?Puede nombrar Trump un nuevo juez del Supremo antes de las elecciones? Este es el escenario y los plazos
El proceso para cubrir la vacante de la juez Ginsburg depende enteramente de los republicanos y lo pueden hacer tan r¨¢pido como quieran, con el ¨²nico condicionante de la conveniencia electoral
Faltan 43 d¨ªas desde este lunes hasta el 3 de noviembre, la fecha de las elecciones en Estados Unidos. Nombrar un nuevo magistrado del Tribunal Supremo en ese plazo ser¨ªa raro, pero no es imposible. El procedimiento para sustituir a la fallecida Ruth Bader Ginsburg est¨¢ en manos de tres personas: el presidente Donald Trump, que env¨ªa la propuesta al Senado; el senador Lindsey Graham, presidente del Comit¨¦ de Justicia, que la debate y aprueba; y el senador Mitch McConnell, l¨ªder de la mayor¨ªa, que convoca la ratificaci¨®n en el Pleno. Los tres est¨¢n en perfecta sinton¨ªa y dispuestos a seguir adelante. Este es el escenario, las normas y los plazos para una batalla pol¨ªtica que ha a?adido un bid¨®n de gasolina inesperado a unas elecciones ya de por s¨ª incendiarias. Antes de la muerte de Ginsburg la campa?a iba sobre echar a Trump, especialmente tras la pandemia y la crisis econ¨®mica. Ahora va de salvar la democracia.
?C¨®mo se nombra a un magistrado del Supremo de Estados Unidos?
El Tribunal Supremo de Estados Unidos se compone de nueve magistrados. No hay normas fijas sobre sus cualificaciones personales o profesionales. El cargo es vitalicio. Solo se producen vacantes por defunci¨®n (dos de las tres ¨²ltimas), dimisi¨®n (la anterior a esta) o impeachment por el Congreso (no ha sucedido nunca). Los nombra el presidente a su discreci¨®n. El ¨²nico tr¨¢mite es que debe ser aprobado por el Senado.
?Por qu¨¦ es tan importante pol¨ªticamente?
El Tribunal Supremo es el int¨¦rprete m¨¢ximo de la Constituci¨®n de EE UU. Es el ¨²ltimo dique. Siempre tuvo un componente pol¨ªtico, pero en las ¨²ltimas d¨¦cadas, y especialmente en este siglo, desde que una decisi¨®n suya decant¨® la elecci¨®n presidencial de 2000, se ha ido politizando a mucha velocidad. Los partidos han llegado a la conclusi¨®n de que es una especie de tercera c¨¢mara, un ¨¢rbitro de disputas irresolubles, que en un pa¨ªs donde va creciendo la polarizaci¨®n sin l¨ªmite, cada vez son m¨¢s. Es decir, un solo voto en ese Tribunal puede decidir asuntos de gran calado, algo especialmente significativo en los de calado social, como el aborto o el matrimonio homosexual, legalizados de facto por sentencias del Supremo.
Esa politizaci¨®n del Supremo lleg¨® a su punto m¨¢ximo (antes del actual) cuando en 2016 muri¨® de forma repentina el juez conservador Antonin Scalia, verdadero ancla de la interpretaci¨®n m¨¢s conservadora de la Constituci¨®n e ¨ªdolo de la derecha religiosa. Con Barack Obama en la presidencia, los dem¨®cratas ten¨ªan la oportunidad de sustituirlo por un magistrado progresista y cambiar la mayor¨ªa en el Tribunal, 5 a 4 a su favor, por primera vez en d¨¦cadas. Los republicanos en el Senado se negaron siquiera a dar audiencia al nominado de Obama con el argumento de que era a?o electoral (faltaban 10 meses para las elecciones). Fue una jugada pol¨ªtica tan inaudita como efectiva. La posibilidad de nombrar al sustituto de Scalia moviliz¨® a los republicanos m¨¢s que cualquier otro asunto, ganaron las elecciones contra pron¨®stico y fue Donald Trump el que cubri¨® la vacante con el juez conservador Neil Gorsuch, de 49 a?os entonces.
En 2018, el magistrado conservador Anthony Kennedy anunci¨® su retirada, precisamente para ser sustituido por un juez conservador m¨¢s joven. El elegido fue Brett Kavanaugh, de 53 a?os entonces, que garantiza tres o cuatro d¨¦cadas de votos conservadores. Kavanaugh fue sometido a un escrutinio sin precedentes en el Senado. Recibi¨® m¨¢s preguntas que cualquier otro nominado en la historia, una mujer detall¨® ante el Senado una terrible acusaci¨®n de abuso sexual cometida presuntamente cuando el juez era adolescente y fue aprobado por la mayor¨ªa m¨¢s estrecha en 120 a?os.
