierta y caminar por las calles de noche sin preocupaciones, donde la mayor¨ªa de los residentes se conoc¨ªan, para convertirse en la ciudad m¨¢s violenta de Brasil, seg¨²n el Atlas de Violencia de 2017 (con datos de 2015), una publicaci¨®n del Instituto de Investigaci¨®n Econ¨®mica Aplicada y del Foro Brasile?o de Seguridad P¨²blica. En el Atlas de la Violencia de 2019 (con datos de 2017), la ciudad de Maracana¨², en el Estado de Cear¨¢, le ha tomado el primer lugar a Altamira, que ha pasado a ser la vicecampeona nacional entre las ciudades con m¨¢s de 100.000 habitantes. Tambi¨¦n ostenta el t¨ªtulo de la ciudad m¨¢s violenta de la Amazonia. Los investigadores se?alan que la poblaci¨®n lleg¨® a duplicarse durante las obras de la hidroel¨¦ctrica.

Los adolescentes que se suicidan hoy en Altamira llegaron a la adolescencia durante el controvertido y conflictivo proceso de construcci¨®n de Belo Monte, en el que la ciudad se desfigur¨®, al igual que la vida de sus familias. ¡°Belo Monte hizo mucha propaganda de que el desarrollo iba a llegar y que todo iba a mejorar en la ciudad: muchos trabajos, hospitales, escuelas. Pero lo que Belo Monte trajo a la infancia y la juventud fue el crimen y la proliferaci¨®n de drogas. Los j¨®venes perdieron sus espacios de ocio y las playas, las familias perdieron los trabajillos que hac¨ªan y la posibilidad de pescar. Sin perspectivas y pol¨ªticas p¨²blicas, solo les queda el suicidio¡±, dice Antonia Melo, coordinadora del Movimiento Xing¨² Vivo para Siempre y una de las principales l¨ªderes populares del Xing¨².

Entre 1989 y 1993, Antonia y otros l¨ªderes de los movimientos sociales de Altamira se enfrentaron a uno de los mayores traumas de la ciudad, conocido como ¡°el caso de los ni?os emasculados de Altamira¡±, ni?os que fueron encontrados muertos o casi muertos despu¨¦s de que les cortaran los genitales. Los sobrevivientes y familiares todav¨ªa viven esta violencia casi innominable como si fuera hoy. Ahora, los mismos l¨ªderes que buscaron justicia en el pasado enfrentan lo que podr¨ªa conocerse como ¡°los ni?os y ni?as suicidas de Altamira¡±. Atravesada por el dolor de ver una juventud destruida por la violencia, Antonia Melo dice: ¡°Belo Monte acab¨® con el presente y el futuro. Hoy Altamira est¨¢ ba?ada en l¨¢grimas y sangre¡±.

Unas 40.000 personas fueron expulsadas de sus hogares a orillas del r¨ªo Xing¨², en las islas y en el centro de la ciudad para dar cabida a la planta que los residentes llaman ¡°Belo Monstruo¡±. Parte de esta poblaci¨®n ¡°transferida¡± fue arrojada a los Reasentamientos Urbanos Colectivos (RUC) construidos en las afueras de Altamira. Este proceso disolvi¨® los lazos comunitarios y vecinales, fundamentales para sustentar la vida cotidiana, y destruy¨® el sentimiento de pertenencia. Tambi¨¦n caus¨® inseguridad alimentaria en familias que viv¨ªan de hacer trabajillos cerca del centro y en pescadores que ya no pueden pescar, debido a la distancia a la que viven del r¨ªo y a la reducci¨®n de la calidad y cantidad de peces y especies que viven en ¨¦l tras la construcci¨®n de la presa. Hay indicios de que el consumo de alcohol y drogas, as¨ª como los casos de abuso sexual, aumentaron debido al cambio de vida. En el caso de la poblaci¨®n ribere?a, las consecuencias fueron a¨²n m¨¢s dolorosas, porque su modo de vida qued¨® totalmente destruido. Hoy esperan que Norte Energia S.A., la concesionaria de la hidroel¨¦ctrica, cumpla con su obligaci¨®n de reasentarlos en el embalse. Ese reasentamiento viene siendo pospuesto desde hace a?os.

Durante el per¨ªodo de implantaci¨®n de la central, tambi¨¦n hubo un cambio en el perfil de la criminalidad. Las bandas de Altamira fueron tomadas por facciones nacionales del crimen organizado. Ya en el primer a?o de existencia, los RUC fueron estigmatizados como un territorio de violencia, aumentando todav¨ªa m¨¢s el sentimiento de exclusi¨®n de la poblaci¨®n desplazada. En julio del a?o pasado, la prisi¨®n de Altamira fue el escenario de la segunda mayor masacre de la historia del sistema carcelario brasile?o, con 62 muertos, solo superada por la de Carandiru (S?o Paulo), en 1992.

