El a?o horrible de las Fuerzas Militares de Colombia
La imagen de una de las instituciones m¨¢s respetadas e intocables de un pa¨ªs que acaba de salir de una guerra se desploma en medio de una sucesi¨®n de esc¨¢ndalos del Ej¨¦rcito
La fotograf¨ªa se repite en los Andes, en el Caribe, en la selva, en la costa del Pac¨ªfico y en las fronteras. En Colombia el Estado todav¨ªa no se ha impuesto en extensos territorios de un pa¨ªs eminentemente rural, pero los primeros en llegar siempre llevan uniforme. Las Fuerzas Militares han sido durante d¨¦cadas la principal instituci¨®n al servicio de los distintos Gobiernos. La guerra con las FARC y contra el narcotr¨¢fico las convirti¨® en un estamento intocable, pero la firma de la paz con la guerrilla m¨¢s antigua de Am¨¦rica, hace casi cuatro a?os, y la profunda transici¨®n que se inici¨® entonces cambi¨® las reglas del juego. Tras 12 meses de esc¨¢ndalos en el seno del Ej¨¦rcito, que van de una red de espionaje a una sucesi¨®n de denuncias por violaci¨®n de menores, una encuesta reflej¨® esta semana el estado de opini¨®n de los colombianos sobre sus soldados. La firma Gallup reporta un desplome sin precedentes. La percepci¨®n hist¨®ricamente favorable se derrumb¨®: del 85% al 48%, el dato m¨¢s bajo desde que hay registro.
En los ¨²ltimos 20 a?os ese ¨ªndice apenas hab¨ªa ca¨ªdo por debajo del 60% y eso ocurri¨® aproximadamente hace un a?o, cuando se conoci¨® una directriz interna que instaba a los militares a mejorar resultados. As¨ª empez¨® a resquebrajarse la confianza de amplios sectores de la sociedad y de varios l¨ªderes de opini¨®n. Esa circular, ya retirada, resultaba especialmente pol¨¦mica por dos razones. En primer lugar, pon¨ªa en riesgo a la poblaci¨®n civil en un contexto de posconflicto en el que grupos insurgentes a¨²n activos como el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN), bandas de paramilitares, batallones disidentes de las FARC y distintos c¨¢rteles buscan hacerse con el control de las rutas del tr¨¢fico de coca¨ªna. Y en segundo lugar, revivi¨® el fantasma de los mal llamados falsos positivos: asesinatos de campesinos y l¨ªderes comunitarios presentados como guerrilleros muertos en combate a cambio de beneficios. Seg¨²n datos de la Fiscal¨ªa, las fuerzas armadas perpetraron al menos 2.248 ejecuciones extrajudiciales entre 1998 y 2014, aunque el 97% de los casos se remontan a la pasada d¨¦cada, de 2002 a 2008.
Hace un a?o el comandante del Ej¨¦rcito, una fuerza que cuenta con cerca de 230.000 miembros, era Nicacio Mart¨ªnez Espinel. Tras meses de cuestionamientos, las Navidades pasadas present¨® su renuncia por motivos familiares. Lo hizo semanas despu¨¦s del relevo al frente de Defensa. El exministro Guillermo Botero tambi¨¦n tuvo que dejar el cargo en noviembre, cuando se descubri¨® que hab¨ªa ocultado una operaci¨®n en la que fallecieron al menos siete menores. Ambos pertenec¨ªan a un sector pol¨ªtico muy pr¨®ximo al expresidente ?lvaro Uribe, l¨ªder de Centro Democr¨¢tico, el partido que sostiene al Gobierno de Iv¨¢n Duque.