Ahora, con la muerte de Ruth Bader Ginsburg, los republicanos ven la posibilidad de sustituirla por un conservador y decantar definitivamente el Supremo, 6 a 3, con jueces afines. En los temas m¨¢s controvertidos, el magistrado Kennedy y, desde su retirada, el magistrado John Roberts, se han alineado con los progresistas para evitar decisiones abiertamente partidistas. Con la nueva mayor¨ªa, su voto no podr¨ªa parar a los magistrados que votan sistem¨¢ticamente de acuerdo al ideario conservador.
?Lo pueden hacer los republicanos solos?
S¨ª. Parte de la responsabilidad, adem¨¢s, la tienen los dem¨®cratas. Barack Obama padeci¨® una oposici¨®n sin cuartel en el Senado. Todos sus nombramientos de jueces federales (el mismo proceso que los del Supremo) eran sistem¨¢ticamente bloqueados por la minor¨ªa. Las normas del Senado exig¨ªan una mayor¨ªa reforzada de 60 votos a favor para estos nombramientos. Se trata de una norma que pretende forzar el consenso y evitar excesos partidistas, pero los republicanos lo usaron para negarle el pan y la sal al presidente dem¨®crata. Finalmente, en 2013 los dem¨®cratas decidieron usar la llamada ¡°opci¨®n nuclear¡±, es decir, cambiar las normas del Senado para poder nombrar jueces por mayor¨ªa simple de 51 votos. Mantuvieron la mayor¨ªa reforzada para nombramientos del Supremo.
Esa decisi¨®n se acabar¨ªa volviendo en su contra. En 2017, cuando los dem¨®cratas trataron de bloquear el nombramiento de Neil Gorsuch para un puesto en el Supremo que ellos consideraban que les hab¨ªan robado, la nueva mayor¨ªa republicana en el Senado sac¨® la ¡°opci¨®n nuclear¡± tambi¨¦n para el Supremo. Gorsuch fue confirmado por 54 a 45.
Los republicanos tienen 53 esca?os, m¨¢s la presidencia (el vicepresidente, Mike Pence, es tambi¨¦n presidente del Senado). Esa mayor¨ªa se traslada a todos los comit¨¦s y, en definitiva, controla todos los procedimientos de la C¨¢mara. Los dem¨®cratas, con 47 esca?os, no pueden impedir en la pr¨¢ctica el nombramiento del sustituto de Ginsburg.
?Se puede hacer antes de las elecciones?
S¨ª. Realmente, los plazos dependen de Trump, Graham y McConnell. Entre los ¨²ltimos magistrados el proceso de confirmaci¨®n m¨¢s largo fue el del magistrado Clarence Thomas (106 d¨ªas en 1991), que tuvo que hacer frente a una acusaci¨®n de acoso sexual. La m¨¢s corta fue la de Ginsburg (50 d¨ªas). Hist¨®ricamente, la media est¨¢ sobre las siete semanas. Pero en la primera mitad del siglo XX se pueden encontrar muchas confirmaciones en menos de 20 d¨ªas. Trump ha dicho que propondr¨¢ a su candidato esta semana entrante y que ser¨¢ una mujer.
Una vez enviado al Senado, hay tres fases. Una investigaci¨®n sobre el candidato, una comparecencia p¨²blica donde debe responder a las preguntas de los senadores, y la votaci¨®n. El Comit¨¦ de Justicia env¨ªa entonces su recomendaci¨®n al pleno del Senado, que vota la confirmaci¨®n definitiva. Desde 1975, se ha tardado 40 d¨ªas de media entre la nominaci¨®n formal y la primera comparecencia. Para la mayor¨ªa, la comparecencia dura cuatro o cinco d¨ªas, pero se puede alargar.
Atendiendo a los plazos medios de confirmaci¨®n, no dar¨ªa tiempo a hacerlo antes de las elecciones sin que el proceso sea percibido como apresurado y abus¨®n. En cualquier caso, aunque las elecciones son el 3 de noviembre, el actual Senado sigue en activo hasta finales de diciembre y el nuevo presidente no toma posesi¨®n hasta el 20 de enero. Es decir, que los republicanos en realidad tienen hasta finales de a?o para aprobar el nombramiento. McConnell dijo en un comunicado que el Senado votar¨¢ al candidato de Trump, pero no dijo cu¨¢ndo.