Cuatro de los suicidios los cometieron precisamente adolescentes que viv¨ªan en los RUC Jatob¨¢, S?o Joaquim, ?gua Azul y Casa Nova. Otros cuatro viv¨ªan en barrios que sufrieron cambios dr¨¢sticos con la llegada de Belo Monte: Paix?o de Cristo y Jardim Independente 1. Un padre, residente de uno de los RUC, ha perdido a dos hijos este a?o. Ambos se ahorcaron. Primero, el m¨¢s joven, justo antes de cumplir 16 a?os. Despu¨¦s, su hermana, de 26 a?os, que no pudo soportar el dolor agravado por la muerte de su hermano. Fue encontrada ahorcada, con su beb¨¦ de meses todav¨ªa en el regazo.

Daniela Silva, de 26 a?os, del Movimiento Juventudes del Medio Xing¨², es otra l¨ªder que vincula el suicidio con la desestructuraci¨®n que gener¨® la hidroel¨¦ctrica: ¡°Belo Monte tiene la culpa, s¨ª. Rompi¨® la relaci¨®n comunitaria que ten¨ªamos cuando nos envi¨® a los RUC. Es muy triste ver que los j¨®venes se est¨¢n matando porque es dif¨ªcil vivir en una realidad sin ma?ana. Si no tienen deporte, no tienen ocio, no tienen cultura, la vida se vuelve gris. Crec¨ª en la periferia, pero, aun as¨ª, pod¨ªa jugar en el riachuelo. Hoy, vivir es un desaf¨ªo mayor, y la pandemia ha agravado esta situaci¨®n¡±, afirma. ¡°Los j¨®venes deben tener un tiempo, una voz y un lugar. Cerrar las torres [desde donde saltaron los j¨®venes] no soluciona nada. El problema tiene que resolverse en la ra¨ªz. Tenemos que transformar este sitio en un espacio de esperanza, de mirar hacia el futuro¡±.

Asustados por los suicidios de sus amigos, los j¨®venes perif¨¦ricos, ind¨ªgenas y ribere?os han creado un grupo para intentar encontrar salidas. Est¨¢n llevando a cabo una campa?a titulada ¡°?Devolvednos la esperanza!¡±. El 31 de marzo, el d¨ªa en que dos j¨®venes se suicidaron y un tercero fue asesinado, publicaron una carta abierta a las autoridades:

¡°Dicen que somos el futuro del pa¨ªs, pero ?c¨®mo podemos ser el futuro si no tenemos un presente? Nosotros, los j¨®venes del municipio m¨¢s grande de Brasil y el tercero m¨¢s grande del mundo, estamos profundamente preocupados por nuestra situaci¨®n frente a los casos de suicidio entre nosotros y los casos de exterminio que tienen lugar en nuestra ciudad. Hoy, nos han dejado tres j¨®venes. Dos se han suicidado y el otro ha sido asesinado por una bala de la Polic¨ªa Militar del Estado de Par¨¢. (...) Todos los d¨ªas tenemos nuestros derechos menoscabados por la falta de acci¨®n de nuestros dirigentes y por la falta de empat¨ªa de la sociedad. Todos los d¨ªas morimos un poco emocionalmente, ya que es dif¨ªcil vivir en un mundo ego¨ªsta, autoritario y sin esperanza. Por este motivo, escribimos esta carta para pedir a las autoridades del Estado y, especialmente, a las autoridades municipales que pongan en pr¨¢ctica pol¨ªticas p¨²blicas y sociales dirigidas a los j¨®venes¡±.

En la carta tambi¨¦n hicieron una pregunta cuya respuesta ser¨¢ crucial para prevenir el suicidio de la juventud: ¡°?qu¨¦ valor tienen nuestras vidas para la sociedad y especialmente para el Estado?¡±.

La relaci¨®n entre Belo Monte y el sufrimiento ps¨ªquico ha sido objeto de investigaci¨®n. En 2017, el proyecto Cl¨ªnica de Cuidado llev¨® a 16 psic¨®logos y psicoanalistas y una psiquiatra a Altamira para realizar una intervenci¨®n a la poblaci¨®n ribere?a afectada por Belo Monte, en la que se atendieron a m¨¢s de 70 personas, la mayor¨ªa en los RUC. El trabajo lo coordinaron los psicoanalistas Ilana Katz y Christian Dunker, catedr¨¢tico del Instituto de Psicolog¨ªa de la Universidad de S?o Paulo. Para EL PA?S, anticiparon algunas conclusiones del libro y documento p¨²blico sobre el sufrimiento de los refugiados de Belo Monte, que est¨¢ en fase de elaboraci¨®n. Seg¨²n Ilana Katz:

