Los j¨®venes tailandeses gritan basta al poder
Los estudiantes toman las calles de Tailandia desde hace semanas contra el Gobierno y un monarca impopular
¡°?C¨®mo podemos estar bien ante esta falta de democracia?¡±, gritaba a pleno pulm¨®n el activista Tattep Ruangprapaikit durante una reciente protesta en Bangkok. Desde hace m¨¢s de dos semanas, miles de universitarios, estudiantes de instituto y activistas han tomado las calles casi a diario en varios lugares de Tailandia para exigir reformas que retiren poderes a los militares y a la sacrosanta monarqu¨ªa. Un movimiento osado en sus demandas que desaf¨ªa el estado de emergencia ¨Cdecretado por la pandemia y que proh¨ªbe los encuentros multitudinarios- y la draconiana ley de lesa majestad imperante.
Algunos de los manifestantes se expresan sin tapujos. ¡°No tratamos de derrocar la monarqu¨ªa, sino de lograr que exista de la forma adecuada y leg¨ªtima en el marco de un sistema democr¨¢tico¡±, proclam¨® el lunes en una protesta en Bangkok el abogado y activista Anon Nampa, de 34 a?os. Anon, citado por Reuters, se atrev¨ªa a censurar directamente el rol actual de la instituci¨®n bajo el mandato del rey Maha Vajiralongkorn, que sucedi¨® a su padre, el venerado Bhumibol, tras su fallecimiento en 2016. El letrado acusaba a la instituci¨®n de haber aumentado sus poderes, ante la inacci¨®n del Gobierno del militar Prayuth Chan-ocha. ¡°Ruego a la gente que no imponga el caos. Estamos resolviendo los problemas juntos¡±, implor¨® este martes Prayuth.
Pero las penas de hasta 15 a?os de c¨¢rcel contra los insultos o amenazas al rey ya no parecen disuadir a algunos tailandeses: el monarca, quien se aisl¨® en un hotel de Alemania junto a una veintena de concubinas mientras su pa¨ªs decretaba el estado de emergencia por la pandemia, no ha hecho mucho por ganarse el afecto de sus s¨²bditos. A sus ausencias se suma la consolidaci¨®n de su control sobre el Ej¨¦rcito y la Oficina de Propiedades Reales, el brazo financiero de la monarqu¨ªa tailandesa -con activos valorados en decenas de miles de millones de d¨®lares-, hasta ahora gestionado de forma independiente. Unos pasos que han despertado el fantasma de la monarqu¨ªa absolutista, a la que puso fin una revoluci¨®n en 1932, dando paso a un r¨¦gimen de monarqu¨ªa constitucional que vivi¨® su periodo de gloria durante el reinado de Bhumibol (1946-2016).
¡°La juventud tailandesa est¨¢ diciendo que ha tenido suficiente. Sienten que su futuro ha sido dilapidado y que las libertades han desaparecido bajo el Gobierno de Prayuth Chan-ocha¡±, apunta Thitinan Pongsudhirak, polit¨®logo de la Universidad Chulalongkorn de Bangkok. El general Prayuth se situ¨® en el poder tras un golpe de Estado en 2014, y revalid¨® su mandato en las urnas el pasado a?o tras unas pol¨¦micas elecciones en las que el voto joven tendi¨® a respaldar a partidos opositores progresistas. Las protestas actuales arrancaron, de hecho, cuando el Tribunal Constitucional tailand¨¦s orden¨® en febrero la disoluci¨®n de Anakot Mai (Nuevo Futuro), el partido con m¨¢s impulso de los ¨²ltimos a?os. La formaci¨®n, de corte reformista, estaba dirigida por el empresario Thanathorn Juangroongruangkit, muy cr¨ªtico con el Gobierno actual.