?Y qu¨¦ pueden hacer los dem¨®cratas?
En el Senado, nada, aparte de amenazar con someter a la candidata de Trump a sesiones de confirmaci¨®n a¨²n m¨¢s brutales que las de Kavanaugh. Fuera, pueden convertirlo en una importante arma electoral para movilizar a¨²n m¨¢s el voto dem¨®crata. La campa?a de Joe Biden ya est¨¢ empezando a decir que el 3 de noviembre ¡°se vota el Supremo¡±, no sin raz¨®n. Parece dif¨ªcil que la presi¨®n en los medios y en la calle pueda hacer pesta?ear a McConnell.
En las ¨²ltimas horas, estrategas dem¨®cratas hac¨ªan circular una opci¨®n: amenazar con cambiar las reglas para anular la mayor¨ªa republicana. Si Biden gana la presidencia y los dem¨®cratas recuperan el Senado (que es muy posible) el 3 de noviembre, la nueva mayor¨ªa puede cambiar el n¨²mero de magistrados del Supremo. No est¨¢ escrito en la Constituci¨®n que tengan que ser nueve. El n¨²mero ha variado hist¨®ricamente entre 6 y 10. Es una ley, y como tal se puede cambiar. Ampliar el n¨²mero de magistrados a 12, por ejemplo, de los que Biden nombrar¨ªa inmediatamente a tres, dejar¨ªa el tribunal equilibrado. La consecuencia es que acabar¨ªa definitivamente convertido en una c¨¢mara pol¨ªtica, ya sin tapujos.
?C¨®mo se podr¨ªa frenar?
Los dem¨®cratas no pueden, pero los republicanos s¨ª. Al final, McConnell necesita 51 votos. Sus argumentos de 2016, cuando dijo que a 10 meses de las elecciones no se pod¨ªa nombrar un magistrado y todo su grupo le sigui¨®, se le vuelven en contra cuando faltan 43 d¨ªas para las siguientes. Hasta el domingo, dos senadoras republicanas consideradas moderadas, Susan Collinsy Lisa Murkowski, hab¨ªan dicho que no votar¨ªan un nombramiento del Supremo en plena campa?a. Todas las miradas est¨¢n puestas en al menos otros dos. Mitt Romney, que se ha separado por completo del presidente hasta el punto de votar a favor en uno de los art¨ªculos del impeachment, y Chuck Grassley. Aparte, est¨¢n todos los senadores republicanos que se juegan la reelecci¨®n (23 en total) y que recibir¨¢n presi¨®n en sus estados, donde tendr¨¢n que valorar cu¨¢l es la posici¨®n que m¨¢s les conviene para conservar su esca?o. Dos deserciones m¨¢s y McConnell y Trump no podr¨¢n cubrir la vacante de Ginsburg antes del 3 de noviembre.
?Qu¨¦ influencia tiene esta situaci¨®n en la campa?a?
Toda. La campa?a ha cambiado radicalmente. Antes iba sobre echar a Trump, especialmente tras la pandemia y la crisis econ¨®mica. Ahora va de salvar la democracia. Las ¨²ltimas horas indican que la apertura de la vacante ha disparado a¨²n m¨¢s el inter¨¦s por las elecciones, lo que hace anticipar un aumento de la participaci¨®n. Lo que se ir¨¢ aclarando en los pr¨®ximos d¨ªas es a qui¨¦n va a beneficiar m¨¢s. La primera consecuencia es que las carreras al Senado, que estaban ocultas en un debate nacional dominado por la presencia de Trump, ahora han pasado a primer plano.
El asalto al Tribunal Supremo, y al sistema judicial en general, es un objetivo que la derecha m¨¢s conservadora lleva trabajando d¨¦cadas. El gran objetivo final es resolver para siempre asuntos que consideran parte de la esencia moral del pa¨ªs, como revertir la sentencia que legaliz¨® el aborto o frenar cualquier intento de poner controles a las armas y avanzar en la sanidad p¨²blica. Entre los asuntos m¨¢s inmediatos que va a resolver el Tribunal Supremo despu¨¦s de las elecciones est¨¢ el tercer asalto republicano contra la reforma sanitaria Obamacare, que instaur¨® un incipiente modelo de sanidad p¨²blica.
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