¡°Los servicios sanitarios de Altamira y otras iniciativas de investigaci¨®n en el territorio ya indicaban entonces un aumento significativo de enfermedades del cuerpo (los relatos m¨¢s comunes eran de enfermedades card¨ªacas, diabetes, derrames y depresi¨®n). Al escuchar a los ribere?os afectados por Belo Monte, esta noticia se confirm¨®: recopilamos testimonios locales de intenso sufrimiento ps¨ªquico. El sufrimiento, en ese territorio, afectaba a la salud general y mental, al v¨ªnculo social, al funcionamiento familiar e institucional, reforzaba la opresi¨®n de las minor¨ªas y las situaciones humanas de extrema vulnerabilidad psicosocial. El estilo de vida ribere?o se hizo inviable, y los afectados se convirtieron en pescadores sin r¨ªo, habitantes sin hogar. El efecto de la violaci¨®n de los derechos civiles y del desmantelamiento de la experiencia comunitaria fue devastador, y el trabajo de duelo, de alguna elaboraci¨®n de las p¨¦rdidas sufridas, no tuvo ning¨²n amparo y no sucedi¨®. Entendemos que el desarraigo entre la experiencia y la posibilidad de que se contara, narrativizara, dio lugar a la aparici¨®n de s¨ªntomas, crisis de angustia, y tambi¨¦n gener¨® una propensi¨®n a actos impulsivos¡±.

Christian Dunker llama la atenci¨®n sobre las conexiones entre el suicidio y un cambio repentino en el modo de vida de una poblaci¨®n: ¡°Una hip¨®tesis preliminar podr¨ªa sugerir que ciertas formas emergentes de violencia, la agudizaci¨®n de la tensi¨®n social y el suicidio est¨¢n vinculados a cambios bruscos en el modo de vida de las poblaciones. Consideremos que el intercambio social de afecto, la realizaci¨®n colectiva del duelo y la acci¨®n colaborativa de reconstrucci¨®n simb¨®lica y material dependen, particularmente para las poblaciones vulnerables, de la comunidad a la que pertenecen. El funcionamiento de esta comunidad se ve muy afectado cuando la familia y los parientes se ven transferidos a zonas muy distantes, a veces lejos del r¨ªo, sin un sistema de transporte que permita una vida cotidiana com¨²n. As¨ª, la reformulaci¨®n de la ciudad tendi¨® a aumentar el proceso de individualizaci¨®n de las personas. Aunque estuvieran en casas nuevas, desconoc¨ªan a sus vecinos y la colaboraci¨®n con ellos se volvi¨® incierta. Un estudio gen¨¦rico sobre las condiciones de salud en Altamira ya se?alaba que factores como el desempleo, la inflaci¨®n demogr¨¢fica, las reformulaciones urban¨ªsticas y los cambios econ¨®micos, ecol¨®gicos y sociales podr¨ªan afectar a los niveles de violencia y, en consecuencia, de comportamiento de riesgo. Esto se observ¨® en otros desastres ambientales, como Brumadinho y Mariana. A partir de la comprobaci¨®n in situ de las condiciones generadas por la construcci¨®n de la presa de Belo Monte, est¨¢ claro que se ha subestimado el impacto en la salud psicol¨®gica de la poblaci¨®n. Cuando la causa es sist¨¦mica, sus efectos tambi¨¦n son sist¨¦micos. Es dif¨ªcil decir que la construcci¨®n de la presa determin¨® este o aquel s¨ªntoma, pero no hay duda de que hizo aumentar el nivel general de sufrimiento de las personas¡±.

El psicoanalista sugiere el concepto de ¡°suicidio an¨®mico¡±, de Durkheim, para reflexionar sobre los acontecimientos de Altamira. ¡°En teor¨ªa, no se tratar¨ªa de suicidios ego¨ªstas, ni altruistas, sino an¨®micos. Hay suicidios relacionados con la p¨¦rdida de pertenencia social, en los que la persona no se siente reconocida o ubicada entre los suyos. Hay otros suicidios en los que predomina la reacci¨®n a los cambios en las normas y reglas sociales, que el sujeto tiene dificultades para integrar o incorporar. En el caso de los suicidios an¨®micos, estas dos cosas pueden suceder, pero prevalece el sentimiento de que el mundo est¨¢ en desorden, de que hemos perdido la relaci¨®n entre de d¨®nde venimos, qui¨¦nes somos y hacia d¨®nde vamos. Esto se debe a que el mundo se percibe como desorden, donde hay una suspensi¨®n o imposibilidad de leer el sentido de las cosas. El cambio radical en la forma de vida exige la incorporaci¨®n de nuevas reglas sociales. La p¨¦rdida de cohesi¨®n y solidaridad pueden estar vinculadas a la separaci¨®n de familias y comunidades, al alejamiento de sus referencias simb¨®licas, como el r¨ªo, y las formas religiosas y narrativas asociadas a ¨¦l. Por lo tanto, el cuadro de anomia subjetiva puede ocurrir incluso en una situaci¨®n de ¡®normalidad funcional¡¯, porque las personas pueden no reconocer el car¨¢cter repetitivo del trauma, la suspensi¨®n o el aplazamiento del dolor y la fragmentaci¨®n de la experiencia. Eso significar¨ªa que, por un lado, la vida contin¨²a con su rutina de trabajo y estudio, pero que el sentimiento ¡ªahora todav¨ªa m¨¢s inexplicable¡ª de desajuste e inadaptaci¨®n, de vac¨ªo y p¨¦rdida de sentido permanece¡±.