Tras meses de receso por el impacto del coronavirus, los j¨®venes volvieron a ocupar las calles con fuerza a ra¨ªz de la relajaci¨®n de las medidas de confinamiento el mes pasado, si bien el estado de emergencia se mantiene y contempla penas de hasta dos a?os de c¨¢rcel para los participantes en protestas. Imparables pese a las normativas, en apenas dos semanas ha habido casi medio centenar de manifestaciones, que se repiten con las mismas demandas: la disoluci¨®n del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones, el fin del acoso a los detractores del Gobierno y la aprobaci¨®n de enmiendas a la Constituci¨®n, considerada fruto del golpe de Estado de 2014, para que no preserve la influencia del Ej¨¦rcito sobre el sistema pol¨ªtico tailand¨¦s.
Unas protestas que han tomado forma gracias a la tecnolog¨ªa y las redes sociales, instrumentos que han permitido expandirlas en varias partes del pa¨ªs. Sus participantes han encontrado tambi¨¦n modos creativos de identificarse, utilizando caretas con el rostro de un personaje animado japon¨¦s, Hamtaro, protestando contra el Voldemort de la saga de Harry Potter o empleando el saludo de tres dedos de la saga de ¡°Los Juegos del Hambre¡± contra un estado autoritario. Aunque no cuentan con liderazgo oficial, muchos pertenecen a grupos de estudiantes como ¡°Juventud Libre¡± y la ¡°Uni¨®n de Estudiantes de Tailandia¡±, indignados especialmente con la represi¨®n contra los detractores del Gobierno.
Desapariciones forzosas
Desde el golpe de 2014, al menos nueve activistas pro democracia tailandeses han sido v¨ªctimas de ¡°desapariciones forzosas¡±, dos de ellos acabando brutalmente asesinados, con sus cuerpos hallados mutilados en el r¨ªo Mekong. Casos que tambi¨¦n han sido denunciados por los j¨®venes en las protestas, a las que se han ido sumando participantes de otras edades y sectores. ¡°Se trata de un movimiento sin precedentes¡±, considera Pavin Chachavalpongpun, acad¨¦mico tailand¨¦s de la Univ
ersidad de Tokio.
¡°Lo es por dos motivos: primero porque tiene lugar en el seno de un reino nuevo tras siete d¨¦cadas de una monarqu¨ªa muy respetada. Y segundo porque la econom¨ªa tailandesa nunca ha tenido un aspecto tan funesto¡±, apunta Pavin. Tailandia es un pa¨ªs acostumbrado a las protestas y los golpes de Estado ¨Chasta 13 con ¨¦xito desde 1932-, una historia convulsa en la que el fallecido rey Bhumibol ejerc¨ªa de elemento de unidad, rol que ha desaparecido con su hijo. El tur¨ªstico pa¨ªs, muy afectado por el impacto del coronavirus, se enfrenta adem¨¢s a uno de los peores pron¨®sticos de contracci¨®n econ¨®mica de toda Asia, del 8,1 por ciento de su PIB, seg¨²n el Banco de Tailandia.
Un c¨®ctel peligroso que lleva a muchos analistas a predecir que las manifestaciones no cesar¨¢n con facilidad. Su evoluci¨®n es incierta; las autoridades podr¨ªan optar por hacer la vista gorda y esperar que pierdan fuelle, contando con que en las pasadas dos d¨¦cadas s¨®lo las protestas callejeras que han tenido el apoyo impl¨ªcito de la alianza entre los conservadores y el Ej¨¦rcito han logrado arrebatar el poder al Gobierno. ¡°El peor escenario es que se utilice la fuerza para disolverlas, como ya ha ocurrido en el pasado¡±, advierte Pavin. En 2010, protestas contra el primer ministro Abishit Vejjajiva terminaron de modo sangriento con la intervenci¨®n del Ej¨¦rcito.
De momento, el Gobierno est¨¢ enviando se?ales contradictorias: a la vez que ha anunciado la creaci¨®n de una Comisi¨®n Extraordinaria para establecer un di¨¢logo con los manifestantes, ha iniciado procedimientos legales contra al menos 25 participantes, seg¨²n grupos de activistas. La extensi¨®n del estado de emergencia hasta el 31 de agosto permite tambi¨¦n, apunta Human Rights Watch, ¡°continuar la represi¨®n contra sus oponentes, detener a los cr¨ªticos y prohibir protestas pac¨ªficas, y no por motivos de salud p¨²blica¡±.
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