El actual titular de la cartera, Carlos Holmes Trujillo, prometi¨® no tolerar m¨¢s violaciones de derechos y conductas impropias, pero el pasado mes de mayo tuvo que gestionar una nueva crisis que se remontaba a la anterior etapa. Esto es, una trama de espionaje contra m¨¢s de 130 periodistas, corresponsales extranjeros, opositores, abogados de los derechos humanos y hasta el ex secretario general de la Presidencia, Jorge Mario Eastman, muy cercano a Duque, quien conden¨® con dureza esas pr¨¢cticas. Por ese esc¨¢ndalo, que est¨¢ en fase de investigaci¨®n y por el que la Corte Suprema abri¨® una indagaci¨®n preliminar contra Uribe, cayeron varios oficiales. Pero las sombras que envuelven a sectores desviados del Ej¨¦rcito no terminaron ah¨ª. Hace dos semanas se conoci¨® la denuncia de la violaci¨®n colectiva de una menor ind¨ªgena de una comunidad embera, cuyos siete presuntos responsables ya est¨¢n detenidos. D¨ªas despu¨¦s, la instituci¨®n reconoci¨® otra violaci¨®n de una menor de la etnia nukak, de 15 a?os, secuestrada durante d¨ªas por un grupo de uniformados en el departamento del Guaviare, a las puertas de la Amazon¨ªa. Desde entonces se conocieron m¨¢s casos, que alimentaron las sospechas de que se trate de una conducta sistem¨¢tica o cuando menos asentada. Las fuerzas de seguridad desplegadas en territorios tradicionalmente abandonados conviven con las franjas m¨¢s vulnerables de la poblaci¨®n, como los pueblos ind¨ªgenas. El expresidente Ernesto Samper incluso lleg¨® a referirse, a trav¨¦s de Twitter, a ¡°un problema de fondo por el hecho de que haya soldados entrenados institucionalmente para este tipo de actos¡±.
La presi¨®n oblig¨® al actual comandante del Ej¨¦rcito, el general Eduardo Zapateiro, a comparecer. Sus revelaciones dispararon la indignaci¨®n. Desde 2016 se han identificado ¡°118 integrantes de la fuerza relacionados en casos de presuntos actos sexuales abusivos y violentos contra menores de edad¡±. De ellos, asegur¨® el mi¨¦rcoles, 73 hombres segu¨ªan activos. El viernes retir¨® a otros 31. El alto mando admiti¨®: ¡°Esto nos obliga a revisarnos internamente y a fortalecer los diferentes procesos¡±.
La revisi¨®n de la actuaci¨®n de las fuerzas armadas no es un debate nuevo. Y el desplome de la imagen del sector militar tampoco puede relacionarse ¨²nicamente con esc¨¢ndalos que, en mayor o menor medida, siempre han existido. Se trata, seg¨²n un an¨¢lisis compartido por varios expertos, de una respuesta que refleja un cambio en la sociedad, probablemente menos conservadora, m¨¢s madura y m¨¢s abierta a la fiscalizaci¨®n. En ¨²ltima instancia, una consecuencia del proceso de paz. ¡°El Ej¨¦rcito acumul¨® una serie de esc¨¢ndalos en los ¨²ltimos seis meses. pero no es que eso sea nuevo. Temas relacionados con violaciones de derechos humanos los ha habido toda la vida. La diferencia es que antes, como hab¨ªa FARC y conflicto armado, todo se perdonaba. Ahora ya no¡±, se?ala Ariel ?vila, subdirector de la Fundaci¨®n Paz y Reconciliaci¨®n y experto en pol¨ªticas de seguridad. ¡°Los periodistas y los analistas les perdieron el miedo a las Fuerzas Militares. Antes hab¨ªa una especie de veto¡±, agrega.
Otro aspecto tiene que ver con que las Fuerzas Militares est¨¢n pendientes de una reforma a fondo. El proceso de paz impulsado por el expresidente Juan Manuel Santos cre¨® las condiciones, pero no pudo concretar una renovaci¨®n estructural. Lo que s¨ª sucedi¨® es que al dejar el testigo a Iv¨¢n Duque, los sectores m¨¢s radicales del Centro Democr¨¢tico se hicieron en un primer momento con el control de la pol¨ªtica de Defensa, lo que le dio un nuevo impulso a la l¨®gica del conflicto armado. Varios dirigentes de ese partido rechazan todo se?alamiento al considerarlo un ataque a la instituci¨®n y a sus filas. Sin embargo, sus mismos responsables, con el ministro de Defensa y Zapateiro a la cabeza, han venido a reconocer que son precisamente esas pr¨¢cticas las que m¨¢s debilitan a las Fuerzas Armadas. Adem¨¢s, la sociedad ha cambiado y, seg¨²n ?vila, ¡°los colombianos van a hacer una reforma a la fuerza, porque los militares ya no dan cuenta de la sociedad de hoy¡±.
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