Erika Costa Pellegrino, psiquiatra de la Cl¨ªnica de Cuidado que se mud¨® de S?o Paulo a Altamira, en 2017, para seguir de cerca el proceso de desestructuraci¨®n provocado por Belo Monte en diferentes poblaciones, y actualmente tambi¨¦n profesora del curso de Medicina de la Universidad Federal de Par¨¢, formula algunas hip¨®tesis en esta direcci¨®n:

¡°Entre los ni?os y adolescentes, los principales factores de riesgo son el trastorno mental y la desestructuraci¨®n familiar. Aunque varias ciudades de Brasil tienen problemas sociales y de acceso a los servicios p¨²blicos de salud mental, la dimensi¨®n de lo que sucedi¨® en Altamira a partir de Belo Monte cambi¨® el perfil epidemiol¨®gico de la salud mental en el municipio. Todav¨ªa no tenemos datos cuantitativos sobre esto, pero es algo que todos se?alan. Belo Monte fue un acontecimiento muy repentino y muy grande. Tanto para las familias que han sufrido directamente el impacto ¡ªlas que han sido obligadas a trasladarse¡ª como para las que lo han sufrido indirectamente ¡ªlas que sufren el aumento de la violencia¡ª. Tiene sentido pensar que el aumento repentino y radical de la enfermedad y la desestructuraci¨®n de los lazos tendr¨¢n un mayor efecto en los m¨¢s vulnerables, como los ni?os y adolescentes. Este proceso de desestructuraci¨®n se est¨¢ desarrollando y acumulando, lo que tambi¨¦n nos ayuda a pensar por qu¨¦ sucede esto ahora, en 2020. El trauma generado causa, con el tiempo, transformaciones ps¨ªquicas en las mentes de estos ni?os y adolescentes, y estas transformaciones traen consecuencias¡±, afirma. ¡°Estamos relacionando todo lo que hemos estudiado y escuchado en las consultas, pero ser¨¢ necesario hacer una investigaci¨®n a fondo escuchando a las familias de los que murieron y de los que intentaron suicidarse y sobrevivieron para poder comprender toda la complejidad de lo que estamos viviendo en Altamira y de lo que dicen estos adolescentes al suicidarse¡±.

EL PA?S entr¨® en contacto con Norte Energia S.A., la concesionaria de Belo Monte, que respondi¨® por medio de un comunicado, reproducido aqu¨ª en su totalidad: ¡°Norte Energia desconoce esta hip¨®tesis y refuta cualquier ilaci¨®n asociada al proceso de instalaci¨®n de la Central Hidroel¨¦ctrica Belo Monte¡±.

Consumo, cuerpo e internet

Una mujer en una casa de los Reasentamientos Urbanos Colectivos (RUCs), donde viven los afectados por Belo Monte.
Una mujer en una casa de los Reasentamientos Urbanos Colectivos (RUCs), donde viven los afectados por Belo Monte.Lilo Careto

Uno de los adolescentes que se suicid¨® en Altamira dej¨® una carta muy discutida por los adultos involucrados en la b¨²squeda de prevenci¨®n: ¡°Perd¨®n por lo que voy a hacer, quitarme la vida, hacer que sufra tanta gente que me quiere, pero no puedo soportarlo m¨¢s, el dolor interno que siento ya es mayor que yo, es imposible describirlo. (...) He descubierto de lo que no soy capaz y lo podrido que est¨¢ este mundo, solo hay maldad e hipocres¨ªa. (...) Mostrar¨¦ de la peor manera lo que es un sentimiento de indignaci¨®n, sentido por muchos, pero expresado por pocos. Nada en este mundo me hace feliz como quiero. (...) Quiero dejar claro que no es mi intenci¨®n causar sufrimiento a nadie, pero he elegido terminar con mi infierno interior, el dolor ya es muy grande. (...) Simplemente no consigo aceptar ciertas cosas, y ya estoy muerto por dentro¡±.

Seg¨²n el relato de un testigo que presenci¨® su suicidio, ¡°dio dos gritos, uno fuerte y otro m¨¢s suave, y cay¨® como una hoja¡±. Es una forma de verlo. Los miembros de la familia que lo levantaron del suelo vieron un cuerpo tan reventado que se necesitaron horas para reconstruirlo para el entierro. Esa imagen nunca la olvidar¨¢n. El suicidio, como dice una madre, mata una parte de la persona que ama y se queda. ¡°Voy a vivir, pero sintiendo que me han amputado algo esencial¡±. El an¨¢lisis del ordenador de uno de los adolescentes que se quit¨® la vida mostr¨® que, d¨ªas antes, adem¨¢s de buscar manuales y grupos de suicidio en internet, tambi¨¦n busc¨® cu¨¢ntas madres se suicidaban tras la muerte de sus hijos.

Las justificaciones inmediatas que dan los adolescentes para quitarse la vida han llamado la atenci¨®n de padres, maestros y profesionales de la salud mental. El fin de una relaci¨®n. Bullying. Decepci¨®n con los adultos. Obviamente, este es solo un punto de partida, un principio de respuesta. Pero revela una generaci¨®n con pocas estrategias para lidiar con la frustraci¨®n y tambi¨¦n con dificultades para lidiar con el tiempo. Es como si no tuvieran recursos internos para enfrentar las respuestas que tienen que construirse, es como si no pudieran soportar una respuesta que sea menos veloz que el tiempo de internet. Y tambi¨¦n es como si no pudieran tolerar la falta de respuestas de la condici¨®n humana.

Eso no significa que est¨¦n m¨¢s mimados que los j¨®venes del pasado, sino que viven en tiempos diferentes. No solo una ¨¦poca diferente, sino un tiempo y una textura de ese tiempo muy diferentes de los de finales del siglo pasado, por ejemplo. La mayor parte de su experiencia de existir la han vivido en un mundo que tambi¨¦n es real, pero que est¨¢ delimitado por otros c¨®digos. Los botones ¡°me gusta¡± y ¡°bloquear¡± son instant¨¢neos y sustituyen las respuestas. Pero no son respuestas. Se puede borrar un mensaje o una persona, pero, a la vez, el recuerdo de internet es eterno y sigue (y a veces persigue) a ese joven en los espacios concretos de su vida, como la escuela.

Jaron Lanier, analista del mundo digital y creador de realidad virtual, lleg¨® a sugerir en un video que los adolescentes deber¨ªan abandonar las redes sociales al menos por un tiempo. ¡°Estamos enganchados a un sistema de recompensas y castigos, en el que las recompensas suceden cuando otros te retuitean y los castigos, cuando otros te maltratan en las redes¡±, dice. Seg¨²n Lanier, esta manipulaci¨®n no es tan dram¨¢tica como la adicci¨®n a la hero¨ªna o al juego, pero sigue el mismo principio. ¡°Deja a las personas ansiosas e irritadas, y hace que especialmente los adolescentes est¨¦n deprimidos, lo que puede ser muy grave¡±, afirma. ¡°Hay una gran cantidad de evidencias y estudios cient¨ªficos. El ejemplo m¨¢s aterrador es la correlaci¨®n entre el aumento de suicidios entre los adolescentes y el aumento del uso de las redes sociales¡±.

Y da un consejo a los adolescentes: ¡°Si eres una persona joven y solo vives en las redes sociales, tu primer deber es conocerte a ti mismo. Tienes que probar viajar, tienes que desafiarte a ti mismo. No te conocer¨¢s sin esta perspectiva. Entonces, date al menos seis meses sin redes sociales. No puedo decirte lo que es correcto. T¨² eres el que tiene que decidir¡±.

En internet, la atenci¨®n est¨¢ fragmentada, el cerebro reacciona a est¨ªmulos y act¨²a en el tiempo de la velocidad. Concentrarse m¨¢s de algunos segundos en algo que no se mueve parece imposible. Y todo esto sucede en un momento de exacerbaci¨®n del consumo, el gran mediador de la experiencia contempor¨¢nea. Y el consumo promete disfrute inmediato, y promete completitud. Tanto el ¡°gustar¡± y ¡°bloquear¡± de internet como el mecanismo que mueve el consumo, en el que siempre falta algo para poder vender de nuevo la ilusi¨®n de que en la pr¨®xima compra estar¨¢s completo, mantienen la mente en un estado de ansiedad permanente. La falta, una condici¨®n humana que produjo movimientos capaces de logros extraordinarios, se vive, tanto en internet como en el acto de consumir, como una traici¨®n e incluso una ¡°injusticia¡±. La falta se vive como dolor, y no como un deseo que nos mueve a hacer historia con los otros y a tejer una vida que valga la pena. Y ese dolor, seg¨²n los j¨®venes que se suicidan, es insoportable.

¡°No tengo la vida que quer¨ªa tener¡±, dijo una ni?a de 18 a?os a la psiquiatra Maria Aparecida da Silva, de S?o Paulo. La m¨¦dica cuenta que este tipo de afirmaci¨®n, asociada a un sufrimiento presentado como insoportable, es cada vez m¨¢s frecuente tanto en la sanidad p¨²blica como en su consultorio privado. ¡°Lo que m¨¢s escucho es esto, y me deja at¨®nita. ?C¨®mo alguien de 18 a?os puede anunciarse como un fracasado? Y se refiere a cosas materiales¡±, afirma. ¡°He reflexionado sobre este avance tecnol¨®gico que hemos tenido, esta vida en internet en la que empiezan muy temprano, cu¨¢nto espacio le quita a otro tipo de desarrollo. Todo es muy r¨¢pido. La recompensa es inmediata. Quiero algo y tengo que tenerlo inmediatamente. Incluso desde un punto de vista neurobiol¨®gico, lidiar con la frustraci¨®n desarrolla, neuroanat¨®micamente, estructuras de conexi¨®n. Si no dejas que el otro se frustre y lo atiendes muy r¨¢pidamente, estas estructuras no se desarrollar¨¢n. No se desarrolla ni la creatividad. Como el universo interno se encoge, como la fantas¨ªa y la imaginaci¨®n encogen, las posibilidades tambi¨¦n se encogen. La vida de consumo, ahora exacerbada por internet, es la vida del tener, no la de ser¡±.

Hay otra cosa fundamental que ha cambiado. En el mundo tambi¨¦n real de internet, se supone que las personas viven sin cuerpo. Pero el cuerpo est¨¢ completamente presente, solo que en otro lugar. El cuerpo palpita. Y el cuerpo molesta. Tambi¨¦n puede ser mucho m¨¢s dif¨ªcil dar un contorno al cuerpo, vivir la experiencia del cuerpo en transformaci¨®n en un mundo en el que el cuerpo se ha convertido en un objeto tambi¨¦n en las redes. La autolesi¨®n, cada vez m¨¢s frecuente entre los j¨®venes de todas las clases sociales, puede interpretarse ¡ªtambi¨¦n¡ª como una necesidad desesperada de materializar la existencia en un solo lugar, de ¡°encarnarse¡±. El suicidio es un acto de desesperaci¨®n en el cuerpo.

Desde que not¨® el aumento en el n¨²mero de suicidios de adolescentes, la psiquiatra Maria Aparecida entendi¨® algo importante: ¡°Este modelo m¨¦dico tradicional ya no me sirve. El n¨²mero de casos es muy grande. Y cuantos m¨¢s psiquiatras haya en la sanidad p¨²blica, mayor ser¨¢ la demanda. El modelo tradicional ya no encaja aqu¨ª, hay que encontrar otros caminos, tejer otros planes terap¨¦uticos¡±, dice. La psiquiatra est¨¢ esperando a que se supere la pandemia para poner en pr¨¢ctica un proyecto que trabaja con el cuerpo de los adolescentes. A partir del g¨¦nero musical K-Pop, que a la mayor¨ªa de ellos les encanta, quiere ampliar el cuidado de la salud mental con estos j¨®venes. ¡°Quiero hacer un trabajo que muestre otras posibilidades, que muestre que para tener contacto con el cuerpo no hace falta herirse, porque, en mi experiencia cl¨ªnica, la autolesi¨®n est¨¢ muy relacionada al suicidio. Comienza como autolesi¨®n y puede terminar como suicidio¡±, afirma. ¡°La cuesti¨®n es: ?c¨®mo se puede tener un cuerpo para el placer, para la alegr¨ªa? Estoy construyendo un trabajo, a partir de conversaciones con profesionales que trabajan con la danza, para buscar otras formas de sentir el cuerpo que no sean el dolor¡±.

Junto con otros profesionales de la sanidad p¨²blica de Santana do Parna¨ªba, la psiquiatra fue a una escuela a dar conferencias y debatir el suicidio con la comunidad escolar. A partir de ese momento, la cantidad de personas que hablaron de sus intentos de suicidio y pidieron ayuda se multiplic¨®, porque finalmente pod¨ªan contar lo que les estaba sucediendo. ¡°La medicaci¨®n en algunos casos ayuda, pero escuchar es fundamental. Es el mejor tratamiento. A menudo, la medicaci¨®n es la forma con que se interviene, simplemente porque la atenci¨®n psicoterap¨¦utica no va tan r¨¢pido. Entonces, la medicaci¨®n disminuye los s¨ªntomas. Pero, insisto, es necesario escuchar¡±, dice.

M¨¢rio Corso, psicoanalista y autor del libro Adolesc¨ºncia em cartaz - filmes e psican¨¢lise para entend¨º-la (La adolescencia en la cartelera: pel¨ªculas y psicoan¨¢lisis para entenderla), escrito con la tambi¨¦n psicoanalista Diana Corso, hace un an¨¢lisis muy agudo del fen¨®meno de la autolesi¨®n. Y dice:

¡°Siempre hemos existido con un cuerpo, es obvio, pero nunca lo hab¨ªamos necesitado tanto para ser alguien. Est¨¢ pasado de moda solo tener ¨¦xito, que te admiren. El biotipo tiene que corroborarlo. El cuerpo forma parte del triunfo del yo o, si no, no es total. El valor que le damos a nuestro f¨ªsico ha crecido. No es que el mundo haya empeorado, solo se transmutan los s¨ªntomas. Hay que a?adir el gesto en este nuevo momento en el que ¡®hablamos¡¯ m¨¢s desde el cuerpo. En el corte hay un sufrimiento agudo que no encuentra otra forma de expresarse. La persona tiene que ser escuchada, tiene que entender su dolor para que este dolor pueda expresarse de otra manera. Si la sigue alguien que entiende su dolor, quiz¨¢s no necesite representarla corporalmente. Los cortes son un intento desesperado de detener una angustia convirti¨¦ndola en dolor f¨ªsico, y dar visibilidad al sufrimiento psicol¨®gico. Es un dolor que no puede dejarse de lado, ni tampoco puede soportarse todo el tiempo. Es un corte en la carne y en la escenificaci¨®n. Por esta raz¨®n, no es raro que, en los relatos, el corte se cuente como un alivio moment¨¢neo.

¡±Las heridas cicatrizan y se convierten en recuerdos inolvidables, que dejan de sangrar y de doler, como si el sufrimiento hubiera dejado una firma. Sin embargo, si el dolor de una herida ps¨ªquica se cierra suturando un lamento que no se ha transformado en palabras, regresar¨¢ con nuevos llamamientos, que se pueden ver pero no escuchar. En lugar de acallar el dolor con analg¨¦sicos para el alma, conviene recordar: estas heridas solo cicatrizar¨¢n de verdad si lo hacen desde dentro hacia fuera. Hay que dejar que las palabras sangren hasta que los dolores se sequen.

¡±El corte indica que hay un sufrimiento agudo. El siguiente paso, si no se hace nada, ser¨¢n escenificaciones m¨¢s dram¨¢ticas, que pueden desembocar en la m¨¢s radical: el suicidio¡±.

El dolor y la imposibilidad de lidiar con ¨¦l tambi¨¦n se?alan cu¨¢n brutal es ser un adolescente en un mundo que se ha transformado en pocos a?os. Ni siquiera los padres y los maestros entienden una parte de esta transformaci¨®n, porque vienen de un mundo a¨²n no transformado. Los adolescentes de este momento hist¨®rico no son ¡°d¨¦biles¡± o ¡°cobardes¡± ¡ªcomo los llaman los odiadores de internet¡ª que publican comentarios violentos mientras se suicidan o poco despu¨¦s de hacerlo, como sucedi¨® en algunos casos en Altamira y otras regiones del pa¨ªs. El hecho importante es que est¨¢n viviendo experiencias que ninguna otra generaci¨®n ha vivido, y las est¨¢n viviendo en un momento muy malo, el de un planeta corro¨ªdo por la emergencia clim¨¢tica causada por el capitalismo y, ahora, tambi¨¦n por la emergencia sanitaria m¨¢s grave de los ¨²ltimos cien a?os. No podemos olvidar que, si sus gritos no se escuchan ¡ªsea cual sea la forma que encuentren para gritar¡ª, los m¨¢s sensibles mueren primero. El suicidio no puede explicarse con una sola causa, sino con una red de causas capaces de abarcar toda su complejidad, tanto en lo particular como en lo colectivo, tanto en lo privado como en lo social.

Internet tampoco es la responsable, sino lo que hacemos de ella, en ella y con ella. Como muestran los ni?os que ya han entendido que este ¡°aislamiento¡±, una palabra tan en boga, se trata menos de una cuesti¨®n de distancia y m¨¢s de una cuesti¨®n de presencia, de tiempo juntos. Los adultos pueden estar callados, y los ni?os saben que est¨¢n con ellos. Cuando cogen el m¨®vil, protestan de inmediato, porque saben que sus padres ¡ªo quien sea¡ª ya no est¨¢n all¨ª. Se han ido. Del mismo modo, los ni?os adolescentes no est¨¢n en su habitaci¨®n, protegidos. Se han ido. Y a menudo est¨¢n solos en la deep web.

La familiar de uno de los adolescentes que se suicid¨® este a?o en Altamira lleg¨® a hip¨®tesis similares. Desde que el chico muri¨®, ella, que trabaja con grupos de j¨®venes, se dedica a tratar de entender lo que intent¨® decir con su muerte, para evitar que otros se maten. ¡°Hoy, la juventud es muy inmediatista. No consigue lidiar con cosas que llevan tiempo. Ante un dolor que no pueden superar r¨¢pidamente, quieren eliminar ese dolor. Si hacen un tratamiento, tardar¨¢ en surtir efecto y no saben c¨®mo lidiar con la tardanza. Tenemos que ayudarlos a entender que la vida no es tan inmediata como un videojuego o como el WhatsApp o Facebook. Pero tambi¨¦n tenemos que entender que estamos fallando al no abrazarlos. En muchos sentidos, estamos dejando sola a esta generaci¨®n¡±, dice. ¡°Intento leer varias veces las cartas que dejaron. Sienten un dolor tan fuerte de indignaci¨®n y de decepci¨®n con la humanidad. Tan grande, que no creen que pueda cambiar. Pondr¨¦ fin a mi vida para ver si la sociedad se da cuenta y cambia esta forma de ser. Tenemos que escuchar lo que dicen cuando se matan. Y dicen que, como sociedad, le estamos fallando a su generaci¨®n¡±.

Ante un mundo que se ha vuelto mucho m¨¢s complejo, en el que los adolescentes se quedan solos antes y de maneras totalmente nuevas, al proteger la infancia, podemos estar desprotegi¨¦ndola. Es lo que se?ala el psicoanalista M¨¢rio Corso. ¡°Tenemos un logro civilizador interesante, que es la infancia protegida, reconocida en sus particularidades. No deber¨ªamos cambiar eso, pero quiz¨¢s pensarlo mejor. Nuestros ni?os crecen en una burbuja protectora que se rompe en la adolescencia. Bruscamente, descubren la dureza del mundo, la violencia, la exigencia desmedida ¡ªen este caso, a veces de los padres¡ª. Se sienten traicionados por el mundo de cuento de hadas que les hab¨ªan contado. ?No estaremos exagerando, no habr¨ªa una forma de mostrarles el mundo como es realmente desde una edad temprana? Es t¨ªpico que al inicio de la adolescencia se produzca una depresi¨®n relacionada con la percepci¨®n del peso del malestar de la civilizaci¨®n. Las utop¨ªas ya no cuelan, vivimos en la era de las distop¨ªas. Las creencias religiosas tampoco, el joven siente que est¨¢ en un mundo absurdo. Y debemos pensar que no ha desarrollado los anticuerpos que los adultos ya tenemos... Y eso llega de golpe. ?No podr¨ªa ser en c¨®modos plazos? Estoy bromeando, pero creo que hemos exagerado la dosis del mundo de Disney. En resumen: no los preparamos para la desgracia, no hablamos de derrotas, p¨¦rdidas, y son la ¨²nica certeza en esta vida. Les ense?amos a ganar, a decir que ser¨¢n ganadores. Les ense?amos lo f¨¢cil y olvidamos lo esencial: saber c¨®mo soportar la dureza de un momento complicado para la civilizaci¨®n¡±.

Puede que esta sea la clave para entender por qu¨¦ Altamira tiene un n¨²mero a¨²n mayor de j¨®venes que se suicidan que otras ciudades de Brasil. Altamira es una ciudad desfigurada en un mundo desfigurado. Desfigurada por Belo Monte como en la d¨¦cada de 1970 fue desfigurada por la carretera Transamaz¨®nica. Esto es lo que dice la familiar de uno de los j¨®venes suicidas:

¡°El suicidio en Altamira tiene tres ejes: Belo Monte es uno de ellos. El otro es que nosotros, una sociedad inmediatista, consumista, productivista, no estamos cuidando bien de las generaciones futuras. Los estamos aislando de nuestro mundo mientras estamos ocupados sobreviviendo. El tercer eje es la ausencia de pol¨ªticas p¨²blicas que les den derecho a una vida digna. Para comprender los suicidios en Altamira es necesario entender que aqu¨ª, todos los d¨ªas, estamos luchando por sobrevivir. Aqu¨ª, sentimos todo el peso del sistema capitalista que controla la econom¨ªa y deshumaniza la sociedad. No estamos siendo dignos de cuidar a nuestra juventud. Siempre somos bomberos en Altamira, siempre apagamos incendios [a menudo literalmente, como cuando la selva ardi¨® en 2019]. En Altamira nos despertamos cada d¨ªa matando a un le¨®n para seguir viviendo. No estamos preparando a nuestra juventud para enfrentar a este le¨®n, y luego se sienten impotentes. Lo que estamos cosechando en 2020 es el resultado de todo lo que nos ha sucedido en el pasado y todo lo que no hemos hecho en el pasado. El suicidio es el resultado de lo que estamos haciendo con nuestras futuras generaciones¡±.

Una mujer cuenta que interpret¨® as¨ª la carta de despedida del adolescente que tanto amaba: ¡°Ya estar¨¦ muerto. Pero antes quiero preguntaros a vosotros, adultos: ?qu¨¦ har¨¦is para evitar que otros adolescentes como yo se suiciden?¡±.

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